martes, 31 de julio de 2007

Helsinki, a 31 de julio de 2007

31.7.2007
Ayer y hoy han sido uno de esos días que más vale quedarse en casa. La lluvia empezó ayer. Aunque había estado nublado todo el día, comenzó a llover justo cuando había decidido coger la bicicleta para ir a nadar. La lluvia molesta, pero más molesta el viento frío, estamos a unos 15 grados, que viene a ser una temperatura bastante normal en España. Mis amigos me comentaban que en su visita a Barcelona en invierno desayunaban en la terraza, al fresco porque los 15 grados de nuestro invierno les sabían a los suyos de verano, aún más viniendo de un invierno bajo cero. Hoy la borrasca se ha cebado con el golfo de Finlandia. Los fuertes vientos han complicado el suministro eléctrico y han obligado a anular algunos de los trayectos entre Helsinki y Tallin. Por cierto, entre ambos hay una distancia de unos 60 km mar abierto. Mis amigos se lo han hecho en su kayac. La aventura parece pequeña cuando comentaban que este verano habían navegado en su pequeño kayac desde la ciudad portuaria de Turku (http://www.turku.fi) hasta Mariehamn (http://www.mariehamn.aland.fi/) en total unos 275 km ida y vuelta. No lo han hecho seguido, sino que en trayectos que variaban entre los 45 y 60 km y se paraban entre las pequeñas islas que forman el archipiélago de Åland.

Vamos a ver, Mariehamn es la ciudad principal de las islas Åland, que forman parte del estado finlandés pero están geográficamente más próximas a Suecia. Allí se habla un dialecto del sueco que se parece mucho más al de los suecos de Suecia que al de los finlandeses suecoparlantes. La decisión de la territorialidad no fue sencilla y se dejó en manos de Naciones Unidas, poco después de la primera guerra mundial (si no recuerdo mal mis exámenes) en lo que probablemente sería una de las pocas decisiones de la sociedad de naciones respetadas. Bueno, esta es una opinión con poca base.

Entre Turku, Mariehamn y Estocolmo hay una infinidad de pequeñas islas, algunas de pocos metros cuadrados de superficie. De hecho en el trayecto que los grandes barcos de recreo entre las dos capitales nórdicas realizan, es siempre posible ver tierra, o más bien roca, porque la vegetación crece a duras penas en un ambiente tan hostil. Si alguna vez vais por Suecia o Finlandia procurad tomar estos barcos. Si es un día claro y soleado, puede ser simplemente precioso.

Uno de estos días lluviosos el periodista deportivo Jarmo Färdig salió a cumplir su apuesta fallida. El año pasado había apostado públicamente que iría en bicicleta desde su casa en Helsinki hasta una ciudad de Finlandia donde se celebrara un campeonato de atletismo de élite, si en los campeonatos de Europa de 2006 en Göteborg, el equipo nacional finlandés ganaba más de una medalla. Como ganaron tres (3000 metros, oro, Jukka Keskitalo, lanzamiento de martillo, plata, Olli-Pekka Karjalainen; y lanzamiento de jabalina, plata, Tero Pitkämäki, el mismo que en Madrid atravesó a un francés con la lanza) la federación de atletismo exigió su pago y como recordatorio mandaron el día anterior a la marcha grasa a prueba de lluvia para el engranaje de la máquina. Para el que le guste los desafíos, lo digo por el idioma, puede echar un vistazo, en la página del Helsingin Sanomat, donde escribe Färdig. Por cierto färdig significa en sueco, listo, preparado.

Pyhtää, a 31 de julio de 2007

31.7.2007
Tengo que reconocer que tuve suerte con el tiempo. El viernes se despertó soleado. Pensé en ir a nadar antes de prepararme para el fin de semana, pero la partida de mi compañero de piso, - un francés majete, aunque muy apresurado- y la amenaza del propietario de venir a inspeccionar la habitación del francés y de paso del estado de los lugares comunes, torcieron el plan y me quedé a limpiar el filtro del extractor de humos, que por cierto no había visto un estropajo en años. Con todo, estoy contento, el apartamento está limpito y libre.

Llegué a Pyhtää en autobús en algo menos de dos horas. Mis amigos Juha y Paula me estaban esperando. Paula es la primera persona que conocí en Finlandia, se ocupaba de la organización de unos cursos de verano en Jyväskylä y era, y es, la amabilidad en persona. Para mí que personifica todas las características positivas de los finlandeses: es seria, calmada, atenta y extremadamente amable y servicial.

