martes, 13 de noviembre de 2007

11.11.2007 – La media maratón de Moratalaz

Pues yo este domingo estuve corriendo. La verdad es cuando me siento y trato de encontrar algo que contar de una carrera de asfalto, me quedo sin saber qué decir. Las carreras de montaña dan para mucho más y aquí, a no ser que no cuente el ritmo que llevaba por kilómetro, poco más tengo que contar. Los detalles más específicos es algo que sólo los muy adictos a la carrera soportarían con cierto estoicismo. Y yo no es que no quiera dar su dosis a los que disfruten de esto, es que mis marcas ni a la llegada, ni lógicamente durante cada kilómetro pueden ser más discretas. A mí sólo me queda disfrutar de las sensaciones de la carrera, y ya es más que suficiente y gratificante.

Los de la asociación atlética de Moratalaz presumen de organizar la carrera popular más antigua de Madrid. Yo no sé si la afirmación admitirá matices, pero lo cierto es que van por la trigésimo primera edición y eso está bastante bien. Se organizan simultáneamente dos carreras: una de 12 km y la media. Yo esta vez me decidí por la versión corta pensando que las piernas me lo agradecerían durante y sobre todo después de correr. La distancia de media maratón me gusta, pero está ya muy cerca del límite de lo que es razonable para mí. Aunque tengo que confesar que ya de mañana con el ambientillo de la salida y mientras corría barajé la posibilidad de seguir adelante. Una vez que ya estás en ello, minimizas las consecuencias futuras, normalmente desagradables y te dejas llevar por la animación general. No sólo la prudencia me paró, sino también la certeza de que volvería a pasar otra vez por los mismos sitios. Moratalaz es un barrio grande, pero el recorrido de la carrera aprovecha el mismo circuito varias veces. Imposiciones de la junta municipal, imagino. De todas formas a la gente le gusta mucho más la media maratón que los 12 km, porque a pesar de sus 10 km y pico de más, la gran mayoría de los participantes no se desviaron ante la señal de final de los 12 y siguieron adelante muy valientes ellos y ellas.

Me gusta la carrera de Moratalaz. No sólo porque me pille cerca, que me pilla. Sino porque es un lugar agradable. El recorrido no está mal para una carrera de asfalto, especialmente en un día soleado y bonito como lo fue ayer con temperatura perfecta. Hay gente que se queja de que se pasan demasiadas veces por las mismas calles, pero yo, la verdad, es que voy demasiado agitado como para darme cuenta. Hay poquitos participantes y las avenidas son anchas. Se puede correr muy bien, sin agobios ni codazos. La señalización es de las mejorcitas que he visto, aunque reconozco que el pequeño número de participantes ayuda a que sean más visibles. Aunque mi marca fue más que discreta, puedo presumir de estar entre los 50 primeros, el quincuagésimo para ser exacto, algo que jamás me sucede aún corriendo infinitamente mejor en carreras de solera. La bolsa del corredor tampoco es para dar botes de alegría, la camiseta podría hacer por lo menos mención a la carrera y no sólo al patrocinador, pero la inscripción fue solo 5 euritos. En fin, que está muy bien para poner una carrerita en noviembre.

lunes, 22 de octubre de 2007

21.10.2007 – La Carrera de la Ciencia

Han cambiado el nombre a esta carrera con tanta solera. Ahora suena apropiado para la institución que la organiza, aunque desde luego algo pomposo. Antes, y a pesar del cambio también ahora, todo el mundo la conoce como la del cesic.

Me había prometido hacer una crónica por cada carrera en la que participase, porque después de todo, tampoco corro tantas. Pero la verdad es las carreras de asfalto, y menos las de 10 kilómetros, dan para mucho. Especialmente después de una de montaña y una tan bonita como Las Dehesas, no me queda mucho que decir de la del cesic.

El domingo hizo muy buen tiempo, aunque por la mañanas en esta época ya hace fresquito. En el metro y en los alrededores de la prueba ya se ve a la gente vestida de carrera, en pantaloncito y manga corta, incluso sin manga. Salen así de casa los y las muy valientes. En el metro no se pasa frío y en la línea de salida, gracias al calor humano, nunca mejor dicho, tampoco, pero entre que llegas ahí y cumples con las formalidades de carrera... Lo peor es después de la carrera. Yo siempre tengo frío por el sudor y por el esfuerzo. Incluso en verano procuro abrigarme. Ayer, a pesar de esta bonanza de tiempo, también. Ni me sobro a la ida, ni mucho menos a la vuelta. Abrigado por dos pesadas capas y con una camiseta limpia, sólo me sentí reconfortado cuando llegué al andén de metro, que está bien calentito incluso en días menos esforzados, agobiante.

Por lo demás, no sé que contar que no sean kilómetros y tiempos. El cesic, pasa por sitios muy bonitos. Bajamos desde Serrano 117 hasta casi la puerta de Alcalá. Torcemos por la Biblioteca Nacional, me parece que C/ Villanueva, y luego subimos escopetados hasta casi la plaza de Castilla. Subimos por la vía de servicio, porque incluso ese día no cierran la Castellana. La verdad es que siempre da mucho gusto pasar por sitios tan conocidos, al lado del curro, por ejemplo, por un lugar siempre abarrotado por los coches. Te sientes como Jaime I el Conquistador, suponiendo que el monarca tuviese esa sensación de satisfacción al ir añadiendo fueros y derechos de impuestos a su haber.

De todas formas cuando estás corriendo tampoco tienes muchas posibilidades de experimentar muchas sensaciones. Al menos yo, lo único que voy pensando es en poner un pie delante del otro, a pesar de que ya se va cansado, procurar no tropezarme con el de delante, al tiempo que controlo por atrás. A veces me fijo en el de delante o el de al lado. ¡Menudas piernas tiene éste! o ¡qué mal va ya éste! ¡Pues menudo jadeo! ¿No le convendrá salir un poco más controlado y no petar a la mitad? De estos hay muchos, y supongo que lo de fallar en los cálculos le puede pasar a todos, pero con el tiempo me voy reafirmando en la idea de que hay mucha gente que es muy competitiva y que sale a morir, más que por el reto de superarse a sí mismo, porque no soporta que los otros, y especialmente otras, los adelanten. Ésta vez no añado las, porque por lo general y por tradición las chicas son menos competitivas aunque sean buenas, aunque de todo hay.

En una carrera un cierto grado de competitividad es bueno, incluso necesario aunque no seas de la élite, pero incluso estos tienen que tener los pies en el suelo, tampoco nunca mejor dicho. Como es natural, yo también soy competitivo, pero mejor no dejarse llevar, porque sea en lo que sea y hagas lo que hagas, siempre va a haber alguien más rápido, más resistente y mejor que uno mismo, pero también al contrario.

Por cierto, ese de las piernas tan fuertes, acabó por pasarme de nuevo. También ese otro con pintas de correr mucho. La apariencia de corredor suele corresponderse bastante bien con los tiempos finales. Bien. Da gusto en los kilómetros finales. Ahí ya corres con la gente de tu tiempo sin la sensación de que están en medio y sin tantos agobios. Yo al menos ahí voy haciendo mi carrera y no adelantando gente, con más buena voluntad que capacidad.

¿La marca? Pues mejor que el año pasado en más de un minuto, que está muy bien. Todavía lejos de bajar de los 43’, aunque más cerca, y todavía más de bajar de los 42’ que es lo que me gustaría. Pero en fin... Lo mejor es que no me duelen las piernas ni tengo agujetas, aunque algo cargadillo sí voy.

jueves, 4 de octubre de 2007

30.9.2007 - Crónica de Las Dehesas

El domingo por la mañana ya estaba casi despierto porque había dormido el sueño del duermevela pensando lo que se me venía encima por la mañana Con todo, cuando el despertador sonó y me recordó que más valiera que me pusiera en marcha, no pude evitar un pensamiento de fatalidad. Y total, ¿dónde iba tan temprano si ni siquiera tenía el dorsal? Un vistazo por la ventana acrecentaba mis temores, pues si en Madrid estaba cubierto, probablemente en la montaña lloviera, hiciera viento y frío.

Ni el sueño ni los malos presentimientos se fueron durante el trayecto. Cuando llegamos a Las Dehesas los presagios de lluvia y de unas condiciones meteorológicas un poco destempladas se cumplieron. Llovía ligeramente y soplaba un poco el viento, pero siendo objetivo. Ni hacía mucho frío, ni el agua molestaba. La actividad en las mesas de la organización y el ambiente previo a la carrera empezaban a animarme. No hubo problemas para conseguir dorsal y los organizadores no se hacían notar, que es la mejor característica de excelencia en la organización.

