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martes, 28 de agosto de 2012

Eterno Miguel Hernández en las puestas de sol de Creta

En esos momentos tan bonitos en los que uno tiene tiempo para pararse a ver el milagro de la puesta del sol, me viene a la memoria unos versos de Miguel Hernández.

La verdad es que no me la sé de memoria, e incluso sospecho que mi memoria no es demasiado fiel, pero internet nos saca del apuro. Encontré los versos en otra página.

La foto es mía, de Creta.

Así como recojo en lo último del día,
a fuerza de honda, a fuerza de meneo,
en una piedra el sol que ya no veo,
porque ya está su flor en la agonía,

así recoge dentro del alma mía
por esta soledad de mi deseo
siempre en el pasto y nunca en el sesteo,
lo que le queda siempre a mi alegría:

una pena final como la tierra,
como la flor del haba blanquioscura,
como la ortiga hostil desazonada,

indomable y cruel como la sierra,
como el agua de invierno terca y pura,
recóndita y eterna como nada.

Miguel Hernández, tomada de El rayo que no cesa


Península de Akrotiri
 

martes, 2 de septiembre de 2008

2.9.2008 – Volver

Pues ya estoy aquí. Este verano no he salido a correr tanto. También la piscina ha ganado la batalla por el dominio del tiempo durante el verano. Las últimas semanas todavía menos debido a que ya había empezado a trabajar.

Ayer salí a correr, a darme una vuelta, a estirar las piernas y empezar la temporada. Me apetece la idea de volver a empezar.

Me lo tomé con mucha tranquilidad. Tenía pensado unos 30 minutos a ritmo muy tranquilo, me encaminé hasta El Retiro, aprovechando que los días todavía son largos. La idea era ir y volver, pero una vez que llegué allí decidí darme una vuelta. Había ambientillo y sobre todo disfrutaba del calorcito que acompañaba. Aunque en Helsinki no me acordé de ello, incluso agradecí el fresquito, descubrí que lo había echado de menos.

viernes, 22 de agosto de 2008

22.8.2008 – Las mejores intenciones

Aprovechando un receso de las reuniones de trabajo que han supuesto el punto final a mis vacaciones finlandesas, me he escapado para ir al cine. Aquí lo hago con cierta frecuencia, aprovechando las sesiones en versión original y la comodidad de los cines. Mejor a esas horas en las que no hay mucha gente, para disfrutar de la película sin tantas cabezas por delante y ruido de palomitas. Casi como si estuvieras solo. Otra ventaja es que, quizás, aquí no sorprenda tanto ir al cine solo. Aunque necesariamente no sea esa la razón, pero parece existir la creencia generalizada de que vas solo, porque no tienes nadie más con quien ir. Y que las películas como “eso” en Nueva York congreguen probablemente más solitarios que las de abundante intercambio de balas y puñetazos en cualquiera de sus versiones. Debo decir, sin embargo, que la mayoría también aquí venían en pareja o en comandita.

Hace ya unos cuantos días leí un artículo en El País sobre la difícil coordinación de las vacaciones de las nuevas parejas con hijos del matrimonio anterior. El reportaje me pareció interesante en sí, incluso durante un momento consideré con simpatía la dificultad de las parejas del reportaje, de obvio alto nivel económico, que tenían que hacer malabares para poder compaginar las exigencias de todos los miembros de la recién inaugurada familia. Lo mejor fue sin embargo uno de los comentarios que los lectores dejan en la red y que en unas pocas líneas trasladó con precisión toda la carga de ironía y sarcasmo de un lector indignado. Y no le faltaba razón, el artículo presentaba como una tragedia para las nuevas familias aumentar las actividades, como cruceros en yate y viajes a París, a golpe de talonario. Lo realmente difícil era tratar de afrontar los gastos cada vez mayores con la exigua prestación por desempleo. Y pocos cementos amalgaman con mayor firmeza una relación que la puntualidad con que llega el débito de la hipoteca. Me hizo mucha gracia.

Pues no pude evitar retomar esta línea de pensamiento mientras veía la película. El momento de mayor dramatismo, el clímax trágico, era el plantón casi ante el altar de un bodorrio por todo lo alto. Otros momentos de gran carga emocional eran una pequeña infidelidad o las consecuencias del climaterio. Evidentemente la contraposición de los devaneos sentimentales de las chicas, ya bastante talluditas, de Nueva York con la realidad cotidiana de una persona normal resulta devastadora. Por no traer al parangón verdaderos desastres y tragedias humanas como guerras, terremotos, enfermedades y otros jinetes del Apocalipsis.

