sábado, 6 de diciembre de 2008

1.12.2008 - Tiempos extraños

En estos días de serotonina desbocada y de química neuronal alterada, he revisado el fondo lírico de mi estantería. Quizás sea Miguel Hernández en “El rayo que no cesa”, quien toque mejor la fibra sensible de las turbulencias que se producen en las primeras fases del enamoramiento, cuando aún no es correspondido. Sin embargo, y como ya voy teniendo muy claras las cosas, he descubierto un poema igual de desgarrador, pero más sereno, de Gabriela Mistral. Su lectura ha constituido un inesperado consuelo en un viaje de retorno de Italia con el corazón en otra parte.

Cosas, que es el título del poema, empieza así:

“Amo las cosas que nunca tuve,con las otras que ya no tengo:”

Las cosas que ya no tengo son las que se perdieron, momentos, amigos, seres queridos, que ya se fueron y nunca volverán. Y sin embargo, aún en la melancolía de su ausencia, constituyen recuerdos felices, a los que amar. ¿Y las cosas que nunca tuve? ¿Cómo es posible sentir nostalgia de cosas que nunca existieron? Pues yo constato que así es. Son los caprichos de la sed.

domingo, 23 de noviembre de 2008

23.11.2008 – La química del amor

Leí hace poco en los periódicos la publicación de un libro que trataba de los conocimientos actuales sobre el cerebro humano. Entre otros sesudos, nunca mejor dicho, argumentos se dedicaban a descartar aquella reminiscencia histórica que separa mente y cerebro, materia y pensamiento. Según el artículo no sólo fenómenos tangibles, o al menos mesurables con la tecnología actual, sino aquellos que todavía se escapan a la sofisticación, aún grosera, de la resonancia molecular o la secuenciación del ADN, como el pensamiento o la conciencia, son resultado de la actividad del cerebro. Y éste, es una red de neuronas interconectadas por impulsos eléctricos y neurotransmisores, en definitiva materia.

Por cierto, la conciencia quizá esté sobrevalorada, porque se supone que es lo que nos distingue de los animales. Y eso que hay animales, los considerados por deformación como superiores, que han mostrado capacidad de atisbar su existencia como entidad individual. Y que, desde luego, muchos humanos han dado muestra fehaciente de no tener el mínimo atisbo de conciencia.

Una de las conclusiones de los autores, que por cierto no es nueva, era que se podía entender las enfermedades mentales como un desbarajuste del metabolismo nervioso. Yo no voy a hablar de enfermedades mentales, aunque bien sé que algunos me consideran un caso clínico, sino de una conversación que tuve con una profesora cuando estudiaba bachillerato. Bueno, más que conversación era adoctrinamiento, porque ella enunciaba y yo absorbía su experiencia, asintiendo a sus palabras sin más crítica.

Más o menos venía a decir que el amor, entendido como el arrebato pasional del enamoramiento, es como una gripe, una alteración temporal del equilibro cerebral que nuestra psique experimentaba cada cierto tiempo, que te removía de arriba abajo, te dejaba echo polvo, pero que afortunadamente no duraba mucho tiempo. Incluso venía a decir que era un estado de enajenación que el ser humano necesita para su buen funcionamiento a largo plazo.

Según ella, el enamoramiento acababa por pasar y que aquellos sentimientos que parecían tan intensos y duraderos en su momento, se desvanecían como una construcción de arena abatida por las olas. Y es cierto, ya se lo preguntaba el poeta (creo que Bécquer) ¿quién sabe a dónde se van tanta pasión y arrebatos cuando el amor desaparece? Siguiendo con la vena poética, del amor se hace lo mismo que se hizo de los siete infantes de Lara. La respuesta es que todos murieron.

Pues yo, como total, no tengo otra cosa que hacer, me he puesto a buscar las mejores definiciones, poemas o textos relacionados con el amor. Total como de eso hay poco...

Pues para empezar, y dada la relación de esta página con Finlandia, recordar a Mika Waltari, que tiene un par de páginas en su obra más conocida “Sinuhe, el egipcio”, que son una de las descripciones más precisas, certeras y bellas que se han escrito sobre el amor. Tan bellas como trágicas porque el amor de Minea y Sinuhe acaba embalsamado.

Como poesía del amor hay tanta como granos de arena en el desierto, por utilizar un símil apropiado a la discusión, sigo con la prosa de Marguerite Yourcenar

Las Memorias de Adriano, que además se complacen en disfrutar de la traducción de Julio Cortazar, contienen en su primera parte, “Animula, vagula, blandula”, un párrafo especialmente atinado. Como al final siempre hay que volver al principio diré, que según la misma profesora, “Las Memorias” constituyen una de las reflexiones más conseguidas acerca de la vejez.

<<"En la mayoría de los seres, los contactos más ligeros y superficiales bastan para contentar nuestro deseo, u aún para hartarlo. Si insisten, multiplicándose en torno de una criatura única hasta envolverla por entero; si cada parcela de un cuerpo se llena para nosotros de tantas significaciones trastornadoras como los rasgos de un rostro; si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación, placer o hastío, nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; si pasa de la periferia de nuestro universo a su centro, llegando a sernos más indispensable que nuestro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que veo, más que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu.">>

Sin embargo Margarita, a pesar de toda su sabiduría y la colaboración de Julio Cortazar, se equivocaba como la paloma. En mi opinión se invierte el papel del agente con el del sujeto pasivo, porque el prodigio, o la tortura, es la irrupción de la carne en el espíritu y no al contrario.

viernes, 7 de noviembre de 2008

2.11.2008 – Cuento moral

Sale a colación un poco por la actualidad política. El que no haya oído hablar a estas alturas de las elecciones de Obama es que vive en un mundo con muchos más problemas que yo. Lo que hace irrelevante cualquier disquisición superflua.

A mí, como a todo el mundo, los problemas me sobran, pero lleva rondandome desde hace unos días una historia que un amigo me contó de su trabajo. Y ahora es un buen momento para contarla.

Mi amigo trabaja para una empresa de un país nórdico, que pese a sus proclamaciones de independencia y de espíritu propio está, como todos, instilada por los modos y maneras paridas en las universidades y empresas norteamericanas de prestigio. Me refiero a esa mezcla de “cómete el mundo, aunque tengas que sumergir a la madre que te parió en una tina de ácido clorhídrico”. Eso sí, sea dicho todo con la mayor corrección política.

Por lo visto esta empresa de allende organiza durante su reunión anual una especie de votación directa por la que los trabajadores presentas eligen el mejor proyecto del año. En el mejor estilo holliwoodiense los responsables de la criatura salen a defender su proyecto y arrancar los votos de una masa de votantes que tienen más ganas de refocilarse y acabar de una vez, que de aguantar discursos. A esas alturas de la sesión la gente se deja llevar por la capacidad del “showman” de librarlos del tedio y no dudan en aprovechar cualquier oportunidad para jalear o prorrumpir en aplausos.

Como para todo hay que hacer declaración de principios, cuenta mi amigo que todos los proyectos presentados eran irreprochables, no en vano habían pasado un filtro inicial, y que la gente que trabaja en su empresa son, en general, buenos profesionales. Y como conozco muy bien a mi amigo, no se me ocurre ponerlo en duda. En cualquier caso, los proyectos y su contenido eran irrelevantes. Uno de los ponentes, por lo demás completamente carente de habilidades sociales, quedó fuera de juego enseguida. Sus argumentos eran válidos, pero no podía competir con la habilidad de los otros dos de llegar al público. El segundo perdedor, (porque si no ganas, pierdes), era un excelente orador, de maneras suaves y con un buen discurso, pero quedó a la sombra de la verborrea triunfalista del tercero. Éste era de los que sí escrituran entre los triunfadores y que se dedicó a venderse a sí mismo con argumentos que no sé por qué recordaban a un batiburrillo de Top Gun con Titanic. Fue éste y por esta razón el que se llevó el gato al agua.

Mi amigo me confesó, no sin cierto atisbo de temor y temblor, que desde luego no era su candidato, que el suyo era el que promovía valores menos rentables electoralmente, pero más acordes con una perspectiva del trabajo en la que prima la colaboración y el intercambio frente al liderazgo por pelotas. Que desde luego no se negaría a trabajar con don “aquí estoy yo y mi circunstancia”, porque el trabajo es obligación y no devoción, pero que no podría evitar hacerlo con recelo de quedar aplastado por semejante manifestación de ego.

Recordaba mi coleguita, que hace unos años los fastos los ganó la candidatura que presentó como mejor argumento una caricatura de vaca feliz saltando como un delfín fuera del agua. Por lo demás el máximo valor del proyecto era haber descubierto el correo electrónico como herramienta de comunicación. Eso sí, el siguiente año hubo profusión de animales en semejante actitud.

¿Nos dejamos, pues, llevar por argumentos irracionales cuando votamos? ¿Es cierto, al final, que nos merecemos los dirigentes que nos gobiernan? Así debe ser, a juzgar por los resultados electorales en muchos estados. No entro en cuáles, porque esa es harina de otro costal.

Moraleja, mi amigo tomó la decisión de votar en las sucesivas ocasiones en consecuencia con lo guapo o feos que le parecieran los ponentes, lo que en ocasiones era una tarea más que ardua, considerando el nivel que había. Y su justificación es que en un mundo sin ética ni razón, el argumento que resta es la estética. ¿O no?

viernes, 24 de octubre de 2008

24.10.2008 - Adelante

Ya sé que llevo mucho tiempo sin escribir, pero es que mi vida ahora se reduce prácticamente y en exclusiva al trabajo. Es una pena porque tengo materia de la que escribir y de la que hablaría con gusto, pero son demasiados viajes y días muy largos. Quiero contaros en otra entrada sobre el Festibike. También me engañaron para ir a la carrera de Las Dehesas. El año pasado me encantó y este también, lo que pasa es que no sé si da para otra crónica.

20.9.2008 – El Duatlón del Festibike

Este tenía que ser mi primer duatlón. 3i me avisó unos días antes que esta era mi oportunidad para estrenarme. He participado en algún acuatlón, incluso en una carrera de bici de montaña, aunque no de forma competitiva, (podéis investigar en los archivos de este blog, porque las crónicas son bastante graciosas), pero lo cierto es que con la bici no me había atrevido a nada más.

Los que no conocéis a 3i no sabéis lo insistente que puede ser, pero en esta ocasión no le costó demasiado convencerme. Era un duatlón de 6 km de carrera a pie (dos vueltas a un circuito de 3k sobre tierra) + 20 km con bici de montaña (3 vueltas a otro circuito) + 3 km a pie, (una vuelta al primer circuito. Era un duatlón cross y no sobre asfalto, lo que limita bastante las competiciones en que estoy en disposición de participar, porque mi bicicleta, y a la postre, posesión más preciada, es de montaña. Y de momento no tengo otra. Pues no le resulto difícil convencerme porque le tenía ganas a uno y me aseguró que no tenía dificultad técnica y que él estaría de apoyo, de pomponero.

Yo me empeñé en salir a correr por la mañana con el grupo del S3R, porque ese momento el sábado es uno de los mejores de la semana y no me gusta renunciar a él. El duatlón empezaba a las 16:00 y tendría que darme tiempo de sobra de llegar, incluso comer, pero ahí metí la pata. Primero tenía que prepararme y el triatlón y sus variantes exige más equipamiento que una carrera a pie. Que si el casco, los guantes, el mono, el avituallamiento, la licencia, los imperdibles, y yo con estos pelos. Como yo soy un poco perla y a pesar del empeño que le pongo, al final siempre se me olvida algo. 3i suele estar siempre al quite y se convierte en mi salvación y sustento, pero ya me va echando la bronca, ya.

Una vez preparado, o al menos así lo creía, llegaba la segunda parte. Lo cierto es que aunque no imposible, el deporte en Madrid está pensado para gente con coche. Llegar hasta la estación de tren y de ahí hasta Las Rozas, a la estación de Pinar. Aunque el transporte de la bicicleta está permitido en tren durante los fines de semana, aún tuve que soportar miradas de odio de la gente que no podía sentarse donde quería.

Pensaba que sólo me quedaba una estación, pero cuando me doy cuenta el tren toma una desviación con la que yo no contaba, eso a pesar de haberme empollado el plano, y en lugar de Pinar, llego al Tejar. Un árbol también, pero aquí se comprueba que no es lo mismo una gimnosperma que una angiosperma. (Esto es un guiño a Anita Obregón).