Allí estaba Ángel con la familia. Un saludo rápido, porque como de costumbre estaba descuidando el calentamiento. Con todo mientras repartíamos saludos y deseos de felicidad la más pequeña de las niñas aún tuvo tiempo de abrazarse a mis piernas. La pobre se habría confundido entre tanto corredor, pero yo me puse contentísimo ante esa demostración de cariño tan inesperada como desinteresada.

Se acercaban las 10 en punto y avisaron que iban a dar la salida. Como estaba en el otro lado del punto de partida tuve que atravesar rápidamente la primera línea. Allí estaba los futuros primeros puestos, concentrados y listos para poner a prueba esas piernas cuyo grosor iba más parejo con los troncos de los árboles que se erguían a ambos lados del camino que con la anatomía estándar. La carrera formaba parte del Campeonato de Madrid, o algo parecido, y los federados puntuaban.

Comenzamos a salir de forma ordenada. Supongo que la mayoría era consciente que ya habría tiempo para tirar de piernas cuando llegaran las subidas. En efecto, la calzada romana ofrecía un firme irregular y, por efecto de la suave lluvia que de forma intermitente había humedecido la superficie, resbaladizo. Yo había utilizado, con más buena voluntad que acierto, el término adoquines para definir al empedrado con bloques irregulares del terreno, lo que me valió la rechifla de mi amiguete y compañero de fatigas. Afortunadamente la subida nos calló pronto a todos, lo más que se oía era, si acaso, el jadeo del esfuerzo.

La primera subida fue exigente por la pendiente, pero no difícil. El mismo terreno de bajada habría sido otro cantar. Bueno quizá no para los expertos, pero sí para mí. Pasada esa primera subida se abría un camino que entre bajadas y planos permitía incluso correr con comodidad. La bajada al valle fue una agradable sorpresa. Un miembro de la organización indicaba entre ánimos y adelantes donde había que desviarse. Una sabia decisión, porque no era evidente. En una ladera pronunciada se abría un pequeño sendero que de otra manera hubiera pasado inadvertido. A pesar de la pendiente el sendero no podía ser más fácil, incluso para los novatos. El terreno era arcilloso, ideal para bajar: blando para las articulaciones, sin peligro de deslizamiento y otras sorpresas. Discurría entre un mar de helechos que empezaban a desprenderse del verdor del verano y mostrar otros colores más otoñales. Como el terreno no ofrecía especial dificultad hasta pude disfrutar de eso.

Después de la ladera de helechos había un pequeño prado y después un camino, a ratos más ancho que estrecho y con tramos de diversas pendientes más o menos suaves. En una de estas sendas la primera sorpresa desagradable. Un compañero de camino había sufrido un percance. Le tenían tumbado sobre el suelo con las piernas en alto. Como ya estaba atendido continué mi camino para no molestar. Pero según avanzaba vi como la guardia civil se aprestaba para atenderle. La presencia cercana de un control de carrera permitió a otros participantes avisar y la pronta llegada del médico. Según las noticias de los foros parece que todo quedó en un susto.

Con un poco de aprensión y redoblada precaución continué. En esa parte el camino recordaba parte del trayecto del cross del telégrafo. Si bien los riachuelos que atravesaban el camino no estaban ni por asomo tan crecidos como aquel día y era posible salvarlos con dignidad, es decir, con los pies secos.

Mientras avanzaba por un camino ancho, en un llano sin mucha fronde, sentí inesperadamente en ambas piernas una intensa picazón dolorosa y localizada en focos discretos. Intuitivamente y todo a una pegué un salto que casi acaba en contractura, di un intenso alarido y me llevé las manos para deshacerme de la causa, mucho antes de imaginar de qué podría tratarse. El uso de guantes fue providencial y apunto una razón más para llevarlos para correr, y van cinco. Dolorido corrí aún más fuerte para alejarme de lo que temía fueran avispas enfurecidas. Alcancé a la chica que iba por delante y le pregunté si ella también había sido atacada. “No”, me contestó, “pero tengo arañazos por todas partes”. No sé si esto lo decía por solidaridad, por disculparse de no haberse inmutado ante el grito, que igualmente podrían haberme estado degollando, o porque quería arrancar mi piedad. Al chico de delante también le habían picado. El pobre estaba aplicándose un poco de barro para aliviar el dolor. Otros participantes en foros de atletas confirmaron que se trataba de avispas y que atacaron a bastantes corredores. Aunque por lo visto algo aleatoriamente, porque mientras pasaban casi simultáneamente por la “zona en conflicto” algunos corredores recibieron picotazos y otros no, como los pimientos de Padrón. Considerando que las avispas, al contrario que otros insectos parecidos, se guían sobre todo por el olor para localizar su alimento, yo debo oler a jamón ibérico para ellas. Me pusieron perdido. Aguijoneado por semejante acicate traté de acelerar para ver si disminuía la picazón. En vano.

En el siguiente avituallamiento me encontré con mi amiguete que, muy solidario me estaba esperando. La siguiente cuesta no era tan pronunciada como la calzada, pero sí se hacía larga y pesada. Un pie tras el otro y sin desmayo. Ya no tenía tantas ganas de disfrutar del paisaje que estaba precioso, entre jirones de niebla. En la ascensión me topo con una camiseta de Start2Run, esas que generosamente reparte el organizador. “!Hombre! ¡Un coleguita estarturranero!”, pensé. Cuando dejo de mirar al suelo reconozco a Ángel, que sí, también había sido objeto de la ira de los insectos, aunque menos. Probablemente se había quedado en jamón serrano para las avispas o corría más rápido que yo. Me confesó que a él también se le hacía larga la cuesta.

Vi el cielo abierto cuando alguien de la organización nos animó a seguir. Es un decir, porque éste fue el momento en que había más niebla, más humedad y más frío. Calculo que unos 5 grados y con el único momento de viento. Sólo quedaban unos 300 metros y llegamos al asfalto, a la altura del Telégrafo. Después sólo era aproximadamente un kilómetro hasta el albergue de Peñalara. Yo ya no podía hacer mucho más. A pesar de que era terreno firme, uniforme y bajada, sólo podía avanzar despacito. Me adelantaron dos chicos que se notaba que iban todavía sobrados. No fueron los únicos. Al final un veterano me adelantó poco antes de doblar la curva para el albergue. Éste no iba para nada tan suelto, de hecho temí que tuviera que recoger los cachos después de que sufriera un colapso. No sé si competía contra sí mismo y quería mejorar su tiempo, o que le causaba un placer inmenso ganar un puesto en el último cuarto de la clasificación. Hay gente para todo.

Los picotazos de las avispas (por cierto, al contrario que las abejas las muy guarras no pierden parte del abdomen con la picadura y pueden reincidir) no eran la única lesión. Más aparatosa que real era una rozadura en el tendón de Aquiles que había empapado la zapatilla. Pero no fue la carrera la gran culpable, sino que había estado nadando con aletas el viernes. Con tanto movimiento el borde de la zapatilla había reabierto la herida y me daba un aspecto de sufrido corredor de montaña.

No me quedé mucho tiempo ahí. Unos conocidos nos acercaron en coche hasta donde teníamos el nuestro. El chaval que conducía, y de los que quedan en el primer tercio de la clasificación, se quejaba de que había demasiadas oportunidades para correr en este trayecto, que él no era “corredor” y que no le venía bien porque iba “sólo a 4 minutos” cuando había gente que le pasó a 3 minutos. A mí no me quedó más remedio que meditar sobre mi propia naturaleza, pues sí el superchaval no era “corredor” con 4 min/km, entonces qué sería yo.