La casita de campo era más bien una serie de pequeñas casitas construidas en diversas fases en torno a un núcleo central en una bahía al lado del mar. No creo que tenga nada que ver con el modelo de atrio romano, supongo que la organización se debió simplemente a un criterio de aprovechamiento y de búsqueda de la intimidad. Allí estaba, por supuesto la sauna, y las habitaciones de los invitados y la que había venido usando el padre de Juha hasta hace relativamente poco tiempo, incluso una pequeñita que era donde jugaba y dormía Juha y sus hermanas de niños, como en las películas, y que ahora servía de almacén de herramientas.

No tardamos en coger una barquita con un pequeño motor para probar mi recién aprendida técnica de lanzar el sedal de la caña. Lanzar a cierta distancia no tiene mucho misterio, pero yo no lograba dominar el arte de controlar la dirección. Yo trataba de apuntar hacia un lugar pero luego el cebo acababa en un lugar aleatoriamente distinto. Con las prisas se nos olvidó echar gasolina y cuando nos quisimos dar cuenta el motor se paró... a unos doscientos metros del punto de partida. Habría sido mucho más emocionante decir que nos quedamos varados en medio de una tormenta a kilómetros de la costa, pero afortunadamente no fue tan dramático. Eso sí, cuando me ofrecí caballerosamente a remar unos metros para hacer algo que no fuera muy difícil, -lo de maniobrar para el atraque se lo dejaba a ellos, que servidor y el sentido de la dirección estamos enfadados- me cargué uno de los remos. Bueno, no fue por pura fuerza bruta, es que el remo ya estaba bastante podrido.

Con tantos trajines perdimos el atardecer, que según me dijeron es el mejor momento para pescar percas, pero comimos unos filetes. Algo después, ya anocheciendo encendieron la sauna, esta de leña en la que nos bañamos por turnos, primero las mujeres y luego los hombres. La estufa de madera da un calor más suave, húmedo y agradable que la eléctrica. Además, la ventaja de la sauna al lado del mar es obvia. Es toda una experiencia avanzar en la noche hasta el embarcadero y meter los pies, las piernas y el resto del cuerpo, si hay ganas, en las gélidas aguas del Báltico, el agua estaría a unos 16 grados, y chapotear unos metros sin la atadura del bañador. Al sacar la cabeza fuera del agua parece que sales a un mundo nuevo, recién estrenado, libre de preocupaciones, al menos por el momento, y con una serena sensación de euforia.

La sauna es indudablemente un placer para el cuerpo y la mente, pero también es, y ha sido, la forma de mantener la higiene en el mundo rural finlandés. Además de bañarse de forma cómoda y calentitos, en la sauna daban luz las mujeres y se trataban a los enfermos, también se hacían las conservas de comida. Con tantos grados, era lógicamente la habitación más pulcra de la casa. También se dice que jugó un papel muy importante en la guerra, ya que evitó la propagación de enfermedades infecciosas transmitidas por parásitos. No sólo los soldados, sino también los caballos recibían el tratamiento. Las ropas se colgaban dentro, para desinfectarlas.

La primera noche llovió. Suena a tópico manido, pero lo cierto es que el repiquetear de las gotas de lluvia sobre el tejado de madera, el sonido de la lluvia sobre la tierra y las hojas, también tiene su encanto, si se está a cubierto y calentito.

Por la mañana ya no llovía, pero el viento en el mar hacía desaconsejable salir a remar al mar abierto. Fuimos a recoger la red que mis amigos habían tendido la tarde anterior. Estaba llena. Recoger los aparejos y desenmarañar la pieza de la red tiene su técnica, pero parecía muy fácil viéndoles a ellos. Para mi sorpresa desecharon la mayor parte de las presas. Las percas perecen muy rápidamente cuando se enganchan en la red y el proceso de putrefacción comienza inmediatamente. Pero también se desechan las piezas más pequeñas por que no merece la pena el trabajo de limpiarlas y comerlas, tienen demasiadas espinas. Algunas pocas se salvan, si están en buen estado, la mayoría flota panza arriba y son presa de las gaviotas que detectan la actividad del pescador y se abalanzan con todo descaro y entre desagradables chillidos hasta los restos de los peces.

Ese día comimos perca y lucioperca ahumados en caliente. Si no lo habéis probado nunca, puedo recomendarlo vivamente. En un recipiente de metal fuerte, ya que tiene que resistir el fuego directo, se coloca el pescado y unas hojas de aliso y azúcar. El árbol y el azúcar dan color y sabor pero es el humo el responsable de la cocción. El salmón así preparado es también un de los platos más exquisitos de la cocina nórdica.

Después paseo por los alrededores. Tengo algunas fotos donde se aprecia otra vez el bosque típico de arándanos. Es decir un pinar en un terreno bastante pobre que tiene como vegetación pequeñas matas de arándanos, que tienen ventaja competitiva en un suelo bastante bien iluminado. Cuando el bosque gana en altura y se produce más sombra, los arándanos dejan paso a otras bayas, como la de los arándanos encarnados. En este caso, al lado del mar el terreno es aún más pobre y en muchos casos los árboles crecen prácticamente sobre rocas de granito.

