lunes, 21 de abril de 2008

11.4.2008 – Los grandes quemados y L’Oceanogràfic

Estaba en Valencia por un viaje de trabajo. En el mío doy muchas vueltas y ésta me llevó al Congreso de la Asociación Española de Bancos de Tejidos. Hay otros mundos, pero están en éste y el de los bancos de tejidos, transplantes de órganos es otro, con muchos microcosmos de los que sólo llegue a avistar una parte superficial y desde la lejanía.

Una de las ponencias tenía que ver con el tratamiento de grandes quemados y la utilización que se hacía de los injertos de piel que se conservaban en los bancos. La idea no podía ser mejor. La mayor parte de los asistentes trabajan en bancos y de esa manera pueden ver, y comprender mejor, que es de lo que se trata, los resultados de su trabajo. No voy a entrar en esto por aquello de los mundos que comentaba y que se me va de las manos, pero no puedo dejar de comentar la impresión que me causó ver las fotografías con todo lujo de detalles del tratamiento de los quemados.

Cuando las quemaduras son intensas y extensas el paciente corre muchos riesgos: de infección, de deshidratación, con el consiguiente peligro de fallo renal y un largo etcétera de posibilidades que se mencionaron pero que ya no logro recordar. Una de las medidas para ayudar a los enfermos a sobrevivir, mientras se espera a que estos puedan regenerar su propia piel, es utilizar injertos que los bancos de tejidos proporcionan (de un cadáver, por cierto. No sabía si decirlo, pero...). Se trata de una medida transitoria porque casi siempre el enfermo acaba por rechazar el tejido extraño, pero entonces con suerte ya empezaban a contar con una capa propia que protegiera y aislara el cuerpo. Debo confesar que lo más impresionante no era las fotografías cruentas de todo el proceso de desbridado, y que después de aplicar los injertos el paciente pareciera el primo hermano de la criatura de Frankenstein, sino el entusiasmo contagioso de la médico que lo explicaba. Una chica joven, con melena cortada a capas que acompañaban los movimientos precisos y enérgicos de su cabeza al dirigirse a los espectadores.

En algunas ocasiones, hay que utilizar cultivos de la piel del propio paciente. Se toma una muestra que se envía a un laboratorio especializado para que los queratinocitos crezcan lentamente, primero en tubos de ensayo y después se les haga progresar en superficie para que den una película con la que cubrir las heridas abiertas. Este cultivo lleva su tiempo, no se hace en todos los sitios y es, de momento, una de las pocas aplicaciones clínicas de la terapia celular avanzada. Me impresionó también la actitud del responsable de uno de los pocos centros donde se lleva a cabo esta técnica, preocupado hasta la devoción por aumentar su velocidad de respuesta y la calidad de los “productos”.

También era de aplaudir la actitud de las azafatas. Chicas jovencitas, hiperdelgadas y atentas a cumplir su trabajo llevando el micrófono a los asistentes que desearan intervenir. Si para mí, que he hecho perrerías a las ratas en el laboratorio de mi época de estudiante que todavía atormentan mis sueños, si los propios médicos, según me confesaron, eran sensibles a la crudeza de las imágenes, ¿qué pensarían esas chiquitas tan jóvenes? Y lo digo sin paternalismo, más bien con la solidaridad del que ha pasado la misma experiencia traumática. Probablemente lo mismo que yo: que qué duro es ganarse el pan, y que qué poco glamour tiene la profesión. En cualquier caso, ¡qué profesionalidad la de todos: médicos y azafatas! Cada uno en lo suyo.

Dejando atrás las mejores escenas del cine gore de la semana está uno de los mejores momentos del viaje. La visita al oceanográfico de Valencia.

Lo tienen bastante bien organizado. Siguiendo el modelo actual de diseño, las especies se distribuyen por ecosistemas. Lo cuál es lógico, porque no se puede conservar una especie tropical junto a los pingüinos, pero la idea también es explicar que los animales y las plantas forman parte de un sistema mayor interconectado y que no se puede aislar el uno del otro.

Naturalmente, predominan las especies más llamativas y bonitas, pero eso está bien si se logra despertar el impulso de proteger y conservar el medio. Es mucho más fácil con exhibiciones con los delfines o peces de colores que con una morena. Algunos pueden acusar a los zoológicos y similares de espectáculos circenses, pero reconozco que también había abundancia de explicaciones científicas sobre biología de las especies, comportamiento animal y descripción de los hábitats. Prácticamente en la entrada tenían una exposición magnífica de corales que pasaba desapercibida ante la magnificencia del acuario tropical de al lado. Éste y la zona mediterránea, por razones de proximidad, eran quizá la mejor parte del parque.


1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi también me encantó el Oceanografic aunque no sé porqué se me quedó pequeño. Además fue uno de mis gloriosos esguinces grado 2 de tobillo derecho, lo recordaré siempre ;) un beso