Picotazos y rozaduras aparte es quizá la carrera de montaña más bonita que he participado, bueno no han sido muchas. Con más subida que bajada, nada técnica y tramos para disfrutar corriendo en un entorno precioso, es para volver. Y también para la gente que quiere probar pero que le da respeto la montaña. A veces, merece la pena vencer la pereza y los vaticinios “funestos” de los despertares.

lunes, 13 de agosto de 2007

Ron nocturno

13.8.2007
He guardado una botellita de ron moreno que compré en la tienda del monopolio estatal de alcohol, Alko por más señas, que compré en previsión de un ataque de nostalgia o de ansiedad. En este empeño semieducativo en que se ha convertido esta serie de crónicas, podría hablar de la relación entre los finlandeses y el alcohol, o tirar de una perspectiva socioeconómica y analizar el cambio que va a suponer la exigencia de las instituciones europeas de liberalizar el mercado, o la continua discusión en la prensa sobre el efecto, a veces calificado de catastrófico, que ha supuesto la rebaja del impuesto sobre el alcohol y la necesidad de subirlo de nuevo. Sin embargo, lo que quiero contar es el precioso color que tiene el ron oscurito en una botella transparente. A pesar de que los puristas pongan el grito en el cielo y en mi eterna inconsciencia, la he metido en el congelador. La botella está encharcada y el líquido, que por su contenido en alcohol no se ha congelado, ha adquirido una cierta viscosidad que pierde a temperatura ambiente. Bastan unos sorbos para notar su efecto, primero en la garganta y a los pocos minutos en la cabeza. No quiero que la liga antialcohólica se me eche encima, pero creo que con moderación, y cuando lo requiere la necesidad, una gota (tippa dicen los finlandeses) obra maravillas. Otras da dolor de cabeza.

viernes, 10 de agosto de 2007

Amics per sempre

10.8.2007
Me suelen preguntar si tengo muchos amigos en Finlandia. La verdad es que sí. Ya son muchos años yendo y viniendo y al cabo del tiempo se van haciendo amigos. Pero siempre me quedan ganas de matizar la respuesta. Pues sí, pero buena parte de la gente que conocí en Finlandia ya no vive ahí.

Cuando llegas como estudiante de intercambio y te alojan en una residencia de estudiantes, el resto de estudiantes extranjeros se convierten en tu familia. Es curioso, porque si llegas a estar un curso académico completo, las amistades que haces al principio suelen evolucionar y convertirse en otras distintas a lo largo del año. No sé explicarlo muy bien, pero supongo que el cambio estacional, de verano a otoño, y luego a invierno, y a primavera y a verano de nuevo, hace cambiar a uno y sus relaciones con los demás.

Las relaciones entre los estudiantes de intercambio son extremadamente intensas. La vida en el extranjero es en general muy intensa y todo se convierte en profundamente vivido, lo bueno es excelente y lo malo es para pegarte un tiro. A poco sociable que uno sea, enseguida se encuentra deseando el contacto con la gente y el resto de estudiantes de intercambio, en la misma situación, supone el perfecto caldo de cultivo para una red compleja de interacciones sociales a todos los niveles. Ese grupito de gente afín, normalmente del mismo idioma, son tus incondicionales. Quedas para comer, para merendar, para tomar el té, para estudiar, para ir de paseo... Otros grupos son más o menos afines, y son tus amigos, o tus enemigos a los que criticas encarnizadamente, pero siguen formando parte de tu familia. Recuerdo que en ese grupo había una chica inglesa muy mona a la que llamaban “la rotatory”, porque decían las malas lenguas, y probablemente no fuese cierto, que había rotado por todas las camas de la residencia.

Pero la gente se va y retornan a sus países, a sus familias a su vida anterior, que aunque ya no sea la misma, será diferente a la que tenían como estudiantes de intercambio. Aunque al principio hay un intento de mantener las relaciones, el contacto acaba languideciendo y al poco acaba extinguiéndose como colectivo, porque la experiencia de grupo en un entorno determinado ya ha acabado. Quedan sin embargo perlas, algunos amigos con quien la experiencia vivida es tan fuerte que se alimenta la relación con nuevas vivencias. Algunos de mis mejores amigos vienen de esas épocas, de las de Finlandia y otras, en otros cursos y países, y la amistad continúa porque hay un interés y un cariño por ambas partes en aportar nuevas vivencias a la relación. No se puede vivir eternamente del pasado, pero con la confianza ya ganada es más fácil seguir adelante. El único enemigo suele ser la falta de tiempo.

Otros pocos, prueban sin embargo a quedarse en el país. Se echan novio, o simplemente quieren prolongar la intensidad de la estancia. Uno tiende a alimentar un profundo sentimiento de nostalgia según se acerca la fecha de partida propia en la salsa de las fiestas de despedida de los que se van. El segundo año nunca es como el primero. Viene gente nueva, pero el que se queda comprende que están en otro nivel de experiencias por las que ya ha pasado. Finalmente, por un lado la pereza de reiniciar el proceso de nuevo, por otro la reticencia con que reciben los recién llegados al que se ha quedado, éste suele experimentar una enorme soledad y añoranza por los que se fueron.

Luego están los tipos como yo, que retornan cada año como las aves migratorias buscando la bonanza del suave verano nórdico. Pero reconozco que lo mío ya es patológico.

En fin, continuando con la idea del principio, la gran mayoría de los estudiantes extranjeros que conocí ya no viven lógicamente en Helsinki. Y de los finlandeses, o de los pocos extranjeros que quedaron, la relación es completamente distinta que entonces. Si yo vengo de vacaciones a Helsinki, ellos se van de vacaciones a otra parte. Así que en muchas ocasiones la mejor forma es pasar unos días juntos. De esto vienen las invitaciones a las casitas de campo. Si están trabajando, y están viviendo su propia rutina es mucho más difícil localizarles. Quedar se convierte en una lucha de agenda. Lo entiendo perfectamente porque a mí me pasa lo mismo cuando estoy en mi propio mundo, que si el trabajo, que si los entrenos, que si tengo que hacer la compra. Al final siempre se acaba encontrando un hueco. Esta tarea es la que más esfuerzo requiere, pero es algo que no quiero dejar de hacer, porque me molesta perder el contacto con alguien, que en un determinado momento ha sido muy importante en mi vida.

Por cierto, ayer mismo vi una película, basada en un libro de un autor de la Laponia sueca, que se confunde por idioma y costumbres con la finlandesa que jugaba con esa idea. Con las amistades y querencias de una época de la vida, que en un determinado momento desaparecen. El libro se llama “Populärmusik från Vittula” de Mikael Niemi, y creo que no se ha traducido al español.

Al final, y en ausencia de otros estudiantes extranjeros o similares, mi vida en Helsinki es relativamente solitaria. A veces hecho de menos a la gente con la que estuve y me lo pasé muy bien, a veces me gustaría tener a gente cerca para que disfrutara de los mismos paisajes de naturaleza domada pero portentosa, del esfuerzo físico de moverse entre ellos, o de una taza de café en una terraza al lado del mar. Por otro lado un cierto grado de soledad no solo es sano sino recomendable y aporta una enorme libertad que disfruto inmensamente.

lunes, 6 de agosto de 2007

Ingmar Bergman

6.8.2007
La noticia de la muerte de Ingmar Bergman me pilló comiéndome una tostada de desayuno. No pude evitar un cierto vahído y eso que ni su persona ni su filmografía me afectaban en gran manera. En mi época de diligente estudiante de sueco traté de ver todas las películas posibles en ese idioma para practicar, aunque al final acababa viendo los subtítulos aunque fueran en terceros idiomas. Por supuesto la oferta en Madrid de películas en ese idioma se circunscribía en la mejor de las ocasiones a ciclos de Bergman organizados por la filmoteca, la embajada de Suecia o la buena voluntad de mis profesoras. Me gustó bastante Fanny y Alexander, pero el resto me dejaban no frío, sino completamente estupefacto. Quizás si hubiese sido alguien de su generación y con una educación luterana, habría encontrado más elementos cercanos de reflexión.