El domingo fue el día del kayac. El tiempo era perfecto, nublado pero no llovía. Si acaso un poco viento demás. Como soy bastante inexperto yo iba en un kayac doble, algo así como un tándem, y no tenía que preocuparme de la dirección ni demasiado de la técnica. Recibí unas breves explicaciones de como remar de forma efectiva y sobre todo, pasara lo que pasara, de no soltar el remo, quizá la situación más peligrosa. La idea ira ir hasta Kaunissaari, http://www.kaunissaari.fi/, que quiere decir la “isla bonita”. Y no, no es una canción pop. Está a vuelo de pájaro a unos ocho kilómetros. Como hacía viento la hicimos por etapas, buscando el refugio de otras islas, en total unos diez quilómetros en unas dos horas.

Dejamos las embarcaciones y toda la parafernalia en la playa norte donde arribamos. La ropa de recambio era muy agradecida porque estábamos empapados por el esfuerzo y el agua de mar. De ahí caminamos unos tres quilómetros para ver un pequeñito museo y tomar un café. El camino era precioso, con más pinos, abetos y abedules. Sin embargo, se trataba de un ecosistema distinto, al menos así me dijeron porque a mí me parecía todo igual, precisamente por el terreno de arena, que en su día trajeron los glaciares y dejaron al retirarse.

Una de las fotos muestra una piedra de varios metros cúbicos de volumen que ha sido sajada por la fuerza de la erosión. No sé si fue por la acción del hielo que al congelarse aumenta de volumen abriendo poco a poco una grieta, o fue un reducto de la antigua glaciación que dio forma a la isla.

Como isla la población tradicional era fundamentalmente de pescadores. Un pequeño museo, con taquilla autoservicio (ver foto), recogía no sólo los artes de pesca que mostraban el medio de vida tradicional, sino todos aquellos recuerdos traídos por los pescadores que en su juventud se dedicaban a recoger mundo. Además de peces lobo, mostraban los restos de una enorme araña peluda que había caído a un río tropical y comenzaba a ser devorada por pirañas.

El regreso fue mucho más fácil, porque fue a favor del viento y directo. Después de haberme portado como un jabato y no haber metido demasiado la pata, cuando estoy desembarcando en la playa, pierdo el equilibrio y al agua. Creo que para mis acompañantes fue genial. En fin, menos mal que tenía ropa de recambio.

Comimos un ejemplar precioso de lucio que Juha había pescado la tarde anterior. Yo también pesqué mi primer pez, pero era tan pequeño, que recibió la gracia de regresar al agua.

Regresé a Helsinki cansado y feliz.

lunes, 30 de julio de 2007

Helsinki, a 30 de julio de 2007

30.7.2007
Por aquello de que la felicidad son pequeños detalles estaba pensando que otro momento de intensa felicidad lo experimenté el día que descubrí que habían cambiado el sistema de pago de la lavandería comunitaria. En los países nórdicos es bastante frecuente que las comunidades de vecinos, además de la sauna compartan unas lavadoras mayores y más fuertes que las domésticas, casi industriales. Para su uso siguen un rígido sistema de turnos, que se respeta de forma religiosa. En los libros que editaban en la década de los 70 para facilitar la aclimatación de la comunidad de inmigrantes chilena que llegaba en tropel a Suecia huyendo de la crueldad de la dictadura, se advertía claramente de cuáles eran las normas y de la necesidad de seguirlas para facilitar la convivencia. Recuerdo uno de los libros de Henning Mankell con el comisario Kurt Wallander de protagonista, se acudía a esta costumbre para mostrar la afabilidad del personaje principal.

En las residencias de estudiantes la existencia de estas lavanderías comunitarias es casi obligatoria y muy agradecida. Para un estudiante de intercambio y en general para todos, hacerse con una lavadora que, más que facilitar, posibilite el lavado de la colada, sería casi imposible. No sólo está muy agradecido el estudiante, sino que también la gente que le rodea, que no tiene que soportar con más o menos estoicismo los efluvios de la ropa muy usada.