Total, que estaba donde no era. Llamada de pánico a 3i, que en su afán de verme ahí sudando el nuevo mono del equipo, se pone manos a la obra y promete hacerse con alguno de los últimos dorsales. Por lo visto hasta tuvo que pelearse por el último con una triatleta agresiva, que comentario aparte creo que se le dan bastante bien. Pregunté a unos viejecillos cuándo pasaba el siguiente tren en mi dirección y me contestan. Bueno, que algunos minutillos tardaría, pero ya que voy con bici y estoy tan pertrechado (y eso que no me había enfundado todavía el mono marcapaquetes), que fuera en bicicleta, que el camino no tenía pérdida.

Pues eso, había que pasar por debajo de la vía de tren por una vía pensada para desaguar posibles embolsamientos en épocas de lluvia torrencial. Aquí llueve poco, pero cuando llueve lo hace con alevosía. Y efectivamente, sólo me llevó unos titubeos por un camino yermo y plagado de vegetación xerófita (esto tiene importancia, aunque parezca una concesión irrelevante a lo Ana Obregón), hasta llegar a la estación. Ahí atravesar las vías con la bici al hombro y subirme al andén con la ayuda de otros pasajeros. Que “un poco más adelante había un lugar de paso, alma de Dios”. Pues, eso también hay que saberlo.

Por fin en la estación prevista, sólo me queda pedalear hasta el lugar. No estaba seguro de por donde pero contaba con las indicaciones de 3i. Ahí que voy exigiendo en la vía de servicio de la autopista, que no en la propia autopista, mi derecho a estar entre otros vehículos. La rueda hace poff. He pinchado. Nueva llamada a 3i y a sentarme a arreglar el pinchazo. Para que veáis que a pesar de ser un desastre procuro estar preparado y llevaba una cámara de repuesto, los desmontables y la bomba. 3i aparece a ayudarme. Una espina de un matorral, grande como mis pecados era el culpable. Aquí cobra sentido lo de la vegetación xerófita que mencionaba antes.

Arreglamos el pinchazo, pero ya vamos con prisas. En la furgoneta me cambio, me pongo el dorsal, rebusco la licencia mientras 3i añade el número obligatorio a la bici. Después cumplir con las normas. Dejar la bici en boxes, comprobar los frenos y el casco, presentar la licencia, que si beber, de nuevo 3i al quite, que si calentar, que qué agobio.

La carrera está a punto de comenzar. Yo ya estoy invadido por la tensión previa a la competición. ¿Ese que tengo delante es Raña? Pues sí por que lo pone en su mono, que por cierto le queda mejor que a mí el mío. Esto es lo más cerca que he estado nunca de la gloria olímpica, lástima que no se llevara medalla, porque la gloria aún habría sido mayor por convección. Raña se fue a la cabeza de la carrera y yo al final. Salí el último, literalmente, en medio de una polvareda que había causado un compañero de equipo en su caída. Cuéllar, éste sí, un excelente triatleta, deportista y compañero. Claro que yo no lo vi, porque el iba en cabeza y yo el último.

Disfruto de los primeros seis kilómetros. Alguna de las chicas, que salían un minuto más tarde me pasaron, pero por lo demás era yo el que fui ganando unos cuantos puestos. Hacía calor, pero la sensación era muy buena, a pesar de que por la mañana ya me había dado otra paliza. Primera vuelta y segunda. 3i y su familia hacen de pomponeros de lujo. Me sienta estupendamente porque no tengo costumbre.

Disfruto.

Llego por fin a la parte más temida por mí: la bici. Me concentro para no meter la pata. Primero el casco, antes de nada, luego coger la bici pero sin montarse, que hay que esperar a que den la señal. Lo hago bien, aunque pude ver después que muchos se despistaban y les llamaban la atención, no sin motivo. Bebo un poco, salgo de la zona de boxes, me calzo la bici, ruedo unos metros y... compruebo con horror que tenía la otra rueda pinchada. ¡Óspera con la vegetación xerófita!

Tuve que abandonar con toda la rabia. A ver que iba a hacer. Una pena, porque estaba disfrutando un montón. Una de las jueces, que me recogió el dorsal, me vio con tal cara de pena que hasta me consoló. Total, ya había abandonado la carrera que podía permitirse, sin faltar al reglamento, un poco de ayuda.

Pues eso, ¿cuándo es la siguiente, 3i? Que ya estoy lanzado.

martes, 9 de septiembre de 2008

31.8.2008 – Carros de Foc

Me permito en esta ocasión reproducir la crónica de un amigo que participó en la ya mítica prueba de resistencia Carros de Foc. El misticismo viene de su recorrido de 50 kilómetros con 9.000 metros de desnivel acumulado por los 9 refugios del parque natural de Parque Nacional d'Aigües Tortes i Sant Maurici (creo que se escribe así). Por lo visto se la inventaron los guardas de la zona. Más información en la web de la revista Desnivel.

<< 1.9.2008
Ayer volví de Carros de Foc, coincidiendo con la operación retorno, me tiré todo el día en el coche.

La carrera se me dio bien, terminé con un tiempo de 21:01. Mi colega, con el que hice el primer tercio, luego me sacó 4 horas. Salimos a las 04:15 de la mañana de Colomina, armados con frontales. Había dormido fatal y poco porque me encontraba mal, al levantarme a las 3:30 fui directamente a vomitar. No pude desayunar, porque no me entraba nada. Cuando pasamos el primer refugio todavía era de noche. El camino hasta ahí era relativamente fácil. Había decidido “probar” y si no me encontraba bien retirarme y volver a Colomina. Pero seguí. En las subidas tiraba Alfredo y en las bajadas yo. Así pasamos los tramos más largos y duros a la vez. A las 11 de la mañana en una subida muy puñetera el colega se me escapó y a pesar de la caña que di en la bajada ya no pude pillarle. Allí me quemé un poco, llevaba 8 horas de carrera y aún no había llegado hasta la mitad. Tuve que aflojar bastante y pasé a “modo de ahorro de energía”. Encima no conocía el terreno en esa parte y tuve que parar mil veces a consultar el mapa para orientarme. Sobra decir que iba totalmente solo. A las 21:15 llegué al penúltimo refugio y ya era de noche. Estaba destrozado con dolores múltiples y tiritando del frío y de cansancio. Pregunté si les quedaban plazas, porque me querría retirar y dormir allí. Y sí, les quedaban. Pero en lugar de “venderme” la cama allí, me dieron de beber y de comer y me animaron a seguir. Yo no estaba nada convencido, me quedaba uno de los tramos más duros y mal señalizados, que de noche se podría convertir en una pesadilla. Yo tenía tres grandes problemas: 1 – como no se veía nada de nada, me perdería casi seguro. 2 – me podría quedar helado, no hacía mucho frío, pero todo mojado y con poca ropa… Además por mi cabeza daba vueltas el recuerdo de la reciente hipotermia que me impidió terminar en Embrun. 3 – estaba medio muerto de cansancio y con fuertes dolores por todo el cuerpo.

Entonces apareció en escena Willy. Un personaje de lo más. Era uno de los guardas de otro refugio, además había corrido la carrera y terminado primero con un flipante tiempo de 11:20 h. Me animó mucho a seguir. Me dibujó el camino, me lo explicó 6 veces, me prestó su forro polar, un frontal, pilas de reserva, unos guantes y un buff para la testa. Cuando vio que yo seguía sin decidirme, me ofreció acompañarme. Para esta etapa en las guías de montaña pone de 3 a 4 horas (se entiende andando y de día). Esto significa que un corredor o skyrunner, como los llaman por aquí, la haría en unas 2 horitas más o menos. Pero claro, no estando congelado, medio muerto y de noche. Si Willy me acompañara, esto le supondría como mínimo unas 5 horas (para ir y volver) extras. Me dio mucha vergüenza, la verdad. Y mucho ánimo. Después de 45 minutos allí parado, decidí lanzarme. Al final a Willy le cogí prestado solo el forro polar, con el acuerdo de dejárselo en Colomina y él lo recogería mas adelante.

Así empecé la última etapa a las 22:00, pero para mí era como una nueva carrera. La única regla de ésta era sobrevivir. En oscuridad total y soledad absoluta, era todo un reto. Me perdí y volví a encontrar decenas de veces. Cuando llegué por fin arriba en el collado me encontré con una docena de frontales que iban en dirección contraria de la mía. Eran otros participantes en la carrera, pero que iban en la dirección opuesta. Iban por separado o en grupos más pequeños, pero como estuvieron perdidos un buen rato se juntaron al final todos para buscar mejor el camino. Me advirtieron que me quedaba la peor parte, donde no existe ningún sendero, solo hay enormes bloques de granito con marcas prácticamente invisibles. También me dijeron que era mejor volver con ellos al refugio anterior, que ir bajando por allí yo solo, que me perdería seguro y bla, bla, bla…

Ya sabes lo que hice, ¿no? Seguí. Hasta empecé a divertirme de tanto perderme y volver a encontrarme. A las 0:45h empecé a ver unas señales de luz. Me parecía un frontal en modo intermitente y como no se movía supuse que era del refugio. Y así fue, era Alfredo que el pobre me estaba esperando en lugar de acostarse y descansar, ya que había llegado hace 4 horas. A mi todavía me quedaba rodear un lago, pero ya no tenía pérdida. A la 01:16 llegué a Colomina. “Eres un flipado”, me dijo Alfredo… “Y un campeón”, añadió después. Con lo primero estoy de acuerdo, con lo segundo no tanto, aunque lleve el forro polar del auténtico campeón.

En total me han salido 21 horas y 1 minutito. Según el reglamento en la categoría Sky Runner hay que terminar en menos de 24 horas. Así que objetivo cumplido. También he disfrutado, así que objetivo cumplido doblemente.

El record está en 10:20. Este año el primero ha sido mi amigo Willy con 11:21 que además de buen corredor es una buenísima persona. Me ha dado una lección de lujo. Algo así sentiría un niño de un barrio argentino si Maradona bajara de su trono para enseñarle a tirar penaltis.

Fin>>

Pues eso, sobran las palabras. Yo le he echado la bronca porque era una locura, pero también alegrado un montón porque lo conozco y sé que son éstas las aventuras que más le gustan, por haber acabado entero, pero sobre todo por haber recorrido el camino que para él es más importante que llegar a la meta.

martes, 2 de septiembre de 2008

2.9.2008 – Volver

Pues ya estoy aquí. Este verano no he salido a correr tanto. También la piscina ha ganado la batalla por el dominio del tiempo durante el verano. Las últimas semanas todavía menos debido a que ya había empezado a trabajar.

Ayer salí a correr, a darme una vuelta, a estirar las piernas y empezar la temporada. Me apetece la idea de volver a empezar.

Me lo tomé con mucha tranquilidad. Tenía pensado unos 30 minutos a ritmo muy tranquilo, me encaminé hasta El Retiro, aprovechando que los días todavía son largos. La idea era ir y volver, pero una vez que llegué allí decidí darme una vuelta. Había ambientillo y sobre todo disfrutaba del calorcito que acompañaba. Aunque en Helsinki no me acordé de ello, incluso agradecí el fresquito, descubrí que lo había echado de menos.

viernes, 22 de agosto de 2008

22.8.2008 – Las mejores intenciones

Aprovechando un receso de las reuniones de trabajo que han supuesto el punto final a mis vacaciones finlandesas, me he escapado para ir al cine. Aquí lo hago con cierta frecuencia, aprovechando las sesiones en versión original y la comodidad de los cines. Mejor a esas horas en las que no hay mucha gente, para disfrutar de la película sin tantas cabezas por delante y ruido de palomitas. Casi como si estuvieras solo. Otra ventaja es que, quizás, aquí no sorprenda tanto ir al cine solo. Aunque necesariamente no sea esa la razón, pero parece existir la creencia generalizada de que vas solo, porque no tienes nadie más con quien ir. Y que las películas como “eso” en Nueva York congreguen probablemente más solitarios que las de abundante intercambio de balas y puñetazos en cualquiera de sus versiones. Debo decir, sin embargo, que la mayoría también aquí venían en pareja o en comandita.

