lunes, 23 de junio de 2008

23.6.2008 – El Cross del Telégrafo

Tenía la intención de escribir sobre el cross del Telégrafo antes, pero ya sabéis cómo son estas cosas. La verdad es que he olvidado bastantes detalles, pero si no lo hago ahora no lo hago nunca.
Recuerdo que dormí muy poco, aunque estaba cansado. Había participado en el Acuatlón de Puerta de Hierro. Me acosté tarde y tuve que levantarme temprano. Me llevaba un compañero del Aguaverde. El chaval superamable y muy simpático, pero a él se le pegaron las sábanas. Para un día que soy puntual... Con todo llegamos bien de tiempo a Cercedilla. Para ese día Patri y Miguel se habían ofrecido a llevarme. Los pobres iban a pegarse el madrugón para hacerme el favor. Estos también son pomponeros de lujo.

La supergente del supermaratón había salido una hora antes. Allí me encuentré con Chusa, con 3i, que como siempre compaginaba la organización con la competición, Ángel y algunos amigos más.

Aunque salimos temprano, el sol ya pegaba. En el del Telégrafo, como carrera por o de montaña, se empieza subiendo. Salimos del pueblo todos juntitos. La gente buena al principio, yo atrás, buscando acomodarme a mi ritmo. Pronto el grupo se va estirando y después de los dos o tres primeros kilómetros se va muy bien. Éste año no hay tantos ni tan crecidos riachuelos, pero esta vez, ya escarmentado, no hago ningún esfuerzo por vadearlos. Adentro con la pezuña, que ya se secará. Después de todo, las zapatillas ya tienen un agujerito “de ventilación”.

3i me alcanza en un determinado momento, pero esta vez, aprovechando un terreno llano y sencillo, no le dejo escapar, charlamos mientras podemos. La verdad es que me encontraba muy bien, a pesar de la paliza del día anterior y de que no tenía muy entrenada (por no decir nada) la carrera. Vamos que a correr, los sábados y gracias a que voy en manada. En un determinado momento en el que empiezan las cuestas 3i se queda y yo me voy. El pobre venía de competir en la Quebrantahuesos, y aunque es un todoterreno, los 180 km en bicicleta, si no son más, cansan. Lo hago con una sonrisa de gozo, es difícil hacer algo mejor que él, pero también sin remordimientos. Sé que me va a alcanzar y pasar en cualquier momento.

Pues yo sigo subiendo. Las cuestas son empinadas y no se puede correr, pero me veo pasando a mucha gente con holgura, sin machacarme demasiado y desde luego sin sensación de agobio. Naturalmente iba subido de pulsaciones, que estuve en las dos horas y pico que duró la carrera con una media de 160 pulsaciones pm.

Lo hacía con bastante desparpajo, porque sabía que pronto me alcanzarían. Así fue, pasado el ecuador de la carrera, el propio pico del Telégrafo, la gente con una mejor técnica de bajada que yo, fue adelantándome. Primero los últimos que había adelantado.

Y sin embargo, estoy seguro de que he mejorado bastante. Mi técnica es mala y, sobre todo, le tengo respeto, por no decir miedo, a las caídas. Bajo con cuidado, pero desde luego que fui más rápido que la vez anterior. En las zonas más abiertas, los corredores más avezados me adelantaban sin problemas, pero en esos períodos con senderos más estrechos cedo el paso. Es respeto por los otros competidores, pero también que me siento más a gusto sin la presión del que quiere pasar y no puede.

En un determinado momento siento que los corredores se me acumulan por detrás. Antes de que pueda cederles el paso me equivoco de camino en una bifurcación. Error mío porque estaba perfectamente señalado. 3i, providencial, estaba ahí y me avisó. Fue un buen momento, porque dejé pasar a la fila y me puse detrás del último. Ya alcanzaría a alguno, cuando llegara la zona de llano, como así fue.

A pesar del desgaste tengo tiempo para darme cuenta de lo precioso que es el camino, de lo bien que han venido las lluvias, de saludar a los corredores que todavía suben, y de animar a los que paso. Estoy disfrutando con muchas ganas.

