Este tenía que ser mi primer duatlón. 3i me avisó unos días antes que esta era mi oportunidad para estrenarme. He participado en algún acuatlón, incluso en una carrera de bici de montaña, aunque no de forma competitiva, (podéis investigar en los archivos de este blog, porque las crónicas son bastante graciosas), pero lo cierto es que con la bici no me había atrevido a nada más.
Los que no conocéis a 3i no sabéis lo insistente que puede ser, pero en esta ocasión no le costó demasiado convencerme. Era un duatlón de 6 km de carrera a pie (dos vueltas a un circuito de 3k sobre tierra) + 20 km con bici de montaña (3 vueltas a otro circuito) + 3 km a pie, (una vuelta al primer circuito. Era un duatlón cross y no sobre asfalto, lo que limita bastante las competiciones en que estoy en disposición de participar, porque mi bicicleta, y a la postre, posesión más preciada, es de montaña. Y de momento no tengo otra. Pues no le resulto difícil convencerme porque le tenía ganas a uno y me aseguró que no tenía dificultad técnica y que él estaría de apoyo, de pomponero.
Yo me empeñé en salir a correr por la mañana con el grupo del S3R, porque ese momento el sábado es uno de los mejores de la semana y no me gusta renunciar a él. El duatlón empezaba a las 16:00 y tendría que darme tiempo de sobra de llegar, incluso comer, pero ahí metí la pata. Primero tenía que prepararme y el triatlón y sus variantes exige más equipamiento que una carrera a pie. Que si el casco, los guantes, el mono, el avituallamiento, la licencia, los imperdibles, y yo con estos pelos. Como yo soy un poco perla y a pesar del empeño que le pongo, al final siempre se me olvida algo. 3i suele estar siempre al quite y se convierte en mi salvación y sustento, pero ya me va echando la bronca, ya.
Una vez preparado, o al menos así lo creía, llegaba la segunda parte. Lo cierto es que aunque no imposible, el deporte en Madrid está pensado para gente con coche. Llegar hasta la estación de tren y de ahí hasta Las Rozas, a la estación de Pinar. Aunque el transporte de la bicicleta está permitido en tren durante los fines de semana, aún tuve que soportar miradas de odio de la gente que no podía sentarse donde quería.
Pensaba que sólo me quedaba una estación, pero cuando me doy cuenta el tren toma una desviación con la que yo no contaba, eso a pesar de haberme empollado el plano, y en lugar de Pinar, llego al Tejar. Un árbol también, pero aquí se comprueba que no es lo mismo una gimnosperma que una angiosperma. (Esto es un guiño a Anita Obregón).
Total, que estaba donde no era. Llamada de pánico a 3i, que en su afán de verme ahí sudando el nuevo mono del equipo, se pone manos a la obra y promete hacerse con alguno de los últimos dorsales. Por lo visto hasta tuvo que pelearse por el último con una triatleta agresiva, que comentario aparte creo que se le dan bastante bien. Pregunté a unos viejecillos cuándo pasaba el siguiente tren en mi dirección y me contestan. Bueno, que algunos minutillos tardaría, pero ya que voy con bici y estoy tan pertrechado (y eso que no me había enfundado todavía el mono marcapaquetes), que fuera en bicicleta, que el camino no tenía pérdida.
Pues eso, había que pasar por debajo de la vía de tren por una vía pensada para desaguar posibles embolsamientos en épocas de lluvia torrencial. Aquí llueve poco, pero cuando llueve lo hace con alevosía. Y efectivamente, sólo me llevó unos titubeos por un camino yermo y plagado de vegetación xerófita (esto tiene importancia, aunque parezca una concesión irrelevante a lo Ana Obregón), hasta llegar a la estación. Ahí atravesar las vías con la bici al hombro y subirme al andén con la ayuda de otros pasajeros. Que “un poco más adelante había un lugar de paso, alma de Dios”. Pues, eso también hay que saberlo.
Por fin en la estación prevista, sólo me queda pedalear hasta el lugar. No estaba seguro de por donde pero contaba con las indicaciones de 3i. Ahí que voy exigiendo en la vía de servicio de la autopista, que no en la propia autopista, mi derecho a estar entre otros vehículos. La rueda hace poff. He pinchado. Nueva llamada a 3i y a sentarme a arreglar el pinchazo. Para que veáis que a pesar de ser un desastre procuro estar preparado y llevaba una cámara de repuesto, los desmontables y la bomba. 3i aparece a ayudarme. Una espina de un matorral, grande como mis pecados era el culpable. Aquí cobra sentido lo de la vegetación xerófita que mencionaba antes.
Arreglamos el pinchazo, pero ya vamos con prisas. En la furgoneta me cambio, me pongo el dorsal, rebusco la licencia mientras 3i añade el número obligatorio a la bici. Después cumplir con las normas. Dejar la bici en boxes, comprobar los frenos y el casco, presentar la licencia, que si beber, de nuevo 3i al quite, que si calentar, que qué agobio.
La carrera está a punto de comenzar. Yo ya estoy invadido por la tensión previa a la competición. ¿Ese que tengo delante es Raña? Pues sí por que lo pone en su mono, que por cierto le queda mejor que a mí el mío. Esto es lo más cerca que he estado nunca de la gloria olímpica, lástima que no se llevara medalla, porque la gloria aún habría sido mayor por convección. Raña se fue a la cabeza de la carrera y yo al final. Salí el último, literalmente, en medio de una polvareda que había causado un compañero de equipo en su caída. Cuéllar, éste sí, un excelente triatleta, deportista y compañero. Claro que yo no lo vi, porque el iba en cabeza y yo el último.
Disfruto de los primeros seis kilómetros. Alguna de las chicas, que salían un minuto más tarde me pasaron, pero por lo demás era yo el que fui ganando unos cuantos puestos. Hacía calor, pero la sensación era muy buena, a pesar de que por la mañana ya me había dado otra paliza. Primera vuelta y segunda. 3i y su familia hacen de pomponeros de lujo. Me sienta estupendamente porque no tengo costumbre.
Disfruto.
Llego por fin a la parte más temida por mí: la bici. Me concentro para no meter la pata. Primero el casco, antes de nada, luego coger la bici pero sin montarse, que hay que esperar a que den la señal. Lo hago bien, aunque pude ver después que muchos se despistaban y les llamaban la atención, no sin motivo. Bebo un poco, salgo de la zona de boxes, me calzo la bici, ruedo unos metros y... compruebo con horror que tenía la otra rueda pinchada. ¡Óspera con la vegetación xerófita!
Tuve que abandonar con toda la rabia. A ver que iba a hacer. Una pena, porque estaba disfrutando un montón. Una de las jueces, que me recogió el dorsal, me vio con tal cara de pena que hasta me consoló. Total, ya había abandonado la carrera que podía permitirse, sin faltar al reglamento, un poco de ayuda.
Pues eso, ¿cuándo es la siguiente, 3i? Que ya estoy lanzado.
La idea es mantener el contacto con los amigos, cuento cositas que me pasan por la cabeza, nuevas experiencias, cosas que leo...
Mostrando entradas con la etiqueta crónica de carrera. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta crónica de carrera. Mostrar todas las entradas
viernes, 24 de octubre de 2008
martes, 9 de septiembre de 2008
31.8.2008 – Carros de Foc
Me permito en esta ocasión reproducir la crónica de un amigo que participó en la ya mítica prueba de resistencia Carros de Foc. El misticismo viene de su recorrido de 50 kilómetros con 9.000 metros de desnivel acumulado por los 9 refugios del parque natural de Parque Nacional d'Aigües Tortes i Sant Maurici (creo que se escribe así). Por lo visto se la inventaron los guardas de la zona. Más información en la web de la revista Desnivel.
<< 1.9.2008
Ayer volví de Carros de Foc, coincidiendo con la operación retorno, me tiré todo el día en el coche.
La carrera se me dio bien, terminé con un tiempo de 21:01. Mi colega, con el que hice el primer tercio, luego me sacó 4 horas. Salimos a las 04:15 de la mañana de Colomina, armados con frontales. Había dormido fatal y poco porque me encontraba mal, al levantarme a las 3:30 fui directamente a vomitar. No pude desayunar, porque no me entraba nada. Cuando pasamos el primer refugio todavía era de noche. El camino hasta ahí era relativamente fácil. Había decidido “probar” y si no me encontraba bien retirarme y volver a Colomina. Pero seguí. En las subidas tiraba Alfredo y en las bajadas yo. Así pasamos los tramos más largos y duros a la vez. A las 11 de la mañana en una subida muy puñetera el colega se me escapó y a pesar de la caña que di en la bajada ya no pude pillarle. Allí me quemé un poco, llevaba 8 horas de carrera y aún no había llegado hasta la mitad. Tuve que aflojar bastante y pasé a “modo de ahorro de energía”. Encima no conocía el terreno en esa parte y tuve que parar mil veces a consultar el mapa para orientarme. Sobra decir que iba totalmente solo. A las 21:15 llegué al penúltimo refugio y ya era de noche. Estaba destrozado con dolores múltiples y tiritando del frío y de cansancio. Pregunté si les quedaban plazas, porque me querría retirar y dormir allí. Y sí, les quedaban. Pero en lugar de “venderme” la cama allí, me dieron de beber y de comer y me animaron a seguir. Yo no estaba nada convencido, me quedaba uno de los tramos más duros y mal señalizados, que de noche se podría convertir en una pesadilla. Yo tenía tres grandes problemas: 1 – como no se veía nada de nada, me perdería casi seguro. 2 – me podría quedar helado, no hacía mucho frío, pero todo mojado y con poca ropa… Además por mi cabeza daba vueltas el recuerdo de la reciente hipotermia que me impidió terminar en Embrun. 3 – estaba medio muerto de cansancio y con fuertes dolores por todo el cuerpo.
Entonces apareció en escena Willy. Un personaje de lo más. Era uno de los guardas de otro refugio, además había corrido la carrera y terminado primero con un flipante tiempo de 11:20 h. Me animó mucho a seguir. Me dibujó el camino, me lo explicó 6 veces, me prestó su forro polar, un frontal, pilas de reserva, unos guantes y un buff para la testa. Cuando vio que yo seguía sin decidirme, me ofreció acompañarme. Para esta etapa en las guías de montaña pone de 3 a 4 horas (se entiende andando y de día). Esto significa que un corredor o skyrunner, como los llaman por aquí, la haría en unas 2 horitas más o menos. Pero claro, no estando congelado, medio muerto y de noche. Si Willy me acompañara, esto le supondría como mínimo unas 5 horas (para ir y volver) extras. Me dio mucha vergüenza, la verdad. Y mucho ánimo. Después de 45 minutos allí parado, decidí lanzarme. Al final a Willy le cogí prestado solo el forro polar, con el acuerdo de dejárselo en Colomina y él lo recogería mas adelante.
Así empecé la última etapa a las 22:00, pero para mí era como una nueva carrera. La única regla de ésta era sobrevivir. En oscuridad total y soledad absoluta, era todo un reto. Me perdí y volví a encontrar decenas de veces. Cuando llegué por fin arriba en el collado me encontré con una docena de frontales que iban en dirección contraria de la mía. Eran otros participantes en la carrera, pero que iban en la dirección opuesta. Iban por separado o en grupos más pequeños, pero como estuvieron perdidos un buen rato se juntaron al final todos para buscar mejor el camino. Me advirtieron que me quedaba la peor parte, donde no existe ningún sendero, solo hay enormes bloques de granito con marcas prácticamente invisibles. También me dijeron que era mejor volver con ellos al refugio anterior, que ir bajando por allí yo solo, que me perdería seguro y bla, bla, bla…
Ya sabes lo que hice, ¿no? Seguí. Hasta empecé a divertirme de tanto perderme y volver a encontrarme. A las 0:45h empecé a ver unas señales de luz. Me parecía un frontal en modo intermitente y como no se movía supuse que era del refugio. Y así fue, era Alfredo que el pobre me estaba esperando en lugar de acostarse y descansar, ya que había llegado hace 4 horas. A mi todavía me quedaba rodear un lago, pero ya no tenía pérdida. A la 01:16 llegué a Colomina. “Eres un flipado”, me dijo Alfredo… “Y un campeón”, añadió después. Con lo primero estoy de acuerdo, con lo segundo no tanto, aunque lleve el forro polar del auténtico campeón.
