(12.5.2009)
Aprendí esta expresión de una de las series americanas que he estado siguiendo. Si la entendí bien, define el momento en el que se experimenta la conciencia de una situación que hasta el momento había pasado desapercibida. Uno se da cuenta de algo: una situación, un sentimiento, un hecho, que existía antes, pero del que hasta ahora no se es plenamente consciente.
Bueno, yo tuve mi “breakthrough el otro día, mientras veía una de estas series americanas. Me estaba regalando con un sorbete de limón que me había costado un pico. La primera cucharada de ese jarabe helado, de sabor cítrico, ácido y dulce a la vez, me pareció deliciosa. Entonces lo vi todo claro. Dios mío, soy adicto al sorbete de limón.
La idea es mantener el contacto con los amigos, cuento cositas que me pasan por la cabeza, nuevas experiencias, cosas que leo...
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martes, 12 de mayo de 2009
jueves, 12 de febrero de 2009
No decir nada y decirlo todo
M. es uno de aquellos conocidos de mi segunda hornada erasmus de hace muchos, muchos años. Es el único danés con el que todavía guardo algún contacto y naturalmente tenía que hacerle saber que estaba en su país. Como si fuera poco, descubro que además se ha trasladado de Århus para vivir en Copenhague.
Me costó un poco quedar con él, pero por fin nos encontramos en una taberna de Konges nytorv Hviids. Uno de esos sitios con solera y con el amable servicio que por lo que he visto caracteriza bares, cafeterías y restaurantes de Copenhague. El sitio es más que recomendable un día laborable por el tono comedido de las conversaciones, el ambiente aseado de su zona de no fumadores y, sobre todo, por esa atmósfera de lo antiguo, pero bien conservado.
Estuvimos hablando durante una hora y media, casi dos, en parte debido a la pulcritud con la que M. construye las frases en su pausado hablar. No mencionamos nada concreto pero lo dijimos todo. Cada uno estuvimos hablando de nuestras aflicciones rodeando cuidadosamente los detalles y evitando con precisión nombres propios y otras definiciones. Y sin embargo, de alguna manera, nos confesamos. Al menos la conversación bajo la luz amortiguada (¿o debería decir mortecina?) tuvo el efecto catártico que se produce cuando abres el alma. Quizás la próxima vez dejemos al lado el tono comedido y nos atrevamos a definir nuestros dolores.
La conclusión fundamental de nuestra conversación fue, básicamente, que a pesar de los años y de las lecciones, a veces extremadamente dolorosas, que impone la vida, mantenemos la pronación (elijo la palabra por su relación con el atletismo) a cometer los mismos errores, los que marcan y empiedran nuestra vida.
Me costó un poco quedar con él, pero por fin nos encontramos en una taberna de Konges nytorv Hviids. Uno de esos sitios con solera y con el amable servicio que por lo que he visto caracteriza bares, cafeterías y restaurantes de Copenhague. El sitio es más que recomendable un día laborable por el tono comedido de las conversaciones, el ambiente aseado de su zona de no fumadores y, sobre todo, por esa atmósfera de lo antiguo, pero bien conservado.
Estuvimos hablando durante una hora y media, casi dos, en parte debido a la pulcritud con la que M. construye las frases en su pausado hablar. No mencionamos nada concreto pero lo dijimos todo. Cada uno estuvimos hablando de nuestras aflicciones rodeando cuidadosamente los detalles y evitando con precisión nombres propios y otras definiciones. Y sin embargo, de alguna manera, nos confesamos. Al menos la conversación bajo la luz amortiguada (¿o debería decir mortecina?) tuvo el efecto catártico que se produce cuando abres el alma. Quizás la próxima vez dejemos al lado el tono comedido y nos atrevamos a definir nuestros dolores.