Hace ya unos cuantos días leí un artículo en El País sobre la difícil coordinación de las vacaciones de las nuevas parejas con hijos del matrimonio anterior. El reportaje me pareció interesante en sí, incluso durante un momento consideré con simpatía la dificultad de las parejas del reportaje, de obvio alto nivel económico, que tenían que hacer malabares para poder compaginar las exigencias de todos los miembros de la recién inaugurada familia. Lo mejor fue sin embargo uno de los comentarios que los lectores dejan en la red y que en unas pocas líneas trasladó con precisión toda la carga de ironía y sarcasmo de un lector indignado. Y no le faltaba razón, el artículo presentaba como una tragedia para las nuevas familias aumentar las actividades, como cruceros en yate y viajes a París, a golpe de talonario. Lo realmente difícil era tratar de afrontar los gastos cada vez mayores con la exigua prestación por desempleo. Y pocos cementos amalgaman con mayor firmeza una relación que la puntualidad con que llega el débito de la hipoteca. Me hizo mucha gracia.

Pues no pude evitar retomar esta línea de pensamiento mientras veía la película. El momento de mayor dramatismo, el clímax trágico, era el plantón casi ante el altar de un bodorrio por todo lo alto. Otros momentos de gran carga emocional eran una pequeña infidelidad o las consecuencias del climaterio. Evidentemente la contraposición de los devaneos sentimentales de las chicas, ya bastante talluditas, de Nueva York con la realidad cotidiana de una persona normal resulta devastadora. Por no traer al parangón verdaderos desastres y tragedias humanas como guerras, terremotos, enfermedades y otros jinetes del Apocalipsis.

Y sin embargo, no pude evitar sentir simpatía por las tribulaciones de los personajes, como tampoco dejo de hacerlo por otras situaciones ficticias simuladas en series de televisión, muy habitualmente estadounidenses, a pesar de que en algún rincón de la conciencia se remueve preso de la urticaria el rechazo a la glorificación de un único modelo válido de vivir, al que todos aspiran pero que muy pocos puede realizar.

Pero, ¿por qué no habría de ser así? Cuando todas estas producciones estadounidenses han sido elaboradas con esmero para apelar la conmiseración hacia los personajes, para proyectar la nuestras propios quebraderos y querencias a los devenires de los personajes. Yo no me atrevo a criticar la emoción ante el drama de un personaje de culebrón junto con la relativa apatía ante la visión tan diaria como terrible de las noticias del día. La tragedia de Carrie Bradshaw podemos sobrellevarla, la horrible y real de la guerra, la hambruna y la desesperación diaria de miles de personas es demasiado cruel.

Estas series norteamericanas con abundante melodrama despiertan en mí el deseo de ser mejor persona. Y eso no puede ser malo.

Lástima que después de salir del cine y caminar hacia la estación de tren, todos esos buenos sentimientos se los tragara la tierra. Tuve deseos de hincar el diente en la yugular a un grupo de adolescentes descerebrados que cometieron la osadía de invadir el carril bici. ¿Adonde fueron las mejores intenciones? ¿Den goda viljan? “Late corazón, ¿quién sabe lo que se traga la tierra?”

jueves, 21 de agosto de 2008

21.8.2008 – No estás solo

Sigo como puedo el desarrollo de los juegos olímpicos. Al principio podía mirar los vídeos de RTVE, pero pronto vetaron el acceso a los internautas con IPs extranjeras por cuestiones legales. Me tuve que conformar con ver el material que pone a disposición de los internautas locales el homólogo, que aquí se llama Yle. Pero claro, se fija más en los deportes con participación nacional y algunos son para mí muy raros. Y aunque puede sacar material del equipo chino de gimnasia, me quedo sin ver lo que pasa en deportes con participación española, incluso con medalla, como las chicas de sincronizada o el ejercicio de suelo de Deferr.

También leo los periódicos digitales. Hay una constante cuando hablan de los deportistas españoles, siempre hacen referencia al esfuerzo titánico y capacidad de sacrificio de los héroes del deporte. Califican de épica la capacidad de las nadadoras de sincronizada de aguantar el trabajo de resistencia y fuerza en anoxia, ahí es nada; de sobre humano el trabajo sobre los pedales de Llaneras; de repetido infinitamente hasta la perfección el ejercicio de suelo de Deferr, y así pasando por ciclistas, atletas, gimnastas, remeros. Y los que no ganan medalla, que se quedan a 8 malditos segundos, como Contador, o que son superados en el último momento, como María Vasco o Noya y Raña, casi más lo sentí yo, emocionado como estaba al leer el artículo. Pero para ejemplo paradigmático el esfuerzo corajudo de Marta Domínguez. Casi más que la carrera en sí, ya formidable, fue el discurso de después del ¿desastre? Lo que no te mata te hace más fuerte, y según me han dicho, aún con una sonrisa de oreja a oreja.

A tenor de los artículos periodísticos parece que a los demás deportistas, los de otros países, no les cuesta esfuerzo sacar medalla, aunque si están ahí es precisamente porque además de unas cualidades físicas excepcionales e innatas, han estado desde muy jovencitos miles y miles de horas entrenando con sacrificio y persistencia. Claro, viendo nadar a Phelps parece que sea fácil, pero es innegable el esfuerzo y la dedicación de todos y cada uno de los deportistas de alto nivel.

Y sin embargo me encanta la participación de los deportistas españoles. Si hasta me emocioné viendo la entrega de medallas a Samuel Sánchez. Y no sólo los éxitos, sino los que se quedan a punto en una lucha denodada, como María Vasco, como Noya y Raña, como Marta Domínguez y otros más. No me importa repetir otra vez sus nombres. Estoy sinceramente impresionado.

Y sin embargo, los ejemplos de valor, como en el Corazón de D’Amicis, son armas de doble filo. Ya el esfuerzo titánico de los deportistas, que persisten en su afán de mejorar sus marcas con disciplina férrea, músculo y voluntad, pueden ser un acicate para seguir adelante. Pero también puede hundirte en la miseria, si en momentos de “humanidad”, que no quiero decir debilidad, descubres que no puedes más, o simplemente no te apetece levantarte del sillón, que dejas pasar oportunidades de mejorar, no sólo en el entrenamiento marcado sino en el trabajo, en la relación con los demás en la vida.

¿Y cuando no resulta un acicate, no es más deprimente contemplar el espíritu de luchadora indómita de Marta Domínguez? Es a todas luces encomiable y digno de la mayor de las admiraciones, (yo de mayor quiero ser como ella). Pero lo cierto es que muy pocos son como ella, la mayoría de hecho somos bastante normalitos. De hecho, si se me disloca una articulación practicando deporte, por favor, llevadme al hospital. Prometo no exigir voz en grito que me coloquen el hueso en su sitio para poder seguir en la brecha, como la luchadora de esgrima Araceli Navarro.

A veces, me veo comparando las metas propias con las de los deportistas, mi sacrificio diario con otros más sufridos, y mi nivel de bienestar, con los que el propio concepto de estar bien es desconocido. Este ejercicio ni es sano, ni razonable, ni mucho menos justo. Los esfuerzos no se pueden medir por la calidad o cantidad de los resultados, sino por el umbral que hay salvar para por lo menos intentarlo. Y que todos tenemos derecho en mayor o menor medida a fracasar, a ser débiles y estar cansados, siempre que no nos dejemos dominar por “el lado oscuro de la fuerza”. Y no passa res!

Y sin embargo otra vez, considero el ejemplo de Marta Domínguez, de María Vasco que además dedicó su competición de sangre, sudor y hierro a víctimas y familiares del accidente aéreo, y de Noya y Raña como elemento de motivación muy válido para mí. “Jo, si ellos siguen adelante a pesar del ¿fracaso?, no voy a poder yo también: una brazada más, un ciclo de pedaleo más, una zancada más, y con una sonrisa, o un gesto feo de esfuerzo, cada uno con lo que pueda.

Quizás lo importante de todo esto sea recordar, y realizar, que ese esfuerzo de recomposición, de hacer de tripas corazón, no es necesario emprenderlo en soledad, que los amigos pueden ayudar a dar ese empujoncito, como ya lo han hecho antes. Ánimo, corazón. No estás solo.

martes, 19 de agosto de 2008

19.8.2008 – Minua Kupittaa

Regreso de viaje de trabajo de Turku. He acabado un poco antes de lo que pensaba y como estaba harto de tomar café, que es el síndrome del trabajador en Finlandia, he tratado de encontrar un lugar para tomar una cervecita. Normalmente los alrededores de las estaciones en todas las ciudades rebosan de sitios de mejor o peor calaña, recuerdo especialmente uno próximo a la estación de Jyväskylä..., pero los alrededores de Kupittaa, son casi tan desiertos como los de la estación de Getafe industrial un domingo por la mañana.

El paisaje desde la ventana de tren suele ser particularmente bonito. Esos campos de cereales todavía verdes y esos campos amarillos de colza, pero naturalmente todo resulta más vistoso sin esa lluvia pertinaz que ha empañado todo el verano. Lástima que la gente no sea más silenciosa. Los únicos que parecen hablar, o al menos a los únicos que se oye, son los extranjeros: una pareja de chinos y un grupo de suecos. Los finlandeses solo gritan cuando hablan por teléfono. Por lo demás valoran el placer de viajar en el mismo compartimiento en silencio ¿Me estaré volviendo finlandés?

viernes, 15 de agosto de 2008

15.8.2008 – Por la senda real

El pasado domingo me animé a hacer ese viaje a Porvoo que tenía pensado y para el que había hecho con devoción excursiones de reconocimiento. El tiempo no es que fuera muy prometedor, las nubes abundaban y tapaban el sol, pero no parecía que fueran a descargar. Además, era lo mejor que había tenido en mucho tiempo. Eso sí, en la duda de qué hacer, salí bastante tarde.

El camino hacia Kuusijärvi estaba fresco en la memoria y llegué sin mayor novedad. Y luego había estudiado con bastante cuidado las dos siguientes desviaciones. Me tuve que parar un par de veces para consultar el mapa pero me fue bastante bien. Después fue algo más complicado orientarse. En un determinado momento, se acabó la vía para bicicletas y me incorporé con cierta pena a la carretera. No había tantas posibles desviaciones y confiaba en que las indicaciones que había procurado me bastaran. Parte de ellas me llevaban por carreteras más transitadas.

Ni había tantos coches, ni iban tan rápido, pero me resultó particularmente desagradable ser sobrepasado por una exhalación con efecto Doppler, acostumbrado como estoy a la tranquilidad de las vías de bicicletas. Ahí suelo ser yo el que adelanta a viejecitas en carricoche y esquivo con cierto desdén, e injustificado sentimiento de superioridad, a los peatones que por despiste o atolondramiento se adentran en “mi” camino.

En esa batalla insensata con los coches, me di cuenta que no me estaba resultando particularmente agradable esa parte del camino, del que, por cierto, cada vez dudaba más. Cuando llegué al pie de la espléndida y bien cuidada catedral de Sipoo, en medio del camino, decidir desviarme del camino para contemplarla con más tranquilidad y finalmente dar la vuelta, hacer una paradita en la sauna de Kuusijärvi, con chapuzón en el lago, y después volver a casa. 3i enarcaría una ceja y preguntaría por la ubicación de mi espíritu de aventura, pero yendo como iba solo y siendo principal beneficiado y damnificado de mis decisiones, así lo hice.

El contador de kilómetros me falló por falta de batería, pero calculo con bastante precisión que me salieron en total unos 85-90 km. Eso sí, sin grandes desniveles ni puertos, aunque bastantes pequeños ascensos y descensos que obligaban a cambios de marcha.

La excursión a Porvoo, próximamente, pero estudiaré rutas alternativas y con más detalle.

martes, 12 de agosto de 2008

12.8.2008 – Donde manda patrón, no manda marinero (II)

El Cónsul de Finlandia en San Petersburgo comentó escuetamente que en la organización de las actividades que organiza el consulado, éste y el ministerio pueden tener distintas opiniones, pero que la opinión del último, es naturalmente llevada a cabo.

Además de esta opinión el HS también publicaba algunas opiniones emitidas por los lectores a través de la red. Unos alababan el papel de Stubb y su elegancia. Otro pensaba que mejor haría en concentrarse en asuntos verdaderamente importantes, teniendo en cuenta la que se avecinaba con el conflicto del Cáucaso. Conclusión: hagas lo que hagas siempre te van a criticar.

lunes, 11 de agosto de 2008

11.8.2008 – Donde manda patrón, no manda marinero

El ministro Alexander Stubb, superIronman, acaba de poner paz y después gloria en el conflicto de la escritora Sofi Oksanen, que comentaqba hace unos días. Ha comentado que se trata de una escritora de enorme talento y que su Ministerio, el de Exteriores, estará encantado de financiar su participación en el encuentro de poetas que se celebrará en noviembre en San Petersburgo. Todo esto lo dijo antes de ir a Georgia en su calidad de presidente de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) junto con el ministro francés de exteriores. Ojalá puedan zanjar la guerra de forma tan tajante como con el revuelo político de la escritora.