En total me han salido 21 horas y 1 minutito. Según el reglamento en la categoría Sky Runner hay que terminar en menos de 24 horas. Así que objetivo cumplido. También he disfrutado, así que objetivo cumplido doblemente.
El record está en 10:20. Este año el primero ha sido mi amigo Willy con 11:21 que además de buen corredor es una buenísima persona. Me ha dado una lección de lujo. Algo así sentiría un niño de un barrio argentino si Maradona bajara de su trono para enseñarle a tirar penaltis.
Fin>>
Pues eso, sobran las palabras. Yo le he echado la bronca porque era una locura, pero también alegrado un montón porque lo conozco y sé que son éstas las aventuras que más le gustan, por haber acabado entero, pero sobre todo por haber recorrido el camino que para él es más importante que llegar a la meta.
<< 1.9.2008
La carrera se me dio bien, terminé con un tiempo de 21:01. Mi colega, con el que hice el primer tercio, luego me sacó 4 horas. Salimos a las 04:15 de la mañana de Colomina, armados con frontales. Había dormido fatal y poco porque me encontraba mal, al levantarme a las 3:30 fui directamente a vomitar. No pude desayunar, porque no me entraba nada. Cuando pasamos el primer refugio todavía era de noche. El camino hasta ahí era relativamente fácil. Había decidido “probar” y si no me encontraba bien retirarme y volver a Colomina. Pero seguí. En las subidas tiraba Alfredo y en las bajadas yo. Así pasamos los tramos más largos y duros a la vez. A las 11 de la mañana en una subida muy puñetera el colega se me escapó y a pesar de la caña que di en la bajada ya no pude pillarle. Allí me quemé un poco, llevaba 8 horas de carrera y aún no había llegado hasta la mitad. Tuve que aflojar bastante y pasé a “modo de ahorro de energía”. Encima no conocía el terreno en esa parte y tuve que parar mil veces a consultar el mapa para orientarme. Sobra decir que iba totalmente solo. A las 21:15 llegué al penúltimo refugio y ya era de noche. Estaba destrozado con dolores múltiples y tiritando del frío y de cansancio. Pregunté si les quedaban plazas, porque me querría retirar y dormir allí. Y sí, les quedaban. Pero en lugar de “venderme” la cama allí, me dieron de beber y de comer y me animaron a seguir. Yo no estaba nada convencido, me quedaba uno de los tramos más duros y mal señalizados, que de noche se podría convertir en una pesadilla. Yo tenía tres grandes problemas: 1 – como no se veía nada de nada, me perdería casi seguro. 2 – me podría quedar helado, no hacía mucho frío, pero todo mojado y con poca ropa… Además por mi cabeza daba vueltas el recuerdo de la reciente hipotermia que me impidió terminar en Embrun. 3 – estaba medio muerto de cansancio y con fuertes dolores por todo el cuerpo.
Entonces apareció en escena Willy. Un personaje de lo más. Era uno de los guardas de otro refugio, además había corrido la carrera y terminado primero con un flipante tiempo de 11:20 h. Me animó mucho a seguir. Me dibujó el camino, me lo explicó 6 veces, me prestó su forro polar, un frontal, pilas de reserva, unos guantes y un buff para la testa. Cuando vio que yo seguía sin decidirme, me ofreció acompañarme. Para esta etapa en las guías de montaña pone de 3 a 4 horas (se entiende andando y de día). Esto significa que un corredor o skyrunner, como los llaman por aquí, la haría en unas 2 horitas más o menos. Pero claro, no estando congelado, medio muerto y de noche. Si Willy me acompañara, esto le supondría como mínimo unas 5 horas (para ir y volver) extras. Me dio mucha vergüenza, la verdad. Y mucho ánimo. Después de 45 minutos allí parado, decidí lanzarme. Al final a Willy le cogí prestado solo el forro polar, con el acuerdo de dejárselo en Colomina y él lo recogería mas adelante.
Así empecé la última etapa a las 22:00, pero para mí era como una nueva carrera. La única regla de ésta era sobrevivir. En oscuridad total y soledad absoluta, era todo un reto. Me perdí y volví a encontrar decenas de veces. Cuando llegué por fin arriba en el collado me encontré con una docena de frontales que iban en dirección contraria de la mía. Eran otros participantes en la carrera, pero que iban en la dirección opuesta. Iban por separado o en grupos más pequeños, pero como estuvieron perdidos un buen rato se juntaron al final todos para buscar mejor el camino. Me advirtieron que me quedaba la peor parte, donde no existe ningún sendero, solo hay enormes bloques de granito con marcas prácticamente invisibles. También me dijeron que era mejor volver con ellos al refugio anterior, que ir bajando por allí yo solo, que me perdería seguro y bla, bla, bla…
Ya sabes lo que hice, ¿no? Seguí. Hasta empecé a divertirme de tanto perderme y volver a encontrarme. A las 0:45h empecé a ver unas señales de luz. Me parecía un frontal en modo intermitente y como no se movía supuse que era del refugio. Y así fue, era Alfredo que el pobre me estaba esperando en lugar de acostarse y descansar, ya que había llegado hace 4 horas. A mi todavía me quedaba rodear un lago, pero ya no tenía pérdida. A la 01:16 llegué a Colomina. “Eres un flipado”, me dijo Alfredo… “Y un campeón”, añadió después. Con lo primero estoy de acuerdo, con lo segundo no tanto, aunque lleve el forro polar del auténtico campeón.
En total me han salido 21 horas y 1 minutito. Según el reglamento en la categoría Sky Runner hay que terminar en menos de 24 horas. Así que objetivo cumplido. También he disfrutado, así que objetivo cumplido doblemente.
El record está en 10:20. Este año el primero ha sido mi amigo Willy con 11:21 que además de buen corredor es una buenísima persona. Me ha dado una lección de lujo. Algo así sentiría un niño de un barrio argentino si Maradona bajara de su trono para enseñarle a tirar penaltis.
Fin>>
Pues eso, sobran las palabras. Yo le he echado la bronca porque era una locura, pero también alegrado un montón porque lo conozco y sé que son éstas las aventuras que más le gustan, por haber acabado entero, pero sobre todo por haber recorrido el camino que para él es más importante que llegar a la meta.
lunes, 23 de junio de 2008
23.6.2008 – El Cross del Telégrafo
Tenía la intención de escribir sobre el cross del Telégrafo antes, pero ya sabéis cómo son estas cosas. La verdad es que he olvidado bastantes detalles, pero si no lo hago ahora no lo hago nunca.
Recuerdo que dormí muy poco, aunque estaba cansado. Había participado en el Acuatlón de Puerta de Hierro. Me acosté tarde y tuve que levantarme temprano. Me llevaba un compañero del Aguaverde. El chaval superamable y muy simpático, pero a él se le pegaron las sábanas. Para un día que soy puntual... Con todo llegamos bien de tiempo a Cercedilla. Para ese día Patri y Miguel se habían ofrecido a llevarme. Los pobres iban a pegarse el madrugón para hacerme el favor. Estos también son pomponeros de lujo.
La supergente del supermaratón había salido una hora antes. Allí me encuentré con Chusa, con 3i, que como siempre compaginaba la organización con la competición, Ángel y algunos amigos más.
Aunque salimos temprano, el sol ya pegaba. En el del Telégrafo, como carrera por o de montaña, se empieza subiendo. Salimos del pueblo todos juntitos. La gente buena al principio, yo atrás, buscando acomodarme a mi ritmo. Pronto el grupo se va estirando y después de los dos o tres primeros kilómetros se va muy bien. Éste año no hay tantos ni tan crecidos riachuelos, pero esta vez, ya escarmentado, no hago ningún esfuerzo por vadearlos. Adentro con la pezuña, que ya se secará. Después de todo, las zapatillas ya tienen un agujerito “de ventilación”.
3i me alcanza en un determinado momento, pero esta vez, aprovechando un terreno llano y sencillo, no le dejo escapar, charlamos mientras podemos. La verdad es que me encontraba muy bien, a pesar de la paliza del día anterior y de que no tenía muy entrenada (por no decir nada) la carrera. Vamos que a correr, los sábados y gracias a que voy en manada. En un determinado momento en el que empiezan las cuestas 3i se queda y yo me voy. El pobre venía de competir en la Quebrantahuesos, y aunque es un todoterreno, los 180 km en bicicleta, si no son más, cansan. Lo hago con una sonrisa de gozo, es difícil hacer algo mejor que él, pero también sin remordimientos. Sé que me va a alcanzar y pasar en cualquier momento.
Pues yo sigo subiendo. Las cuestas son empinadas y no se puede correr, pero me veo pasando a mucha gente con holgura, sin machacarme demasiado y desde luego sin sensación de agobio. Naturalmente iba subido de pulsaciones, que estuve en las dos horas y pico que duró la carrera con una media de 160 pulsaciones pm.
Lo hacía con bastante desparpajo, porque sabía que pronto me alcanzarían. Así fue, pasado el ecuador de la carrera, el propio pico del Telégrafo, la gente con una mejor técnica de bajada que yo, fue adelantándome. Primero los últimos que había adelantado.
Y sin embargo, estoy seguro de que he mejorado bastante. Mi técnica es mala y, sobre todo, le tengo respeto, por no decir miedo, a las caídas. Bajo con cuidado, pero desde luego que fui más rápido que la vez anterior. En las zonas más abiertas, los corredores más avezados me adelantaban sin problemas, pero en esos períodos con senderos más estrechos cedo el paso. Es respeto por los otros competidores, pero también que me siento más a gusto sin la presión del que quiere pasar y no puede.
En un determinado momento siento que los corredores se me acumulan por detrás. Antes de que pueda cederles el paso me equivoco de camino en una bifurcación. Error mío porque estaba perfectamente señalado. 3i, providencial, estaba ahí y me avisó. Fue un buen momento, porque dejé pasar a la fila y me puse detrás del último. Ya alcanzaría a alguno, cuando llegara la zona de llano, como así fue.
A pesar del desgaste tengo tiempo para darme cuenta de lo precioso que es el camino, de lo bien que han venido las lluvias, de saludar a los corredores que todavía suben, y de animar a los que paso. Estoy disfrutando con muchas ganas.
En una de estas zonas de llanos, siento otro corredor que me está alcanzando. Siento su esfuerzo y sé que está cerca de su límite. Podría apretar, está dentro de mis posibilidades, pero ¿para qué? Le dejo pasar. Es un corredor mayor, y sé por mi velocidad que debe entrenar duro, y que además lo hace bien. Éste es de los que se fijan pequeñas metas. Me pasa.
En la siguiente bajada le vuelvo a pasar. No me llama la atención hacerlo, porque sabía que su adelantamiento había sido casi un canto de cisne, pero me provoca una sensación de placer hacerlo precisamente en una bajada, que no es mi fuerte. Por cierto, si algún día me entero de cuál es mi fuerte, escribiré otra entrada con sonido de fanfarrias.
Es un corredor fuerte. Me sigue a corta distancia. En otra ocasión ya cerca del pueblo, y de la meta, me vuelvo a equivocar de camino. Le veo pasar y le pregunto por dónde es. Me indica la dirección y me adelanta sin ningún pudor ni vergüenza. Vuelvo sobre mis pasos y le veo por delante. Poco le va a durar la alegría, aún en un adelantamiento por despiste (como en la última San Silvestre). Sé que la meta está cerca y veo que es el momento de apretar, según mis posibilidades.
Acelero el paso. Le paso a él y a otros. Entro en el pueblo y el camino se vuelve asfalto. En una curva adelanto a un par de amigos. Les pido disculpas porque me veo haciéndolo por el medio. “Tú tranquilo, sigue”, me animan. Entro en la calle de la meta. Veo a Patri y Miguel que me gritan dando ánimos. Aumento el paso, pero freno casi al llegar, para no adelantar en el último segundo a otro corredor. Una cosa es apretar al final y otra es pasar a otro compañero por un puesto en la cola de la clasificación. Quizás sea una tontería, pero me da un poco de vergüenza.
Ya alegría, comer un poco para recuperarse, recoger el diploma, saludar.
“Me voy a quedar con otros coleguitas”, le digo al colega de Aguaverde. En las duchas, volví a equivocarme y me metí en la de las chicas. En mi disculpa tengo que decir que esta vez no estaba señalizado. Ya en el vestuario que me correspondía, el agua fría me arquea la espalda, pero yo no pegaba alaridos de terror que se oían por ahí. Esos chicos, tan fuertes y tan sentidos. Refrescante ducha.