En mi residencia usaban un sistema de pago basado en una tarjeta bancaria que sólo conseguías si tenías cuenta corriente en un banco. En Finlandia hay básicamente un banco y una caja de ahorros, además de algunas otras entidades financieras de servicios más especializados. Aprovechando el monopolio y la cultura de que por todos los servicios se paga, todas las operaciones relacionadas con los bancos son en Finlandia, carísimas. Conseguir la tarjeta era posible, pero caro y exigía un proceso de solicitud largo, prolijo y poco edificante. Al final me veía obligado a mendigar la ayuda de alguien con tarjeta y llegar a un acuerdo de intercambio. Recuerdo la primera vez que, con inconsciente inocencia fui con mi ropa sucia y una tarjeta de crédito inútil y me quedé con un palmo de narices al ver que en mi lavandería seguían sus propias normas. Aquella ocasión me ayudó una estudiante china, aunque tuvo que hacer todo el viaje hasta el cajero automático para recargar el saldo. Conseguir esa ayuda ha sido siempre difícil, en época de vacaciones no hay prácticamente inquilinos, los que hay, están trabajando y luego en general son bastante desconfiados y, siento decirlo, muy asociales.

Descubrí que habían modernizado el sistema por casualidad, cuando rogaba con todo tipo de explicaciones innecesarias a un estudiante español, que conocí el año pasado, que me prestara su tarjeta. Ahora llamas a un número de pago, como esos de las líneas calientes, que yo por supuesto no uso, y el pago queda realizado.

Mi vida cambió. Antes tenía que someterme a la tiranía de la asocialidad de mis vecinos o decidirme a hacer un incómodo viaje a una lavandería pública. El café Tin Tin Tango, dedicado a Hergé, se ha hecho famoso en las guías de viajes por los servicios que ofrece a los mochileros. Es posible disfrutar de un desayuno copioso a lo largo de todo el día, tomar una ducha o una sauna y hacer la colada. Con todo es mucho más cómodo hacerlo a unos pasos de casa y poder usar de paso la secadora. Como no hay felicidades absolutas, hoy la secadora estaba rota y he tenido que tender como he podido la ropa en casa. El olor a ropa limpia en mi habitación también tiene su punto.

domingo, 29 de julio de 2007

Pyhtää, a 29 de julio de 2007

29.7.2007
Aún a las doce de la noche se aprecia en esta época del año en la latitud de Helsinki una franja naranja sobre el horizonte y un cielo más grisáceo que azul, pero todavía no oscuro del todo. Sin embargo, después de las noches blancas que se extendían hasta el día siguiente y que no llegaban a cuajar del todo, cuando el sol apuntaba por el otro horizonte, no muy lejos de donde se había puesto algunos momentos antes, parece que el otoño ya haya llegado. Sabe a poco.

Siempre me ha sorprendido, y sospecho, me sorprenderá siempre, la versatilidad, no sé si volubilidad de este país. El tiempo cambia constantemente, como en el mar, las nubes se mueven rápido unas sobre otras en diversos estratos. Después de brillar con fuerza iluminando mar, bosque y cielo con colores intensos y brillantes el sol se oculta y el mundo se encapota, se nubla y se torna gris. Este país ya no es el mismo, la alegría del verano se convierte en un instante en la melancolía del otoño, de las prendas de abrigo, del ocultarse tras el cristal de la ventana buscando la comodidad del hogar. La diferencia es aún más acusada en invierno. Ya no es la claridad evocadora del otoño, es el momento de los blancos extremados, de los momentos del azul mágico del crepúsculo, de la oscuridad de la calle cortada por la potencia de las farolas. A veces deprimente, a veces intensamente bello, pero tan diferente, que parece que han hurtado el país y cambiado por otro en un momento de descuido.

La felicidad son pequeños detalles, dicen. Siento cierta desconfianza de las verdades comunes repetidas innumerablemente. Algo de verdad debe haber, porque con una pequeña faena, ahora soy un hombre feliz. Tras muchos días de soportar el chirriar del pedalier de mi bicicleta, que con cada impulso parecía anunciar la venida del juicio final con más vigor que las fanfarrias olímpicas, ¿qué digo fanfarrias? carracas de feria, unas gotas de aceite en la cadena han solucionado el problema. Parece que voy sobre una máquina nueva, más rápido y silencioso que antes. Bueno, más rápido no sé, pero silencioso sí, desde luego. La solución era fácil, pero me costó dar con ella. La sensación de suavidad y el zumbido de los dientes del plato sobre la cadena me producen una autocomplaciente sensación de satisfacción.

lunes, 23 de julio de 2007

Helsinki, a 23 de julio de 2007

23.7.2007
No hay nada más inestable que el tiempo en Finlandia ni más efímero que el verano. Te levantas por la mañana con un sol brillante en el cielo azul y es verano. Al sol hace hasta calor aunque corre una brisa de lo más agradable que te hace pensar con compasión en la gente que se achicharra sobre el asfalto de Madrid. Muy a lo lejos en la línea del horizonte se vislumbran unas nubes blancas que no representan el mayor peligro. Te concentras en un artículo del periódico sobre lo que últimamente ha sido el tema fundamental de las noticias locales. El hedorcillo que se percibe en el corazón del centro turístico de Helsinki, un bulevar verde, bien cuidado con igual cantidad de árboles y objetos culturales de larga o corta historia.