Los medios de comunicación de Finlandia se han llenado estos días de artículos en los que el que más y el menos desgranaban su filmografía y el impacto personal o social que causó. Para mí no es tanto su filmografía, sino que de alguna forma puedo considerar a Bergman como el símbolo de una época de mi vida que disfruté con consciencia, pero que ya acabó y que como las golondrinas de Bécquer ya no volverá. Mientras escribo esto me sirvo un tragito de ron, para brindar por la nostalgia y los amigos de la época. Algunos siguen ahí. El ron no combina muy bien con los antibióticos que acabo de tomar, pero ¿qué le vamos a hacer?

miércoles, 1 de agosto de 2007

La maleza de los fuegos

1.8.2007
Esta planta, Epilobium angustifolium, recibe en español el bonito nombre de maleza de los fuegos, aunque el genero se le llama epilobio o laurel de San Antonio. En inglés también se hace referencia al fuego y se le llama fireweed, debido a que crece con facilidad tras incendios, cortas forestales, quemas, en los bordes de los caminos. A estas características de pionero ayudan sus semillas cubiertas por pelusillas que se desplazan con facilidad por el viento y al llegar a un terreno propicio forman un sarmiento y rápidamente un tallo que en las mejores condiciones pueden llegar hasta el medio metro. El ápice floral, donde las flores empiezan a madurar mientras las flores de los estratos inferiores ya están madurando semillas, es característico. En finlandés se llama ‘maitohorsma’ donde ‘maito’ es leche y ‘horsma’ es epilobio, el nombre de leche hace referencia a que se ha utilizado tradicionalmente para aumentar la producción de leche de las vacas. Además de otras utilidades la pelusilla o tamo de las semillas se ha utilizado como mecha de las velas. Según la wikipedia esta maleza era la primera en crecer sobre las ruinas de los edificios tras los bombardeos en el Londres de la guerra, dando un toque de belleza con sus flores púrpuras en medio de la desolación.

martes, 31 de julio de 2007

Helsinki, a 31 de julio de 2007

31.7.2007
Ayer y hoy han sido uno de esos días que más vale quedarse en casa. La lluvia empezó ayer. Aunque había estado nublado todo el día, comenzó a llover justo cuando había decidido coger la bicicleta para ir a nadar. La lluvia molesta, pero más molesta el viento frío, estamos a unos 15 grados, que viene a ser una temperatura bastante normal en España. Mis amigos me comentaban que en su visita a Barcelona en invierno desayunaban en la terraza, al fresco porque los 15 grados de nuestro invierno les sabían a los suyos de verano, aún más viniendo de un invierno bajo cero. Hoy la borrasca se ha cebado con el golfo de Finlandia. Los fuertes vientos han complicado el suministro eléctrico y han obligado a anular algunos de los trayectos entre Helsinki y Tallin. Por cierto, entre ambos hay una distancia de unos 60 km mar abierto. Mis amigos se lo han hecho en su kayac. La aventura parece pequeña cuando comentaban que este verano habían navegado en su pequeño kayac desde la ciudad portuaria de Turku (http://www.turku.fi) hasta Mariehamn (http://www.mariehamn.aland.fi/) en total unos 275 km ida y vuelta. No lo han hecho seguido, sino que en trayectos que variaban entre los 45 y 60 km y se paraban entre las pequeñas islas que forman el archipiélago de Åland.

Vamos a ver, Mariehamn es la ciudad principal de las islas Åland, que forman parte del estado finlandés pero están geográficamente más próximas a Suecia. Allí se habla un dialecto del sueco que se parece mucho más al de los suecos de Suecia que al de los finlandeses suecoparlantes. La decisión de la territorialidad no fue sencilla y se dejó en manos de Naciones Unidas, poco después de la primera guerra mundial (si no recuerdo mal mis exámenes) en lo que probablemente sería una de las pocas decisiones de la sociedad de naciones respetadas. Bueno, esta es una opinión con poca base.

Entre Turku, Mariehamn y Estocolmo hay una infinidad de pequeñas islas, algunas de pocos metros cuadrados de superficie. De hecho en el trayecto que los grandes barcos de recreo entre las dos capitales nórdicas realizan, es siempre posible ver tierra, o más bien roca, porque la vegetación crece a duras penas en un ambiente tan hostil. Si alguna vez vais por Suecia o Finlandia procurad tomar estos barcos. Si es un día claro y soleado, puede ser simplemente precioso.

Uno de estos días lluviosos el periodista deportivo Jarmo Färdig salió a cumplir su apuesta fallida. El año pasado había apostado públicamente que iría en bicicleta desde su casa en Helsinki hasta una ciudad de Finlandia donde se celebrara un campeonato de atletismo de élite, si en los campeonatos de Europa de 2006 en Göteborg, el equipo nacional finlandés ganaba más de una medalla. Como ganaron tres (3000 metros, oro, Jukka Keskitalo, lanzamiento de martillo, plata, Olli-Pekka Karjalainen; y lanzamiento de jabalina, plata, Tero Pitkämäki, el mismo que en Madrid atravesó a un francés con la lanza) la federación de atletismo exigió su pago y como recordatorio mandaron el día anterior a la marcha grasa a prueba de lluvia para el engranaje de la máquina. Para el que le guste los desafíos, lo digo por el idioma, puede echar un vistazo, en la página del Helsingin Sanomat, donde escribe Färdig. Por cierto färdig significa en sueco, listo, preparado.

Pyhtää, a 31 de julio de 2007

31.7.2007
Tengo que reconocer que tuve suerte con el tiempo. El viernes se despertó soleado. Pensé en ir a nadar antes de prepararme para el fin de semana, pero la partida de mi compañero de piso, - un francés majete, aunque muy apresurado- y la amenaza del propietario de venir a inspeccionar la habitación del francés y de paso del estado de los lugares comunes, torcieron el plan y me quedé a limpiar el filtro del extractor de humos, que por cierto no había visto un estropajo en años. Con todo, estoy contento, el apartamento está limpito y libre.

Llegué a Pyhtää en autobús en algo menos de dos horas. Mis amigos Juha y Paula me estaban esperando. Paula es la primera persona que conocí en Finlandia, se ocupaba de la organización de unos cursos de verano en Jyväskylä y era, y es, la amabilidad en persona. Para mí que personifica todas las características positivas de los finlandeses: es seria, calmada, atenta y extremadamente amable y servicial.

La casita de campo era más bien una serie de pequeñas casitas construidas en diversas fases en torno a un núcleo central en una bahía al lado del mar. No creo que tenga nada que ver con el modelo de atrio romano, supongo que la organización se debió simplemente a un criterio de aprovechamiento y de búsqueda de la intimidad. Allí estaba, por supuesto la sauna, y las habitaciones de los invitados y la que había venido usando el padre de Juha hasta hace relativamente poco tiempo, incluso una pequeñita que era donde jugaba y dormía Juha y sus hermanas de niños, como en las películas, y que ahora servía de almacén de herramientas.

No tardamos en coger una barquita con un pequeño motor para probar mi recién aprendida técnica de lanzar el sedal de la caña. Lanzar a cierta distancia no tiene mucho misterio, pero yo no lograba dominar el arte de controlar la dirección. Yo trataba de apuntar hacia un lugar pero luego el cebo acababa en un lugar aleatoriamente distinto. Con las prisas se nos olvidó echar gasolina y cuando nos quisimos dar cuenta el motor se paró... a unos doscientos metros del punto de partida. Habría sido mucho más emocionante decir que nos quedamos varados en medio de una tormenta a kilómetros de la costa, pero afortunadamente no fue tan dramático. Eso sí, cuando me ofrecí caballerosamente a remar unos metros para hacer algo que no fuera muy difícil, -lo de maniobrar para el atraque se lo dejaba a ellos, que servidor y el sentido de la dirección estamos enfadados- me cargué uno de los remos. Bueno, no fue por pura fuerza bruta, es que el remo ya estaba bastante podrido.

Con tantos trajines perdimos el atardecer, que según me dijeron es el mejor momento para pescar percas, pero comimos unos filetes. Algo después, ya anocheciendo encendieron la sauna, esta de leña en la que nos bañamos por turnos, primero las mujeres y luego los hombres. La estufa de madera da un calor más suave, húmedo y agradable que la eléctrica. Además, la ventaja de la sauna al lado del mar es obvia. Es toda una experiencia avanzar en la noche hasta el embarcadero y meter los pies, las piernas y el resto del cuerpo, si hay ganas, en las gélidas aguas del Báltico, el agua estaría a unos 16 grados, y chapotear unos metros sin la atadura del bañador. Al sacar la cabeza fuera del agua parece que sales a un mundo nuevo, recién estrenado, libre de preocupaciones, al menos por el momento, y con una serena sensación de euforia.

La sauna es indudablemente un placer para el cuerpo y la mente, pero también es, y ha sido, la forma de mantener la higiene en el mundo rural finlandés. Además de bañarse de forma cómoda y calentitos, en la sauna daban luz las mujeres y se trataban a los enfermos, también se hacían las conservas de comida. Con tantos grados, era lógicamente la habitación más pulcra de la casa. También se dice que jugó un papel muy importante en la guerra, ya que evitó la propagación de enfermedades infecciosas transmitidas por parásitos. No sólo los soldados, sino también los caballos recibían el tratamiento. Las ropas se colgaban dentro, para desinfectarlas.