El pobre Cónsul no ha dicho esta boca es mía de la solución. ¡A ver qué va a decir el marinero si ya lo ha dicho todo el capitán! La escritora, por el contrario, se mostraba muy complacida, quizás más contenta por los elegantes cumplidos que le dedicaban que por el viaje en sí.

Y el Cónsul probablemente esté pensado que si lo llega a saber, mejor se queda callado.

La novela “Puhdistus”, que trata sobre el duro período que siguió a la adhesión de Estonia a la Unión Soviética en los tiempos de la reorganización europea que siguió a la II guerra mundial, acaba de ser traducida al ruso. El periódico, además de difundir la complacencia de la escritora también recogía la opinión del traductor ruso. No veía nada particularmente antieslavo en la novela de Sofi. Es más, los rusos se iban a sentir muy identificados, porque el doloroso recuerdo de las deportaciones y los campos de re-educación persisten en la memoria de muchos. Diría que se lo preguntaran a Alexander Solzhenitsyn, pero el hombre ya se ha muerto. Eso sí ahora recibe los honores de las mayores autoridades del país. Son cosas que pasan.

Y sin embargo, con todo lo que está pasando en Georgia entiendo que los trabajadores del Ministerio de Exteriores sean cautelosos. Más aún de lo que tradicionalmente lo ha sido un país a la sombra de un vecino tan poderoso.

Finlandia asumió la presidencia de la OSCE a principios de este año, que como en la UE es un cargo rotativo. El testigo lo entregó precisamente Moratinos, ya que España lo había sido el año pasado, y se lo entregó al entonces ministro finlandés Ilkka Kanerva, pero ya sabemos que éste fue cesado por tirar los tejos a una bailarina con el móvil del trabajo.

domingo, 10 de agosto de 2008

10.8.2008 – Lo político transcurre en torno al frigorífico

La sección de cultura del Helsingin Sanomat recogía este domingo un artículo de esos que deben llevar a su autor varios días escribir. Analizaba el papel central que ha asumido el género en la literatura finlandesa actual contando con las opiniones de varios especialistas. Insisto, se trata de género y no de sexo. Supongo que éste tampoco faltará, dado que su consecución o falta de ella han sido un tema de la literatura universal a lo largo de los siglos.

El enfoque de género reflexiona sobre lo terrible o maravilloso que es ser un hombre o mujer finlandés. Normalmente suele ser más lo primero (lo terrible) que lo segundo. Esta reflexión es una parte de la tendencia general de esta década que analiza además del género las relaciones de pareja y la familia y que deja de explorar la parte política y social de hace no tanto. El artículo recoge una de las frases lapidarias de un crítico de literatura: “En la literatura [finlandesa] actual lo político transcurre en torno al frigorífico común.”

Un ejemplo es la nueva novela de Anna-Leena Härkönen, “Ei kiitos”, que se puede traducir fielmente como “No, gracias”, se adentra en la vida de una mujer madura que quiere poner un poco de más sexo en su vida pero a cuyo marido le duele siempre la cabeza. La cuestión, señala la escritora, es que ahora la mujer tiene mayor independencia económica y por tanto la posibilidad de encontrar alternativas. El personaje femenino del libro, descubre que no quiere llevar su vida de ciudad dormitorio (nukkumalähiöelämänsä, palabra que ella sola agrupa todo lo anteriormente subrayado posesivo incluido en una sola palabra, pero casi de la misma longitud).

Al mismo tiempo, Härkönen (¿alguno ha visto la semejanza de este apellido con los malos de *Dune?) se queja del machismo con que se trata los libros escritos por hombres y mujeres. “Si una mujer escribe algo desde la perspectiva femenina, se interpreta como un refunfuñar narcisista. Cuando un hombre descubre sus sentimientos, resulta maravillosa su franqueza”.

Pues yo no acabo de estar de acuerdo este feminismo de repostería. Entiendo que si Anna-Leena afirma que algunos tildan de narcisista a una mujer que escribe sobre mujeres, es porque los habrá. Yo ni lo he pensado ni sé si será verdad. Con lo que no comulgo es con la siguiente parte de la afirmación que los críticos y o lectores alaben la franqueza de los hombres que abren su corazón. Esa apertura suele ser el desbordamiento de unos sentimientos negativos que salen cuando el personaje está muy decaído, algo así como en las novelas de Petri Tamminen, y que ya no puede más. Algunos reaccionarán identificando como propias las sensaciones negativas descritas, otros con compasión, pero pienso que la mayoría, a un nivel más o menos profundo, pondrá en duda la masculinidad del personaje o escritor, incluso pensarán “afeminado”, por decirlo de forma eufemística. Nuestra sociedad está, entre otras muchas cosas, polarizada con lo femenino y masculino. Unos caracteres son atribuidos a las mujeres y otros a los hombres, y como las transgresiones no se contemplan con buenos ojos, la mayoría se adapta a los roles. No sé si es más fácil ser hombre o mujer, pero además de ser una discusión bastante vacua, tendría las de perder.

Tuve que leer un libro de Petri Tamminen para un examen. Supongo que lo habrían escogido porque no era muy extenso y abundaba en frases cortas, de estructura simple y vocabulario no demasiado complicado. El examen lo hice bien, pero no puedo decir que el libro me gustara demasiado. El personaje correspondía arquetípicamente a la tesis defendida en el artículo, un hombre en plena crisis de identidad al asumir su reciente paternidad. (La madre del libro, no tiene sin embargo ningún problema.) La crisis se resuelve, más o menos, después de un viaje en coche, en plan road-movie, a través de Finlandia en el que conoce a varios personajes,

Supongo que al leer un libro, o ver una película y en general, proyectamos nuestros propios intereses y experiencias a la trama descrita y destacamos esos aspectos que más nos interesan. Recuerdo una profesora mía se enfadó bastante cuando dije que no había entendido, y quizá por eso no gustado, el libro de Bodil Malsten “Priset på vatten i Finistère”. Para mi profesora era una joya y destacó la implacable crítica de la autora a las falsas expectativas que se creaba a y sobre las mujeres en la época de la llamada “revolución sexual”. Huelga decir que yo estaba jugando a los click de Famobil en esa época y que mis expectativas, las mías, sobre el tema nacieron mucho más tarde, por lo que las presiones que pueda haber sufrido son de otra índole.

A mí lo que me gustó de “Priset på vatten i Finistère” es la parte que se regodea en el subgénero de “extranjero en el paraíso”. La protagonista de la historia, que no es, pero es la propia escritora se lía la manta a la cabeza y se monta una casita preciosa en un lugar idílico. Algo así como el sol toscano de Mayes del otro día, que es lo que nos gustaría a todos. En este género no hay hipotecas, ni plazos de amortización.

sábado, 9 de agosto de 2008

9.8.2008 – La verdad es lo que es, aunque no se diga, o se diga al revés

Un par de días antes de que se inauguraran los juegos olímpicos retransmitieron en el canal nacional de noticias de Finlandia una entrevista en directo con la embajadora china en Finlandia. Las preguntas cubrieron los lugares comunes: que qué representaba el desafío de la organización de un acontecimiento de tamaña magnitud, que qué representaba el número 8 en la cultura china, y sobre los objetivos de medallas. La embajadora contestaba amablemente y en un finés muy correcto y con una aceptable pronunciación a las preguntas. Una vez avanzada la entrevista se llegó a una pregunta inevitable formulada en los medios finlandeses. ¿Por qué las autoridades chinas han denegado la visa al cineasta Arto Halonen a pesar de que había sido presentado por el comité olímpico nacional como figura cultural relevante? Hasta ahora las autoridades chinas no han dado ninguna respuesta, pero la prensa nacional e internacional interpreta que el documental que el cineasta dirigió hace unos años sobre el Tibet, y con participación personal del Dalai Lama, ha sido el principal motivo del rechazo. El periodista lanzó la pregunta directamente. La embajadora, que se la esperaba, comenzó a dar de memoria las cifras de todas visas tramitadas positivamente, peticiones atendidas y objetivos de prensa en relación a los juegos olímpicos. (Parece que independientemente de la cultura, la respuesta internacional de todos los políticos a cuestiones escabrosas es disparar cifras y estadísticas). El periodista volvió a insistir, pero ¿por qué no en este caso? La embajadora, en un ejercicio ejemplar de su cargo, continuó sin inmutarse declinando considerar casos individuales e insistiendo en la postura oficial. La cuestión espinosa quedó así soslayada y el entrevistador volvió a los lugares comunes: que qué deportes pensaba seguir más atentamente la señora embajadora.

Yo me quedé pensando si el entrevistador no debería haber insistido hasta conseguir una respuesta directa. Algo en plan Mercedes Milá en su vida anterior, antes de Gran Hermano, algo así como “Queremos saber y queremos saber ahora” aunque quizás no de una forma tan melodramática dada la seriedad del espacio en que se desenvolvía. Pero después de meditarlo creo que hizo bien, que lo primero solo habría servido para incomodar innecesariamente a una alta funcionaria de un estado con cada vez más relevancia internacional además de poner en peligro las relaciones de un canal de televisión nacional. Y que después de todo, la entrevista, y sus silencios, no dejaban lugar a dudas sobre las razones que motivaron el rechazo a la solicitud de visa, de la actitud de un gobierno respecto a las preguntas incómodas y a sus interlocutores, del respeto (o la falta de él) a los derechos humanos y de la naturaleza (dudosa, a tenor de lo visto) de su relación con el Tibet. La respuesta a su pregunta, y en realidad a mucho más, quedaba clara y diáfana a todos los que seguimos la televisión en ese momento. Que si eso tiene mucha importancia, si va a ayudar en algo, pues no lo sé.

A todo esto otra noticia sobre intelectuales finlandeses adornaba los titulares de los noticiarios. El consulado general de Finlandia en San Petesburgo había mostrado su recelo a la participación de la reconocida escritora Sofi Oksanen a un taller de literatura para jóvenes poetas de ambos países. Todo ello a pesar de que la escritora había sido escogida por la asociación organizadora para el viaje, que financia al menos en parte el Consulado. Las razones esgrimidas por éste para explicar su oposición suenan un poco arbitrarias: que si la escritora no es novel, que si su producción es fundamentalmente prosa. Estos argumentos han sido tildados, no sin razón, de peregrinos, porque en el mejor de los casos resulta muy difícil delimitar la raya entre prosa y poesía y porque, según la organización, también con buen tino, no corresponde al consulado decidir sobre esos casos.

Según se apunta en los diferentes debates que han tenido lugar, el problema reside en que la escritora, además de decorar su pelo con rastas multicolores, teñir su pelo como Rosa María Calaf, y llevar gafas a lo Harry Potter, es una reconocida radical de izquierdas. Una de sus últimas obras “Puhdistus” (algo así como limpieza o depuración) es extremadamente crítica con la actividad histórica de la Unión Soviética en Estonia en el pasado siglo. Y que por estos motivos su presencia en noviembre en San Petersburgo podría levantar ampollas en algunos círculos de ese país.

A estas alturas el asunto no está todavía zanjado. De momento parece que el Consulado ha tenido que desdecirse y desear la bienvenida, y afrontar con su presupuesto, a la escritora. No me gustaría estar en el puesto del señor Cónsul General, que tiene que nadar y guardar la ropa al mismo tiempo y que en cualquier caso va a salir escaldado, a pesar de que no dudo de sus mejores intenciones para resolver este asunto.