En una de estas zonas de llanos, siento otro corredor que me está alcanzando. Siento su esfuerzo y sé que está cerca de su límite. Podría apretar, está dentro de mis posibilidades, pero ¿para qué? Le dejo pasar. Es un corredor mayor, y sé por mi velocidad que debe entrenar duro, y que además lo hace bien. Éste es de los que se fijan pequeñas metas. Me pasa.

En la siguiente bajada le vuelvo a pasar. No me llama la atención hacerlo, porque sabía que su adelantamiento había sido casi un canto de cisne, pero me provoca una sensación de placer hacerlo precisamente en una bajada, que no es mi fuerte. Por cierto, si algún día me entero de cuál es mi fuerte, escribiré otra entrada con sonido de fanfarrias.

Es un corredor fuerte. Me sigue a corta distancia. En otra ocasión ya cerca del pueblo, y de la meta, me vuelvo a equivocar de camino. Le veo pasar y le pregunto por dónde es. Me indica la dirección y me adelanta sin ningún pudor ni vergüenza. Vuelvo sobre mis pasos y le veo por delante. Poco le va a durar la alegría, aún en un adelantamiento por despiste (como en la última San Silvestre). Sé que la meta está cerca y veo que es el momento de apretar, según mis posibilidades.

Acelero el paso. Le paso a él y a otros. Entro en el pueblo y el camino se vuelve asfalto. En una curva adelanto a un par de amigos. Les pido disculpas porque me veo haciéndolo por el medio. “Tú tranquilo, sigue”, me animan. Entro en la calle de la meta. Veo a Patri y Miguel que me gritan dando ánimos. Aumento el paso, pero freno casi al llegar, para no adelantar en el último segundo a otro corredor. Una cosa es apretar al final y otra es pasar a otro compañero por un puesto en la cola de la clasificación. Quizás sea una tontería, pero me da un poco de vergüenza.

Ya alegría, comer un poco para recuperarse, recoger el diploma, saludar.

“Me voy a quedar con otros coleguitas”, le digo al colega de Aguaverde. En las duchas, volví a equivocarme y me metí en la de las chicas. En mi disculpa tengo que decir que esta vez no estaba señalizado. Ya en el vestuario que me correspondía, el agua fría me arquea la espalda, pero yo no pegaba alaridos de terror que se oían por ahí. Esos chicos, tan fuertes y tan sentidos. Refrescante ducha.

Después a disfrutar con los amigos. Llegó Ángel, llego Chusa y por fin, llegó Javi, pero éste era del maratón, del que probablemente sea el maratón alpino más duro del mundo, al menos así lo promociona la organización. Y sé que tiene predicamento internacional. Comemos la tortilla y viandas que habían preparado Patri y Miguel. De verdad, ¡qué bien se portaron!

El Cross tiene 8,5 km de subida y los mismos de bajada. Mi marca fue de 2:05, saqué creo que 7 u 8 minutos a la del año pasado, aunque claro, ahora no llovía. Sé que lo he hecho mejor, que es importante.

Como dice Javi, otra a la buchaca.

sábado, 21 de junio de 2008

21.6.2008 – El acuatlón de Puerta de Hierro

Aunque ya ha pasado bastante tiempo, más de un mes, desde que participé y ya no me acuerdo demasiado, he decidido escribir algunas líneas para no olvidarme, porque no sé cuándo habrá otro, y en definitiva porque si no lo hago yo, nadie lo va a hacer por mí.

Llevaba bastante tiempo con ganas de participar en alguno, ya que en competiciones de triatlón no me decido participar, pues aquellas en las que se quita la parte de bicicleta. Me había apuntado a uno en Arroyomolinos, pero al final me corté ante un tiempo frío, impropio de mayo, que no invitaba a hacerse un kilómetro en un estanque no aclimatado. Y yo estaba con dudas de todo tipo respecto al reglamento y al traje de neopreno.