La primera noche llovió. Suena a tópico manido, pero lo cierto es que el repiquetear de las gotas de lluvia sobre el tejado de madera, el sonido de la lluvia sobre la tierra y las hojas, también tiene su encanto, si se está a cubierto y calentito.

Por la mañana ya no llovía, pero el viento en el mar hacía desaconsejable salir a remar al mar abierto. Fuimos a recoger la red que mis amigos habían tendido la tarde anterior. Estaba llena. Recoger los aparejos y desenmarañar la pieza de la red tiene su técnica, pero parecía muy fácil viéndoles a ellos. Para mi sorpresa desecharon la mayor parte de las presas. Las percas perecen muy rápidamente cuando se enganchan en la red y el proceso de putrefacción comienza inmediatamente. Pero también se desechan las piezas más pequeñas por que no merece la pena el trabajo de limpiarlas y comerlas, tienen demasiadas espinas. Algunas pocas se salvan, si están en buen estado, la mayoría flota panza arriba y son presa de las gaviotas que detectan la actividad del pescador y se abalanzan con todo descaro y entre desagradables chillidos hasta los restos de los peces.

Ese día comimos perca y lucioperca ahumados en caliente. Si no lo habéis probado nunca, puedo recomendarlo vivamente. En un recipiente de metal fuerte, ya que tiene que resistir el fuego directo, se coloca el pescado y unas hojas de aliso y azúcar. El árbol y el azúcar dan color y sabor pero es el humo el responsable de la cocción. El salmón así preparado es también un de los platos más exquisitos de la cocina nórdica.

Después paseo por los alrededores. Tengo algunas fotos donde se aprecia otra vez el bosque típico de arándanos. Es decir un pinar en un terreno bastante pobre que tiene como vegetación pequeñas matas de arándanos, que tienen ventaja competitiva en un suelo bastante bien iluminado. Cuando el bosque gana en altura y se produce más sombra, los arándanos dejan paso a otras bayas, como la de los arándanos encarnados. En este caso, al lado del mar el terreno es aún más pobre y en muchos casos los árboles crecen prácticamente sobre rocas de granito.

El domingo fue el día del kayac. El tiempo era perfecto, nublado pero no llovía. Si acaso un poco viento demás. Como soy bastante inexperto yo iba en un kayac doble, algo así como un tándem, y no tenía que preocuparme de la dirección ni demasiado de la técnica. Recibí unas breves explicaciones de como remar de forma efectiva y sobre todo, pasara lo que pasara, de no soltar el remo, quizá la situación más peligrosa. La idea ira ir hasta Kaunissaari, http://www.kaunissaari.fi/, que quiere decir la “isla bonita”. Y no, no es una canción pop. Está a vuelo de pájaro a unos ocho kilómetros. Como hacía viento la hicimos por etapas, buscando el refugio de otras islas, en total unos diez quilómetros en unas dos horas.

Dejamos las embarcaciones y toda la parafernalia en la playa norte donde arribamos. La ropa de recambio era muy agradecida porque estábamos empapados por el esfuerzo y el agua de mar. De ahí caminamos unos tres quilómetros para ver un pequeñito museo y tomar un café. El camino era precioso, con más pinos, abetos y abedules. Sin embargo, se trataba de un ecosistema distinto, al menos así me dijeron porque a mí me parecía todo igual, precisamente por el terreno de arena, que en su día trajeron los glaciares y dejaron al retirarse.

Una de las fotos muestra una piedra de varios metros cúbicos de volumen que ha sido sajada por la fuerza de la erosión. No sé si fue por la acción del hielo que al congelarse aumenta de volumen abriendo poco a poco una grieta, o fue un reducto de la antigua glaciación que dio forma a la isla.

Como isla la población tradicional era fundamentalmente de pescadores. Un pequeño museo, con taquilla autoservicio (ver foto), recogía no sólo los artes de pesca que mostraban el medio de vida tradicional, sino todos aquellos recuerdos traídos por los pescadores que en su juventud se dedicaban a recoger mundo. Además de peces lobo, mostraban los restos de una enorme araña peluda que había caído a un río tropical y comenzaba a ser devorada por pirañas.

El regreso fue mucho más fácil, porque fue a favor del viento y directo. Después de haberme portado como un jabato y no haber metido demasiado la pata, cuando estoy desembarcando en la playa, pierdo el equilibrio y al agua. Creo que para mis acompañantes fue genial. En fin, menos mal que tenía ropa de recambio.

Comimos un ejemplar precioso de lucio que Juha había pescado la tarde anterior. Yo también pesqué mi primer pez, pero era tan pequeño, que recibió la gracia de regresar al agua.

Regresé a Helsinki cansado y feliz.

lunes, 30 de julio de 2007

Helsinki, a 30 de julio de 2007

30.7.2007
Por aquello de que la felicidad son pequeños detalles estaba pensando que otro momento de intensa felicidad lo experimenté el día que descubrí que habían cambiado el sistema de pago de la lavandería comunitaria. En los países nórdicos es bastante frecuente que las comunidades de vecinos, además de la sauna compartan unas lavadoras mayores y más fuertes que las domésticas, casi industriales. Para su uso siguen un rígido sistema de turnos, que se respeta de forma religiosa. En los libros que editaban en la década de los 70 para facilitar la aclimatación de la comunidad de inmigrantes chilena que llegaba en tropel a Suecia huyendo de la crueldad de la dictadura, se advertía claramente de cuáles eran las normas y de la necesidad de seguirlas para facilitar la convivencia. Recuerdo uno de los libros de Henning Mankell con el comisario Kurt Wallander de protagonista, se acudía a esta costumbre para mostrar la afabilidad del personaje principal.

En las residencias de estudiantes la existencia de estas lavanderías comunitarias es casi obligatoria y muy agradecida. Para un estudiante de intercambio y en general para todos, hacerse con una lavadora que, más que facilitar, posibilite el lavado de la colada, sería casi imposible. No sólo está muy agradecido el estudiante, sino que también la gente que le rodea, que no tiene que soportar con más o menos estoicismo los efluvios de la ropa muy usada.

En mi residencia usaban un sistema de pago basado en una tarjeta bancaria que sólo conseguías si tenías cuenta corriente en un banco. En Finlandia hay básicamente un banco y una caja de ahorros, además de algunas otras entidades financieras de servicios más especializados. Aprovechando el monopolio y la cultura de que por todos los servicios se paga, todas las operaciones relacionadas con los bancos son en Finlandia, carísimas. Conseguir la tarjeta era posible, pero caro y exigía un proceso de solicitud largo, prolijo y poco edificante. Al final me veía obligado a mendigar la ayuda de alguien con tarjeta y llegar a un acuerdo de intercambio. Recuerdo la primera vez que, con inconsciente inocencia fui con mi ropa sucia y una tarjeta de crédito inútil y me quedé con un palmo de narices al ver que en mi lavandería seguían sus propias normas. Aquella ocasión me ayudó una estudiante china, aunque tuvo que hacer todo el viaje hasta el cajero automático para recargar el saldo. Conseguir esa ayuda ha sido siempre difícil, en época de vacaciones no hay prácticamente inquilinos, los que hay, están trabajando y luego en general son bastante desconfiados y, siento decirlo, muy asociales.

Descubrí que habían modernizado el sistema por casualidad, cuando rogaba con todo tipo de explicaciones innecesarias a un estudiante español, que conocí el año pasado, que me prestara su tarjeta. Ahora llamas a un número de pago, como esos de las líneas calientes, que yo por supuesto no uso, y el pago queda realizado.

Mi vida cambió. Antes tenía que someterme a la tiranía de la asocialidad de mis vecinos o decidirme a hacer un incómodo viaje a una lavandería pública. El café Tin Tin Tango, dedicado a Hergé, se ha hecho famoso en las guías de viajes por los servicios que ofrece a los mochileros. Es posible disfrutar de un desayuno copioso a lo largo de todo el día, tomar una ducha o una sauna y hacer la colada. Con todo es mucho más cómodo hacerlo a unos pasos de casa y poder usar de paso la secadora. Como no hay felicidades absolutas, hoy la secadora estaba rota y he tenido que tender como he podido la ropa en casa. El olor a ropa limpia en mi habitación también tiene su punto.

domingo, 29 de julio de 2007

Pyhtää, a 29 de julio de 2007

29.7.2007
Aún a las doce de la noche se aprecia en esta época del año en la latitud de Helsinki una franja naranja sobre el horizonte y un cielo más grisáceo que azul, pero todavía no oscuro del todo. Sin embargo, después de las noches blancas que se extendían hasta el día siguiente y que no llegaban a cuajar del todo, cuando el sol apuntaba por el otro horizonte, no muy lejos de donde se había puesto algunos momentos antes, parece que el otoño ya haya llegado. Sabe a poco.