Por lo visto en los días de calor se levanta una pestecilla que preocupa mucho a los finlandeses, porque, ¿a ver que van a decir los turistas? Lo cierto es que todavía no han podido determinar la causa del mal oler, y eso que han acudido a todo tipo de hipótesis de trabajo. Desde las más obvias, si huele a vómitos es que a alguien se le ha ido la mano con el vodka y ha estado potando, a las más exóticas, combinación del jugo segregado por los pulgones con productos químicos utilizados en la limpieza. Por si fuera poco el periódico ha abierto una consulta popular para que la gente opine y de su versión, Olores aparte, es una zona preciosa y que corran ríos de tinta sobre un asunto tan prosaico pone de manifiesto el alto nivel de vida de los finlandeses, pues no estarían tan preocupados por la opinión de los turistas si sufrieran de hambruna endémica.

En cualquier caso la discusión da lugar a artículos largos y entretenidos, pero no tanto que puedan justificar que en menos de media hora el verano se ha convertido en otoño, la brisa en una ráfaga heladora y los pantalones cortos hayan pasado de una prenda adecuada a claramente insuficiente.

Como Dios aprieta pero no ahoga y el que no se consuela es porque no quiere, haya paz y después gloria. La lluvia también favorece la proliferación de hongos y setas, que junto a las bayas, constituyen los mejores frutos del bosque finlandés. Y con tanta lluvia la época de setas, más bien septiembre, se ha adelantado en más de un mes.

A coger setas, lo mejor es ir acompañado por gente que entienda, porque esa seta que parece tan apetitosa te lleva directamente al quirófano de transplantes hepáticos y no es muy diferente de otra que hace una buena cazuela.

Por lo que me contaron el bosque más típico de Finlandia es la taiga, más al norte está la semitundra y tundra. Hay algún rastro, pero poco, de bosque templado muy al sur en zonas de costa. A mí me parece todo igual, pero hay bastante variación dentro de la taiga según el tipo de terreno, que a su vez condiciona la humedad. Como las especies de árboles son sota, caballo y rey, los bosques no se clasifican por el tipo de árbol, sino por la vegetación a pie de bosque. Además, decir que un bosque está formado por pinos ni da una idea de su capacidad de producción, ni de su valor ecológico. El pino albar (Pinus sylvestris) crece tanto en zonas lacustres, como en lo alto de unas rocas. Crece al otro lado de mi ventana y en buena parte de los bosques europeos incluidos los de la península ibérica.

El bosque donde crecen los arándanos (Vaccinium myrtillus) se puede llamar así, bosque de arándanos. Suele surgir de las morrenas que dejan los glaciares al retroceder. Su suelo contiene más nutrientes y conserva mejor el agua que otros tipos de bosques más secos, pero siguen siendo bastante limitados en recursos y no suelen albergar demasiados animales. Los pinos son bastante típicos porque sus hojas aciculares no evaporan mucha agua, por su forma y distribución dejan pasar la luz del sol. Con todo, las matas de arándanos son la joya de la corona.

A mí me llevaron a un bosque cerca de la casita de campo de mis amigos. Este era un bosque con muchos pinos y matas de arándanos. La cantidad de bayas que produce el bosque finlandés es inmensa. Es casi un deporte nacional ir a recoger los días de buen tiempo, para consumo inmediato, para cocer bollos o hacer conservas para el invierno. Salvo muy contadas ocasiones, en los países nórdicos está en vigor “el derecho universal que tiene toda persona” a acceder a un bosque público y privado para recoger bayas y setas, atendiendo a unas normas básicas de comportamiento. A pesar de eso, sólo se recoge una cantidad ínfima de todos los frutos que produce el bosque.

Recoger bayas y setas es muy agradable por el contacto directo con la naturaleza, pero lo que viene después está muy bien. Hay que limpiar la cosecha y para eso te ayudas de algún buen vino, cerveza o licor, mientras comentas los detalles del día, o aquella vez en que cosechaste una seta inmensa. Los ritos de cazadores y recolectores se han conservado por lo visto desde la prehistoria hasta nuestros días. Todos han pescado el pez más inmenso, recogido la seta más enorme o las bayas más jugosas.
Uno de los mejores resultados puede ser una crema de “korvasieni”. He estado investigando un poco. “Korvasieni” es Gyromitra esculenta también llamada bonete o falsa colmenilla. La colmenilla es muy apreciada en España pero en todas las guías de setas se advierte contra la falsa colmenilla, porque contiene un veneno extremadamente potente que actúa a nivel celular y que causa una lista de patologías más larga que una lista de bodas. Lo bueno es que si se prepara de forma correcta el tóxico se puede lavar. El proceso requiere cocer los bonetes en agua abundante al menos dos veces y desechar el agua de cocción. El tóxico es tan potente que se recomienda tener las ventanas abiertas para que haya una buena corriente. Bien preparado el bonete se convierte en una delicia. Todas las culturas tienen un ejemplo de placer culinario con riesgo de muerte. Los japoneses tienen el pez globo y nosotros los judiones de la granja, que aplicados con puntería pueden convertirse en un arma mortal. En este caso, además de la seta es por la mantequilla y la crema, que también matan lentamente, pero son deliciosas. Ésta ha sido una de las mejores experiencias del verano.