El de Puerta de Hierro, en pleno junio y con la calor de Madrid, ofrecía garantías en ese sentido. Y además, quizás lo más importante, se celebraba en piscina, cuando lo habitual en estos casos son las aguas abiertas, en mi opinión mucho menos apetecibles, pero sé que hay gente a las que le gusta más. La piscina de Puerta de Hierro es un monumento al auge de la clase media de los años 60, que iba a disfrutar de un día de piscina y una tortilla de patata y filete empanado. Lo cierto es que es enorme y da muy bien para un acuatlón. Para mí que soy un nadador de piscina el hecho de ver el fondo ayuda mucho.

Por adaptar las instalaciones a la prueba al final salían en el primer tramo de carrera dando 3 vueltas a un paseo de plátanos, entre las sombras de los árboles, 2.320 metros, luego la transición sobre el césped hacia la piscina y tres vueltas a ésta que daban 885 metros, para luego volver a hacer otros 2.230 metros.

Yo me había apuntado en el último momento con muchas dudas y gracias a la insistencia de 3i al que todavía no se lo he agradecido lo suficiente su machacón ronroneo, “que si luego te quejas”, “que otra competición al día siguiente no es un problema para un campeón como tú”. (Esto último no sé si lo dice con cachondeo). El caso es que gracias a su sugerencia de que al día siguiente un compañero del Aguaverde me llevaría a Cercedilla para el Cross del Telégrafo y, una vez más, a su cabezonería allí que me fui,

Iba un poco a probar y dar un poco de lustre a una licencia de Triatlón que no estoy utilizando mucho de momento, por no decir nada. Llegué con mucha antelación y con muchas dudas, a pesar de que me había leído de pe a pa el reglamento y planeado minuciosamente todas las posibles circunstancias desde cómo llegar, hasta las transiciones. Bueno, al menos eso creía.

Empecé bien, en el autobús no me hizo falta preguntar. Un chaval joven, con formas de deportista y, para más datos, un mono de triatlón bajo la camiseta me demostró que no andaba desencaminado. Incluso charlé con él mientras caminaba hasta el puesto de recogida de dorsales, muy simpático. Yo opinaba que llegaba con demasiada antelación. Él otro opinaba lo contrario, que había que calentar y prepararse. En los vestuarios, que prácticamente nadie más utilizó, (por lo visto la gente ya viene preparada de casa), me encontré a otro chaval, Abe, que resultó ser también del ya extinto grupo s2r, pero en el grupo de los domingos. Supermajo, luego me acercó hasta el metro. Como los dos andábamos un poco despistados y nos confesábamos mutuamente nuestra ignorancia formamos un grupito. También reconocí gracias al uniforme a otro chaval de Aguaverde, Andrés, muy simpático también, pero éste es de lo se lo toman más en serio. De hecho ha subido al podium en su grupo de edad en algunas competiciones. Así estuvimos de charleta hasta el inicio de la competición. La verdad es que no calenté muy bien, pero, a pesar de que me gane un rapapolvos, ésta es ya una costumbre, por unas razones u otras.

La mayoría de los participantes era gente muy jovencita, de cuerpos rotundos y, luego lo comprobé, deportistas de potencia y velocidad. Para mi alivio descubrí también a otra gente de “mi grupo de edad”. Algunos que también venían con poca experiencia en la mochila. El sa berse acompañado siempre da gusto.

Oye, que se va acercando el momento del inicio. Oye, que mejor que nos vayamos acercando a la línea de salida, que mejor nos colocamos, que oye, que ya han dado la salida. Empecé con muy conservador. En mi no se trata de una estrategia muy elaborada, es que soy bastante diesel y me cuesta arrancar. Sin embargo, en este caso lo hacía a propósito. No quería llegar demasiado agobiado a la piscina. Es más, me daba miedo la posibilidad de pinchar ahí. Con todo adelanté a unos poquitos. Supongo que a los nadadores con menos preparación sobre el asfalto. Constato una vez más que la base aeróbica que tengas de otros deportes es muy buena, pero la técnica y la costumbre son tan importantes o más. Conté con cuidado las vueltas, no me fuera a equivocar.