Siempre me ha sorprendido, y sospecho, me sorprenderá siempre, la versatilidad, no sé si volubilidad de este país. El tiempo cambia constantemente, como en el mar, las nubes se mueven rápido unas sobre otras en diversos estratos. Después de brillar con fuerza iluminando mar, bosque y cielo con colores intensos y brillantes el sol se oculta y el mundo se encapota, se nubla y se torna gris. Este país ya no es el mismo, la alegría del verano se convierte en un instante en la melancolía del otoño, de las prendas de abrigo, del ocultarse tras el cristal de la ventana buscando la comodidad del hogar. La diferencia es aún más acusada en invierno. Ya no es la claridad evocadora del otoño, es el momento de los blancos extremados, de los momentos del azul mágico del crepúsculo, de la oscuridad de la calle cortada por la potencia de las farolas. A veces deprimente, a veces intensamente bello, pero tan diferente, que parece que han hurtado el país y cambiado por otro en un momento de descuido.

La felicidad son pequeños detalles, dicen. Siento cierta desconfianza de las verdades comunes repetidas innumerablemente. Algo de verdad debe haber, porque con una pequeña faena, ahora soy un hombre feliz. Tras muchos días de soportar el chirriar del pedalier de mi bicicleta, que con cada impulso parecía anunciar la venida del juicio final con más vigor que las fanfarrias olímpicas, ¿qué digo fanfarrias? carracas de feria, unas gotas de aceite en la cadena han solucionado el problema. Parece que voy sobre una máquina nueva, más rápido y silencioso que antes. Bueno, más rápido no sé, pero silencioso sí, desde luego. La solución era fácil, pero me costó dar con ella. La sensación de suavidad y el zumbido de los dientes del plato sobre la cadena me producen una autocomplaciente sensación de satisfacción.

lunes, 23 de julio de 2007

Helsinki, a 23 de julio de 2007

23.7.2007
No hay nada más inestable que el tiempo en Finlandia ni más efímero que el verano. Te levantas por la mañana con un sol brillante en el cielo azul y es verano. Al sol hace hasta calor aunque corre una brisa de lo más agradable que te hace pensar con compasión en la gente que se achicharra sobre el asfalto de Madrid. Muy a lo lejos en la línea del horizonte se vislumbran unas nubes blancas que no representan el mayor peligro. Te concentras en un artículo del periódico sobre lo que últimamente ha sido el tema fundamental de las noticias locales. El hedorcillo que se percibe en el corazón del centro turístico de Helsinki, un bulevar verde, bien cuidado con igual cantidad de árboles y objetos culturales de larga o corta historia.

Por lo visto en los días de calor se levanta una pestecilla que preocupa mucho a los finlandeses, porque, ¿a ver que van a decir los turistas? Lo cierto es que todavía no han podido determinar la causa del mal oler, y eso que han acudido a todo tipo de hipótesis de trabajo. Desde las más obvias, si huele a vómitos es que a alguien se le ha ido la mano con el vodka y ha estado potando, a las más exóticas, combinación del jugo segregado por los pulgones con productos químicos utilizados en la limpieza. Por si fuera poco el periódico ha abierto una consulta popular para que la gente opine y de su versión, Olores aparte, es una zona preciosa y que corran ríos de tinta sobre un asunto tan prosaico pone de manifiesto el alto nivel de vida de los finlandeses, pues no estarían tan preocupados por la opinión de los turistas si sufrieran de hambruna endémica.

En cualquier caso la discusión da lugar a artículos largos y entretenidos, pero no tanto que puedan justificar que en menos de media hora el verano se ha convertido en otoño, la brisa en una ráfaga heladora y los pantalones cortos hayan pasado de una prenda adecuada a claramente insuficiente.

Como Dios aprieta pero no ahoga y el que no se consuela es porque no quiere, haya paz y después gloria. La lluvia también favorece la proliferación de hongos y setas, que junto a las bayas, constituyen los mejores frutos del bosque finlandés. Y con tanta lluvia la época de setas, más bien septiembre, se ha adelantado en más de un mes.

A coger setas, lo mejor es ir acompañado por gente que entienda, porque esa seta que parece tan apetitosa te lleva directamente al quirófano de transplantes hepáticos y no es muy diferente de otra que hace una buena cazuela.

Por lo que me contaron el bosque más típico de Finlandia es la taiga, más al norte está la semitundra y tundra. Hay algún rastro, pero poco, de bosque templado muy al sur en zonas de costa. A mí me parece todo igual, pero hay bastante variación dentro de la taiga según el tipo de terreno, que a su vez condiciona la humedad. Como las especies de árboles son sota, caballo y rey, los bosques no se clasifican por el tipo de árbol, sino por la vegetación a pie de bosque. Además, decir que un bosque está formado por pinos ni da una idea de su capacidad de producción, ni de su valor ecológico. El pino albar (Pinus sylvestris) crece tanto en zonas lacustres, como en lo alto de unas rocas. Crece al otro lado de mi ventana y en buena parte de los bosques europeos incluidos los de la península ibérica.

El bosque donde crecen los arándanos (Vaccinium myrtillus) se puede llamar así, bosque de arándanos. Suele surgir de las morrenas que dejan los glaciares al retroceder. Su suelo contiene más nutrientes y conserva mejor el agua que otros tipos de bosques más secos, pero siguen siendo bastante limitados en recursos y no suelen albergar demasiados animales. Los pinos son bastante típicos porque sus hojas aciculares no evaporan mucha agua, por su forma y distribución dejan pasar la luz del sol. Con todo, las matas de arándanos son la joya de la corona.

A mí me llevaron a un bosque cerca de la casita de campo de mis amigos. Este era un bosque con muchos pinos y matas de arándanos. La cantidad de bayas que produce el bosque finlandés es inmensa. Es casi un deporte nacional ir a recoger los días de buen tiempo, para consumo inmediato, para cocer bollos o hacer conservas para el invierno. Salvo muy contadas ocasiones, en los países nórdicos está en vigor “el derecho universal que tiene toda persona” a acceder a un bosque público y privado para recoger bayas y setas, atendiendo a unas normas básicas de comportamiento. A pesar de eso, sólo se recoge una cantidad ínfima de todos los frutos que produce el bosque.

Recoger bayas y setas es muy agradable por el contacto directo con la naturaleza, pero lo que viene después está muy bien. Hay que limpiar la cosecha y para eso te ayudas de algún buen vino, cerveza o licor, mientras comentas los detalles del día, o aquella vez en que cosechaste una seta inmensa. Los ritos de cazadores y recolectores se han conservado por lo visto desde la prehistoria hasta nuestros días. Todos han pescado el pez más inmenso, recogido la seta más enorme o las bayas más jugosas.
Uno de los mejores resultados puede ser una crema de “korvasieni”. He estado investigando un poco. “Korvasieni” es Gyromitra esculenta también llamada bonete o falsa colmenilla. La colmenilla es muy apreciada en España pero en todas las guías de setas se advierte contra la falsa colmenilla, porque contiene un veneno extremadamente potente que actúa a nivel celular y que causa una lista de patologías más larga que una lista de bodas. Lo bueno es que si se prepara de forma correcta el tóxico se puede lavar. El proceso requiere cocer los bonetes en agua abundante al menos dos veces y desechar el agua de cocción. El tóxico es tan potente que se recomienda tener las ventanas abiertas para que haya una buena corriente. Bien preparado el bonete se convierte en una delicia. Todas las culturas tienen un ejemplo de placer culinario con riesgo de muerte. Los japoneses tienen el pez globo y nosotros los judiones de la granja, que aplicados con puntería pueden convertirse en un arma mortal. En este caso, además de la seta es por la mantequilla y la crema, que también matan lentamente, pero son deliciosas. Ésta ha sido una de las mejores experiencias del verano.

Podéis ver más fotos en .

lunes, 16 de julio de 2007

Kisko, a 16 de julio de 2007

Una de las mejores cosas que te pueden pasar estando en Finlandia es que una familia finlandesa te invite a pasar unos días en su casita de campo en el bosque. Pocas cosas ponen más de manifiesto el aprecio que puedan tenerte que invitarte a uno de sus lugares más preciados a los que solo acceden las personas cercanas, con permiso para entrar en la intimidad de su vida cotidiana. La casita de campo en el bosque es como una iglesia pagana, un lugar de culto, en el que la sauna ocuparía el lugar de altar.