Y sin embargo, no pude evitar sentir simpatía por las tribulaciones de los personajes, como tampoco dejo de hacerlo por otras situaciones ficticias simuladas en series de televisión, muy habitualmente estadounidenses, a pesar de que en algún rincón de la conciencia se remueve preso de la urticaria el rechazo a la glorificación de un único modelo válido de vivir, al que todos aspiran pero que muy pocos puede realizar.

Pero, ¿por qué no habría de ser así? Cuando todas estas producciones estadounidenses han sido elaboradas con esmero para apelar la conmiseración hacia los personajes, para proyectar la nuestras propios quebraderos y querencias a los devenires de los personajes. Yo no me atrevo a criticar la emoción ante el drama de un personaje de culebrón junto con la relativa apatía ante la visión tan diaria como terrible de las noticias del día. La tragedia de Carrie Bradshaw podemos sobrellevarla, la horrible y real de la guerra, la hambruna y la desesperación diaria de miles de personas es demasiado cruel.

Estas series norteamericanas con abundante melodrama despiertan en mí el deseo de ser mejor persona. Y eso no puede ser malo.

Lástima que después de salir del cine y caminar hacia la estación de tren, todos esos buenos sentimientos se los tragara la tierra. Tuve deseos de hincar el diente en la yugular a un grupo de adolescentes descerebrados que cometieron la osadía de invadir el carril bici. ¿Adonde fueron las mejores intenciones? ¿Den goda viljan? “Late corazón, ¿quién sabe lo que se traga la tierra?”

martes, 19 de agosto de 2008

19.8.2008 – Minua Kupittaa

Regreso de viaje de trabajo de Turku. He acabado un poco antes de lo que pensaba y como estaba harto de tomar café, que es el síndrome del trabajador en Finlandia, he tratado de encontrar un lugar para tomar una cervecita. Normalmente los alrededores de las estaciones en todas las ciudades rebosan de sitios de mejor o peor calaña, recuerdo especialmente uno próximo a la estación de Jyväskylä..., pero los alrededores de Kupittaa, son casi tan desiertos como los de la estación de Getafe industrial un domingo por la mañana.

El paisaje desde la ventana de tren suele ser particularmente bonito. Esos campos de cereales todavía verdes y esos campos amarillos de colza, pero naturalmente todo resulta más vistoso sin esa lluvia pertinaz que ha empañado todo el verano. Lástima que la gente no sea más silenciosa. Los únicos que parecen hablar, o al menos a los únicos que se oye, son los extranjeros: una pareja de chinos y un grupo de suecos. Los finlandeses solo gritan cuando hablan por teléfono. Por lo demás valoran el placer de viajar en el mismo compartimiento en silencio ¿Me estaré volviendo finlandés?

viernes, 15 de agosto de 2008

15.8.2008 – Por la senda real

El pasado domingo me animé a hacer ese viaje a Porvoo que tenía pensado y para el que había hecho con devoción excursiones de reconocimiento. El tiempo no es que fuera muy prometedor, las nubes abundaban y tapaban el sol, pero no parecía que fueran a descargar. Además, era lo mejor que había tenido en mucho tiempo. Eso sí, en la duda de qué hacer, salí bastante tarde.

El camino hacia Kuusijärvi estaba fresco en la memoria y llegué sin mayor novedad. Y luego había estudiado con bastante cuidado las dos siguientes desviaciones. Me tuve que parar un par de veces para consultar el mapa pero me fue bastante bien. Después fue algo más complicado orientarse. En un determinado momento, se acabó la vía para bicicletas y me incorporé con cierta pena a la carretera. No había tantas posibles desviaciones y confiaba en que las indicaciones que había procurado me bastaran. Parte de ellas me llevaban por carreteras más transitadas.

Ni había tantos coches, ni iban tan rápido, pero me resultó particularmente desagradable ser sobrepasado por una exhalación con efecto Doppler, acostumbrado como estoy a la tranquilidad de las vías de bicicletas. Ahí suelo ser yo el que adelanta a viejecitas en carricoche y esquivo con cierto desdén, e injustificado sentimiento de superioridad, a los peatones que por despiste o atolondramiento se adentran en “mi” camino.