Después a disfrutar con los amigos. Llegó Ángel, llego Chusa y por fin, llegó Javi, pero éste era del maratón, del que probablemente sea el maratón alpino más duro del mundo, al menos así lo promociona la organización. Y sé que tiene predicamento internacional. Comemos la tortilla y viandas que habían preparado Patri y Miguel. De verdad, ¡qué bien se portaron!
El Cross tiene 8,5 km de subida y los mismos de bajada. Mi marca fue de 2:05, saqué creo que 7 u 8 minutos a la del año pasado, aunque claro, ahora no llovía. Sé que lo he hecho mejor, que es importante.
Como dice Javi, otra a la buchaca.
Recuerdo que dormí muy poco, aunque estaba cansado. Había participado en el Acuatlón de Puerta de Hierro. Me acosté tarde y tuve que levantarme temprano. Me llevaba un compañero del Aguaverde. El chaval superamable y muy simpático, pero a él se le pegaron las sábanas. Para un día que soy puntual... Con todo llegamos bien de tiempo a Cercedilla. Para ese día Patri y Miguel se habían ofrecido a llevarme. Los pobres iban a pegarse el madrugón para hacerme el favor. Estos también son pomponeros de lujo.
La supergente del supermaratón había salido una hora antes. Allí me encuentré con Chusa, con 3i, que como siempre compaginaba la organización con la competición, Ángel y algunos amigos más.
Aunque salimos temprano, el sol ya pegaba. En el del Telégrafo, como carrera por o de montaña, se empieza subiendo. Salimos del pueblo todos juntitos. La gente buena al principio, yo atrás, buscando acomodarme a mi ritmo. Pronto el grupo se va estirando y después de los dos o tres primeros kilómetros se va muy bien. Éste año no hay tantos ni tan crecidos riachuelos, pero esta vez, ya escarmentado, no hago ningún esfuerzo por vadearlos. Adentro con la pezuña, que ya se secará. Después de todo, las zapatillas ya tienen un agujerito “de ventilación”.
3i me alcanza en un determinado momento, pero esta vez, aprovechando un terreno llano y sencillo, no le dejo escapar, charlamos mientras podemos. La verdad es que me encontraba muy bien, a pesar de la paliza del día anterior y de que no tenía muy entrenada (por no decir nada) la carrera. Vamos que a correr, los sábados y gracias a que voy en manada. En un determinado momento en el que empiezan las cuestas 3i se queda y yo me voy. El pobre venía de competir en la Quebrantahuesos, y aunque es un todoterreno, los 180 km en bicicleta, si no son más, cansan. Lo hago con una sonrisa de gozo, es difícil hacer algo mejor que él, pero también sin remordimientos. Sé que me va a alcanzar y pasar en cualquier momento.
Pues yo sigo subiendo. Las cuestas son empinadas y no se puede correr, pero me veo pasando a mucha gente con holgura, sin machacarme demasiado y desde luego sin sensación de agobio. Naturalmente iba subido de pulsaciones, que estuve en las dos horas y pico que duró la carrera con una media de 160 pulsaciones pm.
Lo hacía con bastante desparpajo, porque sabía que pronto me alcanzarían. Así fue, pasado el ecuador de la carrera, el propio pico del Telégrafo, la gente con una mejor técnica de bajada que yo, fue adelantándome. Primero los últimos que había adelantado.
Y sin embargo, estoy seguro de que he mejorado bastante. Mi técnica es mala y, sobre todo, le tengo respeto, por no decir miedo, a las caídas. Bajo con cuidado, pero desde luego que fui más rápido que la vez anterior. En las zonas más abiertas, los corredores más avezados me adelantaban sin problemas, pero en esos períodos con senderos más estrechos cedo el paso. Es respeto por los otros competidores, pero también que me siento más a gusto sin la presión del que quiere pasar y no puede.
En un determinado momento siento que los corredores se me acumulan por detrás. Antes de que pueda cederles el paso me equivoco de camino en una bifurcación. Error mío porque estaba perfectamente señalado. 3i, providencial, estaba ahí y me avisó. Fue un buen momento, porque dejé pasar a la fila y me puse detrás del último. Ya alcanzaría a alguno, cuando llegara la zona de llano, como así fue.
A pesar del desgaste tengo tiempo para darme cuenta de lo precioso que es el camino, de lo bien que han venido las lluvias, de saludar a los corredores que todavía suben, y de animar a los que paso. Estoy disfrutando con muchas ganas.
En una de estas zonas de llanos, siento otro corredor que me está alcanzando. Siento su esfuerzo y sé que está cerca de su límite. Podría apretar, está dentro de mis posibilidades, pero ¿para qué? Le dejo pasar. Es un corredor mayor, y sé por mi velocidad que debe entrenar duro, y que además lo hace bien. Éste es de los que se fijan pequeñas metas. Me pasa.
En la siguiente bajada le vuelvo a pasar. No me llama la atención hacerlo, porque sabía que su adelantamiento había sido casi un canto de cisne, pero me provoca una sensación de placer hacerlo precisamente en una bajada, que no es mi fuerte. Por cierto, si algún día me entero de cuál es mi fuerte, escribiré otra entrada con sonido de fanfarrias.
Es un corredor fuerte. Me sigue a corta distancia. En otra ocasión ya cerca del pueblo, y de la meta, me vuelvo a equivocar de camino. Le veo pasar y le pregunto por dónde es. Me indica la dirección y me adelanta sin ningún pudor ni vergüenza. Vuelvo sobre mis pasos y le veo por delante. Poco le va a durar la alegría, aún en un adelantamiento por despiste (como en la última San Silvestre). Sé que la meta está cerca y veo que es el momento de apretar, según mis posibilidades.
Acelero el paso. Le paso a él y a otros. Entro en el pueblo y el camino se vuelve asfalto. En una curva adelanto a un par de amigos. Les pido disculpas porque me veo haciéndolo por el medio. “Tú tranquilo, sigue”, me animan. Entro en la calle de la meta. Veo a Patri y Miguel que me gritan dando ánimos. Aumento el paso, pero freno casi al llegar, para no adelantar en el último segundo a otro corredor. Una cosa es apretar al final y otra es pasar a otro compañero por un puesto en la cola de la clasificación. Quizás sea una tontería, pero me da un poco de vergüenza.
Ya alegría, comer un poco para recuperarse, recoger el diploma, saludar.
“Me voy a quedar con otros coleguitas”, le digo al colega de Aguaverde. En las duchas, volví a equivocarme y me metí en la de las chicas. En mi disculpa tengo que decir que esta vez no estaba señalizado. Ya en el vestuario que me correspondía, el agua fría me arquea la espalda, pero yo no pegaba alaridos de terror que se oían por ahí. Esos chicos, tan fuertes y tan sentidos. Refrescante ducha.
Después a disfrutar con los amigos. Llegó Ángel, llego Chusa y por fin, llegó Javi, pero éste era del maratón, del que probablemente sea el maratón alpino más duro del mundo, al menos así lo promociona la organización. Y sé que tiene predicamento internacional. Comemos la tortilla y viandas que habían preparado Patri y Miguel. De verdad, ¡qué bien se portaron!
El Cross tiene 8,5 km de subida y los mismos de bajada. Mi marca fue de 2:05, saqué creo que 7 u 8 minutos a la del año pasado, aunque claro, ahora no llovía. Sé que lo he hecho mejor, que es importante.
Como dice Javi, otra a la buchaca.
sábado, 21 de junio de 2008
21.6.2008 – El acuatlón de Puerta de Hierro
Aunque ya ha pasado bastante tiempo, más de un mes, desde que participé y ya no me acuerdo demasiado, he decidido escribir algunas líneas para no olvidarme, porque no sé cuándo habrá otro, y en definitiva porque si no lo hago yo, nadie lo va a hacer por mí.
Llevaba bastante tiempo con ganas de participar en alguno, ya que en competiciones de triatlón no me decido participar, pues aquellas en las que se quita la parte de bicicleta. Me había apuntado a uno en Arroyomolinos, pero al final me corté ante un tiempo frío, impropio de mayo, que no invitaba a hacerse un kilómetro en un estanque no aclimatado. Y yo estaba con dudas de todo tipo respecto al reglamento y al traje de neopreno.
El de Puerta de Hierro, en pleno junio y con la calor de Madrid, ofrecía garantías en ese sentido. Y además, quizás lo más importante, se celebraba en piscina, cuando lo habitual en estos casos son las aguas abiertas, en mi opinión mucho menos apetecibles, pero sé que hay gente a las que le gusta más. La piscina de Puerta de Hierro es un monumento al auge de la clase media de los años 60, que iba a disfrutar de un día de piscina y una tortilla de patata y filete empanado. Lo cierto es que es enorme y da muy bien para un acuatlón. Para mí que soy un nadador de piscina el hecho de ver el fondo ayuda mucho.
Por adaptar las instalaciones a la prueba al final salían en el primer tramo de carrera dando 3 vueltas a un paseo de plátanos, entre las sombras de los árboles, 2.320 metros, luego la transición sobre el césped hacia la piscina y tres vueltas a ésta que daban 885 metros, para luego volver a hacer otros 2.230 metros.
Yo me había apuntado en el último momento con muchas dudas y gracias a la insistencia de 3i al que todavía no se lo he agradecido lo suficiente su machacón ronroneo, “que si luego te quejas”, “que otra competición al día siguiente no es un problema para un campeón como tú”. (Esto último no sé si lo dice con cachondeo). El caso es que gracias a su sugerencia de que al día siguiente un compañero del Aguaverde me llevaría a Cercedilla para el Cross del Telégrafo y, una vez más, a su cabezonería allí que me fui,
Iba un poco a probar y dar un poco de lustre a una licencia de Triatlón que no estoy utilizando mucho de momento, por no decir nada. Llegué con mucha antelación y con muchas dudas, a pesar de que me había leído de pe a pa el reglamento y planeado minuciosamente todas las posibles circunstancias desde cómo llegar, hasta las transiciones. Bueno, al menos eso creía.
Empecé bien, en el autobús no me hizo falta preguntar. Un chaval joven, con formas de deportista y, para más datos, un mono de triatlón bajo la camiseta me demostró que no andaba desencaminado. Incluso charlé con él mientras caminaba hasta el puesto de recogida de dorsales, muy simpático. Yo opinaba que llegaba con demasiada antelación. Él otro opinaba lo contrario, que había que calentar y prepararse. En los vestuarios, que prácticamente nadie más utilizó, (por lo visto la gente ya viene preparada de casa), me encontré a otro chaval, Abe, que resultó ser también del ya extinto grupo s2r, pero en el grupo de los domingos. Supermajo, luego me acercó hasta el metro. Como los dos andábamos un poco despistados y nos confesábamos mutuamente nuestra ignorancia formamos un grupito. También reconocí gracias al uniforme a otro chaval de Aguaverde, Andrés, muy simpático también, pero éste es de lo se lo toman más en serio. De hecho ha subido al podium en su grupo de edad en algunas competiciones. Así estuvimos de charleta hasta el inicio de la competición. La verdad es que no calenté muy bien, pero, a pesar de que me gane un rapapolvos, ésta es ya una costumbre, por unas razones u otras.
La mayoría de los participantes era gente muy jovencita, de cuerpos rotundos y, luego lo comprobé, deportistas de potencia y velocidad. Para mi alivio descubrí también a otra gente de “mi grupo de edad”. Algunos que también venían con poca experiencia en la mochila. El sa berse acompañado siempre da gusto.
Oye, que se va acercando el momento del inicio. Oye, que mejor que nos vayamos acercando a la línea de salida, que mejor nos colocamos, que oye, que ya han dado la salida. Empecé con muy conservador. En mi no se trata de una estrategia muy elaborada, es que soy bastante diesel y me cuesta arrancar. Sin embargo, en este caso lo hacía a propósito. No quería llegar demasiado agobiado a la piscina. Es más, me daba miedo la posibilidad de pinchar ahí. Con todo adelanté a unos poquitos. Supongo que a los nadadores con menos preparación sobre el asfalto. Constato una vez más que la base aeróbica que tengas de otros deportes es muy buena, pero la técnica y la costumbre son tan importantes o más. Conté con cuidado las vueltas, no me fuera a equivocar.