La conclusión fundamental de nuestra conversación fue, básicamente, que a pesar de los años y de las lecciones, a veces extremadamente dolorosas, que impone la vida, mantenemos la pronación (elijo la palabra por su relación con el atletismo) a cometer los mismos errores, los que marcan y empiedran nuestra vida.
viernes, 23 de enero de 2009
23.1.2009 – Love actually
Llevo bastante tiempo rumiando en la cabeza un artículo sobre Ingrid Bethancourt que leí a principios de año, cuando todavía estaba cautiva en la jungla. Lo que leí me encantó por su humanidad. En aquella época terrible su madre, que procuró comunicar la tragedia de los rehenes a todo el mundo, contaba cómo le ayudo releer la tesis doctoral de su hija. La conclusión final de su investigación era que la solución a los problemas de Colombia, y por extensión los del mundo, pasaba por un compromiso individual de abandonar la violencia e intentar ayudar a los demás en lugar de imponer a tiros los argumentos. Por muy loables y bien intencionados que estos sean, acaban perdiendo su valor con la violencia injustificada. Dicho de otra manera que la solución pasa por amar. El amor sería entonces la respuesta. Más tarde Ingrid Bethancourt, ya liberada, ha repetido el mismo argumento con vehemencia, que yo recuerde, por lo menos durante la entrega de los premios Príncipe de Asturias.
Naturalmente no pude evitar un respingo por lo que me pareció una ingenuidad. Y sin embargo la idea caló en mí. Si me preguntarais ahora mismo diría que el cambio hacia un mundo mejor exige un compromiso personal y una vocación clara de hacer las cosas con buena voluntad. Estoy seguro que algunos de mis antiguos compañeros en mi época más guerrera se echarían las manos a la cabeza con semejante argumento, pero hasta los materialistas más revolucionarios reconocían que es necesario un proceso molecular de toma de conciencia para un cambio radical en la sociedad. Bueno, no sé si estoy desvariando. No me considero ingenuo, porque aunque creo que esa vocación hacia el amor es imprescindible, no veo que ese cambio se vaya a producir. No soy en ese sentido optimista.
Y mientras ese artículo se descomponía en el estercolero para dar lugar a otros pensamientos, me llegó un respaldo, una palmadita en el hombro, de una fuente tan inesperada como apreciada. Uno de los compañeros de correrías (literalmente) por el Retiro y aguaverdiano, saltó inesperadamente, mientras aprovechábamos uno de esos condumios tras el entrenamiento en época navideña, con una frase lapidaria. Me deseaba lo mejor en mi nueva vida en Copenhague y me recordaba que lo más importante en la vida es el amor. Es bien cierto que la época navideña, la perspectiva de la despedida y las cuatro cañas que nos habíamos tomado abonan el campo para ese tipo de manifestaciones. Y sin embargo, no me quedo más remedio que darle la razón y volver a dársela en el intercambio de opiniones del foro de atletasmadrid. Yo creo que ambos entendíamos esa expresión, no como esa acepción engañosa de algunas películas de moda, sino como lo que he tratado de definir en los dos párrafos anteriores, la vocación de hacer las cosas con las mejores intenciones, y en la esperanza de que no empiedren el sendero hacia lo malo. Muchas gracias, Miguelón.
Un abrazo, 3j
Naturalmente no pude evitar un respingo por lo que me pareció una ingenuidad. Y sin embargo la idea caló en mí. Si me preguntarais ahora mismo diría que el cambio hacia un mundo mejor exige un compromiso personal y una vocación clara de hacer las cosas con buena voluntad. Estoy seguro que algunos de mis antiguos compañeros en mi época más guerrera se echarían las manos a la cabeza con semejante argumento, pero hasta los materialistas más revolucionarios reconocían que es necesario un proceso molecular de toma de conciencia para un cambio radical en la sociedad. Bueno, no sé si estoy desvariando. No me considero ingenuo, porque aunque creo que esa vocación hacia el amor es imprescindible, no veo que ese cambio se vaya a producir. No soy en ese sentido optimista.
Y mientras ese artículo se descomponía en el estercolero para dar lugar a otros pensamientos, me llegó un respaldo, una palmadita en el hombro, de una fuente tan inesperada como apreciada. Uno de los compañeros de correrías (literalmente) por el Retiro y aguaverdiano, saltó inesperadamente, mientras aprovechábamos uno de esos condumios tras el entrenamiento en época navideña, con una frase lapidaria. Me deseaba lo mejor en mi nueva vida en Copenhague y me recordaba que lo más importante en la vida es el amor. Es bien cierto que la época navideña, la perspectiva de la despedida y las cuatro cañas que nos habíamos tomado abonan el campo para ese tipo de manifestaciones. Y sin embargo, no me quedo más remedio que darle la razón y volver a dársela en el intercambio de opiniones del foro de atletasmadrid. Yo creo que ambos entendíamos esa expresión, no como esa acepción engañosa de algunas películas de moda, sino como lo que he tratado de definir en los dos párrafos anteriores, la vocación de hacer las cosas con las mejores intenciones, y en la esperanza de que no empiedren el sendero hacia lo malo. Muchas gracias, Miguelón.