En esa batalla insensata con los coches, me di cuenta que no me estaba resultando particularmente agradable esa parte del camino, del que, por cierto, cada vez dudaba más. Cuando llegué al pie de la espléndida y bien cuidada catedral de Sipoo, en medio del camino, decidir desviarme del camino para contemplarla con más tranquilidad y finalmente dar la vuelta, hacer una paradita en la sauna de Kuusijärvi, con chapuzón en el lago, y después volver a casa. 3i enarcaría una ceja y preguntaría por la ubicación de mi espíritu de aventura, pero yendo como iba solo y siendo principal beneficiado y damnificado de mis decisiones, así lo hice.

El contador de kilómetros me falló por falta de batería, pero calculo con bastante precisión que me salieron en total unos 85-90 km. Eso sí, sin grandes desniveles ni puertos, aunque bastantes pequeños ascensos y descensos que obligaban a cambios de marcha.

La excursión a Porvoo, próximamente, pero estudiaré rutas alternativas y con más detalle.

miércoles, 6 de agosto de 2008

6.8.2008 – 25 noches

El sol se pone unos 35 grados más hacia el oeste desde el observatorio del atardecer en que he convertido mi ventana. Enciendo las luces de la habitación y soy consciente de que hay una nueva atmósfera distinta de la de hace unos días, otro “stämning”, otro “tunnelma”, por decirlo de forma internacional y que aún así no cambie nada. Constato que la misma sensación la repito año tras año, desde distintas ventanas del mismo edificio de Kannelmäki. Veo a lo lejos las luces del tren aproximarse a la estación. Atrás quedan viejos amigos, y lo que queda al final es la certeza de que todo acaba. Algunas cosas más pronto que otras, como el verano en Finlandia. Algunos dicen que todavía queda verano por delante. Me voy a tomar un copazo.

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Así de melancólico me pone el cielo turbio de una tarde lluviosa de verano. He leído un artículo de uno de mis escritores favoritos, Claes Hylinger, que me temo, también se dejaba caer en esas ”great apprehensions of melancholy”, y que le daba a la cerveza. Y sin embargo tiene su punto. Creo que no está traducido al castellano. Recuerdo que cuando estaba de visita en Suecia, o incluso en las buenas librerías de Helsinki, trataba de recabar información sobre el escritor, y de esa manera sus libros en edición de bolsillo, o de segunda mano, porque los libros en estos países están a unos precios prohibitivos. Sin embargo nunca aprendí a pronunciar bien el nombre del escritor y la mayoría de los libreros se quedaban sin saber qué decir. Aprendí a escribir el nombre en un papel, mas nunca compré un libro de esa manera. Si tenían libros suyos, era el que ya tenía o estaban a un precio prohibitivo.

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Descubrí a Hylinger gracias a una profesora de un curso de verano, que se dedicó a repartir algunos de sus libros entre los estudiantes. Podía decir que era una forma de premiar a los estudiantes más disciplinados, pero creo que al principio quería conseguir que trabajáramos un poco más, y defendía la teoría de que la lectura es una forma excelente de aprender otro idioma. Me entusiasmé con la lectura, porque supongo me recordó al año que pasé en Göteborg, que quizá tuviera más de malo que de bueno, pero el paso del tiempo todo lo empaña y embellece. A pesar del entusiasmo con que me dedicaba a la lectura no pude acabar el libro. Me debió ver con cara de pena y me lo regaló. Bueno, tal vez quería aligerar un poco su equipaje, el caso es que me hizo un favor. Tengo, por cierto, un excelente recuerdo de ella y de otras profesoras que he tenido. Dagmar, se llamaba, Dagmar. “Ja, ja, mensann”

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He pasado toda la tarde en casa de un buen amigo. La comida era sencilla, incluso rústica, pero sabrosa. Creo que le había echado comino a la ensalada, lo que me sorprendió, pero desde luego no desagradó. Una combinación interesante era la torta de cebada con queso azul. Lo mejor era sin duda una de sus especialidades: panqueque al horno con nata fresca batida y fresas en confitura. Delicioso, probablemente debido a su alto contenido en grasas saturadas en diversas formas lácteas: nata, mantequilla, crema de leche... Sencillamente delicioso.

