martes, 28 de agosto de 2012

Eterno Miguel Hernández en las puestas de sol de Creta

En esos momentos tan bonitos en los que uno tiene tiempo para pararse a ver el milagro de la puesta del sol, me viene a la memoria unos versos de Miguel Hernández.

La verdad es que no me la sé de memoria, e incluso sospecho que mi memoria no es demasiado fiel, pero internet nos saca del apuro. Encontré los versos en otra página.

La foto es mía, de Creta.

Así como recojo en lo último del día,
a fuerza de honda, a fuerza de meneo,
en una piedra el sol que ya no veo,
porque ya está su flor en la agonía,

así recoge dentro del alma mía
por esta soledad de mi deseo
siempre en el pasto y nunca en el sesteo,
lo que le queda siempre a mi alegría:

una pena final como la tierra,
como la flor del haba blanquioscura,
como la ortiga hostil desazonada,

indomable y cruel como la sierra,
como el agua de invierno terca y pura,
recóndita y eterna como nada.

Miguel Hernández, tomada de El rayo que no cesa


Península de Akrotiri
 

lunes, 27 de agosto de 2012

martes, 21 de agosto de 2012

Gil de Biedma contesta a William Wordsworth (21.8.2012)

"[...] el recuerdo
será como un puñado de conchas recogidas,
tan hermoso en sí mismo que no devuelve nunca
las palmeras felices y el mar trémulo."
 

lunes, 20 de agosto de 2012

I’m back… again? (20.8.2012)

Después de casi tres años no estoy seguro de cómo empezar. Quizás lo mejor con un poema conocido por dar título a la película “Esplendor en la hierba”, que según la Wikipedia fue dirigida en 1961 por Elia Kazan y ganó un Óscar.

Según mi madre, que quizás no sea tan fiable como fuente bibliográfica pero que sin duda merece su propia mención, causó en su época bastante revuelo por sus referencias explicitas a relaciones antes del matrimonio.

El título procede de un poema de William Wordsworth, "Ode on Intimations of Immortality from Recollections of Early Childhood".

La mejor versión en castellano la he encontrado, como siempre, en Internet.

ESPLENDOR EN LA HIERBA

Aunque mis ojos
 ya no puedan ver ese puro destello,
 que me deslumbraba.

Aunque ya nada pueda devolver la hora
 del esplendor en la hierba,
 de la gloria en las flores,
 no hay que afligirse.

Porque la belleza
 siempre perdura en la memoria.

William Wordsworth
Inglaterra, 1770 – 1850

jueves, 8 de octubre de 2009

El danés serbio (8.10.2009)

Sí este fuera uno de esas cuidadas entradas que hace Mannelig, este texto vendría compañado con una imagen de la portada de los libros que ahora quiero comentar. Como con la edad me estoy volviendo más y más indiferente a estas cosas, me van a perdonar que de nuevo me limite al texto puro y duro, lo que por cierto ha recibido ya unas cuantas críticas.

Estudiar danés no me deja mucho tiempo libre, pero lo cierto es que durante esta estancia he logrado encontrar más tiempo para leer que en los últimos años en los que el trabajo y el levantarme a horas realmente intempestivas para nadar han condicionado mi vida, y no menos la social.

Mannelig precisamente me regaló poco antes de venir por aquí “El danés serbio” de Leif Davidsen. El autor es muy conocido en Dinamarca, primero por su época de corresponsal extranjero en la Unión Soviética y después por una producción prolífica, especialmente de novelas policíacas. “El danés serbio” ya tiene unos cuantos añitos y, aunque la traducción al español ha sido bastante reciente, la trama explotaba la actualidad de las guerras de los Balcanes. No puedo decir que haya sido mi libro favorito. Quizá fuera que la traducción dejara algo que desear. Quizá sea porque los libros de intriga no sean lo mío, aunque me gusta la idea de que “Las leyes de la novela policíaca comparten espacio con los más profundos enigmas del alma.” La cita no es mía, pero es definitivamente muy buena.