Llegué a la transición. Lo había pensado muchas veces. Me quité las zapatillas, sin calcetines, por favor, que esto era un acuatlón, me calcé las gafas y a la piscina. Después de pasar el umbral que marcaba la ducha me doy cuenta de que todavía llevaba puesta la camiseta. ¡Ay, pardillo! Me di media vuelta, ante la mirada impasible del juez, a pesar de que puse cara de ¡Qué le vamos a hacer, un error lo tiene cualquiera!, me quité la camiseta y la puse con mimo ordenada para volver a calzármela después y volví a salir corriendo. Debí de perder un par de minutos con la tontería.
¡Al agua! A nadar con tranquilidad, que todavía quedaban más de 800 metros y yo no sabía cómo iba a salir de aquello. Los que había adelantado antes me alcanzaron, y supongo que también los que iban en cabeza. Aquello no era malo, la estela que generaban me permitía avanzar con menos esfuerzo. Traté de no ponerme en medio. En el primer tramo llegamos a un punto en que si te despistabas te dabas de bruces contra una pared. En las fotos del organizador, la cuarta foto. Pero ahí estaba alguien de la organización avisando. A mí me salvaron de un buen coscorrón, porque a pesar de que trataba de ir controlando con alguna levantando la cabeza como en el waterpolo, es fácil dejarse llevar por los demás. Quizás por ser demasiado conservador, quizás por el impulso de la estela de los nadadores más rápidos, lo cierto es que no me costó demasiado trabajo hacer las tres vueltas, al menos no tanto como pensaba. De hecho, tuve miedo al salir, de haber hecho sólo tres, pero la piscina estaba demasiado vacía de competidores como para creerme que sólo habían sido 2 vueltas, y demasiado llena para saber que llevaba cuatro. Tengo que decir que me sorprendió la técnica de patada de uno de los nadadores más fuertes cuando me adelantó. Es la técnica que yo hubiese utilizado no tanto para avanzar más rápido sino para dar patadas al competidor que estaba a su lado y que probablemente le estorbara. En fin, seguro que nadie hace eso.
La segunda transición fue sin errores. Después de haber pasado la piscina ahora me iba a confundir con el dorsal. Eso sí, me costó ponerme la camiseta y las zapatillas mojado como estaba. Quedaban tres vueltas, a hacerlas ahora con más ánimo, dándolo todo en la pista como en mi época de bailongo en la discoteca de mi pueblo. Así fui adelantado a unos pocos, de nuevo los nadadores, esta vez sin ningún recato. Cuando llegué a la meta casi me como el mostrador donde entregaban la bebida. Y por cierto, me negué a adelantar al sprint a la chica que tenía delante porque me pareció feo. Total, ¿de qué iba a servir?
Eso sí, ¿ya se había acabado? La distancia me había sabido a poco, quería más. Estoy convencido de que lo la distancia corta no es para mí. Ahora sólo me queda descubrir si la media o larga lo son, Pero ese es otro cantar.
Las clasificaciones se pueden ver en la página del organizador. La próxima vez quizás tenga que ser más ambicioso y meter un poco de más caña al principio y en la natación. Fui bastante lento, sobre todo en la natación, pero luego adelanté bastante en la segunda carrera.
Estaba agotado pero próximo a la euforia. Lo había conseguido, a pesar de mis miedos y prevenciones. Había disfrutado y hecho nuevas amistades. Localicé de nuevo a Abe y nos felicitamos mutuamente mientras tratábamos de recuperar el resuello y los líquidos perdidos. Le agradecí que me acercara a la estación de metro porque yo al siguiente día tenía que darme otro madrugón para participar en el Cross del Telégrafo al día siguiente. De esto también he prometido crónica.
Al metro con el dorsal todavía puesto. Eso sí, con una chaquetita que siempre me llevo para después de la competición haga el calor que haga. No me equivoqué. El aire acondicionado del metro me pareció fresquísimo.
Llevaba bastante tiempo con ganas de participar en alguno, ya que en competiciones de triatlón no me decido participar, pues aquellas en las que se quita la parte de bicicleta. Me había apuntado a uno en Arroyomolinos, pero al final me corté ante un tiempo frío, impropio de mayo, que no invitaba a hacerse un kilómetro en un estanque no aclimatado. Y yo estaba con dudas de todo tipo respecto al reglamento y al traje de neopreno.
El de Puerta de Hierro, en pleno junio y con la calor de Madrid, ofrecía garantías en ese sentido. Y además, quizás lo más importante, se celebraba en piscina, cuando lo habitual en estos casos son las aguas abiertas, en mi opinión mucho menos apetecibles, pero sé que hay gente a las que le gusta más. La piscina de Puerta de Hierro es un monumento al auge de la clase media de los años 60, que iba a disfrutar de un día de piscina y una tortilla de patata y filete empanado. Lo cierto es que es enorme y da muy bien para un acuatlón. Para mí que soy un nadador de piscina el hecho de ver el fondo ayuda mucho.
Por adaptar las instalaciones a la prueba al final salían en el primer tramo de carrera dando 3 vueltas a un paseo de plátanos, entre las sombras de los árboles, 2.320 metros, luego la transición sobre el césped hacia la piscina y tres vueltas a ésta que daban 885 metros, para luego volver a hacer otros 2.230 metros.
Yo me había apuntado en el último momento con muchas dudas y gracias a la insistencia de 3i al que todavía no se lo he agradecido lo suficiente su machacón ronroneo, “que si luego te quejas”, “que otra competición al día siguiente no es un problema para un campeón como tú”. (Esto último no sé si lo dice con cachondeo). El caso es que gracias a su sugerencia de que al día siguiente un compañero del Aguaverde me llevaría a Cercedilla para el Cross del Telégrafo y, una vez más, a su cabezonería allí que me fui,
Iba un poco a probar y dar un poco de lustre a una licencia de Triatlón que no estoy utilizando mucho de momento, por no decir nada. Llegué con mucha antelación y con muchas dudas, a pesar de que me había leído de pe a pa el reglamento y planeado minuciosamente todas las posibles circunstancias desde cómo llegar, hasta las transiciones. Bueno, al menos eso creía.
Empecé bien, en el autobús no me hizo falta preguntar. Un chaval joven, con formas de deportista y, para más datos, un mono de triatlón bajo la camiseta me demostró que no andaba desencaminado. Incluso charlé con él mientras caminaba hasta el puesto de recogida de dorsales, muy simpático. Yo opinaba que llegaba con demasiada antelación. Él otro opinaba lo contrario, que había que calentar y prepararse. En los vestuarios, que prácticamente nadie más utilizó, (por lo visto la gente ya viene preparada de casa), me encontré a otro chaval, Abe, que resultó ser también del ya extinto grupo s2r, pero en el grupo de los domingos. Supermajo, luego me acercó hasta el metro. Como los dos andábamos un poco despistados y nos confesábamos mutuamente nuestra ignorancia formamos un grupito. También reconocí gracias al uniforme a otro chaval de Aguaverde, Andrés, muy simpático también, pero éste es de lo se lo toman más en serio. De hecho ha subido al podium en su grupo de edad en algunas competiciones. Así estuvimos de charleta hasta el inicio de la competición. La verdad es que no calenté muy bien, pero, a pesar de que me gane un rapapolvos, ésta es ya una costumbre, por unas razones u otras.
La mayoría de los participantes era gente muy jovencita, de cuerpos rotundos y, luego lo comprobé, deportistas de potencia y velocidad. Para mi alivio descubrí también a otra gente de “mi grupo de edad”. Algunos que también venían con poca experiencia en la mochila. El sa berse acompañado siempre da gusto.
Oye, que se va acercando el momento del inicio. Oye, que mejor que nos vayamos acercando a la línea de salida, que mejor nos colocamos, que oye, que ya han dado la salida. Empecé con muy conservador. En mi no se trata de una estrategia muy elaborada, es que soy bastante diesel y me cuesta arrancar. Sin embargo, en este caso lo hacía a propósito. No quería llegar demasiado agobiado a la piscina. Es más, me daba miedo la posibilidad de pinchar ahí. Con todo adelanté a unos poquitos. Supongo que a los nadadores con menos preparación sobre el asfalto. Constato una vez más que la base aeróbica que tengas de otros deportes es muy buena, pero la técnica y la costumbre son tan importantes o más. Conté con cuidado las vueltas, no me fuera a equivocar.
Llegué a la transición. Lo había pensado muchas veces. Me quité las zapatillas, sin calcetines, por favor, que esto era un acuatlón, me calcé las gafas y a la piscina. Después de pasar el umbral que marcaba la ducha me doy cuenta de que todavía llevaba puesta la camiseta. ¡Ay, pardillo! Me di media vuelta, ante la mirada impasible del juez, a pesar de que puse cara de ¡Qué le vamos a hacer, un error lo tiene cualquiera!, me quité la camiseta y la puse con mimo ordenada para volver a calzármela después y volví a salir corriendo. Debí de perder un par de minutos con la tontería.
¡Al agua! A nadar con tranquilidad, que todavía quedaban más de 800 metros y yo no sabía cómo iba a salir de aquello. Los que había adelantado antes me alcanzaron, y supongo que también los que iban en cabeza. Aquello no era malo, la estela que generaban me permitía avanzar con menos esfuerzo. Traté de no ponerme en medio. En el primer tramo llegamos a un punto en que si te despistabas te dabas de bruces contra una pared. En las fotos del organizador, la cuarta foto. Pero ahí estaba alguien de la organización avisando. A mí me salvaron de un buen coscorrón, porque a pesar de que trataba de ir controlando con alguna levantando la cabeza como en el waterpolo, es fácil dejarse llevar por los demás. Quizás por ser demasiado conservador, quizás por el impulso de la estela de los nadadores más rápidos, lo cierto es que no me costó demasiado trabajo hacer las tres vueltas, al menos no tanto como pensaba. De hecho, tuve miedo al salir, de haber hecho sólo tres, pero la piscina estaba demasiado vacía de competidores como para creerme que sólo habían sido 2 vueltas, y demasiado llena para saber que llevaba cuatro. Tengo que decir que me sorprendió la técnica de patada de uno de los nadadores más fuertes cuando me adelantó. Es la técnica que yo hubiese utilizado no tanto para avanzar más rápido sino para dar patadas al competidor que estaba a su lado y que probablemente le estorbara. En fin, seguro que nadie hace eso.
La segunda transición fue sin errores. Después de haber pasado la piscina ahora me iba a confundir con el dorsal. Eso sí, me costó ponerme la camiseta y las zapatillas mojado como estaba. Quedaban tres vueltas, a hacerlas ahora con más ánimo, dándolo todo en la pista como en mi época de bailongo en la discoteca de mi pueblo. Así fui adelantado a unos pocos, de nuevo los nadadores, esta vez sin ningún recato. Cuando llegué a la meta casi me como el mostrador donde entregaban la bebida. Y por cierto, me negué a adelantar al sprint a la chica que tenía delante porque me pareció feo. Total, ¿de qué iba a servir?
Eso sí, ¿ya se había acabado? La distancia me había sabido a poco, quería más. Estoy convencido de que lo la distancia corta no es para mí. Ahora sólo me queda descubrir si la media o larga lo son, Pero ese es otro cantar.
Las clasificaciones se pueden ver en la página del organizador. La próxima vez quizás tenga que ser más ambicioso y meter un poco de más caña al principio y en la natación. Fui bastante lento, sobre todo en la natación, pero luego adelanté bastante en la segunda carrera.
Estaba agotado pero próximo a la euforia. Lo había conseguido, a pesar de mis miedos y prevenciones. Había disfrutado y hecho nuevas amistades. Localicé de nuevo a Abe y nos felicitamos mutuamente mientras tratábamos de recuperar el resuello y los líquidos perdidos. Le agradecí que me acercara a la estación de metro porque yo al siguiente día tenía que darme otro madrugón para participar en el Cross del Telégrafo al día siguiente. De esto también he prometido crónica.
Al metro con el dorsal todavía puesto. Eso sí, con una chaquetita que siempre me llevo para después de la competición haga el calor que haga. No me equivoqué. El aire acondicionado del metro me pareció fresquísimo.
lunes, 7 de abril de 2008
6.4.2008 – Media Maratón de Madrid
Desde la San Silvestre no participaba en ninguna competición hasta la Intercampus del otro día y la media maratón de este domingo. A nadar voy regularmente y de vez en cuando salgo con la bici, pero el entrenamiento de la carrera a pie lo tengo bastante apartado entre unas cosas y otras. El sábado con el grupito, aunque la verdad sospecho que las cañas de después son el acicate más poderoso. El domingo, que si no salgo con la bici, salgo a hacer los deberes, pues la verdad, no encuentro tiempo para correr. Y eso se nota en las piernas. Constato que he perdido velocidad. La media maratón me salió a 1:40 y pocos segundos, que es lo que tenía previsto, que es más tiempo que el año pasado. Y esto, insisto, no me preocupa en absoluto. Sin embargo, las piernas se quejaban. La Intercampus había sido tan fácil y tan cómoda, que pensaba que yendo despacito tampoco me costaría demasiado ésta. Ahora una frase lapidaria: media maratón es la mitad de 42 km y pico. Se nota.