Y sin embargo, no puedo dejar de preguntarme si en estos casos, en lugar de actuar con “diplomacia” no sería decir directamente la verdad. Voy a hacer un ejercicio de proyección y poner en su boca palabras que a lo mejor ha pensado. “Mira, que sí, que Sofi tiene todo el derecho del mundo a dar su opinión, pero que ya sabemos cómo están las cosas en un lugar donde por menos de un pito te dan como almuerzo plutonio radioactivo o te regalan con una bala a la vuelta del supermercado, y si no que se lo pregunten a Anna Politkovskaya. Que aquí las autoridades y sus proyectos de paneslavismo son muy sensibles y que para este otoño tenemos pendiente negociar muchos acuerdos de gran repercusión económica. Así que mejor vamos a evitar conflictos. Que Sofi viene, monta el pollo y se va, pero a mí me toca quedarme, bregar con el desaguisado y pagar los platos rotos.” Y yo aún diría más, que aunque la libertad de expresión es un derecho universal y natural de las personas, hay desgraciadamente todavía muchos lugares en los que o bien no se conoce el concepto, o lo que es peor, éste es avasallado continuamente. Para muestra un botón y podéis echar un vistazo a la página web de Reporteros sin Fronteras o Amnistía Internacional. Eso si no les boicotean la página.

jueves, 7 de agosto de 2008

7.8.2008 – ¡Y yo con estos pelos!

El actual ministro de exteriores de Finlandia, Alexander Stubb, práctica el triatlón. La prensa nacional comentó su participación en el medio IronMan de Joroinen, que según la página de la organización es el evento de triatlón con más solera de Finlandia.

No podía dejar pasar la oportunidad y consulté su blog. Lo primero que llama la atención es el tamaño de su sonrisa de anuncio de dentífrico. Si eso no le asusta a uno y pasa a ver lo que hay detrás, comprueba que el tamaño de los bíceps del señor ministro y europarlamentario supera claramente en diámetro la media del de otros ministros de exteriores europeos, parlamentarios de otros estados y otros políticos internacionales, bueno si descartamos a Terminator-Conan-El Destructor.

Pasada la impresión inicial, busqué la crónica de su participación en Joroinen. No estoy muy puesto en marcas, pero no lo hizo nada mal. Los 1,9 km de nado fueron completados en 33 minutos, aunque luego confiesa que hizo la transición “como un pato decapitado” y cito palabras textuales. Los 94 kilómetros de bici en 2h 38m y luego los 21 km y pico en 1h 44m. Ésta viene a ser mi marca en la media maratón, en mis mejores tiempos, pero desde luego no la hago después de la paliza del lago, que debía estar fresquito, y la bicicleta.

No sólo supongo, sino que doy por hecho que el señor ministro tendrá sus ayudas, como corresponde a su cargo, pero mirando su biografía y currículum no puedo evitar caer en el odioso vicio de la comparación y, aunque no debiera, poner el mío al lado, para después emitir un vahído. ¿Qué he hecho con mi vida que todavía no soy ministro? Stubb tiene unos cuarenta años, está casado con dos hijos, -lo que no es fácil para nadie a poco que uno sea un progenitor medianamente responsable-, tiene un listado como un brazo de méritos académicos y profesionales, y todavía tiene tiempo de entrenar medio ironman. ¡Y yo con estos pelos! A esto sólo me queda recordar las palabras de una de mis profesoras favoritas en la universidad, que mientras nos explicaba el funcionamiento del sistema nervioso en vertebrados y como la referencia a Ramón y Cajal no podía faltar, nos informó que Cajal hizo sus mejores descubrimientos después de los 40, y que por eso ella todavía no había perdido la esperanza. Pues eso.

No sé decir si Stubb es brillante como político o al menos bueno. Pero supongo que un país como Finlandia, pequeño como es y al lado de una gran superpotencia, no escoge a ningún inútil como ministro, y menos como ministro de exteriores.

Me consuelo pensando que el Sr. Stubb no es perfecto. No ha despedido a su asesor de imagen por publicar esas fotos de prácticas de la facultad de medicina, especialidad cirugía máxilofacial. Bueno, reconozco que aquí, como en muchas otras cosas, hay más cuestión de gustos que otra cosa.

Por cierto, quizás proclamé demasiado rápido que la cartera de ministro garantiza en Finlandia la solidez como político del portador. El antecesor de Stubb, Ilkka Kanerva fue cesado de su cargo tras hacerse público que había mandado mensajes incendiarios a una “bailarina erótica” utilizando el móvil oficial y abusando de su cargo. El “affaire” Kanerva se describe con todo lujo de detalles en un artículo de la wikipedia, mencionando también su repercusión internacional.

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La guerra de Osetia desgraciada pero proablemente dará una relevancia internacional a Alexander Stubb, que quizás no desee.

miércoles, 6 de agosto de 2008

6.8.2008 – 25 noches

El sol se pone unos 35 grados más hacia el oeste desde el observatorio del atardecer en que he convertido mi ventana. Enciendo las luces de la habitación y soy consciente de que hay una nueva atmósfera distinta de la de hace unos días, otro “stämning”, otro “tunnelma”, por decirlo de forma internacional y que aún así no cambie nada. Constato que la misma sensación la repito año tras año, desde distintas ventanas del mismo edificio de Kannelmäki. Veo a lo lejos las luces del tren aproximarse a la estación. Atrás quedan viejos amigos, y lo que queda al final es la certeza de que todo acaba. Algunas cosas más pronto que otras, como el verano en Finlandia. Algunos dicen que todavía queda verano por delante. Me voy a tomar un copazo.

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Así de melancólico me pone el cielo turbio de una tarde lluviosa de verano. He leído un artículo de uno de mis escritores favoritos, Claes Hylinger, que me temo, también se dejaba caer en esas ”great apprehensions of melancholy”, y que le daba a la cerveza. Y sin embargo tiene su punto. Creo que no está traducido al castellano. Recuerdo que cuando estaba de visita en Suecia, o incluso en las buenas librerías de Helsinki, trataba de recabar información sobre el escritor, y de esa manera sus libros en edición de bolsillo, o de segunda mano, porque los libros en estos países están a unos precios prohibitivos. Sin embargo nunca aprendí a pronunciar bien el nombre del escritor y la mayoría de los libreros se quedaban sin saber qué decir. Aprendí a escribir el nombre en un papel, mas nunca compré un libro de esa manera. Si tenían libros suyos, era el que ya tenía o estaban a un precio prohibitivo.

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Descubrí a Hylinger gracias a una profesora de un curso de verano, que se dedicó a repartir algunos de sus libros entre los estudiantes. Podía decir que era una forma de premiar a los estudiantes más disciplinados, pero creo que al principio quería conseguir que trabajáramos un poco más, y defendía la teoría de que la lectura es una forma excelente de aprender otro idioma. Me entusiasmé con la lectura, porque supongo me recordó al año que pasé en Göteborg, que quizá tuviera más de malo que de bueno, pero el paso del tiempo todo lo empaña y embellece. A pesar del entusiasmo con que me dedicaba a la lectura no pude acabar el libro. Me debió ver con cara de pena y me lo regaló. Bueno, tal vez quería aligerar un poco su equipaje, el caso es que me hizo un favor. Tengo, por cierto, un excelente recuerdo de ella y de otras profesoras que he tenido. Dagmar, se llamaba, Dagmar. “Ja, ja, mensann”

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He pasado toda la tarde en casa de un buen amigo. La comida era sencilla, incluso rústica, pero sabrosa. Creo que le había echado comino a la ensalada, lo que me sorprendió, pero desde luego no desagradó. Una combinación interesante era la torta de cebada con queso azul. Lo mejor era sin duda una de sus especialidades: panqueque al horno con nata fresca batida y fresas en confitura. Delicioso, probablemente debido a su alto contenido en grasas saturadas en diversas formas lácteas: nata, mantequilla, crema de leche... Sencillamente delicioso.

Con todo, lo mejor ha sido la conversación. Pequeñas cosas, repasar las vivencias de los conocidos comunes, describir los sueños y las pesadillas, bromear, reflexionar y al final dejarse confortar en la convicción de que aunque este camino que no sabemos dónde acaba, pero del que tenemos la certeza de que acabará, no siempre lo hacemos solos.

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A mí, el blog que me gustaría escribir es una versión finlandesa del libro de Frances Mayes, Bajo el sol de la Toscana

sábado, 2 de agosto de 2008

2.8.2008 – No se puede fiar uno del tiempo

Habían anunciado que el tiempo cambiaría ayer viernes y así ha sido. Todavía por la mañana cabía la esperanza de que no lloviese. De hecho después de comer me di un breve paseo para tomar un café por el centro y el sol prometía, pero justo cuando estaba sentado en el poyete de Porthania pensando qué podía hacer, el cielo oscureció y las primeras gotas de la tormenta comenzaron a caer, escasas pero con fuerza, como un presagio de que luego vendría lo peor. Ante eso decidí recorrer en bici los 10k que hay hasta casa, pensando que aunque me mojara entonces podría mirar la lluvia desde el séptimo piso con toda tranquilidad. Por supuesto, sólo llovió mientras estaba de camino.

Había llegado el momento de tomarme un descanso y quedarme en casa. Sólo salí a comprar ensalada y me regalé después con un buen perolo y más tarde con una película. Hoy me prometía lo mismo. Efectivamente hay muchas nubes en el cielo y de esas que pueden portar lluvia. Pero ahora estoy un poco arrepentido de no haber salido con la bicicleta a hacer la ruta a Porvoo, que ha de ser uno de los momentos cumbres del verano. No puedo dormirme en los laureles que las vacaciones se acaban. Y después de haberlo anunciado con tanto bombo y platillo no puedo quedarme a dos velas.

He aprovechado para ponerme al día con los amigos, a los que tenía bastante abandonado por las presiones de tiempo. Algunos de ellos también mantienen un blog, bueno, ellas son más constantes que yo. Ylva fue profesora mía y es una persona de inteligencia fina y cultivada. Enseña sueco durante el curso académico en Corea del Sur y durante el verano en Uppsala. Escribe de y sobre muchas cosas con certera percepción y sutil ironía (toma ya). El blog –Långt öster om Österlen- está por supuesto en sueco, pero eso no impide a algunos de vosotros leerlo.

Hay muchos comentarios, aunque especialmente interesante son esos que dedica a la discriminación por edad. Ylva siempre ha tenido una vena muy humanitaria y siempre ha criticado las diversas formas de discriminación, especialmente aquellas que quedan enmascaradas e impunes en una sociedad autocomplaciente refugiada en la conveniente comodidad de la corrección política. (Si alguien pensaba que no se podían poner tantos conceptos juntos en una sola frase, acabo de demostrarle lo contrario, que se pueda leer con comodidad es otra cosa). Si en muchas ocasiones en las que hemos hablado el objetivo era la xenofobia, (Ylva, me tienes que recordar cómo se decía eso en sueco, en finés se dice “muukalaisviha”), en su blog acometa ahora la denuncia contra la discriminación por edad, que en muchas ocasiones queda encubierta. Ylva hila fino.

Otra joya es el blog de yoyoyo –Con dos tacones de mujer–, también con entradas de gran agudeza sobre temas de actualidad vista desde la compasión. Ya sé que en este mundo la compasión como concepto y como acto tiene muy poco valor. No sólo se menosprecia, sino que algunos la rechazan porque la ven denigrante, pero yo la voy teniendo cada vez más estima y se ha convertido en mi meta para la buena acción del día. Tiene una sección, y es que también se puede uno especializar en esas cosas, de música para el finde que es una alhaja, (lo digo para no repetirme con lo de las joyitas). A ver si aprendo a colgar cosas como esas para que descubráis también esas joyitas.

viernes, 1 de agosto de 2008

1.8.2008 – En todas partes cuecen habas

Toda esta semana ha estado haciendo un tiempo impresionante. Se levantaba completamente despejado, con un potente chorro de luz que se colaba por las mañanas contra todo pronóstico a través del angosto dintel de la puerta, todo ello después de atravesar la ventana de la cocina y el espacio entre medias. La luz se transmite en línea recta, pero no deja de sorprender su insistencia, especialmente en esas ocasiones en las que la luz directa en los ojos no te deja dormir. A lo largo del día surcaban el cielo algunas nubes de esas alargadas y estratosféricas en lo alto o incluso, éstas más cercanas al suelo, en forma de masas de algodón. El cielo por supuesto de un intenso azul, pues no podía ser de otra forma, y la hierba esplendorosa en su verdor, como en los recuerdos de infancia de Antonio Machado. Las nubes han cubierto ocasionalmente el sol dando un solaz respiro del calorcito, que no calor. Bueno, lo digo ahora con la boca pequeña, algunas veces más que refrescante hacía directamente fresco, que aquí la brisa nunca es aire sahariano.