Podéis ver más fotos en .

lunes, 16 de julio de 2007

Kisko, a 16 de julio de 2007

Una de las mejores cosas que te pueden pasar estando en Finlandia es que una familia finlandesa te invite a pasar unos días en su casita de campo en el bosque. Pocas cosas ponen más de manifiesto el aprecio que puedan tenerte que invitarte a uno de sus lugares más preciados a los que solo acceden las personas cercanas, con permiso para entrar en la intimidad de su vida cotidiana. La casita de campo en el bosque es como una iglesia pagana, un lugar de culto, en el que la sauna ocuparía el lugar de altar.

Todas las cosas tienen su por qué y las tradiciones una buena razón. Riitta y Klasu, me abrieron las puertas de su casa con un excelente espumoso de Socuéllamos. Recibir a los invitados brindando se podría considerar como una tradición y el vino de Socuéllamos se ha convertido en una tradición entre el círculo de amigos de mi jefe. Riitta fue después de todo una compañera de trabajo. Tomar el café es otro rito de obligado cumplimiento y con importancia. Tomar una copa quizás no suceda siempre, incluso puede ser excepcional, pero tomar café con algo para mojar seguro. El café de los finlandeses quizás no sea tan intenso como el de los portugueses o italianos, pero el bollo es siempre rico. Yo, lo confieso, soy adicto.



La sauna es quizá la tradición más antigua y más internacional de los finlandeses. Meterte en una habitación oscura a 70°, 80°, 90° e incluso más grados centígrados y arrojar agua a las piedras de la estufa para arrancar una nube violenta de calor que se expande hasta empaparte (el agua se condensa sobre el cuerpo que está a 37°) y calentarte. No puedes luchar contra tanto calor, sólo puedes relajarte y dejarte llevar. En Finlandia es fácil ir a la sauna, en todas las piscinas, gimnasios y centros de deporte hay saunas. Además de las específicas que se ponen para hacer la experiencia completa en sitios bonitos. Los edificios y las casas tienen sus propias saunas para uso comunitario o privado. Una muy saludable costumbre son las saunas para después de correr: lenkkisauna. Quizás sea todo lo contrario de la terapia de frío, pero después del esfuerzo físico y de estirar, sientes que el cuerpo se relaja y una sensación de euforia y de paz difícil de definir pero fácil de entender.

Si la sauna es en medio de la naturaleza y entre exposición al calor puedes descansar tomándote una cervecita sentado entre los árboles la sensación es similar a la que experimentaba Teresa de Jesús en sus arrebatos místicos y que quedaron inmortalizados en el vivir sin vivir en sí y en el morir por no morir. Una sauna en el campo es una de las formas de quedar en paz contigo y con el mundo. ¡Ay, quién pudiera vivir en una sauna!

Y después de la sauna, la salchicha. Parece el título de una película de cuarta o quinta categoría, pero es que la realidad, en muchas ocasiones, supera la imaginación más desaforada, (y eso que la mía lo es y mucho). Lo cierto es que después de la sauna, un ejercicio intenso, tienes mucha hambre y necesidad de recuperar sales y líquidos. Comer no sólo es necesario, sino que además agradable.

Algunas de las fotos demuestran la belleza del sitio. La casa del campo es un lugar importante, con un lugar en el corazón de los finlandeses, por eso la gente se encarga de que los detalles sean bellos.