Con todo, fui bastante bien. Los preparativos previos fueron un poco caóticos. Con el gentío me costó encontrar la zona de chips y llegué antes al guardarropa. Estaba alejado, pero no me quejo. A la llegada fue muy fácil recoger la ropa y no enfriarse. Aunque haga un día excelente, que lo hizo, siempre después de correr servidor tiene que taparse. De los chips, cuando los encontré tampoco me quejo, pero para hacer pipí y popó (me encanta la expresión) tuve que hacer una cola (la elección de las palabras no es casual) de varios minutos. Tiempo que tuve que quitar al calentamiento. No me gusta ponerme a mear en cualquier sitio. En el campo pase, pero a la gente que viva por ahí no le debe hacer gracia encontrarse los efluvios de 10.000 atletas. Eso no es forma de fomentar el deporte.
Bastante bien, porque acerté con el atuendo. La camiseta sin mangas que dieron en la media hace un par de años y unas mallas cortas. El año pasado con lo mismo, pasé un frío...
Gracias a Paco y Miguel, que me avisaron desde un lateral, conseguí situarme en un punto estupendo para la salida. Estaba cerca del globo de 1:35, pero no sé si es una buena referencia, porque tenían un poco de lío y el 1:30 estaba detrás del de 1:40. En cualquier caso no seguían muy bien la topología de la recta real. Eso sí, la posición fue estupenda. Enseguida llegué a la alfombrilla y por primera vez, era la gente la que me pasaba y no era yo el que lo hacía. Eso no es muy bueno para los corredores más rápidos, pero yo procuraba no hacer corrillo con otra gente para que pudieran adelantarme fácilmente. Me sentía identificado con algunos corredores que llevaban una camiseta que decía, “pásame q puedes”.
Lo bueno, es que desde casi el primer momento pude hacer mi carrera, mi tiempo es el que he hecho yo. Y lo que es más importante corrí sin tener que hacer malabarismos para encontrarme un hueco.
Después es correr, mantener un ritmo adecuado, que no siempre es fácil, beber cuando hay avituallamiento y tratar de disfrutar de las vistas. Yo esto también procuro hacerlo lo mejor que puedo, pero la verdad es que no me fijo demasiado, estoy más en no tropezarme y respirar. Eso sí hizo un día magnífico. Muy buena suerte con el tiempo.
Decía que había perdido velocidad y lo notaba al inicio de la bajada de Bravo Murillo, varias de las personas que tenían de referencia me pasaron. El del globito de 1:40 me había pasado, pero luego, el corazón tira, los largos de piscina ayudan, y según nos acercábamos al km 19, 20 con el valle tobogán de Pablo Iglesias, me permití volver a pasarles a todos, incluido al del globito, y hacer una buena entrada. Bueno, siempre me como a los que se paran inmediatamente después de pasar el arco de meta, a pesar de las indicaciones de los voluntarios.
Ahora, tengo las piernas pesadas, y no me molestaría en correr para coger el metro, pero no tengo agujetas y bajo muy bien las escaleras. Que eso no tiene precio. La natación de esta mañana me ha soltado las piernas. Y desde esta humilde plataforma animo a todos a que prueben con el yoga. Mano de santo para estas cosas.
Un abrazo, 3j
Con todo, fui bastante bien. Los preparativos previos fueron un poco caóticos. Con el gentío me costó encontrar la zona de chips y llegué antes al guardarropa. Estaba alejado, pero no me quejo. A la llegada fue muy fácil recoger la ropa y no enfriarse. Aunque haga un día excelente, que lo hizo, siempre después de correr servidor tiene que taparse. De los chips, cuando los encontré tampoco me quejo, pero para hacer pipí y popó (me encanta la expresión) tuve que hacer una cola (la elección de las palabras no es casual) de varios minutos. Tiempo que tuve que quitar al calentamiento. No me gusta ponerme a mear en cualquier sitio. En el campo pase, pero a la gente que viva por ahí no le debe hacer gracia encontrarse los efluvios de 10.000 atletas. Eso no es forma de fomentar el deporte.
Bastante bien, porque acerté con el atuendo. La camiseta sin mangas que dieron en la media hace un par de años y unas mallas cortas. El año pasado con lo mismo, pasé un frío...
Gracias a Paco y Miguel, que me avisaron desde un lateral, conseguí situarme en un punto estupendo para la salida. Estaba cerca del globo de 1:35, pero no sé si es una buena referencia, porque tenían un poco de lío y el 1:30 estaba detrás del de 1:40. En cualquier caso no seguían muy bien la topología de la recta real. Eso sí, la posición fue estupenda. Enseguida llegué a la alfombrilla y por primera vez, era la gente la que me pasaba y no era yo el que lo hacía. Eso no es muy bueno para los corredores más rápidos, pero yo procuraba no hacer corrillo con otra gente para que pudieran adelantarme fácilmente. Me sentía identificado con algunos corredores que llevaban una camiseta que decía, “pásame q puedes”.
Lo bueno, es que desde casi el primer momento pude hacer mi carrera, mi tiempo es el que he hecho yo. Y lo que es más importante corrí sin tener que hacer malabarismos para encontrarme un hueco.
Después es correr, mantener un ritmo adecuado, que no siempre es fácil, beber cuando hay avituallamiento y tratar de disfrutar de las vistas. Yo esto también procuro hacerlo lo mejor que puedo, pero la verdad es que no me fijo demasiado, estoy más en no tropezarme y respirar. Eso sí hizo un día magnífico. Muy buena suerte con el tiempo.
Decía que había perdido velocidad y lo notaba al inicio de la bajada de Bravo Murillo, varias de las personas que tenían de referencia me pasaron. El del globito de 1:40 me había pasado, pero luego, el corazón tira, los largos de piscina ayudan, y según nos acercábamos al km 19, 20 con el valle tobogán de Pablo Iglesias, me permití volver a pasarles a todos, incluido al del globito, y hacer una buena entrada. Bueno, siempre me como a los que se paran inmediatamente después de pasar el arco de meta, a pesar de las indicaciones de los voluntarios.
Ahora, tengo las piernas pesadas, y no me molestaría en correr para coger el metro, pero no tengo agujetas y bajo muy bien las escaleras. Que eso no tiene precio. La natación de esta mañana me ha soltado las piernas. Y desde esta humilde plataforma animo a todos a que prueben con el yoga. Mano de santo para estas cosas.
Un abrazo, 3j
lunes, 31 de marzo de 2008
30.3.2008 – Intercampus de Carlox III
Vale, vale, en primer lugar decir que ni me equivoqué de lugar ni me confundí con la hora. Estuve allí cuando tenía que estar, pero entre pitos y flautas no pude calentar. Ya van mil.
La carrera me salió bastante bien, es más muy bien. No porque hiciera una buena marca, 45:20 según mi reloj, sino porque es una carrera muy agradable de correr. No hay mucha gente, salvo el momento de la salida. Esto lo veo en los tiempos por km. En el primero estoy a 4:54 y luego bajo a 4:20 en los siguientes, más o menos en las mismas condiciones de altimetría, quiero decir, que íbamos cuesta abajo. Un amiga, que contempló desde una posición privilegiada la salida, tenía la clave. Aquello que siempre había sospechado, que hay un grupo de viejetes barrigudos y señoras culonas con afición a ponerse por delante de la gente que va a hacer marca, es cierto. Hasta que los sobrepasan, pues vamos un poco congestionados.
Al principio hacía fresquito, pero en algún momento salió el sol y se puso más agradable. Después del primer km, la vía se descongestionó y pude ir al ritmo que me pedían las piernas. La primera parte es cuesta abajo y luego hay unos sube-bajas. El del puente que atraviesa no sé que supercarretera continúa, y me imagino que continuará, porque no hay forma de quitarlo, a menos que uno quiera arriesgarse con los coches, y no creo que la organización lo acepte. Yo al menos, no estoy por la labor. Las subidas hacen disminuir la velocidad, pero bueno, con hacer el paso más corto y capearlas como puedas, bien está. Y como no hay malo sin bueno, luego están las bajadas para desfogarse.
La marca es la peor desde hace mucho tiempo. ¿Y qué más da? Se nota que sólo corro un par de veces por semana. El sub45 no lo tengo en las piernas porque me falta velocidad. Eso sí, se nota la natación. La patata (corazón en argot makinorri) me deja tranquilo y fui muy a gusto todo el recorrido, incluso me permití aumentar el ritmo en los dos últimos kilómetros, como si entendiera de la cosa. Y la sensación es muy buena durante la carrera y después. Y de eso se trata, ¿no?
Me gustan los 10 km, cuando quieres empezar a cansarte ya estás llegando y luego prácticamente no tengo agujetas ni demasiadas molestias. La media maratón del próximo domingo me está empezando a dar pereza.
Ah, hay unas fotos graciosas. Lástima que la gente sea tan presumida y quiera posar. Gerardo tenía una pose de bailarina estupenda, pero no me dio tiempo a sacarle la foto y sólo se le ve echándome la bronca por pillarle desprevenido.
Un abrazo, 3j
La carrera me salió bastante bien, es más muy bien. No porque hiciera una buena marca, 45:20 según mi reloj, sino porque es una carrera muy agradable de correr. No hay mucha gente, salvo el momento de la salida. Esto lo veo en los tiempos por km. En el primero estoy a 4:54 y luego bajo a 4:20 en los siguientes, más o menos en las mismas condiciones de altimetría, quiero decir, que íbamos cuesta abajo. Un amiga, que contempló desde una posición privilegiada la salida, tenía la clave. Aquello que siempre había sospechado, que hay un grupo de viejetes barrigudos y señoras culonas con afición a ponerse por delante de la gente que va a hacer marca, es cierto. Hasta que los sobrepasan, pues vamos un poco congestionados.
Al principio hacía fresquito, pero en algún momento salió el sol y se puso más agradable. Después del primer km, la vía se descongestionó y pude ir al ritmo que me pedían las piernas. La primera parte es cuesta abajo y luego hay unos sube-bajas. El del puente que atraviesa no sé que supercarretera continúa, y me imagino que continuará, porque no hay forma de quitarlo, a menos que uno quiera arriesgarse con los coches, y no creo que la organización lo acepte. Yo al menos, no estoy por la labor. Las subidas hacen disminuir la velocidad, pero bueno, con hacer el paso más corto y capearlas como puedas, bien está. Y como no hay malo sin bueno, luego están las bajadas para desfogarse.
La marca es la peor desde hace mucho tiempo. ¿Y qué más da? Se nota que sólo corro un par de veces por semana. El sub45 no lo tengo en las piernas porque me falta velocidad. Eso sí, se nota la natación. La patata (corazón en argot makinorri) me deja tranquilo y fui muy a gusto todo el recorrido, incluso me permití aumentar el ritmo en los dos últimos kilómetros, como si entendiera de la cosa. Y la sensación es muy buena durante la carrera y después. Y de eso se trata, ¿no?
Me gustan los 10 km, cuando quieres empezar a cansarte ya estás llegando y luego prácticamente no tengo agujetas ni demasiadas molestias. La media maratón del próximo domingo me está empezando a dar pereza.
Ah, hay unas fotos graciosas. Lástima que la gente sea tan presumida y quiera posar. Gerardo tenía una pose de bailarina estupenda, pero no me dio tiempo a sacarle la foto y sólo se le ve echándome la bronca por pillarle desprevenido.
Un abrazo, 3j
domingo, 16 de marzo de 2008
16.3.2008 – El no-puerto de Canencia
Me he comprado una bicicleta. Éste ha sido un proyecto que se ha prolongado en el tiempo por varios meses. A pesar de las dudas de 3i de que fuera capaz de consumar el acto, el de la adquisición y posesión, yo lo tenía claro. Bueno, tenía claro que quería una bicicleta, pero no sabía si de carretera o de montaña, o las dos pero en qué orden y, sobre todo, ¿dónde iba a ponerla? Al final las cosas se solucionaron mejor de lo que esperaba, aunque la logística de encontrar el sitio y acondicionarlo fue más compleja que el conseguir la pasta.
