viernes, 24 de octubre de 2008

24.10.2008 - Adelante

Ya sé que llevo mucho tiempo sin escribir, pero es que mi vida ahora se reduce prácticamente y en exclusiva al trabajo. Es una pena porque tengo materia de la que escribir y de la que hablaría con gusto, pero son demasiados viajes y días muy largos. Quiero contaros en otra entrada sobre el Festibike. También me engañaron para ir a la carrera de Las Dehesas. El año pasado me encantó y este también, lo que pasa es que no sé si da para otra crónica.

20.9.2008 – El Duatlón del Festibike

Este tenía que ser mi primer duatlón. 3i me avisó unos días antes que esta era mi oportunidad para estrenarme. He participado en algún acuatlón, incluso en una carrera de bici de montaña, aunque no de forma competitiva, (podéis investigar en los archivos de este blog, porque las crónicas son bastante graciosas), pero lo cierto es que con la bici no me había atrevido a nada más.

Los que no conocéis a 3i no sabéis lo insistente que puede ser, pero en esta ocasión no le costó demasiado convencerme. Era un duatlón de 6 km de carrera a pie (dos vueltas a un circuito de 3k sobre tierra) + 20 km con bici de montaña (3 vueltas a otro circuito) + 3 km a pie, (una vuelta al primer circuito. Era un duatlón cross y no sobre asfalto, lo que limita bastante las competiciones en que estoy en disposición de participar, porque mi bicicleta, y a la postre, posesión más preciada, es de montaña. Y de momento no tengo otra. Pues no le resulto difícil convencerme porque le tenía ganas a uno y me aseguró que no tenía dificultad técnica y que él estaría de apoyo, de pomponero.

Yo me empeñé en salir a correr por la mañana con el grupo del S3R, porque ese momento el sábado es uno de los mejores de la semana y no me gusta renunciar a él. El duatlón empezaba a las 16:00 y tendría que darme tiempo de sobra de llegar, incluso comer, pero ahí metí la pata. Primero tenía que prepararme y el triatlón y sus variantes exige más equipamiento que una carrera a pie. Que si el casco, los guantes, el mono, el avituallamiento, la licencia, los imperdibles, y yo con estos pelos. Como yo soy un poco perla y a pesar del empeño que le pongo, al final siempre se me olvida algo. 3i suele estar siempre al quite y se convierte en mi salvación y sustento, pero ya me va echando la bronca, ya.

Una vez preparado, o al menos así lo creía, llegaba la segunda parte. Lo cierto es que aunque no imposible, el deporte en Madrid está pensado para gente con coche. Llegar hasta la estación de tren y de ahí hasta Las Rozas, a la estación de Pinar. Aunque el transporte de la bicicleta está permitido en tren durante los fines de semana, aún tuve que soportar miradas de odio de la gente que no podía sentarse donde quería.

Pensaba que sólo me quedaba una estación, pero cuando me doy cuenta el tren toma una desviación con la que yo no contaba, eso a pesar de haberme empollado el plano, y en lugar de Pinar, llego al Tejar. Un árbol también, pero aquí se comprueba que no es lo mismo una gimnosperma que una angiosperma. (Esto es un guiño a Anita Obregón).

Total, que estaba donde no era. Llamada de pánico a 3i, que en su afán de verme ahí sudando el nuevo mono del equipo, se pone manos a la obra y promete hacerse con alguno de los últimos dorsales. Por lo visto hasta tuvo que pelearse por el último con una triatleta agresiva, que comentario aparte creo que se le dan bastante bien. Pregunté a unos viejecillos cuándo pasaba el siguiente tren en mi dirección y me contestan. Bueno, que algunos minutillos tardaría, pero ya que voy con bici y estoy tan pertrechado (y eso que no me había enfundado todavía el mono marcapaquetes), que fuera en bicicleta, que el camino no tenía pérdida.

Pues eso, había que pasar por debajo de la vía de tren por una vía pensada para desaguar posibles embolsamientos en épocas de lluvia torrencial. Aquí llueve poco, pero cuando llueve lo hace con alevosía. Y efectivamente, sólo me llevó unos titubeos por un camino yermo y plagado de vegetación xerófita (esto tiene importancia, aunque parezca una concesión irrelevante a lo Ana Obregón), hasta llegar a la estación. Ahí atravesar las vías con la bici al hombro y subirme al andén con la ayuda de otros pasajeros. Que “un poco más adelante había un lugar de paso, alma de Dios”. Pues, eso también hay que saberlo.

Por fin en la estación prevista, sólo me queda pedalear hasta el lugar. No estaba seguro de por donde pero contaba con las indicaciones de 3i. Ahí que voy exigiendo en la vía de servicio de la autopista, que no en la propia autopista, mi derecho a estar entre otros vehículos. La rueda hace poff. He pinchado. Nueva llamada a 3i y a sentarme a arreglar el pinchazo. Para que veáis que a pesar de ser un desastre procuro estar preparado y llevaba una cámara de repuesto, los desmontables y la bomba. 3i aparece a ayudarme. Una espina de un matorral, grande como mis pecados era el culpable. Aquí cobra sentido lo de la vegetación xerófita que mencionaba antes.

Arreglamos el pinchazo, pero ya vamos con prisas. En la furgoneta me cambio, me pongo el dorsal, rebusco la licencia mientras 3i añade el número obligatorio a la bici. Después cumplir con las normas. Dejar la bici en boxes, comprobar los frenos y el casco, presentar la licencia, que si beber, de nuevo 3i al quite, que si calentar, que qué agobio.

La carrera está a punto de comenzar. Yo ya estoy invadido por la tensión previa a la competición. ¿Ese que tengo delante es Raña? Pues sí por que lo pone en su mono, que por cierto le queda mejor que a mí el mío. Esto es lo más cerca que he estado nunca de la gloria olímpica, lástima que no se llevara medalla, porque la gloria aún habría sido mayor por convección. Raña se fue a la cabeza de la carrera y yo al final. Salí el último, literalmente, en medio de una polvareda que había causado un compañero de equipo en su caída. Cuéllar, éste sí, un excelente triatleta, deportista y compañero. Claro que yo no lo vi, porque el iba en cabeza y yo el último.

Disfruto de los primeros seis kilómetros. Alguna de las chicas, que salían un minuto más tarde me pasaron, pero por lo demás era yo el que fui ganando unos cuantos puestos. Hacía calor, pero la sensación era muy buena, a pesar de que por la mañana ya me había dado otra paliza. Primera vuelta y segunda. 3i y su familia hacen de pomponeros de lujo. Me sienta estupendamente porque no tengo costumbre.

Disfruto.

Llego por fin a la parte más temida por mí: la bici. Me concentro para no meter la pata. Primero el casco, antes de nada, luego coger la bici pero sin montarse, que hay que esperar a que den la señal. Lo hago bien, aunque pude ver después que muchos se despistaban y les llamaban la atención, no sin motivo. Bebo un poco, salgo de la zona de boxes, me calzo la bici, ruedo unos metros y... compruebo con horror que tenía la otra rueda pinchada. ¡Óspera con la vegetación xerófita!

Tuve que abandonar con toda la rabia. A ver que iba a hacer. Una pena, porque estaba disfrutando un montón. Una de las jueces, que me recogió el dorsal, me vio con tal cara de pena que hasta me consoló. Total, ya había abandonado la carrera que podía permitirse, sin faltar al reglamento, un poco de ayuda.

Pues eso, ¿cuándo es la siguiente, 3i? Que ya estoy lanzado.