Sin embargo, en Finlandia el campo siempre resulta espectacularmente bonito. Quizás el paisaje cultural de la naturaleza domesticada y los bosques de uso comercial no tenga la espectacularidad de la naturaleza virgen, pero tiene la serena belleza de lo que es hermoso porque es bueno.

martes, 10 de julio de 2007

Helsinki, a 10 de julio de 2007

10.7.2007

Un artículo del Helsingin Sanomat de ayer reflexionaba sobre el uso del tiempo libre en verano para la lectura de clásicos Y no sólo aquellos libros “que hay que leer” sino también aquellos que por su tamaño y ritmo se hacen demasiado largos para una sociedad que se mueve frenéticamente. Por alguna razón, la lectura de clásicos, libros de fantasía y novelas policíacas son bastante populares entre los finlandeses, que, en general, dedican un tiempo considerable a la lectura. Un experto entrevistado en el artículo razonaba que la causa podría estar en la necesidad de poner cierto orden en nuestras vidas, encontrar una trama a nuestros proyectos en la fase central de nuestras vidas, porque, y esto suena juicioso, vemos nuestra propia vida como un cuento. Yo no estoy muy seguro de esta razón pero encontré muy atractiva la teoría de que algunos escojan libros gordos, cuya lectura exige tiempo, porque mientras avanzan pausadamente por las aventuras y desventuras de los protagonistas aminoran la velocidad de su vida.

Otro artículo, creo que de Fernando Savater, que fue publicado en El País hace por lo menos un año en el que el filósofo ironizaba precisamente sobre la costumbre que muchos, incluido él, tienen de pensar que leerán ese u otro libro, de esos “que hay que leer” durante las vacaciones. La lista se hace tan larga, que nunca daría tiempo, aunque las vacaciones no estuvieran programadas intensivamente con tantas actividades y exigencias y dieran de sí para la lectura de forma extensiva. Según el experto del primer artículo, que por cierto se especializó en filosofía del aburrimiento ¡¿?!, nuestro período de vacaciones ha de ser tan intenso, como el resto de nuestro tiempo durante la actividad laboral. Hay que disfrutar y evitar los períodos ociosos, que por otra parte suelen ser necesarios para la lectura. El artículo también jugaba con la idea de que buena parte de estos libros de “obligada lectura” como En busca del tiempo perdido, (¿por qué me entran ahora ganas de comer magdalenas?), La montaña mágica y Oblomov hablan precisamente de eso, del uso del tiempo.

Yo por mi parte, sólo puedo pensar, que puedo dedicarme a las lecturas y a la disquisición sobre ello, precisamente porque durante las vacaciones tengo más tiempo, aunque si dedicara ese tiempo a actividades más “útiles” podría hacerme ingeniero de caminos, canales y puertos.

lunes, 9 de julio de 2007

Helsinki, a 9 de julio de 2007

9.7.2007

El sábado estuve en la boda de Katja y Jarkko. Se celebraba en una pequeña iglesia, bueno a mí todas las iglesias de Finlandia incluidas las catedrales de Helsinki y Turku me parecen pequeñas, cerca de donde viven y de donde es originario el novio. Veikkola es, a pesar de su cercanía con Helsinki, ya el campo más “bubonico y pastoril”. Y tras estos días de lluvia, que continúan todavía y el cielo encapotado de negro, pero con algunos rayos de sol atravesando las nubes, el paisaje era glorioso. Las granjas y casas de madera pintadas de rojo-ladrillo diseminadas en los campos de colza de flores amarillas entre el esplendor de la hierba. Los lagos de aguas plateadas a esa hora de la tarde y los eternos bosquetes de abedules (Betula pendula) y pinos (Pinus sylvestris). Lástima que las fotos desde el coche salieran movidas.

Me convertí en gentil caballero acompañante de dos bellas señoritas que consintieron llevarme de carga. Naturalmente llegamos tarde. En fin, en un momento de descuido perdimos la pista a la indicación del último desvío y tardamos en encontrar un sitio donde dar la vuelta. Llegamos como cinco minutitos tarde, pero la boda ya había empezado. En punto. Desde luego, ¡cómo son los finlandeses! Claro que si yo sigo confirmando sus prejuicios sobre los españoles, no tengo que quejarme luego de que me pregunte por la siesta. Con todo yo todavía albergaba la esperanza de que alguien más llegara tarde y que validara nuestra llegada. No fue así. Por lo visto, todos fueron excepcionalmente puntuales.

Como cura había una mujer. No sé si llamarlas sacerdotisas porque eso suena un poco pagano, pero claro como en castellano cura ya acaba en –a, no puedo tirar de las reglas de derivación normal y convertir la palabra en femenino, como hacer de ‘juez’, ‘jueza’, que ya no causa ningún estupor. La iglesia protestante y especialmente las de los países nórdicos ha sabido evolucionar más rápidamente que en otros casos. Con todo, no dejó de resultar chocante para alguien acostumbrado a los usos del rito católico.

La ceremonia fue sobria y se respetó básicamente el resto de las costumbres para contentar a los tradicionalistas pero al mismo tiempo se introdujeron algunas pequeñas variaciones que dieron “lustre y esplendor” a lo que en ocasiones roza la frontera del buen gusto. Por ejemplo, sustituyeron la ducha de arroz por hojas tiernas de abedul más nacionalista, más ecológico y, sobre todo, más blando para los pobres novios que a veces tienen que soportar una auténtica lluvia de proyectiles. Tenían preparado un pequeño carricoche tirado por caballo para el desplazamiento hasta el lugar de celebración, pero como justo en ese momento cayeron chuzos de punta tuvieron que optar por el plan B. Una pena.