Según salí de la tienda fui a estrenarla a la Casa de Campo. Gracias a mi nulo sentido de la orientación me perdí un par de veces, a pesar de que me habían indicado el camino perfectamente. Pero llegué y me di una vuelta en un día perfecto de primavera. La casa de campo estaba preciosa y me metí entre los encinares a disfrutar del día de gloria. Ese mismo día se celebraba una prueba de duatlon (o duatlón) todavía no sé cómo se dice. Yo, naturalmente, no participaba. Mi excusa es que yo tengo una preciosa bici de montaña y ese era una prueba corta en la que se necesita potencia y una buena bici de carretera. Yo no tengo ninguna de las dos, pero era una buena ocasión de conocer a la gente de mi club. Nota mental, para conocerlos tendré que salir con ellos a entrenar. Ahí el encuentro se quedó un poco descafeinado. Y eso que tenía avalista. La vuelta por el centro fue sencillamente traumática. El tráfico da pánico, y como yo soy un pardillo fui por el peor sitio posible.
Mi primera prueba de fuego fue sin embargo el siguiente fin de semana. El domingo me había despertado temprano y 3i me llamó para proponerme sobre la marcha una pequeña salida. Ir en tren hasta Colmenar y ahí coger el carril bici hasta Miraflores y subir el puerto de Canencia. Ahí empezó la primera, y espero que lo sea de una larga serie, de clases teórico-prácticas de montar en bici. Por cierto, a juzgar por todas las correcciones que me han hecho lo hago fatal y lo peor es que todavía se han dejado cosas en el tintero. Menos mal que el profesor es bueno, paciente y barato (se cobra en bocadillos o barritas energéticas, pero de momento ha pasado bastante hambre), que si no me tendría que dedicar al canto gregoriano como alternativa de progreso.
El carril bici fue relativamente sencillo, más o menos en llano, y en ya en la carretera fuimos tranquilamente con algunos coches esporádicos y lo que parecía un congreso de moteros. Ya llegados a Miraflores nos encontramos con unos chavalotes del Aguaverde. Muy majos. Mientras tomábamos un refresco les comenté que era mi primer día. Me animaron a disfrutar y le quitaron hierro al puerto que se avecinaba. TioTala lo llamaba el no-puerto, porque comparado con otros no tenía ni demasiada pendiente ni extensión. Me advirtieron también que no me descorazonara con la primera parte, que era bastante pronunciada.
Pues allí que nos fuimos. Siguiendo los consejos de mi mentor y gurú, puse el plato pequeño desde el principio, aunque no habría tardado en percatarme yo solito de la necesidad. “Mantén una buena cadencia, el pedaleo animado” me decía. Yo no respondía, demasiado concentrado estaba en continuar pedaleando. Pero era cierto, la primera parte se pasaba rápido y luego llegaba un semillano donde uno podía relajarse. Lo peor vino después, los siguientes 6 kilómetros de una pendiente, quizás no tan pronunciada, pero lo suficiente y constante. Primero subí un piñón, luego el otro, luego el otro y a continuar pedaleando. 3i me pasó y subió el solito, mientras yo continuaba mi lucha solitaria le vi bajar raudo como una exhalación. Iba tan rápido que habría jurado que se notaba el efecto Doppler, ya que no la curvatura del espacio-tiempo prevista en la relatividad. Yo continué como podía, sudando como un bendito y cada vez más angustiado porque el no-puerto no se acababa nunca. Cuando estás tan cansado el cerebro, y menos a mí, se toma unas vacaciones y descansa con un pensamiento repetitivo. “Pues menos mal que es un no-puerto, que si fuera un SÍ-puerto podría darme por ... bueno, por eso, que no sé como anda este hospedador de censura.

Ya desesperado mi amigo vuelve a subirse el puerto, para él si era un no-puerto, y me anima. “¿Que cuánto queda, pues por lo menos otra media hora?” Earth-eat-me, pensé yo a punto de mandar a tomar viento mi carrera como estrella internacional del ciclismo el primer día. “Que no, que no, que ya hemos llegado”, me aseguró al ver mi gesto de desesperación, que ni me molesté en disimular de puro cansancio.
La bajada fue más descansada, y me llevó el 5% del tiempo que había invertido, y eso que abusé de los frenos ante la desesperación de 3i, que no veía la necesidad de su uso. No le faltaría razón, pero a mi edad tengo más miedo que vergüenza, algo que por otra parte considero un signo de madurez.
Volvimos por donde habíamos venido. Cogimos de nuevo el carril bici, que por cierto ha quedado muy bien, ahora está separado de los coches. Antes era simplemente el arcén de la carretera mas pintado de rojo. Y es que bautizar carriles bici es muy fácil. Pero el sillín me estaba matando, ya podéis imaginar dónde.
Cuando llegamos a Tres Cantos mi amigo me acompaño a la estación de Rodalíes (aquí guiño a Marta). Él, naturalmente, continuó hasta Madrid y su casa. Que conste que si no fuera por lo delicado de mi situación anatómica habría continuado, ¡eh!
En total salieron 69 kilómetros con puerto y todo. Podría decir casi 70, pero es que 69 tiene unas connotaciones que me resultan muy apetitosas. El no-puerto tiene un desnivel de 371 metros y 8 kilómetros de longitud. El primer tramo una pendiente de 10-17%, pues eso, que menos mal que era no, que si llega a ser sí.
¡Ah! El diccionario de la RAE ha servido de nuevo de ayuda. Se dice triatlón, con acento en la ó, como también se dice decatlón o pentatlón. Y es que pocas cosas tan castellanas como las palabras acabadas en –ón.
Un abrazo, 3j
Según salí de la tienda fui a estrenarla a la Casa de Campo. Gracias a mi nulo sentido de la orientación me perdí un par de veces, a pesar de que me habían indicado el camino perfectamente. Pero llegué y me di una vuelta en un día perfecto de primavera. La casa de campo estaba preciosa y me metí entre los encinares a disfrutar del día de gloria. Ese mismo día se celebraba una prueba de duatlon (o duatlón) todavía no sé cómo se dice. Yo, naturalmente, no participaba. Mi excusa es que yo tengo una preciosa bici de montaña y ese era una prueba corta en la que se necesita potencia y una buena bici de carretera. Yo no tengo ninguna de las dos, pero era una buena ocasión de conocer a la gente de mi club. Nota mental, para conocerlos tendré que salir con ellos a entrenar. Ahí el encuentro se quedó un poco descafeinado. Y eso que tenía avalista. La vuelta por el centro fue sencillamente traumática. El tráfico da pánico, y como yo soy un pardillo fui por el peor sitio posible.
Mi primera prueba de fuego fue sin embargo el siguiente fin de semana. El domingo me había despertado temprano y 3i me llamó para proponerme sobre la marcha una pequeña salida. Ir en tren hasta Colmenar y ahí coger el carril bici hasta Miraflores y subir el puerto de Canencia. Ahí empezó la primera, y espero que lo sea de una larga serie, de clases teórico-prácticas de montar en bici. Por cierto, a juzgar por todas las correcciones que me han hecho lo hago fatal y lo peor es que todavía se han dejado cosas en el tintero. Menos mal que el profesor es bueno, paciente y barato (se cobra en bocadillos o barritas energéticas, pero de momento ha pasado bastante hambre), que si no me tendría que dedicar al canto gregoriano como alternativa de progreso.
El carril bici fue relativamente sencillo, más o menos en llano, y en ya en la carretera fuimos tranquilamente con algunos coches esporádicos y lo que parecía un congreso de moteros. Ya llegados a Miraflores nos encontramos con unos chavalotes del Aguaverde. Muy majos. Mientras tomábamos un refresco les comenté que era mi primer día. Me animaron a disfrutar y le quitaron hierro al puerto que se avecinaba. TioTala lo llamaba el no-puerto, porque comparado con otros no tenía ni demasiada pendiente ni extensión. Me advirtieron también que no me descorazonara con la primera parte, que era bastante pronunciada.
Pues allí que nos fuimos. Siguiendo los consejos de mi mentor y gurú, puse el plato pequeño desde el principio, aunque no habría tardado en percatarme yo solito de la necesidad. “Mantén una buena cadencia, el pedaleo animado” me decía. Yo no respondía, demasiado concentrado estaba en continuar pedaleando. Pero era cierto, la primera parte se pasaba rápido y luego llegaba un semillano donde uno podía relajarse. Lo peor vino después, los siguientes 6 kilómetros de una pendiente, quizás no tan pronunciada, pero lo suficiente y constante. Primero subí un piñón, luego el otro, luego el otro y a continuar pedaleando. 3i me pasó y subió el solito, mientras yo continuaba mi lucha solitaria le vi bajar raudo como una exhalación. Iba tan rápido que habría jurado que se notaba el efecto Doppler, ya que no la curvatura del espacio-tiempo prevista en la relatividad. Yo continué como podía, sudando como un bendito y cada vez más angustiado porque el no-puerto no se acababa nunca. Cuando estás tan cansado el cerebro, y menos a mí, se toma unas vacaciones y descansa con un pensamiento repetitivo. “Pues menos mal que es un no-puerto, que si fuera un SÍ-puerto podría darme por ... bueno, por eso, que no sé como anda este hospedador de censura.
Ya desesperado mi amigo vuelve a subirse el puerto, para él si era un no-puerto, y me anima. “¿Que cuánto queda, pues por lo menos otra media hora?” Earth-eat-me, pensé yo a punto de mandar a tomar viento mi carrera como estrella internacional del ciclismo el primer día. “Que no, que no, que ya hemos llegado”, me aseguró al ver mi gesto de desesperación, que ni me molesté en disimular de puro cansancio.
(C) Ander Guaza, Juanto Uribarri
Pues esto era cierto, llegamos a la meta y me sacaron una foto para poder probar. Se ha convertido de momento en mi avatar en el foro del club. La calidad no es muy allá, pero el gesto de chulería y victoria habla por si solo. No me costó nada conseguirlo porque estaba tan orgulloso de mi no-hazaña como agotado. Y estaba reventado.

Volvimos por donde habíamos venido. Cogimos de nuevo el carril bici, que por cierto ha quedado muy bien, ahora está separado de los coches. Antes era simplemente el arcén de la carretera mas pintado de rojo. Y es que bautizar carriles bici es muy fácil. Pero el sillín me estaba matando, ya podéis imaginar dónde.
Cuando llegamos a Tres Cantos mi amigo me acompaño a la estación de Rodalíes (aquí guiño a Marta). Él, naturalmente, continuó hasta Madrid y su casa. Que conste que si no fuera por lo delicado de mi situación anatómica habría continuado, ¡eh!
En total salieron 69 kilómetros con puerto y todo. Podría decir casi 70, pero es que 69 tiene unas connotaciones que me resultan muy apetitosas. El no-puerto tiene un desnivel de 371 metros y 8 kilómetros de longitud. El primer tramo una pendiente de 10-17%, pues eso, que menos mal que era no, que si llega a ser sí.
¡Ah! El diccionario de la RAE ha servido de nuevo de ayuda. Se dice triatlón, con acento en la ó, como también se dice decatlón o pentatlón. Y es que pocas cosas tan castellanas como las palabras acabadas en –ón.
Un abrazo, 3j
lunes, 22 de octubre de 2007
21.10.2007 – La Carrera de la Ciencia
Han cambiado el nombre a esta carrera con tanta solera. Ahora suena apropiado para la institución que la organiza, aunque desde luego algo pomposo. Antes, y a pesar del cambio también ahora, todo el mundo la conoce como la del cesic.
Me había prometido hacer una crónica por cada carrera en la que participase, porque después de todo, tampoco corro tantas. Pero la verdad es las carreras de asfalto, y menos las de 10 kilómetros, dan para mucho. Especialmente después de una de montaña y una tan bonita como Las Dehesas, no me queda mucho que decir de la del cesic.