El libro contenía un par de reflexiones que me llamaron poderosamente la atención, porque las estaba, sigo estando, percibiendo de forma directa. Por ejemplo, para los daneses, como para muchos otros, pero me atrevo a decir que para los daneses en particular, la lengua es una de los instrumentos más precisos para discernir entre “lo propio” y “lo extraño”. Éste es, por cierto, un concepto fundamental en inmunología. Son muy sensibles para detectar en el uso del lenguaje hasta los más encubiertos matices de “extranjeridad”. Y es que la pronunciación del danés es endiablada. Te pueden aceptar como extranjero y puedes tener amigos daneses, como sociedad no es más cerrada que otras europeas, incluso diría que en general son bastante abiertos, pero eso no significa que no detecten que vienes de fuera. Pero incluso el más eficaz de los sistemas inmunes es capaz de ser burlado. La pronunciación y el uso de las segundas generaciones de inmigrantes, educados en Dinamarca, es nativa. El libro explota esa idea de “extraños entre nosotros que no podemos detectar” que en algunas personas causa inseguridad, pero que al mismo tiempo hace atractiva la lectura. El otro aspecto interesante del libro, común por otra parte en el género policíaco, es el de incidir en esos aspectos oscuros de la (¿autocomplaciente?) sociedad del bienestar nórdica.

Aunque no haya sido mi libro favorito, sí tengo que decir en su favor, que me ha acompañado con eficacia en momentos de insomnio, por lo que le estoy profundamente agradecido a libro y a Mannelig.

miércoles, 27 de mayo de 2009

I’m back

Me vais a perdonar estas expresiones tan extranjeras. Es la consecuencia de las series americanas. Como forman parte de mi vida, espero que no muy importante, no puedo evitar tomar prestados algunas expresiones y hilvanar mi vida.

El otro día salí con la bicicleta. Era uno de esos días tempranos de la primavera, cuando el calendario ya dice que debería hacer más calor, pero que continúan los días de lluvia, viento y frío. Esos días tempranos se distinguen no tanto porque haga más calor, sino porque ha salido el sol. Sigue haciendo un frío que pela, porque el sol de primavera no tiene fuerza suficiente para calentar de verdad, y a poco que sople un ráfaga de viento te quedas helado. No conviene quitarse el abrigo. La diferencia está en la luz. Después de tantos días grises, de repente el cielo se vuelve azul, la hierba verde intenso y el mar devuelve reflejos desconocidos. Con semejante panorama no podía por menos que coger la bicicleta y salir a dar una vuelta de exploración.

Procuré seguir la línea de la costa. Hay un camino de bicis que bordea pequeñas playas, adivino que artificiales, y los puertos de barcos de recreo. Como digo seguía haciendo frío, y no pude hacer lo que me hubiese gustado: quedarme en camiseta y dejarme acariciar por la suave brisa marina. Con todo fue la primera vez en mucho tiempo en el que sentí el olor salado del mar. A pesar de que vivo casi pegado al mar y que paso todos los días por el puerto marítimo de camino al trabajo, y de que es un camino precioso, hasta entonces no me había percatado del olor salado del mar. Otro breakthrough, además de aquél del sorbete de limón.

Por un momento incluso tuve la sensación de estar en una ciudad del mediterráneo antes de que el calor del verano traiga las masas de sol y playa, el olor a churrasco de los chiringuitos y las quemaduras en la piel. Pasé por unos sitios preciosos: a un lado los barquitos, al otro los campos de colza, de un color amarillo precioso, que parece sacado de un libro de “visite Escandinavia”.

Y entonces eché de menos salir a correr, moverme con la bicicleta y estar activo como en los últimos años. Deseé volver a salir a correr. Y entonces me sentí por un momento como el malo de una serie de acción americana al final de la temporada. El malo está a punto de desaparecer gracias a los esfuerzos de los buenos, pero para poder darle continuación a la serie resucita milagrosamente en el último momento, por alguna artimaña o golpe de suerte, y entonces dice, con voz de malo: “I’m back”. Pues eso.

martes, 12 de mayo de 2009

The breakthrough

(12.5.2009)
Aprendí esta expresión de una de las series americanas que he estado siguiendo. Si la entendí bien, define el momento en el que se experimenta la conciencia de una situación que hasta el momento había pasado desapercibida. Uno se da cuenta de algo: una situación, un sentimiento, un hecho, que existía antes, pero del que hasta ahora no se es plenamente consciente.

Bueno, yo tuve mi “breakthrough el otro día, mientras veía una de estas series americanas. Me estaba regalando con un sorbete de limón que me había costado un pico. La primera cucharada de ese jarabe helado, de sabor cítrico, ácido y dulce a la vez, me pareció deliciosa. Entonces lo vi todo claro. Dios mío, soy adicto al sorbete de limón.