Un abrazo, 3j
viernes, 16 de enero de 2009
6.1.2009 - Ett skumt lokal
“Ett skumt lokal” se puede traducir de forma bastante libre como: “Un tugurio de mala muerte” y es un relato corto de Claes Hylinger publicado en Nya dager och nätter. Yo creo que en algún momento ya me he referido a Hylinger. Es uno de mis escritores suecos favoritos, al que conocí gracias a un libro que me regaló una profesora, Dácmar, durante un curso de verano en una isla. Años después otra profesora, Ylva, me regaló la trilogía completa.
En “Ett skum lokal” el autor cuenta como se deja convencer por un portero zalamero para conocer un local cuya principal fuente de financiación proviene de las copas caras de champaña barato con que las chicas se hacen regalar. En el cuento, el local era cutre, la mademoiselle estaba ajada, y el ambiente era tétrico. El escritor se conformó con una gaseosa, puso freno a las intenciones de los empleados de venderle algo más caro y se marchó lo antes posible. Fuera le esperaba París en primavera y la fragancia de unas flores en la rivera del Sena que templaron su espíritu. Supongo que de esto ya hace mucho tiempo, porque no recuerdo haber visto muchos setos floridos en esas orillas.
A mí ese relato me causó un gran impacto cuando lo leí por primera vez. Veía en él una clara analogía entre el alivio que siente el autor cuando decide no dejarse llevar por las convenciones, y mi vida propia. El autor decide en un determinado momento que aquello no le gusta, se pone en marcha para disfrutar de la luz, el aire fresco y la alegría. Es más, y esto también es relevante, se arrepiente del tiempo perdido en su vida en “un lugar oscuro”. Yo estaba de estudiante pobre en una Suecia mucho más cara, sufría enormemente, como lo hacen las personas jóvenes e inexpertas por un amor no correspondido. La moraleja que yo quise ver, era la de dejar de amargarme la vida con un imposible, cambiar de actitud, dar un paso adelante y disfrutar de la vida. Me gustaría decir que así fue, pero me llevó bastante tiempo. La mente es conservadora, incluso aunque le digas por donde conviene ir, todavía tarda en ponerse en marcha. Desgraciadamente, no puedo decir que haya asimilado completamente la lección.
Quiero hacer una segunda lectura del texto. A veces es sólo posible disfrutar de los elementos sencillos que componen nuestra vida cuando se ha atravesado una época terrible y se empieza a ver la luz al final del túnel. El sufrimiento no sólo te ayuda a apreciar lo bueno cuando por fin llega, sino que además te permite desarrollar la empatía y, por tanto, practicar la compasión.
El cuentecillo viene a colación el primer día que llegué a CPH, cuando me quedé solo en mi nuevo hogar y salí a buscar víveres. Aunque era relativamente pronto las calles estaban vacías y oscuras, a pesar de una ligerísima capa de nieve o de escarcha que se mantenía más gracias a la baja temperatura que a su masa crítica. Decidí premiarme con una cerveza para ahogar una ligera punzada de angustia, antes de que creciera y me metí tras una ligera duda en el que parecía ser el pub local.
La primera impresión, casi una bofetada, fue la del olor a tabaco fumado. Según por quien fumar está mal visto y la primera señal de que entras en el inframundo tiene sabor a nicotina. La confirmación de haber traspasado el umbral del averno era el aspecto de la clientela. Si estaban ahí era porque no eran bien vistos en otros sitios. Aunque debo reconocer que los parroquianos de los bares de Kannelmäki, aún tenía un aspecto más lúgubre.
Mi entrada no pasó desapercibida. Una de las clientas más avejentadas me saludó con alegría, o eso creo, porque traté de pasar lo más rápido posible. Me llegué hasta la barra y pedí la cerveza que necesitaba. La camarera, que debió ser bastante guapa o al menos humana, hace 30 ó 40 años me recordó a la chica del relato de Hylinger. Sin embargo, no pude disfrutar de mi dosis. No había tenido tiempo de cambiar a coronas y no aceptaban tarjetas de crédito. Por un momento temí que me lincharan, después de que me hubieran abierto la cerveza, pero la camarera ajada respondió graciosamente a mis disculpas. La gente es amable aquí.