La fiesta fue... finlandesa. La comida excelente y abundante. El pastel de bodas estaba rico de verdad. Pero tengo que reconocer, con todo lo que aprecio a los finlandeses, que qué sosos son los pobres. Después de hacer el esfuerzo de hablar finés y de resultar indiscutiblemente un elemento exótico y que los otros convidados podrían haber encontrado cientos de tema de conversación conmigo. Al final sólo acabé hablando con la gente que ya conocía. Sobre la falta de habilidad social de los finlandeses han corrido ya ríos de tinta. Yo no creo que vaya a añadir nada nuevo, pero si quiero romper una lanza en su favor. No es tanto que carezcan del siempre resultón arte de la conversación intranscendental, es que son muy respetuosos con la intimidad de los demás y no quieren molestar. En fin, un poco de naturalidad para vencer esa timidez habría convertido la cena (a las 16:00 horas) en un agradable acontecimiento social.

Nosotros, mis graciosas acompañantes y yo, nos fuimos relativamente pronto, cuando el bar se abría, porque la conductora trabajaba al día siguiente. Imagino que a partir de ese momento el hielo, qué si utilizan para refrescar hasta la sidra, se rompía y la gente no sólo empezaba a comunicarse y a bailar, sino que al final, las mesas se convertirían en improvisadas pistas de baile y el intercambio de conversación no sólo se haría más vivaz, sino que lloverían los abrazos y las efusivas declaraciones de amor y amistad eternas.

La vuelta en coche nos sorprendió con retazos de bruma que reposaban sobre campos y carretera.

jueves, 5 de julio de 2007

Helsinki, a 5 de julio de 2007

5.7.2007
La piscina del estadio olímpico de Helsinki tiene el discreto (¿y dudoso?) encanto de lo decadente. Y es que desde luego ha visto mejores tiempos desde que albergó las pruebas de natación de las olimpiadas de Helsinki en 1952. Sin embargo está en perfectas condiciones de uso y es uno de los lugares más populares del verano para los finlandeses que no se han ido de vacaciones a sus casitas de campo. En un día de sol está lleno de gente que toma sol y niños gritones que se deslizan por el tobogán. Pero también puede uno nadar en la piscina olímpica porque el agua está climatizada. Vamos igualito que la piscina de Alcorcón el famoso día del Acuatlón. Deben gastar una pasta en calentarla y eso que Finlandia no tiene recursos energéticos propios y todos los combustibles son importados. En eso tienen más suerte los islandeses que aprovechan los volcanes para calentar agua. Los islandeses tienen unas piscinas magníficas, aunque muy desaprovechadas, y lo mejor unas cubetas de agua caliente a 38° – 41° C donde te puedes dejar cocer a fuego lento mientras nieva, graniza y el cielo se derrumba sobre la cabeza.

Un deporte muy popular es correr en el agua, no sé si tendrá alguna traducción más vistosa en castellano. Aquí como se toman las cosas muy en serio ya se han celebrado campeonatos del mundo en diversas categorías y franjas de edad. El hecho de que todas, sin excepción, las marcas mundiales estén en posesión de personas con un sonoro nombre finlandés da una idea de que esta modalidad deportiva no debe ser muy popular fuera de Finlandia (http://www.vesijuoksu.fi/ennatykset.htm). Con todo, amigos de los retos y del deporte en la natura, deberíamos pensarlo, porque por lo visto los campeonatos mundiales se celebran en un entorno natural paradisíaco. (http://www.vesijuoksu.fi/kuvat06.htm)

En fin, estoy desvariando, porque quería contaros que llevamos unos cuantos días de auténtico verano en los que no llueve y hace un sol brillante y un cielo azul como los de la infancia de Antonio Machado. Aprovecho para ir de un sitio a otro con la bicicleta, que por cierto necesita engrase, y si no voy a nadar me voy a tomar un cafecito a una terracita pegada a una bahía donde tiene su base el club de regatistas de mar. Supongo que la distinción es necesaria, porque con todos los lagos que hay en Finlandia, más de 190.000, podrían muy bien dedicarse sólo al mar. El sitio tiene unas vistas preciosas de la bahía por un lado y el parque con el monumento a Sibelius por detrás. Tiene una particularidad y es que la segunda y sucesivas tazas de café no sólo salen gratis, sino que la casa te paga 5 céntimos. Así tacita a tacita (nunca mejor dicho) y a costa de ir acelerados puede uno ganarse la vida.