Con todo, cuando el tiempo ha cambiado a lo que es el típico verano finlandés de chubascos de distribución irregular, casi he suspirado aliviado. Como aquí es obligatorio aprovechar los momentos de sol que se ofrezcan y salir fuera, yo no hacía más que ir de un sitio a otro con la bici. Y normalmente los sitios también incluían la piscina, para no perder comba, que este curso, ha sido especialmente prolífico en largos. Es decir, que he acabado agotado. Al tumbarme en la cama sentía, o mejor dicho, no sentía, las piernas por el constante pedalear. Y eso que tampoco ha habido para tanto.

Y luego, ese placer tan típico que produce contemplar la lluvia azotar los cristales de la ventana mientras se está tranquilito y a gusto dentro. Como veis, mis placeres no son nada peculiares y sí bastante burgueses, pero es que otros no me puedo permitir.

Planeo un viaje en bici a Porvoo, dependiendo del camino, está como a unos 50 km, 60 km desde mi casa. Gracias a un amigo he logrado poner a punto la bici. (Para hinchar los neumáticos a la presión adecuada tienes que tener una buena bomba, al menos yo no me apaño con las pequeñitas.) Ayer estuve haciendo parte del camino, para el día D no perder el tiempo orientándome con el mapa. La decisión ha demostrado ser providencial, porque ayer quería llegar hasta Kuusijärvi, pero al final no me aclaré demasiado y me quedé en Tikkurila, una especie de Mostoles (“- Oiga, ¿usted cree en el más allá? – Nos ha fastidiado, como que vivo en Tikkurila”, pues eso),y tuve que volverme con prisas porque estaba oscureciendo. Todo eso a pesar de haber intentado lo fácil y haber tratado de seguir uno de las vías nacionales de bicicleta que recorren todo el país. Nacional, pero muy mal señalizado, vamos, fatal.

Con lo bien que hablo yo siempre de los finlandeses y aquí no están a la altura de las circunstancias, podrían buscar consejo de los Tierra Trágame, que hacen un trabajo magnífico de señalización en las competiciones que organizan. Por lo visto, no soy el único que piensa así. La siempre ajetreada sección de cartas al director del Helsingin Sanomat, ha dado testimonio de intercambio de opiniones y quejas de los usuarios, que incluso ha sido contestadas por el responsable del programa de promoción del transporte en bicicleta.

En Finlandia los políticos y funcionarios sí leen, por lo visto, el periódico. El problema de la señalización deficiente parece residir en la dilución de responsabilidades que supone la descentralización del poder público, es decir, la cesión de competencias a los municipios. Teóricamente, éstos deben colocar los cartelitos, en los puntos en que el camino atraviesa el territorio de su competencia, y el estado en los lugares más genéricos. Pero los unos por los otros y la cocina sin barrer. Los municipios, en muchos casos, ns/nc, el departamento ministerial dice lo que dicen todos, que el presupuesto no le llega para esos menesteres. Pues eso, que en todas partes cuecen habas.
El camino hasta Kuusijärvi se puede seguir, más menos que más, en Google. Como siempre refleja las carreteras y no las vías ciclistas, pero sirve de referencia. Por cierto, atravesaba paisajes preciosos por su valor cultural como el natural: Haltijankartano, Tammisto, Helsingin pitäjän kirkonkylä, y todo en la propia área urbana de Helsinki. Hay que venir a verlo.

domingo, 27 de julio de 2008

27.7.2008 Nuuksio

Desde el jueves de la semana pasada el tiempo ha cambiado a mejor. Hasta ahora los días, largos como eran, recordaban más el ambiente del otoño en Madrid que esos días de “esplendor en la hierba y gloria en las flores” con los que asocio el suave verano nórdico. Los finlandeses se quejaban de que todavía no habían tenido un auténtico día de verano. Yo no me quejaba porque el fresquito me agrada y los días grises de lluvia tienen su encanto y permiten dedicarte a otras tareas para las que no queda tiempo en los días de adoración al sol. La piscina olímpica no se convierte en un espectáculo de masas con abundancia de críos de sonidos chirriantes que interrumpen con constante irregularidad el curso de unos pensamientos, que aunque no estén dirigidos a determinar el origen del universo o salvar la humanidad, resultan más caros que la chiquillería. Los nadadores más profesionales no se aprovechan la coyuntura y recorren las calles de la piscina con un ritmo más uniforme al que resulta fácil adaptarse.

Con todo, unos cuantos días seguidos de calorcito y sin amenaza de lluvia se agradecen. Aproveché estos y el fin de semana para salir de exploración con la bici. Parte del recorrido ya era conocido, así que no sé, si la definición de exploración se acoge bien a esto, pero como mi memoria ya no es lo que era ni nunca lo fue, casi fue más descubrir que reconocer.

El viernes había ido como casi siempre a nadar, a pesar de la abundancia de público, y luego había tratado de utilizar el viaje de vuelta a casa en bicicleta como entrenamiento. A pesar de que tenía las piernas cargadas el sol de fuera era tan tentador que salí a correr con la idea de “algo suave”. Quizás lo fuera en términos absolutos, pero me dejé llevar por la emoción y tiré un poco más de lo que mis piernas hubiesen querido. Cuando me acosté tenía la sensación de que habían adquirido autonomía propia y que se negaban a obedecer órdenes, de “si te desplazas ligeramente hacia la izquierda tú y el resto del cuerpo estaréis más cómodos”. Así que el sábado, a pesar del brillo del sol que entraba por la ventana frente a la mesa del desayuno, dudé si salir.

Al final la tentación pudo más que la razón y me convencí con la idea de un paseo suave para tomar el café y un bollo. Además el camino me serviría de exploración para una posible excursión más larga el día siguiente. Dicho y hecho. Me dirigí hacia Bemböle, donde hay una pequeña cafetería donde sirven comidas que tiene una historia de más de doscientos años. Hay unos 12-13 kilómetros por un terreno asfaltado y llano, sin más complicaciones y de hecho según avanzaba me sentí mejor. La “casita de café” de Bemböle, además de ese encanto de sitio rústico al lado de una gran autopista, suele ser punto de reunión de moteros de barriga ancha, barbas largas y motos de gran potencia. Allí se toman su café al sol no sé si antes o después de una excursión.

Esta vez cumplí lo prometido, el entusiasmo que había generado la facilidad con que recorrí los primeros kilómetros me animó a explorar esas bifurcaciones del camino que si había tomado era por error y descubrir nuevos mundos, como la catedral de Espoo, modesta y pulcra, como suelen ser aquí, pero encantadora por su sencillez y entorno.

El día siguiente tenía que levantarme temprano para aprovechar el día. La verdad es que mis mejores intenciones quedaron un poco en eso, porque aunque me desperté temprano, me tomé los despertares y el desayuno con tranquilidad, pero al final ahí estuve en marcha con la bici, aunque con la precipitación cometí un error de principiantes y me olvide la cámara de repuesto en casa. Sigo siendo principiante, pero este error ya lo he cometido. También me olvidé la cámara, también imperdonable para un turista que quiera dejar testimonio de sus proezas.

De nuevo café en Bemböle y tiempo para estudiar el mapa. Seguiría por asfalto hasta Nuuksio, hasta Kattila, bastante al norte de mi mapa y luego me adentraría por caminos de tierra hasta Haukkalampi. Ésta parte del camino fue bastante bien, pero constaté que los toboganes del camino comenzaban a cansarme cuando llevaba sólo unos cuantos kilómetros. También descubrí que había tomado mal una desviación. Llegaría al mismo sitio, pero me molestó comprobar que mis habilidades como lector de mapas han mejorado poco. Me detuve a comprobar el mapa y tomar decisiones sobre cómo seguir. Me atuve al plan previsto llegué hasta Kattila más cansado pero no desfondado, con ganas de marcha.

Llevaba unos días más contento porque quería creer que mis habilidades al manillar habían mejorado, y quiero pensar que sí, pero los caminos un poco técnicos siguen siendo todo un desafío. El camino a través del parque natural está lleno de desniveles y raíces. Ni mi bici, no diseñada para estos menesteres, ni mi falta de habilidad natural y experiencia ayudaban. Con más pena que vergüenza me baje de la bici, pero no pude evitar pensar que 3i me habría echado la bronca / animado a seguir, diciendo que “pero si no es tan difícil”. Y no debía de serlo porque me encontré con un chaval circulando sin mayor problema en bici y saludó en finés con un fuerte acento alemán pero mucha cordialidad. “Sin amortiguadores es más difícil”, dijo simpático con una sonrisa que mostró hasta la muela del juicio. “Sí, con una bici algo mejor es más fácil, pero ni con la mejor bici del mundo me atrevería. Continué los 4 kilómetros a pie, empujando la bici casi todo el tiempo, pero con la poderosa imagen en forma de 3i haciendo de conciencia, intenté rodar en aquellos sitios más fáciles. Allí pude constatar una vez más que sigue sin ser lo mío y que probablemente nunca lo sea, pero con todo el camino era precioso y prácticamente vacío, a pesar de la proximidad a Helsinki y de la bondad del día, sólo encontré unos cuantos caminantes, casi todos extranjeros. No pude evitar pensar que un día como ese, La Pedriza estaría a rebosar.

Haukkalampi estaba tan bonito como lo recordaba, pero como ya estaba cansado, como veía que los frenos de mi bici necesitan un poco de revisión antes de afrontar nuevos retos, decidí evitar un recorrido largo por caminos de cabras y decidí regresar más o menos por donde debería haber venido, en cualquier caso por asfalto, yendo en contra de los principios de 3i. Me llevó su tiempo descubrir cuál era el camino, pero ahí estuve cabezota hasta que lo localicé. El principio del camino seguía siendo en tierra, con algunas cuestas arriba y abajo que hice como pude. Las de abajo con mucho cuidado, porque como dije los frenos requieren revisión y no sabía qué o a quién podría encontrar. Cuando llegué a la carretera la encaminé con alegría, ya notaba el peso de los kilómetros recorridos en las piernas, pero todavía no estaba desfondado. Así los últimos 25 kilómetros del día.

En total me salieron más de los 60 kilómetros que chivaba el pulsómetro. Todavía no lo controlo muy bien, he hice un buen recorrido sin que pitara. Calculo que unos cuantos kilómetros más. Dejémoslo en 69, como los del puerto de Canencia, y con claras reminiscencias. Eso sí, con un hambre de lobo.

Un abrazo, 3j

miércoles, 23 de julio de 2008

23.7.2008 Dos días de verano

En un atardecer sin nubes el horizonte de Helsinki que aprecio desde mi ventana se ve con una llamativa nitidez, con las sombras de las torres de agua, los radiofaros o dos chimeneas industriales que no logro recordar si estaban el año pasado. Los colores son los mismos. El anaranjado que a través de un amarillo, que más que verse se adivina, pasa a verde y luego a los azules, primero más claros y luego oscuros. La diferencia es la permanencia. Aquí los atardeceres y sus colores duran horas.

Hoy ha sido el segundo día de verano, con sol y calor, de este verano. El primero fue el sábado y lo aproveché con una vuelta en bicicleta hasta Luukka en un paseo entre la ida y la vuelta de unos 40 quilómetros. Luukka es una de las zonas de recreo con naturaleza protegida de los alrededores de Helsinki. Tiene una ruta preciosa de unos 5 ó 6 quilómetros que se pueden todavía alargar hasta 8,5 en un entorno de bosque de gran valor ecológico. Hay también lagos de diverso tamaño equipados con pasarelas para facilitar la entrada al agua. Es tan sencillo como bajarse de la bici, ponerse el bañador y darse un chapuzón.

Por la tarde una pareja estonia, que conozco desde hace ya bastantes años, me invitaron a una parrillada en el sitio del que dispone su comunidad de vecinos para esos menesteres. No es tan extraño aquí. Los dos se pasaron el día preparando las costillas y la salsa que habían sacado de un buceo por internet. Yo no suelo ser de fritangas, pero la verdad es que estaban estupendas. Las costillas, y las ensaladas y la tarta de chocolate blanco y fresa y las horas que se nos fueron allí. Además de mis amigos vino otra pareja de origen mixto, que apareció un poco más tarde. Como siempre con los nórdicos, empezamos con una cervecita seguimos con el vino, hicimos un brindis con cava, cambiamos al blanco y el finlandés aún pidió un chupito entre las dos rondas de costillas. Bueno, yo desde el cava evité las mezclas con otros vinos porque ya me sé las consecuencias.