El domingo hizo muy buen tiempo, aunque por la mañanas en esta época ya hace fresquito. En el metro y en los alrededores de la prueba ya se ve a la gente vestida de carrera, en pantaloncito y manga corta, incluso sin manga. Salen así de casa los y las muy valientes. En el metro no se pasa frío y en la línea de salida, gracias al calor humano, nunca mejor dicho, tampoco, pero entre que llegas ahí y cumples con las formalidades de carrera... Lo peor es después de la carrera. Yo siempre tengo frío por el sudor y por el esfuerzo. Incluso en verano procuro abrigarme. Ayer, a pesar de esta bonanza de tiempo, también. Ni me sobro a la ida, ni mucho menos a la vuelta. Abrigado por dos pesadas capas y con una camiseta limpia, sólo me sentí reconfortado cuando llegué al andén de metro, que está bien calentito incluso en días menos esforzados, agobiante.
Por lo demás, no sé que contar que no sean kilómetros y tiempos. El cesic, pasa por sitios muy bonitos. Bajamos desde Serrano 117 hasta casi la puerta de Alcalá. Torcemos por la Biblioteca Nacional, me parece que C/ Villanueva, y luego subimos escopetados hasta casi la plaza de Castilla. Subimos por la vía de servicio, porque incluso ese día no cierran la Castellana. La verdad es que siempre da mucho gusto pasar por sitios tan conocidos, al lado del curro, por ejemplo, por un lugar siempre abarrotado por los coches. Te sientes como Jaime I el Conquistador, suponiendo que el monarca tuviese esa sensación de satisfacción al ir añadiendo fueros y derechos de impuestos a su haber.
De todas formas cuando estás corriendo tampoco tienes muchas posibilidades de experimentar muchas sensaciones. Al menos yo, lo único que voy pensando es en poner un pie delante del otro, a pesar de que ya se va cansado, procurar no tropezarme con el de delante, al tiempo que controlo por atrás. A veces me fijo en el de delante o el de al lado. ¡Menudas piernas tiene éste! o ¡qué mal va ya éste! ¡Pues menudo jadeo! ¿No le convendrá salir un poco más controlado y no petar a la mitad? De estos hay muchos, y supongo que lo de fallar en los cálculos le puede pasar a todos, pero con el tiempo me voy reafirmando en la idea de que hay mucha gente que es muy competitiva y que sale a morir, más que por el reto de superarse a sí mismo, porque no soporta que los otros, y especialmente otras, los adelanten. Ésta vez no añado las, porque por lo general y por tradición las chicas son menos competitivas aunque sean buenas, aunque de todo hay.
En una carrera un cierto grado de competitividad es bueno, incluso necesario aunque no seas de la élite, pero incluso estos tienen que tener los pies en el suelo, tampoco nunca mejor dicho. Como es natural, yo también soy competitivo, pero mejor no dejarse llevar, porque sea en lo que sea y hagas lo que hagas, siempre va a haber alguien más rápido, más resistente y mejor que uno mismo, pero también al contrario.
Por cierto, ese de las piernas tan fuertes, acabó por pasarme de nuevo. También ese otro con pintas de correr mucho. La apariencia de corredor suele corresponderse bastante bien con los tiempos finales. Bien. Da gusto en los kilómetros finales. Ahí ya corres con la gente de tu tiempo sin la sensación de que están en medio y sin tantos agobios. Yo al menos ahí voy haciendo mi carrera y no adelantando gente, con más buena voluntad que capacidad.
¿La marca? Pues mejor que el año pasado en más de un minuto, que está muy bien. Todavía lejos de bajar de los 43’, aunque más cerca, y todavía más de bajar de los 42’ que es lo que me gustaría. Pero en fin... Lo mejor es que no me duelen las piernas ni tengo agujetas, aunque algo cargadillo sí voy.
Me había prometido hacer una crónica por cada carrera en la que participase, porque después de todo, tampoco corro tantas. Pero la verdad es las carreras de asfalto, y menos las de 10 kilómetros, dan para mucho. Especialmente después de una de montaña y una tan bonita como Las Dehesas, no me queda mucho que decir de la del cesic.
El domingo hizo muy buen tiempo, aunque por la mañanas en esta época ya hace fresquito. En el metro y en los alrededores de la prueba ya se ve a la gente vestida de carrera, en pantaloncito y manga corta, incluso sin manga. Salen así de casa los y las muy valientes. En el metro no se pasa frío y en la línea de salida, gracias al calor humano, nunca mejor dicho, tampoco, pero entre que llegas ahí y cumples con las formalidades de carrera... Lo peor es después de la carrera. Yo siempre tengo frío por el sudor y por el esfuerzo. Incluso en verano procuro abrigarme. Ayer, a pesar de esta bonanza de tiempo, también. Ni me sobro a la ida, ni mucho menos a la vuelta. Abrigado por dos pesadas capas y con una camiseta limpia, sólo me sentí reconfortado cuando llegué al andén de metro, que está bien calentito incluso en días menos esforzados, agobiante.
Por lo demás, no sé que contar que no sean kilómetros y tiempos. El cesic, pasa por sitios muy bonitos. Bajamos desde Serrano 117 hasta casi la puerta de Alcalá. Torcemos por la Biblioteca Nacional, me parece que C/ Villanueva, y luego subimos escopetados hasta casi la plaza de Castilla. Subimos por la vía de servicio, porque incluso ese día no cierran la Castellana. La verdad es que siempre da mucho gusto pasar por sitios tan conocidos, al lado del curro, por ejemplo, por un lugar siempre abarrotado por los coches. Te sientes como Jaime I el Conquistador, suponiendo que el monarca tuviese esa sensación de satisfacción al ir añadiendo fueros y derechos de impuestos a su haber.
De todas formas cuando estás corriendo tampoco tienes muchas posibilidades de experimentar muchas sensaciones. Al menos yo, lo único que voy pensando es en poner un pie delante del otro, a pesar de que ya se va cansado, procurar no tropezarme con el de delante, al tiempo que controlo por atrás. A veces me fijo en el de delante o el de al lado. ¡Menudas piernas tiene éste! o ¡qué mal va ya éste! ¡Pues menudo jadeo! ¿No le convendrá salir un poco más controlado y no petar a la mitad? De estos hay muchos, y supongo que lo de fallar en los cálculos le puede pasar a todos, pero con el tiempo me voy reafirmando en la idea de que hay mucha gente que es muy competitiva y que sale a morir, más que por el reto de superarse a sí mismo, porque no soporta que los otros, y especialmente otras, los adelanten. Ésta vez no añado las, porque por lo general y por tradición las chicas son menos competitivas aunque sean buenas, aunque de todo hay.
En una carrera un cierto grado de competitividad es bueno, incluso necesario aunque no seas de la élite, pero incluso estos tienen que tener los pies en el suelo, tampoco nunca mejor dicho. Como es natural, yo también soy competitivo, pero mejor no dejarse llevar, porque sea en lo que sea y hagas lo que hagas, siempre va a haber alguien más rápido, más resistente y mejor que uno mismo, pero también al contrario.
Por cierto, ese de las piernas tan fuertes, acabó por pasarme de nuevo. También ese otro con pintas de correr mucho. La apariencia de corredor suele corresponderse bastante bien con los tiempos finales. Bien. Da gusto en los kilómetros finales. Ahí ya corres con la gente de tu tiempo sin la sensación de que están en medio y sin tantos agobios. Yo al menos ahí voy haciendo mi carrera y no adelantando gente, con más buena voluntad que capacidad.
¿La marca? Pues mejor que el año pasado en más de un minuto, que está muy bien. Todavía lejos de bajar de los 43’, aunque más cerca, y todavía más de bajar de los 42’ que es lo que me gustaría. Pero en fin... Lo mejor es que no me duelen las piernas ni tengo agujetas, aunque algo cargadillo sí voy.
jueves, 4 de octubre de 2007
30.9.2007 - Crónica de Las Dehesas
El domingo por la mañana ya estaba casi despierto porque había dormido el sueño del duermevela pensando lo que se me venía encima por la mañana Con todo, cuando el despertador sonó y me recordó que más valiera que me pusiera en marcha, no pude evitar un pensamiento de fatalidad. Y total, ¿dónde iba tan temprano si ni siquiera tenía el dorsal? Un vistazo por la ventana acrecentaba mis temores, pues si en Madrid estaba cubierto, probablemente en la montaña lloviera, hiciera viento y frío.
Ni el sueño ni los malos presentimientos se fueron durante el trayecto. Cuando llegamos a Las Dehesas los presagios de lluvia y de unas condiciones meteorológicas un poco destempladas se cumplieron. Llovía ligeramente y soplaba un poco el viento, pero siendo objetivo. Ni hacía mucho frío, ni el agua molestaba. La actividad en las mesas de la organización y el ambiente previo a la carrera empezaban a animarme. No hubo problemas para conseguir dorsal y los organizadores no se hacían notar, que es la mejor característica de excelencia en la organización.
Allí estaba Ángel con la familia. Un saludo rápido, porque como de costumbre estaba descuidando el calentamiento. Con todo mientras repartíamos saludos y deseos de felicidad la más pequeña de las niñas aún tuvo tiempo de abrazarse a mis piernas. La pobre se habría confundido entre tanto corredor, pero yo me puse contentísimo ante esa demostración de cariño tan inesperada como desinteresada.
Se acercaban las 10 en punto y avisaron que iban a dar la salida. Como estaba en el otro lado del punto de partida tuve que atravesar rápidamente la primera línea. Allí estaba los futuros primeros puestos, concentrados y listos para poner a prueba esas piernas cuyo grosor iba más parejo con los troncos de los árboles que se erguían a ambos lados del camino que con la anatomía estándar. La carrera formaba parte del Campeonato de Madrid, o algo parecido, y los federados puntuaban.
Comenzamos a salir de forma ordenada. Supongo que la mayoría era consciente que ya habría tiempo para tirar de piernas cuando llegaran las subidas. En efecto, la calzada romana ofrecía un firme irregular y, por efecto de la suave lluvia que de forma intermitente había humedecido la superficie, resbaladizo. Yo había utilizado, con más buena voluntad que acierto, el término adoquines para definir al empedrado con bloques irregulares del terreno, lo que me valió la rechifla de mi amiguete y compañero de fatigas. Afortunadamente la subida nos calló pronto a todos, lo más que se oía era, si acaso, el jadeo del esfuerzo.
La primera subida fue exigente por la pendiente, pero no difícil. El mismo terreno de bajada habría sido otro cantar. Bueno quizá no para los expertos, pero sí para mí. Pasada esa primera subida se abría un camino que entre bajadas y planos permitía incluso correr con comodidad. La bajada al valle fue una agradable sorpresa. Un miembro de la organización indicaba entre ánimos y adelantes donde había que desviarse. Una sabia decisión, porque no era evidente. En una ladera pronunciada se abría un pequeño sendero que de otra manera hubiera pasado inadvertido. A pesar de la pendiente el sendero no podía ser más fácil, incluso para los novatos. El terreno era arcilloso, ideal para bajar: blando para las articulaciones, sin peligro de deslizamiento y otras sorpresas. Discurría entre un mar de helechos que empezaban a desprenderse del verdor del verano y mostrar otros colores más otoñales. Como el terreno no ofrecía especial dificultad hasta pude disfrutar de eso.
Después de la ladera de helechos había un pequeño prado y después un camino, a ratos más ancho que estrecho y con tramos de diversas pendientes más o menos suaves. En una de estas sendas la primera sorpresa desagradable. Un compañero de camino había sufrido un percance. Le tenían tumbado sobre el suelo con las piernas en alto. Como ya estaba atendido continué mi camino para no molestar. Pero según avanzaba vi como la guardia civil se aprestaba para atenderle. La presencia cercana de un control de carrera permitió a otros participantes avisar y la pronta llegada del médico. Según las noticias de los foros parece que todo quedó en un susto.
Con un poco de aprensión y redoblada precaución continué. En esa parte el camino recordaba parte del trayecto del cross del telégrafo. Si bien los riachuelos que atravesaban el camino no estaban ni por asomo tan crecidos como aquel día y era posible salvarlos con dignidad, es decir, con los pies secos.