Todas las cosas tienen su por qué y las tradiciones una buena razón. Riitta y Klasu, me abrieron las puertas de su casa con un excelente espumoso de Socuéllamos. Recibir a los invitados brindando se podría considerar como una tradición y el vino de Socuéllamos se ha convertido en una tradición entre el círculo de amigos de mi jefe. Riitta fue después de todo una compañera de trabajo. Tomar el café es otro rito de obligado cumplimiento y con importancia. Tomar una copa quizás no suceda siempre, incluso puede ser excepcional, pero tomar café con algo para mojar seguro. El café de los finlandeses quizás no sea tan intenso como el de los portugueses o italianos, pero el bollo es siempre rico. Yo, lo confieso, soy adicto.



La sauna es quizá la tradición más antigua y más internacional de los finlandeses. Meterte en una habitación oscura a 70°, 80°, 90° e incluso más grados centígrados y arrojar agua a las piedras de la estufa para arrancar una nube violenta de calor que se expande hasta empaparte (el agua se condensa sobre el cuerpo que está a 37°) y calentarte. No puedes luchar contra tanto calor, sólo puedes relajarte y dejarte llevar. En Finlandia es fácil ir a la sauna, en todas las piscinas, gimnasios y centros de deporte hay saunas. Además de las específicas que se ponen para hacer la experiencia completa en sitios bonitos. Los edificios y las casas tienen sus propias saunas para uso comunitario o privado. Una muy saludable costumbre son las saunas para después de correr: lenkkisauna. Quizás sea todo lo contrario de la terapia de frío, pero después del esfuerzo físico y de estirar, sientes que el cuerpo se relaja y una sensación de euforia y de paz difícil de definir pero fácil de entender.

Si la sauna es en medio de la naturaleza y entre exposición al calor puedes descansar tomándote una cervecita sentado entre los árboles la sensación es similar a la que experimentaba Teresa de Jesús en sus arrebatos místicos y que quedaron inmortalizados en el vivir sin vivir en sí y en el morir por no morir. Una sauna en el campo es una de las formas de quedar en paz contigo y con el mundo. ¡Ay, quién pudiera vivir en una sauna!

Y después de la sauna, la salchicha. Parece el título de una película de cuarta o quinta categoría, pero es que la realidad, en muchas ocasiones, supera la imaginación más desaforada, (y eso que la mía lo es y mucho). Lo cierto es que después de la sauna, un ejercicio intenso, tienes mucha hambre y necesidad de recuperar sales y líquidos. Comer no sólo es necesario, sino que además agradable.

Algunas de las fotos demuestran la belleza del sitio. La casa del campo es un lugar importante, con un lugar en el corazón de los finlandeses, por eso la gente se encarga de que los detalles sean bellos.


Sin embargo, en Finlandia el campo siempre resulta espectacularmente bonito. Quizás el paisaje cultural de la naturaleza domesticada y los bosques de uso comercial no tenga la espectacularidad de la naturaleza virgen, pero tiene la serena belleza de lo que es hermoso porque es bueno.

martes, 10 de julio de 2007

Helsinki, a 10 de julio de 2007

10.7.2007

Un artículo del Helsingin Sanomat de ayer reflexionaba sobre el uso del tiempo libre en verano para la lectura de clásicos Y no sólo aquellos libros “que hay que leer” sino también aquellos que por su tamaño y ritmo se hacen demasiado largos para una sociedad que se mueve frenéticamente. Por alguna razón, la lectura de clásicos, libros de fantasía y novelas policíacas son bastante populares entre los finlandeses, que, en general, dedican un tiempo considerable a la lectura. Un experto entrevistado en el artículo razonaba que la causa podría estar en la necesidad de poner cierto orden en nuestras vidas, encontrar una trama a nuestros proyectos en la fase central de nuestras vidas, porque, y esto suena juicioso, vemos nuestra propia vida como un cuento. Yo no estoy muy seguro de esta razón pero encontré muy atractiva la teoría de que algunos escojan libros gordos, cuya lectura exige tiempo, porque mientras avanzan pausadamente por las aventuras y desventuras de los protagonistas aminoran la velocidad de su vida.

Otro artículo, creo que de Fernando Savater, que fue publicado en El País hace por lo menos un año en el que el filósofo ironizaba precisamente sobre la costumbre que muchos, incluido él, tienen de pensar que leerán ese u otro libro, de esos “que hay que leer” durante las vacaciones. La lista se hace tan larga, que nunca daría tiempo, aunque las vacaciones no estuvieran programadas intensivamente con tantas actividades y exigencias y dieran de sí para la lectura de forma extensiva. Según el experto del primer artículo, que por cierto se especializó en filosofía del aburrimiento ¡¿?!, nuestro período de vacaciones ha de ser tan intenso, como el resto de nuestro tiempo durante la actividad laboral. Hay que disfrutar y evitar los períodos ociosos, que por otra parte suelen ser necesarios para la lectura. El artículo también jugaba con la idea de que buena parte de estos libros de “obligada lectura” como En busca del tiempo perdido, (¿por qué me entran ahora ganas de comer magdalenas?), La montaña mágica y Oblomov hablan precisamente de eso, del uso del tiempo.

Yo por mi parte, sólo puedo pensar, que puedo dedicarme a las lecturas y a la disquisición sobre ello, precisamente porque durante las vacaciones tengo más tiempo, aunque si dedicara ese tiempo a actividades más “útiles” podría hacerme ingeniero de caminos, canales y puertos.

lunes, 9 de julio de 2007

Helsinki, a 9 de julio de 2007

9.7.2007

El sábado estuve en la boda de Katja y Jarkko. Se celebraba en una pequeña iglesia, bueno a mí todas las iglesias de Finlandia incluidas las catedrales de Helsinki y Turku me parecen pequeñas, cerca de donde viven y de donde es originario el novio. Veikkola es, a pesar de su cercanía con Helsinki, ya el campo más “bubonico y pastoril”. Y tras estos días de lluvia, que continúan todavía y el cielo encapotado de negro, pero con algunos rayos de sol atravesando las nubes, el paisaje era glorioso. Las granjas y casas de madera pintadas de rojo-ladrillo diseminadas en los campos de colza de flores amarillas entre el esplendor de la hierba. Los lagos de aguas plateadas a esa hora de la tarde y los eternos bosquetes de abedules (Betula pendula) y pinos (Pinus sylvestris). Lástima que las fotos desde el coche salieran movidas.

Me convertí en gentil caballero acompañante de dos bellas señoritas que consintieron llevarme de carga. Naturalmente llegamos tarde. En fin, en un momento de descuido perdimos la pista a la indicación del último desvío y tardamos en encontrar un sitio donde dar la vuelta. Llegamos como cinco minutitos tarde, pero la boda ya había empezado. En punto. Desde luego, ¡cómo son los finlandeses! Claro que si yo sigo confirmando sus prejuicios sobre los españoles, no tengo que quejarme luego de que me pregunte por la siesta. Con todo yo todavía albergaba la esperanza de que alguien más llegara tarde y que validara nuestra llegada. No fue así. Por lo visto, todos fueron excepcionalmente puntuales.

Como cura había una mujer. No sé si llamarlas sacerdotisas porque eso suena un poco pagano, pero claro como en castellano cura ya acaba en –a, no puedo tirar de las reglas de derivación normal y convertir la palabra en femenino, como hacer de ‘juez’, ‘jueza’, que ya no causa ningún estupor. La iglesia protestante y especialmente las de los países nórdicos ha sabido evolucionar más rápidamente que en otros casos. Con todo, no dejó de resultar chocante para alguien acostumbrado a los usos del rito católico.

La ceremonia fue sobria y se respetó básicamente el resto de las costumbres para contentar a los tradicionalistas pero al mismo tiempo se introdujeron algunas pequeñas variaciones que dieron “lustre y esplendor” a lo que en ocasiones roza la frontera del buen gusto. Por ejemplo, sustituyeron la ducha de arroz por hojas tiernas de abedul más nacionalista, más ecológico y, sobre todo, más blando para los pobres novios que a veces tienen que soportar una auténtica lluvia de proyectiles. Tenían preparado un pequeño carricoche tirado por caballo para el desplazamiento hasta el lugar de celebración, pero como justo en ese momento cayeron chuzos de punta tuvieron que optar por el plan B. Una pena.