El segundo día de verano ha sido hoy. Un antiguo compañero de trabajo me ha invitado a la sauna. Aquí es lo más fácil del mundo ir a la sauna, hay en casi todos los edificios una comunitaria si es que no la tienen ya en cada piso. Desde luego en las casas unipersonales siempre hay sauna, si no como parte integrante del edificio en una pequeña casita al lado.

Pero ésta era especial. Se trataba de una sauna construida en la década de los 40, justo después de la guerra y según he podido entender casi como celebración del abuelo del propietario de haber sobrevivido. El edificio estaba bien conservado pero se notaba la solera en los troncos de madera y en la construcción. Como correspondía a un sitio con raigambre la estufa era de leña. Así que al principio el ritual de preparar astillas, encender el fuego y hacer una buena lumbre nos ha llevado su tiempo. En estas el dueño de la casa, ya que mi anfitrión más directo estaba de prestado, se ha acercado amablemente a saludar. En un más que correcto inglés me ha explicado las particularidades del lugar, como que le encanta el ambiente a tradicional que se respira y que permitirá la entrada de la electricidad a esa casa sólo tras su funeral. En invierno debe tener su aquel encenderla y alumbrarse con lámparas a la antigua usanza. Lo mejor era que estaba al lado de un lago. Por lo que he visto en el mapa el lago es relativamente grande, pero la sauna estaba situada próxima a la orilla en el extremo de un recoveco que convertía esa zona del lago casi en una playa privada.

Una tarde de sauna con chapuzón en el lago es uno de los mayores placeres que pueden ofrecerte en Finlandia.

Me empeñé en ir en bicicleta, con lo que al final habré hecho otros 40 quilómetros. La vuelta, después del relajo de la sauna se ha echo más dura.

Mañana han dicho que iba ha hacer tan bueno como hoy.

jueves, 17 de julio de 2008

17.7.2008 Gran hermano

En una residencia de estudiantes es fácil saber el género de los anteriores ocupantes. Hablo de si soy chicos o chicas, y no tanto de su actividad amatoria, aunque esto también se hace explícito a juzgar por los aullidos que en ocasiones se escuchan. Basta con pasarse por el armario de la cocina y ver los restos. Los niños siempre abandonan jarras y vasos de cerveza procedentes con toda probabilidad del bar cercano de aquella noche de juerga. Las chicas van por otros derroteros. Las mías de este año han dejado el armario repleto de diversos tipos de harina, moldes para magdalenas, pepitas de chocolate y otras decoraciones para postres, también tazas grandes para el té y una tetera muy hogareña. Ni lo de los chicos es gamberrismo, ni lo de las chicas ñoñería. A mí me suena a diversas estrategias para enfrentarse al largísimo invierno nórdico, que en Helsinki es especialmente oscuro y duro. Que hay que fundir el chocolate en el horno e inyectárselo por vena directamente, pues se hace, que más duro es vivir en la oscuridad eterna de estas latitudes.

El propietario de la habitación del año pasado era un chaval italiano. Éste, además de los bidones de cerveza, se dejó una cafetera italiana en miniatura. En casa tengo una igual, pero más grande. Supongo que la mamma la pondría en la maleta y la arrastraría consigo desde Italia, porque todo el mundo sabe que el café de estos países es aguachirle. Lo importante es lo importante.

Compruebo que cada año los despojos que los estudiantes van dejando a sus sucesores, lo que algunos llaman herencias Erasmus, son más numerosos e incluso valiosos. Si el año pasado fue la cafetera, este año me he encontrado un tostador de pan, que se ha convertido en uno de mis objetos más preciados, una televisión, aunque como aquí ha llegado el apagón analógico tampoco sirve de mucho. Y luego la alemana ha dejado, sino toda su ropa, sí buena parte de ella.

En el montón de ropa no he escarbado, pero el armario común ofrecía algunas perlas, que me hacían sentir como espectador de un “reality”, pero desde una perspectiva arqueológica. Los restos acumulados en diversos estratos y la propia experiencia permiten reconstruir las vivencias. Que uno se equivoque tampoco tiene tanta importancia, lo realmente importante es comprobar que de una u otra forma aquí se ha vivido, y que después de todo, esta entrada en la intimidad pasada de otra gente, te permite constatar, una vez más, que en todas partes cuecen habas y que somos básicamente iguales.

Además de la cocina creativa, a mis anteriores ocupantes les preocupaba el peso. Había más de un libro, en alemán, con consejos para reducir el gasto calórico. Una báscula de baño confirma esta teoría. Claro que el francés del año pasado también la tenía, y era obvia la razón, sin embargo eso no le impedía regalarse con brie y dopar el pan con una generosa porción de mantequilla para tomársela con chocolate de barra. (Sí, sí, como suena).

La perla, sin embargo, la constituye una carta que dirige la francesa a la alemana, que contesta una anterior de la que no ha quedado constancia escrita. Por lo visto, una de ellas, se había traído amigos a casa “un tal Karsten” que había cometido la imprudencia de no haberse quitado los zapatos al entrar a casa, cuando la alemana había estado limpiando como una loca unos días antes. La carta no tiene desperdicio, porque la autora se defiende de las acusaciones de la “limpiadora” de haber encontrado a ese chico “en cualquier sitio” para luego traérselo a casa, y empieza y acaba diciendo a la otra, que si tiene un problema que se lo diga a la cara.

A partir de entonces deciden comenzar una rotación de turnos de limpieza para evitar malentendidos. Y cada una de las ocupantes deja constancia de lo que han hecho. Quizás eso no solucione del todo los problemas, pero sí buena parte de ellos de una forma probablemente razonable. Y no me gusta entrar en las diversas teorías que rondan la llamada “guerra de géneros”, pero no puedo evitar pensar que aquí, una vez más, las chicas demuestran ser más listas y más limpias que los chicos. Ellas dialogan, los chicos no siempre. Bueno, ya sé que esto es una generalización excesiva y que hay de todo, pero mi experiencia apunta a que es así. Claro que si te toca un vecino guarro, da lo mismo el género o la nacionalidad, estás perdido.

Y sin embargo..., los prejuicios simplistas acerca de nacionalidades y género suelen acertar con las nacionalidades y los sexos.

La italiana de la que he heredado la habitación fue un testigo mudo de esa batalla. Hay constancia de su participación en su turno de limpieza, pero no pareció entrar en el intercambio de acusaciones de las otras. Muy sabio por su parte. A mí me ha caído muy bien la italiana. No sólo me ha dejado su cuarto impecable, sino que dejó en unas bolsas ropa de cama y toallas lavadas con una nota invitando al siguiente ocupante a utilizarlas. Ahí queda toda la parafernalia para los siguientes estudiantes Erasmus que vengan.

Por cierto, habría podido empezar esto diciendo: “una italiana, una alemana y una francesa”...

viernes, 11 de julio de 2008

11.7.2008 Volver

Volver a la casa de Klaneettitie por quinta o sexta vez, ahora mismo no estoy seguro, es siempre una experiencia. Sólo en una ocasión recibí el mismo apartamento, nunca la misma habitación, pero la distribución del apartamento y el escueto, pero suficiente, mobiliario es idéntico de un lado a otro. Así que tengo esa sensación tan cinematográfica del eterno retorno, de volver al redil, de continuar mi vida donde la había dejado al marcharme, como si no hubiese pasado un año. Cuando me doy cuenta de que sí, que un año más vino y se fue, no sé cómo gestionar esa sensación. No sé si alegrarme de volver a estar ahí, de que las cosas no hayan cambiado, o si debería entristecerme por el paso del tiempo, y lo peor, los estragos de la edad. Vamos a ser optimistas, aunque sea un ejercicio de pura hipocresía. Me alegro de que mis amigos sigan ahí, porque llegará un día en que no lo estén, y es que el tiempo no perdona a nadie.

También el barrio sigue siendo básicamente el mismo. Los mismos borrachuzos en las mismas tascas. Creo que es una de las zonas de baja estofa, si es que alguna hay en Helsinki. Por lo que yo sé la fama la reciben por disponer de alojamientos con alquiler social para personas de baja renta: alcohólicos e inmigrantes básicamente. De todas formas por lo que me han contado no hay grandes diferencias de renta entre unas zonas y otras, y desde luego no hay barrios conflictivos. Los suecos, sin embargo, son diferentes. En Estocolmo sí hay segregación. Y es que ya nada es lo que era, ni siquiera la famosa sociedad del bienestar.

Logré que me dieran una habitación en el piso más alto. Es más, tengo la sensación de que el mío es el edificio más alto de la zona, por lo que tengo unas preciosas vistas del atardecer. ¡Claro, cuando no está nublado! La orientación al norte, que es por donde se pone el sol en estas latitudes en verano tampoco es casualidad. Procuro conseguirlo siempre que puedo, no sólo por el privilegio de ver ponerse el sol lentamente, como en el largo adiós ("Det långt farväl”), sino porque la otra posibilidad es la del sol de la mañana, que a partir de las tres de la madrugada empieza a brillar y a calentar y hacerte sentir que no estás durmiendo la noche sino una siesta veraniega.

Desde estas alturas veo un reloj digital que fue moderno hace 20 años y que por falta de mantenimiento solo muestra de manera inteligible la temperatura. La hora se ha quedado en un nueve para las decenas de los minutos. Hay cosas que sí han cambiado. Los estragos de la edad.

lunes, 23 de junio de 2008

23.6.2008 – El Cross del Telégrafo

Tenía la intención de escribir sobre el cross del Telégrafo antes, pero ya sabéis cómo son estas cosas. La verdad es que he olvidado bastantes detalles, pero si no lo hago ahora no lo hago nunca.
Recuerdo que dormí muy poco, aunque estaba cansado. Había participado en el Acuatlón de Puerta de Hierro. Me acosté tarde y tuve que levantarme temprano. Me llevaba un compañero del Aguaverde. El chaval superamable y muy simpático, pero a él se le pegaron las sábanas. Para un día que soy puntual... Con todo llegamos bien de tiempo a Cercedilla. Para ese día Patri y Miguel se habían ofrecido a llevarme. Los pobres iban a pegarse el madrugón para hacerme el favor. Estos también son pomponeros de lujo.

La supergente del supermaratón había salido una hora antes. Allí me encuentré con Chusa, con 3i, que como siempre compaginaba la organización con la competición, Ángel y algunos amigos más.

Aunque salimos temprano, el sol ya pegaba. En el del Telégrafo, como carrera por o de montaña, se empieza subiendo. Salimos del pueblo todos juntitos. La gente buena al principio, yo atrás, buscando acomodarme a mi ritmo. Pronto el grupo se va estirando y después de los dos o tres primeros kilómetros se va muy bien. Éste año no hay tantos ni tan crecidos riachuelos, pero esta vez, ya escarmentado, no hago ningún esfuerzo por vadearlos. Adentro con la pezuña, que ya se secará. Después de todo, las zapatillas ya tienen un agujerito “de ventilación”.

3i me alcanza en un determinado momento, pero esta vez, aprovechando un terreno llano y sencillo, no le dejo escapar, charlamos mientras podemos. La verdad es que me encontraba muy bien, a pesar de la paliza del día anterior y de que no tenía muy entrenada (por no decir nada) la carrera. Vamos que a correr, los sábados y gracias a que voy en manada. En un determinado momento en el que empiezan las cuestas 3i se queda y yo me voy. El pobre venía de competir en la Quebrantahuesos, y aunque es un todoterreno, los 180 km en bicicleta, si no son más, cansan. Lo hago con una sonrisa de gozo, es difícil hacer algo mejor que él, pero también sin remordimientos. Sé que me va a alcanzar y pasar en cualquier momento.

Pues yo sigo subiendo. Las cuestas son empinadas y no se puede correr, pero me veo pasando a mucha gente con holgura, sin machacarme demasiado y desde luego sin sensación de agobio. Naturalmente iba subido de pulsaciones, que estuve en las dos horas y pico que duró la carrera con una media de 160 pulsaciones pm.

Lo hacía con bastante desparpajo, porque sabía que pronto me alcanzarían. Así fue, pasado el ecuador de la carrera, el propio pico del Telégrafo, la gente con una mejor técnica de bajada que yo, fue adelantándome. Primero los últimos que había adelantado.

Y sin embargo, estoy seguro de que he mejorado bastante. Mi técnica es mala y, sobre todo, le tengo respeto, por no decir miedo, a las caídas. Bajo con cuidado, pero desde luego que fui más rápido que la vez anterior. En las zonas más abiertas, los corredores más avezados me adelantaban sin problemas, pero en esos períodos con senderos más estrechos cedo el paso. Es respeto por los otros competidores, pero también que me siento más a gusto sin la presión del que quiere pasar y no puede.