Con todo, lo mejor ha sido la conversación. Pequeñas cosas, repasar las vivencias de los conocidos comunes, describir los sueños y las pesadillas, bromear, reflexionar y al final dejarse confortar en la convicción de que aunque este camino que no sabemos dónde acaba, pero del que tenemos la certeza de que acabará, no siempre lo hacemos solos.

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A mí, el blog que me gustaría escribir es una versión finlandesa del libro de Frances Mayes, Bajo el sol de la Toscana

sábado, 2 de agosto de 2008

2.8.2008 – No se puede fiar uno del tiempo

Habían anunciado que el tiempo cambiaría ayer viernes y así ha sido. Todavía por la mañana cabía la esperanza de que no lloviese. De hecho después de comer me di un breve paseo para tomar un café por el centro y el sol prometía, pero justo cuando estaba sentado en el poyete de Porthania pensando qué podía hacer, el cielo oscureció y las primeras gotas de la tormenta comenzaron a caer, escasas pero con fuerza, como un presagio de que luego vendría lo peor. Ante eso decidí recorrer en bici los 10k que hay hasta casa, pensando que aunque me mojara entonces podría mirar la lluvia desde el séptimo piso con toda tranquilidad. Por supuesto, sólo llovió mientras estaba de camino.

Había llegado el momento de tomarme un descanso y quedarme en casa. Sólo salí a comprar ensalada y me regalé después con un buen perolo y más tarde con una película. Hoy me prometía lo mismo. Efectivamente hay muchas nubes en el cielo y de esas que pueden portar lluvia. Pero ahora estoy un poco arrepentido de no haber salido con la bicicleta a hacer la ruta a Porvoo, que ha de ser uno de los momentos cumbres del verano. No puedo dormirme en los laureles que las vacaciones se acaban. Y después de haberlo anunciado con tanto bombo y platillo no puedo quedarme a dos velas.

He aprovechado para ponerme al día con los amigos, a los que tenía bastante abandonado por las presiones de tiempo. Algunos de ellos también mantienen un blog, bueno, ellas son más constantes que yo. Ylva fue profesora mía y es una persona de inteligencia fina y cultivada. Enseña sueco durante el curso académico en Corea del Sur y durante el verano en Uppsala. Escribe de y sobre muchas cosas con certera percepción y sutil ironía (toma ya). El blog –Långt öster om Österlen- está por supuesto en sueco, pero eso no impide a algunos de vosotros leerlo.

Hay muchos comentarios, aunque especialmente interesante son esos que dedica a la discriminación por edad. Ylva siempre ha tenido una vena muy humanitaria y siempre ha criticado las diversas formas de discriminación, especialmente aquellas que quedan enmascaradas e impunes en una sociedad autocomplaciente refugiada en la conveniente comodidad de la corrección política. (Si alguien pensaba que no se podían poner tantos conceptos juntos en una sola frase, acabo de demostrarle lo contrario, que se pueda leer con comodidad es otra cosa). Si en muchas ocasiones en las que hemos hablado el objetivo era la xenofobia, (Ylva, me tienes que recordar cómo se decía eso en sueco, en finés se dice “muukalaisviha”), en su blog acometa ahora la denuncia contra la discriminación por edad, que en muchas ocasiones queda encubierta. Ylva hila fino.

Otra joya es el blog de yoyoyo –Con dos tacones de mujer–, también con entradas de gran agudeza sobre temas de actualidad vista desde la compasión. Ya sé que en este mundo la compasión como concepto y como acto tiene muy poco valor. No sólo se menosprecia, sino que algunos la rechazan porque la ven denigrante, pero yo la voy teniendo cada vez más estima y se ha convertido en mi meta para la buena acción del día. Tiene una sección, y es que también se puede uno especializar en esas cosas, de música para el finde que es una alhaja, (lo digo para no repetirme con lo de las joyitas). A ver si aprendo a colgar cosas como esas para que descubráis también esas joyitas.