Mientras avanzaba por un camino ancho, en un llano sin mucha fronde, sentí inesperadamente en ambas piernas una intensa picazón dolorosa y localizada en focos discretos. Intuitivamente y todo a una pegué un salto que casi acaba en contractura, di un intenso alarido y me llevé las manos para deshacerme de la causa, mucho antes de imaginar de qué podría tratarse. El uso de guantes fue providencial y apunto una razón más para llevarlos para correr, y van cinco. Dolorido corrí aún más fuerte para alejarme de lo que temía fueran avispas enfurecidas. Alcancé a la chica que iba por delante y le pregunté si ella también había sido atacada. “No”, me contestó, “pero tengo arañazos por todas partes”. No sé si esto lo decía por solidaridad, por disculparse de no haberse inmutado ante el grito, que igualmente podrían haberme estado degollando, o porque quería arrancar mi piedad. Al chico de delante también le habían picado. El pobre estaba aplicándose un poco de barro para aliviar el dolor. Otros participantes en foros de atletas confirmaron que se trataba de avispas y que atacaron a bastantes corredores. Aunque por lo visto algo aleatoriamente, porque mientras pasaban casi simultáneamente por la “zona en conflicto” algunos corredores recibieron picotazos y otros no, como los pimientos de Padrón. Considerando que las avispas, al contrario que otros insectos parecidos, se guían sobre todo por el olor para localizar su alimento, yo debo oler a jamón ibérico para ellas. Me pusieron perdido. Aguijoneado por semejante acicate traté de acelerar para ver si disminuía la picazón. En vano.
En el siguiente avituallamiento me encontré con mi amiguete que, muy solidario me estaba esperando. La siguiente cuesta no era tan pronunciada como la calzada, pero sí se hacía larga y pesada. Un pie tras el otro y sin desmayo. Ya no tenía tantas ganas de disfrutar del paisaje que estaba precioso, entre jirones de niebla. En la ascensión me topo con una camiseta de Start2Run, esas que generosamente reparte el organizador. “!Hombre! ¡Un coleguita estarturranero!”, pensé. Cuando dejo de mirar al suelo reconozco a Ángel, que sí, también había sido objeto de la ira de los insectos, aunque menos. Probablemente se había quedado en jamón serrano para las avispas o corría más rápido que yo. Me confesó que a él también se le hacía larga la cuesta.
Vi el cielo abierto cuando alguien de la organización nos animó a seguir. Es un decir, porque éste fue el momento en que había más niebla, más humedad y más frío. Calculo que unos 5 grados y con el único momento de viento. Sólo quedaban unos 300 metros y llegamos al asfalto, a la altura del Telégrafo. Después sólo era aproximadamente un kilómetro hasta el albergue de Peñalara. Yo ya no podía hacer mucho más. A pesar de que era terreno firme, uniforme y bajada, sólo podía avanzar despacito. Me adelantaron dos chicos que se notaba que iban todavía sobrados. No fueron los únicos. Al final un veterano me adelantó poco antes de doblar la curva para el albergue. Éste no iba para nada tan suelto, de hecho temí que tuviera que recoger los cachos después de que sufriera un colapso. No sé si competía contra sí mismo y quería mejorar su tiempo, o que le causaba un placer inmenso ganar un puesto en el último cuarto de la clasificación. Hay gente para todo.
Los picotazos de las avispas (por cierto, al contrario que las abejas las muy guarras no pierden parte del abdomen con la picadura y pueden reincidir) no eran la única lesión. Más aparatosa que real era una rozadura en el tendón de Aquiles que había empapado la zapatilla. Pero no fue la carrera la gran culpable, sino que había estado nadando con aletas el viernes. Con tanto movimiento el borde de la zapatilla había reabierto la herida y me daba un aspecto de sufrido corredor de montaña.
No me quedé mucho tiempo ahí. Unos conocidos nos acercaron en coche hasta donde teníamos el nuestro. El chaval que conducía, y de los que quedan en el primer tercio de la clasificación, se quejaba de que había demasiadas oportunidades para correr en este trayecto, que él no era “corredor” y que no le venía bien porque iba “sólo a 4 minutos” cuando había gente que le pasó a 3 minutos. A mí no me quedó más remedio que meditar sobre mi propia naturaleza, pues sí el superchaval no era “corredor” con 4 min/km, entonces qué sería yo.
Picotazos y rozaduras aparte es quizá la carrera de montaña más bonita que he participado, bueno no han sido muchas. Con más subida que bajada, nada técnica y tramos para disfrutar corriendo en un entorno precioso, es para volver. Y también para la gente que quiere probar pero que le da respeto la montaña. A veces, merece la pena vencer la pereza y los vaticinios “funestos” de los despertares.
Ni el sueño ni los malos presentimientos se fueron durante el trayecto. Cuando llegamos a Las Dehesas los presagios de lluvia y de unas condiciones meteorológicas un poco destempladas se cumplieron. Llovía ligeramente y soplaba un poco el viento, pero siendo objetivo. Ni hacía mucho frío, ni el agua molestaba. La actividad en las mesas de la organización y el ambiente previo a la carrera empezaban a animarme. No hubo problemas para conseguir dorsal y los organizadores no se hacían notar, que es la mejor característica de excelencia en la organización.
Allí estaba Ángel con la familia. Un saludo rápido, porque como de costumbre estaba descuidando el calentamiento. Con todo mientras repartíamos saludos y deseos de felicidad la más pequeña de las niñas aún tuvo tiempo de abrazarse a mis piernas. La pobre se habría confundido entre tanto corredor, pero yo me puse contentísimo ante esa demostración de cariño tan inesperada como desinteresada.
Se acercaban las 10 en punto y avisaron que iban a dar la salida. Como estaba en el otro lado del punto de partida tuve que atravesar rápidamente la primera línea. Allí estaba los futuros primeros puestos, concentrados y listos para poner a prueba esas piernas cuyo grosor iba más parejo con los troncos de los árboles que se erguían a ambos lados del camino que con la anatomía estándar. La carrera formaba parte del Campeonato de Madrid, o algo parecido, y los federados puntuaban.
Comenzamos a salir de forma ordenada. Supongo que la mayoría era consciente que ya habría tiempo para tirar de piernas cuando llegaran las subidas. En efecto, la calzada romana ofrecía un firme irregular y, por efecto de la suave lluvia que de forma intermitente había humedecido la superficie, resbaladizo. Yo había utilizado, con más buena voluntad que acierto, el término adoquines para definir al empedrado con bloques irregulares del terreno, lo que me valió la rechifla de mi amiguete y compañero de fatigas. Afortunadamente la subida nos calló pronto a todos, lo más que se oía era, si acaso, el jadeo del esfuerzo.
La primera subida fue exigente por la pendiente, pero no difícil. El mismo terreno de bajada habría sido otro cantar. Bueno quizá no para los expertos, pero sí para mí. Pasada esa primera subida se abría un camino que entre bajadas y planos permitía incluso correr con comodidad. La bajada al valle fue una agradable sorpresa. Un miembro de la organización indicaba entre ánimos y adelantes donde había que desviarse. Una sabia decisión, porque no era evidente. En una ladera pronunciada se abría un pequeño sendero que de otra manera hubiera pasado inadvertido. A pesar de la pendiente el sendero no podía ser más fácil, incluso para los novatos. El terreno era arcilloso, ideal para bajar: blando para las articulaciones, sin peligro de deslizamiento y otras sorpresas. Discurría entre un mar de helechos que empezaban a desprenderse del verdor del verano y mostrar otros colores más otoñales. Como el terreno no ofrecía especial dificultad hasta pude disfrutar de eso.
Después de la ladera de helechos había un pequeño prado y después un camino, a ratos más ancho que estrecho y con tramos de diversas pendientes más o menos suaves. En una de estas sendas la primera sorpresa desagradable. Un compañero de camino había sufrido un percance. Le tenían tumbado sobre el suelo con las piernas en alto. Como ya estaba atendido continué mi camino para no molestar. Pero según avanzaba vi como la guardia civil se aprestaba para atenderle. La presencia cercana de un control de carrera permitió a otros participantes avisar y la pronta llegada del médico. Según las noticias de los foros parece que todo quedó en un susto.
Con un poco de aprensión y redoblada precaución continué. En esa parte el camino recordaba parte del trayecto del cross del telégrafo. Si bien los riachuelos que atravesaban el camino no estaban ni por asomo tan crecidos como aquel día y era posible salvarlos con dignidad, es decir, con los pies secos.
Mientras avanzaba por un camino ancho, en un llano sin mucha fronde, sentí inesperadamente en ambas piernas una intensa picazón dolorosa y localizada en focos discretos. Intuitivamente y todo a una pegué un salto que casi acaba en contractura, di un intenso alarido y me llevé las manos para deshacerme de la causa, mucho antes de imaginar de qué podría tratarse. El uso de guantes fue providencial y apunto una razón más para llevarlos para correr, y van cinco. Dolorido corrí aún más fuerte para alejarme de lo que temía fueran avispas enfurecidas. Alcancé a la chica que iba por delante y le pregunté si ella también había sido atacada. “No”, me contestó, “pero tengo arañazos por todas partes”. No sé si esto lo decía por solidaridad, por disculparse de no haberse inmutado ante el grito, que igualmente podrían haberme estado degollando, o porque quería arrancar mi piedad. Al chico de delante también le habían picado. El pobre estaba aplicándose un poco de barro para aliviar el dolor. Otros participantes en foros de atletas confirmaron que se trataba de avispas y que atacaron a bastantes corredores. Aunque por lo visto algo aleatoriamente, porque mientras pasaban casi simultáneamente por la “zona en conflicto” algunos corredores recibieron picotazos y otros no, como los pimientos de Padrón. Considerando que las avispas, al contrario que otros insectos parecidos, se guían sobre todo por el olor para localizar su alimento, yo debo oler a jamón ibérico para ellas. Me pusieron perdido. Aguijoneado por semejante acicate traté de acelerar para ver si disminuía la picazón. En vano.
En el siguiente avituallamiento me encontré con mi amiguete que, muy solidario me estaba esperando. La siguiente cuesta no era tan pronunciada como la calzada, pero sí se hacía larga y pesada. Un pie tras el otro y sin desmayo. Ya no tenía tantas ganas de disfrutar del paisaje que estaba precioso, entre jirones de niebla. En la ascensión me topo con una camiseta de Start2Run, esas que generosamente reparte el organizador. “!Hombre! ¡Un coleguita estarturranero!”, pensé. Cuando dejo de mirar al suelo reconozco a Ángel, que sí, también había sido objeto de la ira de los insectos, aunque menos. Probablemente se había quedado en jamón serrano para las avispas o corría más rápido que yo. Me confesó que a él también se le hacía larga la cuesta.
Vi el cielo abierto cuando alguien de la organización nos animó a seguir. Es un decir, porque éste fue el momento en que había más niebla, más humedad y más frío. Calculo que unos 5 grados y con el único momento de viento. Sólo quedaban unos 300 metros y llegamos al asfalto, a la altura del Telégrafo. Después sólo era aproximadamente un kilómetro hasta el albergue de Peñalara. Yo ya no podía hacer mucho más. A pesar de que era terreno firme, uniforme y bajada, sólo podía avanzar despacito. Me adelantaron dos chicos que se notaba que iban todavía sobrados. No fueron los únicos. Al final un veterano me adelantó poco antes de doblar la curva para el albergue. Éste no iba para nada tan suelto, de hecho temí que tuviera que recoger los cachos después de que sufriera un colapso. No sé si competía contra sí mismo y quería mejorar su tiempo, o que le causaba un placer inmenso ganar un puesto en el último cuarto de la clasificación. Hay gente para todo.
Los picotazos de las avispas (por cierto, al contrario que las abejas las muy guarras no pierden parte del abdomen con la picadura y pueden reincidir) no eran la única lesión. Más aparatosa que real era una rozadura en el tendón de Aquiles que había empapado la zapatilla. Pero no fue la carrera la gran culpable, sino que había estado nadando con aletas el viernes. Con tanto movimiento el borde de la zapatilla había reabierto la herida y me daba un aspecto de sufrido corredor de montaña.
No me quedé mucho tiempo ahí. Unos conocidos nos acercaron en coche hasta donde teníamos el nuestro. El chaval que conducía, y de los que quedan en el primer tercio de la clasificación, se quejaba de que había demasiadas oportunidades para correr en este trayecto, que él no era “corredor” y que no le venía bien porque iba “sólo a 4 minutos” cuando había gente que le pasó a 3 minutos. A mí no me quedó más remedio que meditar sobre mi propia naturaleza, pues sí el superchaval no era “corredor” con 4 min/km, entonces qué sería yo.
Picotazos y rozaduras aparte es quizá la carrera de montaña más bonita que he participado, bueno no han sido muchas. Con más subida que bajada, nada técnica y tramos para disfrutar corriendo en un entorno precioso, es para volver. Y también para la gente que quiere probar pero que le da respeto la montaña. A veces, merece la pena vencer la pereza y los vaticinios “funestos” de los despertares.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)