En un determinado momento siento que los corredores se me acumulan por detrás. Antes de que pueda cederles el paso me equivoco de camino en una bifurcación. Error mío porque estaba perfectamente señalado. 3i, providencial, estaba ahí y me avisó. Fue un buen momento, porque dejé pasar a la fila y me puse detrás del último. Ya alcanzaría a alguno, cuando llegara la zona de llano, como así fue.

A pesar del desgaste tengo tiempo para darme cuenta de lo precioso que es el camino, de lo bien que han venido las lluvias, de saludar a los corredores que todavía suben, y de animar a los que paso. Estoy disfrutando con muchas ganas.

En una de estas zonas de llanos, siento otro corredor que me está alcanzando. Siento su esfuerzo y sé que está cerca de su límite. Podría apretar, está dentro de mis posibilidades, pero ¿para qué? Le dejo pasar. Es un corredor mayor, y sé por mi velocidad que debe entrenar duro, y que además lo hace bien. Éste es de los que se fijan pequeñas metas. Me pasa.

En la siguiente bajada le vuelvo a pasar. No me llama la atención hacerlo, porque sabía que su adelantamiento había sido casi un canto de cisne, pero me provoca una sensación de placer hacerlo precisamente en una bajada, que no es mi fuerte. Por cierto, si algún día me entero de cuál es mi fuerte, escribiré otra entrada con sonido de fanfarrias.

Es un corredor fuerte. Me sigue a corta distancia. En otra ocasión ya cerca del pueblo, y de la meta, me vuelvo a equivocar de camino. Le veo pasar y le pregunto por dónde es. Me indica la dirección y me adelanta sin ningún pudor ni vergüenza. Vuelvo sobre mis pasos y le veo por delante. Poco le va a durar la alegría, aún en un adelantamiento por despiste (como en la última San Silvestre). Sé que la meta está cerca y veo que es el momento de apretar, según mis posibilidades.

Acelero el paso. Le paso a él y a otros. Entro en el pueblo y el camino se vuelve asfalto. En una curva adelanto a un par de amigos. Les pido disculpas porque me veo haciéndolo por el medio. “Tú tranquilo, sigue”, me animan. Entro en la calle de la meta. Veo a Patri y Miguel que me gritan dando ánimos. Aumento el paso, pero freno casi al llegar, para no adelantar en el último segundo a otro corredor. Una cosa es apretar al final y otra es pasar a otro compañero por un puesto en la cola de la clasificación. Quizás sea una tontería, pero me da un poco de vergüenza.

Ya alegría, comer un poco para recuperarse, recoger el diploma, saludar.

“Me voy a quedar con otros coleguitas”, le digo al colega de Aguaverde. En las duchas, volví a equivocarme y me metí en la de las chicas. En mi disculpa tengo que decir que esta vez no estaba señalizado. Ya en el vestuario que me correspondía, el agua fría me arquea la espalda, pero yo no pegaba alaridos de terror que se oían por ahí. Esos chicos, tan fuertes y tan sentidos. Refrescante ducha.

Después a disfrutar con los amigos. Llegó Ángel, llego Chusa y por fin, llegó Javi, pero éste era del maratón, del que probablemente sea el maratón alpino más duro del mundo, al menos así lo promociona la organización. Y sé que tiene predicamento internacional. Comemos la tortilla y viandas que habían preparado Patri y Miguel. De verdad, ¡qué bien se portaron!

El Cross tiene 8,5 km de subida y los mismos de bajada. Mi marca fue de 2:05, saqué creo que 7 u 8 minutos a la del año pasado, aunque claro, ahora no llovía. Sé que lo he hecho mejor, que es importante.

Como dice Javi, otra a la buchaca.

sábado, 21 de junio de 2008

21.6.2008 – El acuatlón de Puerta de Hierro

Aunque ya ha pasado bastante tiempo, más de un mes, desde que participé y ya no me acuerdo demasiado, he decidido escribir algunas líneas para no olvidarme, porque no sé cuándo habrá otro, y en definitiva porque si no lo hago yo, nadie lo va a hacer por mí.

Llevaba bastante tiempo con ganas de participar en alguno, ya que en competiciones de triatlón no me decido participar, pues aquellas en las que se quita la parte de bicicleta. Me había apuntado a uno en Arroyomolinos, pero al final me corté ante un tiempo frío, impropio de mayo, que no invitaba a hacerse un kilómetro en un estanque no aclimatado. Y yo estaba con dudas de todo tipo respecto al reglamento y al traje de neopreno.

El de Puerta de Hierro, en pleno junio y con la calor de Madrid, ofrecía garantías en ese sentido. Y además, quizás lo más importante, se celebraba en piscina, cuando lo habitual en estos casos son las aguas abiertas, en mi opinión mucho menos apetecibles, pero sé que hay gente a las que le gusta más. La piscina de Puerta de Hierro es un monumento al auge de la clase media de los años 60, que iba a disfrutar de un día de piscina y una tortilla de patata y filete empanado. Lo cierto es que es enorme y da muy bien para un acuatlón. Para mí que soy un nadador de piscina el hecho de ver el fondo ayuda mucho.

Por adaptar las instalaciones a la prueba al final salían en el primer tramo de carrera dando 3 vueltas a un paseo de plátanos, entre las sombras de los árboles, 2.320 metros, luego la transición sobre el césped hacia la piscina y tres vueltas a ésta que daban 885 metros, para luego volver a hacer otros 2.230 metros.

Yo me había apuntado en el último momento con muchas dudas y gracias a la insistencia de 3i al que todavía no se lo he agradecido lo suficiente su machacón ronroneo, “que si luego te quejas”, “que otra competición al día siguiente no es un problema para un campeón como tú”. (Esto último no sé si lo dice con cachondeo). El caso es que gracias a su sugerencia de que al día siguiente un compañero del Aguaverde me llevaría a Cercedilla para el Cross del Telégrafo y, una vez más, a su cabezonería allí que me fui,

Iba un poco a probar y dar un poco de lustre a una licencia de Triatlón que no estoy utilizando mucho de momento, por no decir nada. Llegué con mucha antelación y con muchas dudas, a pesar de que me había leído de pe a pa el reglamento y planeado minuciosamente todas las posibles circunstancias desde cómo llegar, hasta las transiciones. Bueno, al menos eso creía.

Empecé bien, en el autobús no me hizo falta preguntar. Un chaval joven, con formas de deportista y, para más datos, un mono de triatlón bajo la camiseta me demostró que no andaba desencaminado. Incluso charlé con él mientras caminaba hasta el puesto de recogida de dorsales, muy simpático. Yo opinaba que llegaba con demasiada antelación. Él otro opinaba lo contrario, que había que calentar y prepararse. En los vestuarios, que prácticamente nadie más utilizó, (por lo visto la gente ya viene preparada de casa), me encontré a otro chaval, Abe, que resultó ser también del ya extinto grupo s2r, pero en el grupo de los domingos. Supermajo, luego me acercó hasta el metro. Como los dos andábamos un poco despistados y nos confesábamos mutuamente nuestra ignorancia formamos un grupito. También reconocí gracias al uniforme a otro chaval de Aguaverde, Andrés, muy simpático también, pero éste es de lo se lo toman más en serio. De hecho ha subido al podium en su grupo de edad en algunas competiciones. Así estuvimos de charleta hasta el inicio de la competición. La verdad es que no calenté muy bien, pero, a pesar de que me gane un rapapolvos, ésta es ya una costumbre, por unas razones u otras.

La mayoría de los participantes era gente muy jovencita, de cuerpos rotundos y, luego lo comprobé, deportistas de potencia y velocidad. Para mi alivio descubrí también a otra gente de “mi grupo de edad”. Algunos que también venían con poca experiencia en la mochila. El sa berse acompañado siempre da gusto.

Oye, que se va acercando el momento del inicio. Oye, que mejor que nos vayamos acercando a la línea de salida, que mejor nos colocamos, que oye, que ya han dado la salida. Empecé con muy conservador. En mi no se trata de una estrategia muy elaborada, es que soy bastante diesel y me cuesta arrancar. Sin embargo, en este caso lo hacía a propósito. No quería llegar demasiado agobiado a la piscina. Es más, me daba miedo la posibilidad de pinchar ahí. Con todo adelanté a unos poquitos. Supongo que a los nadadores con menos preparación sobre el asfalto. Constato una vez más que la base aeróbica que tengas de otros deportes es muy buena, pero la técnica y la costumbre son tan importantes o más. Conté con cuidado las vueltas, no me fuera a equivocar.

Llegué a la transición. Lo había pensado muchas veces. Me quité las zapatillas, sin calcetines, por favor, que esto era un acuatlón, me calcé las gafas y a la piscina. Después de pasar el umbral que marcaba la ducha me doy cuenta de que todavía llevaba puesta la camiseta. ¡Ay, pardillo! Me di media vuelta, ante la mirada impasible del juez, a pesar de que puse cara de ¡Qué le vamos a hacer, un error lo tiene cualquiera!, me quité la camiseta y la puse con mimo ordenada para volver a calzármela después y volví a salir corriendo. Debí de perder un par de minutos con la tontería.

¡Al agua! A nadar con tranquilidad, que todavía quedaban más de 800 metros y yo no sabía cómo iba a salir de aquello. Los que había adelantado antes me alcanzaron, y supongo que también los que iban en cabeza. Aquello no era malo, la estela que generaban me permitía avanzar con menos esfuerzo. Traté de no ponerme en medio. En el primer tramo llegamos a un punto en que si te despistabas te dabas de bruces contra una pared. En las fotos del organizador, la cuarta foto. Pero ahí estaba alguien de la organización avisando. A mí me salvaron de un buen coscorrón, porque a pesar de que trataba de ir controlando con alguna levantando la cabeza como en el waterpolo, es fácil dejarse llevar por los demás. Quizás por ser demasiado conservador, quizás por el impulso de la estela de los nadadores más rápidos, lo cierto es que no me costó demasiado trabajo hacer las tres vueltas, al menos no tanto como pensaba. De hecho, tuve miedo al salir, de haber hecho sólo tres, pero la piscina estaba demasiado vacía de competidores como para creerme que sólo habían sido 2 vueltas, y demasiado llena para saber que llevaba cuatro. Tengo que decir que me sorprendió la técnica de patada de uno de los nadadores más fuertes cuando me adelantó. Es la técnica que yo hubiese utilizado no tanto para avanzar más rápido sino para dar patadas al competidor que estaba a su lado y que probablemente le estorbara. En fin, seguro que nadie hace eso.

La segunda transición fue sin errores. Después de haber pasado la piscina ahora me iba a confundir con el dorsal. Eso sí, me costó ponerme la camiseta y las zapatillas mojado como estaba. Quedaban tres vueltas, a hacerlas ahora con más ánimo, dándolo todo en la pista como en mi época de bailongo en la discoteca de mi pueblo. Así fui adelantado a unos pocos, de nuevo los nadadores, esta vez sin ningún recato. Cuando llegué a la meta casi me como el mostrador donde entregaban la bebida. Y por cierto, me negué a adelantar al sprint a la chica que tenía delante porque me pareció feo. Total, ¿de qué iba a servir?

Eso sí, ¿ya se había acabado? La distancia me había sabido a poco, quería más. Estoy convencido de que lo la distancia corta no es para mí. Ahora sólo me queda descubrir si la media o larga lo son, Pero ese es otro cantar.

Las clasificaciones se pueden ver en la página del organizador. La próxima vez quizás tenga que ser más ambicioso y meter un poco de más caña al principio y en la natación. Fui bastante lento, sobre todo en la natación, pero luego adelanté bastante en la segunda carrera.

Estaba agotado pero próximo a la euforia. Lo había conseguido, a pesar de mis miedos y prevenciones. Había disfrutado y hecho nuevas amistades. Localicé de nuevo a Abe y nos felicitamos mutuamente mientras tratábamos de recuperar el resuello y los líquidos perdidos. Le agradecí que me acercara a la estación de metro porque yo al siguiente día tenía que darme otro madrugón para participar en el Cross del Telégrafo al día siguiente. De esto también he prometido crónica.

Al metro con el dorsal todavía puesto. Eso sí, con una chaquetita que siempre me llevo para después de la competición haga el calor que haga. No me equivoqué. El aire acondicionado del metro me pareció fresquísimo.