viernes, 1 de agosto de 2008

1.8.2008 – En todas partes cuecen habas

Toda esta semana ha estado haciendo un tiempo impresionante. Se levantaba completamente despejado, con un potente chorro de luz que se colaba por las mañanas contra todo pronóstico a través del angosto dintel de la puerta, todo ello después de atravesar la ventana de la cocina y el espacio entre medias. La luz se transmite en línea recta, pero no deja de sorprender su insistencia, especialmente en esas ocasiones en las que la luz directa en los ojos no te deja dormir. A lo largo del día surcaban el cielo algunas nubes de esas alargadas y estratosféricas en lo alto o incluso, éstas más cercanas al suelo, en forma de masas de algodón. El cielo por supuesto de un intenso azul, pues no podía ser de otra forma, y la hierba esplendorosa en su verdor, como en los recuerdos de infancia de Antonio Machado. Las nubes han cubierto ocasionalmente el sol dando un solaz respiro del calorcito, que no calor. Bueno, lo digo ahora con la boca pequeña, algunas veces más que refrescante hacía directamente fresco, que aquí la brisa nunca es aire sahariano.

Con todo, cuando el tiempo ha cambiado a lo que es el típico verano finlandés de chubascos de distribución irregular, casi he suspirado aliviado. Como aquí es obligatorio aprovechar los momentos de sol que se ofrezcan y salir fuera, yo no hacía más que ir de un sitio a otro con la bici. Y normalmente los sitios también incluían la piscina, para no perder comba, que este curso, ha sido especialmente prolífico en largos. Es decir, que he acabado agotado. Al tumbarme en la cama sentía, o mejor dicho, no sentía, las piernas por el constante pedalear. Y eso que tampoco ha habido para tanto.

Y luego, ese placer tan típico que produce contemplar la lluvia azotar los cristales de la ventana mientras se está tranquilito y a gusto dentro. Como veis, mis placeres no son nada peculiares y sí bastante burgueses, pero es que otros no me puedo permitir.

Planeo un viaje en bici a Porvoo, dependiendo del camino, está como a unos 50 km, 60 km desde mi casa. Gracias a un amigo he logrado poner a punto la bici. (Para hinchar los neumáticos a la presión adecuada tienes que tener una buena bomba, al menos yo no me apaño con las pequeñitas.) Ayer estuve haciendo parte del camino, para el día D no perder el tiempo orientándome con el mapa. La decisión ha demostrado ser providencial, porque ayer quería llegar hasta Kuusijärvi, pero al final no me aclaré demasiado y me quedé en Tikkurila, una especie de Mostoles (“- Oiga, ¿usted cree en el más allá? – Nos ha fastidiado, como que vivo en Tikkurila”, pues eso),y tuve que volverme con prisas porque estaba oscureciendo. Todo eso a pesar de haber intentado lo fácil y haber tratado de seguir uno de las vías nacionales de bicicleta que recorren todo el país. Nacional, pero muy mal señalizado, vamos, fatal.

Con lo bien que hablo yo siempre de los finlandeses y aquí no están a la altura de las circunstancias, podrían buscar consejo de los Tierra Trágame, que hacen un trabajo magnífico de señalización en las competiciones que organizan. Por lo visto, no soy el único que piensa así. La siempre ajetreada sección de cartas al director del Helsingin Sanomat, ha dado testimonio de intercambio de opiniones y quejas de los usuarios, que incluso ha sido contestadas por el responsable del programa de promoción del transporte en bicicleta.

En Finlandia los políticos y funcionarios sí leen, por lo visto, el periódico. El problema de la señalización deficiente parece residir en la dilución de responsabilidades que supone la descentralización del poder público, es decir, la cesión de competencias a los municipios. Teóricamente, éstos deben colocar los cartelitos, en los puntos en que el camino atraviesa el territorio de su competencia, y el estado en los lugares más genéricos. Pero los unos por los otros y la cocina sin barrer. Los municipios, en muchos casos, ns/nc, el departamento ministerial dice lo que dicen todos, que el presupuesto no le llega para esos menesteres. Pues eso, que en todas partes cuecen habas.
El camino hasta Kuusijärvi se puede seguir, más menos que más, en Google. Como siempre refleja las carreteras y no las vías ciclistas, pero sirve de referencia. Por cierto, atravesaba paisajes preciosos por su valor cultural como el natural: Haltijankartano, Tammisto, Helsingin pitäjän kirkonkylä, y todo en la propia área urbana de Helsinki. Hay que venir a verlo.