La fiesta fue... finlandesa. La comida excelente y abundante. El pastel de bodas estaba rico de verdad. Pero tengo que reconocer, con todo lo que aprecio a los finlandeses, que qué sosos son los pobres. Después de hacer el esfuerzo de hablar finés y de resultar indiscutiblemente un elemento exótico y que los otros convidados podrían haber encontrado cientos de tema de conversación conmigo. Al final sólo acabé hablando con la gente que ya conocía. Sobre la falta de habilidad social de los finlandeses han corrido ya ríos de tinta. Yo no creo que vaya a añadir nada nuevo, pero si quiero romper una lanza en su favor. No es tanto que carezcan del siempre resultón arte de la conversación intranscendental, es que son muy respetuosos con la intimidad de los demás y no quieren molestar. En fin, un poco de naturalidad para vencer esa timidez habría convertido la cena (a las 16:00 horas) en un agradable acontecimiento social.

Nosotros, mis graciosas acompañantes y yo, nos fuimos relativamente pronto, cuando el bar se abría, porque la conductora trabajaba al día siguiente. Imagino que a partir de ese momento el hielo, qué si utilizan para refrescar hasta la sidra, se rompía y la gente no sólo empezaba a comunicarse y a bailar, sino que al final, las mesas se convertirían en improvisadas pistas de baile y el intercambio de conversación no sólo se haría más vivaz, sino que lloverían los abrazos y las efusivas declaraciones de amor y amistad eternas.

La vuelta en coche nos sorprendió con retazos de bruma que reposaban sobre campos y carretera.

jueves, 5 de julio de 2007

Helsinki, a 5 de julio de 2007

5.7.2007
La piscina del estadio olímpico de Helsinki tiene el discreto (¿y dudoso?) encanto de lo decadente. Y es que desde luego ha visto mejores tiempos desde que albergó las pruebas de natación de las olimpiadas de Helsinki en 1952. Sin embargo está en perfectas condiciones de uso y es uno de los lugares más populares del verano para los finlandeses que no se han ido de vacaciones a sus casitas de campo. En un día de sol está lleno de gente que toma sol y niños gritones que se deslizan por el tobogán. Pero también puede uno nadar en la piscina olímpica porque el agua está climatizada. Vamos igualito que la piscina de Alcorcón el famoso día del Acuatlón. Deben gastar una pasta en calentarla y eso que Finlandia no tiene recursos energéticos propios y todos los combustibles son importados. En eso tienen más suerte los islandeses que aprovechan los volcanes para calentar agua. Los islandeses tienen unas piscinas magníficas, aunque muy desaprovechadas, y lo mejor unas cubetas de agua caliente a 38° – 41° C donde te puedes dejar cocer a fuego lento mientras nieva, graniza y el cielo se derrumba sobre la cabeza.

Un deporte muy popular es correr en el agua, no sé si tendrá alguna traducción más vistosa en castellano. Aquí como se toman las cosas muy en serio ya se han celebrado campeonatos del mundo en diversas categorías y franjas de edad. El hecho de que todas, sin excepción, las marcas mundiales estén en posesión de personas con un sonoro nombre finlandés da una idea de que esta modalidad deportiva no debe ser muy popular fuera de Finlandia (http://www.vesijuoksu.fi/ennatykset.htm). Con todo, amigos de los retos y del deporte en la natura, deberíamos pensarlo, porque por lo visto los campeonatos mundiales se celebran en un entorno natural paradisíaco. (http://www.vesijuoksu.fi/kuvat06.htm)

En fin, estoy desvariando, porque quería contaros que llevamos unos cuantos días de auténtico verano en los que no llueve y hace un sol brillante y un cielo azul como los de la infancia de Antonio Machado. Aprovecho para ir de un sitio a otro con la bicicleta, que por cierto necesita engrase, y si no voy a nadar me voy a tomar un cafecito a una terracita pegada a una bahía donde tiene su base el club de regatistas de mar. Supongo que la distinción es necesaria, porque con todos los lagos que hay en Finlandia, más de 190.000, podrían muy bien dedicarse sólo al mar. El sitio tiene unas vistas preciosas de la bahía por un lado y el parque con el monumento a Sibelius por detrás. Tiene una particularidad y es que la segunda y sucesivas tazas de café no sólo salen gratis, sino que la casa te paga 5 céntimos. Así tacita a tacita (nunca mejor dicho) y a costa de ir acelerados puede uno ganarse la vida.

viernes, 29 de junio de 2007

Helsinki, a 29 de junio de 2007

29.6.2007
Después de un buen número de días grises y lluvia hoy por fin el sol se ha atrevido a asomar a través de unos claros de cielo azul que las nubes, todavía persistentes, han tenido a bien abrir. Me he llevado una sorpresa al comprobar que la ventana de la habitación de la residencia universitaria donde me alojo daba a poniente y los rayos de sol, que sin pudor entran todavía a las 22:30 dan un toque naranja a las paredes blancas desnudas de una habitación de estudiante. La única concesión a la virginidad de las paredes es una camiseta técnica de correr que cuelga del único clavo que el anterior ocupante dejó. Para compensar, la camiseta técnica tiene algunas manchas y un inconfundible olorcillo.

Todo el mundo aquí me compadece cuando les dijo que he abandonado la soleada España y me he encontrado este tiempo tan poco veraniego. La verdad es que hace frío. De noche duermo con uno de esas fundas nórdicas que Ikea ha puesto de modo (espero que el moderador permita menciones a marcas comerciales en este foro) y no me sobra en absoluto. Mira, no salgo mucho con la bicicleta, ni tampoco a correr, pero en la cama se está de vicio. Así, acurrucadito, leyendo un librito prestado de la muy impresionante red de bibliotecas públicas de Helsinki. Por cierto, aprovecho para reconocer públicamente mi adicción a Harry Potter. Sí, lo leo y espero entusiasmado el estreno de la película y la publicación del último libro de la serie. ¿Qué pasa? Aquí cada loco con su tema.

No tengo aquí la lista de preguntas de Sebas, pero intentaré contestar alguna, aún sabiendo que me dejo muchas dado su entusiasmo del otro día. Creo, no obstante, que todos podremos sobrevivir con la incógnita algunos días más. Sí, utilizan hielo en el güisqui (¡hmmm!, la grafía de la RAE me pone), porque salvo algunos días de verano nadie lo toma fuera, sino en locales oscuros (reminiscencias de una cultura protestante) perfectamente acondicionados cuando hace frío y agobiantes en los pocos días de más de 15° C. Por la misma razón las neveras se consideran elementos de primera necesidad en las casas y se adquieren inmediatamente después de la estufa para la sauna, que ha sido tradicionalmente el primer elemento en todo nuevo hogar.

Y como después de todo este es un foro de corredores os cuento algunas perlas que he sacado de un artículo del Helsingin Sanomat (el primer y más valorado diario finlandés) y la radio. Correr se ha puesto de moda entre los finlandeses. En un país de algo más de 5 millones de habitantes se calcula que medio millón practica el “running” regularmente. Un 10% es algo más que meritorio. Los motivos de los finlandeses son probablemente los mismos que en todas partes, y básicamente consiste en que se puede decidir cuándo, cómo, es decir, a qué velocidad, se corre. No requiere de espacios especiales para práctica, sino que basta con calzarse las zapatillas y salir. Es un deporte individual, pero al mismo tiempo genera experiencias colectivas en las carreras populares y otros acontecimientos deportivos. La diferencia quizás estribe en que lo que tradicionalmente era un deporte para hombres ha adquirido popularidad entre las mujeres y los jóvenes, que se han incorporado a la práctica de forma notable.

Y hablando de la famosa guerra de sexos, hoy durante una tertulia de la radio comentaban dos especialistas en deportes las diferencias entre hombres y mujeres en la práctica de deporte. Parece que las mujeres son más lanzadas a la hora de iniciarse en ejercicios de acondicionamiento físico colectivo (aeróbic, fitness, pilates...), porque relacionan en mayor número y medida deporte con salud. Por eso tampoco tienen ningún problema en aminorar la marcha durante la clase cuando notan que han llegado a su límite. Muchos hombres, en cambio, continúan la clase aunque ya han llegado a la extenuación, porque son más competitivos y quieren seguir más allá que los demás aún a costa de su salud. El especialista (¿queréis adivinar si era hombre o mujer) opinaba sin ocultar sorna y crítica hacia esta actitud.