Llegué a la transición. Lo había pensado muchas veces. Me quité las zapatillas, sin calcetines, por favor, que esto era un acuatlón, me calcé las gafas y a la piscina. Después de pasar el umbral que marcaba la ducha me doy cuenta de que todavía llevaba puesta la camiseta. ¡Ay, pardillo! Me di media vuelta, ante la mirada impasible del juez, a pesar de que puse cara de ¡Qué le vamos a hacer, un error lo tiene cualquiera!, me quité la camiseta y la puse con mimo ordenada para volver a calzármela después y volví a salir corriendo. Debí de perder un par de minutos con la tontería.

¡Al agua! A nadar con tranquilidad, que todavía quedaban más de 800 metros y yo no sabía cómo iba a salir de aquello. Los que había adelantado antes me alcanzaron, y supongo que también los que iban en cabeza. Aquello no era malo, la estela que generaban me permitía avanzar con menos esfuerzo. Traté de no ponerme en medio. En el primer tramo llegamos a un punto en que si te despistabas te dabas de bruces contra una pared. En las fotos del organizador, la cuarta foto. Pero ahí estaba alguien de la organización avisando. A mí me salvaron de un buen coscorrón, porque a pesar de que trataba de ir controlando con alguna levantando la cabeza como en el waterpolo, es fácil dejarse llevar por los demás. Quizás por ser demasiado conservador, quizás por el impulso de la estela de los nadadores más rápidos, lo cierto es que no me costó demasiado trabajo hacer las tres vueltas, al menos no tanto como pensaba. De hecho, tuve miedo al salir, de haber hecho sólo tres, pero la piscina estaba demasiado vacía de competidores como para creerme que sólo habían sido 2 vueltas, y demasiado llena para saber que llevaba cuatro. Tengo que decir que me sorprendió la técnica de patada de uno de los nadadores más fuertes cuando me adelantó. Es la técnica que yo hubiese utilizado no tanto para avanzar más rápido sino para dar patadas al competidor que estaba a su lado y que probablemente le estorbara. En fin, seguro que nadie hace eso.

La segunda transición fue sin errores. Después de haber pasado la piscina ahora me iba a confundir con el dorsal. Eso sí, me costó ponerme la camiseta y las zapatillas mojado como estaba. Quedaban tres vueltas, a hacerlas ahora con más ánimo, dándolo todo en la pista como en mi época de bailongo en la discoteca de mi pueblo. Así fui adelantado a unos pocos, de nuevo los nadadores, esta vez sin ningún recato. Cuando llegué a la meta casi me como el mostrador donde entregaban la bebida. Y por cierto, me negué a adelantar al sprint a la chica que tenía delante porque me pareció feo. Total, ¿de qué iba a servir?

Eso sí, ¿ya se había acabado? La distancia me había sabido a poco, quería más. Estoy convencido de que lo la distancia corta no es para mí. Ahora sólo me queda descubrir si la media o larga lo son, Pero ese es otro cantar.

Las clasificaciones se pueden ver en la página del organizador. La próxima vez quizás tenga que ser más ambicioso y meter un poco de más caña al principio y en la natación. Fui bastante lento, sobre todo en la natación, pero luego adelanté bastante en la segunda carrera.

Estaba agotado pero próximo a la euforia. Lo había conseguido, a pesar de mis miedos y prevenciones. Había disfrutado y hecho nuevas amistades. Localicé de nuevo a Abe y nos felicitamos mutuamente mientras tratábamos de recuperar el resuello y los líquidos perdidos. Le agradecí que me acercara a la estación de metro porque yo al siguiente día tenía que darme otro madrugón para participar en el Cross del Telégrafo al día siguiente. De esto también he prometido crónica.

Al metro con el dorsal todavía puesto. Eso sí, con una chaquetita que siempre me llevo para después de la competición haga el calor que haga. No me equivoqué. El aire acondicionado del metro me pareció fresquísimo.