En “Ett skum lokal” el autor cuenta como se deja convencer por un portero zalamero para conocer un local cuya principal fuente de financiación proviene de las copas caras de champaña barato con que las chicas se hacen regalar. En el cuento, el local era cutre, la mademoiselle estaba ajada, y el ambiente era tétrico. El escritor se conformó con una gaseosa, puso freno a las intenciones de los empleados de venderle algo más caro y se marchó lo antes posible. Fuera le esperaba París en primavera y la fragancia de unas flores en la rivera del Sena que templaron su espíritu. Supongo que de esto ya hace mucho tiempo, porque no recuerdo haber visto muchos setos floridos en esas orillas.
A mí ese relato me causó un gran impacto cuando lo leí por primera vez. Veía en él una clara analogía entre el alivio que siente el autor cuando decide no dejarse llevar por las convenciones, y mi vida propia. El autor decide en un determinado momento que aquello no le gusta, se pone en marcha para disfrutar de la luz, el aire fresco y la alegría. Es más, y esto también es relevante, se arrepiente del tiempo perdido en su vida en “un lugar oscuro”. Yo estaba de estudiante pobre en una Suecia mucho más cara, sufría enormemente, como lo hacen las personas jóvenes e inexpertas por un amor no correspondido. La moraleja que yo quise ver, era la de dejar de amargarme la vida con un imposible, cambiar de actitud, dar un paso adelante y disfrutar de la vida. Me gustaría decir que así fue, pero me llevó bastante tiempo. La mente es conservadora, incluso aunque le digas por donde conviene ir, todavía tarda en ponerse en marcha. Desgraciadamente, no puedo decir que haya asimilado completamente la lección.
Quiero hacer una segunda lectura del texto. A veces es sólo posible disfrutar de los elementos sencillos que componen nuestra vida cuando se ha atravesado una época terrible y se empieza a ver la luz al final del túnel. El sufrimiento no sólo te ayuda a apreciar lo bueno cuando por fin llega, sino que además te permite desarrollar la empatía y, por tanto, practicar la compasión.
El cuentecillo viene a colación el primer día que llegué a CPH, cuando me quedé solo en mi nuevo hogar y salí a buscar víveres. Aunque era relativamente pronto las calles estaban vacías y oscuras, a pesar de una ligerísima capa de nieve o de escarcha que se mantenía más gracias a la baja temperatura que a su masa crítica. Decidí premiarme con una cerveza para ahogar una ligera punzada de angustia, antes de que creciera y me metí tras una ligera duda en el que parecía ser el pub local.
La primera impresión, casi una bofetada, fue la del olor a tabaco fumado. Según por quien fumar está mal visto y la primera señal de que entras en el inframundo tiene sabor a nicotina. La confirmación de haber traspasado el umbral del averno era el aspecto de la clientela. Si estaban ahí era porque no eran bien vistos en otros sitios. Aunque debo reconocer que los parroquianos de los bares de Kannelmäki, aún tenía un aspecto más lúgubre.
Mi entrada no pasó desapercibida. Una de las clientas más avejentadas me saludó con alegría, o eso creo, porque traté de pasar lo más rápido posible. Me llegué hasta la barra y pedí la cerveza que necesitaba. La camarera, que debió ser bastante guapa o al menos humana, hace 30 ó 40 años me recordó a la chica del relato de Hylinger. Sin embargo, no pude disfrutar de mi dosis. No había tenido tiempo de cambiar a coronas y no aceptaban tarjetas de crédito. Por un momento temí que me lincharan, después de que me hubieran abierto la cerveza, pero la camarera ajada respondió graciosamente a mis disculpas. La gente es amable aquí.
sábado, 6 de diciembre de 2008
1.12.2008 - Tiempos extraños
En estos días de serotonina desbocada y de química neuronal alterada, he revisado el fondo lírico de mi estantería. Quizás sea Miguel Hernández en “El rayo que no cesa”, quien toque mejor la fibra sensible de las turbulencias que se producen en las primeras fases del enamoramiento, cuando aún no es correspondido. Sin embargo, y como ya voy teniendo muy claras las cosas, he descubierto un poema igual de desgarrador, pero más sereno, de Gabriela Mistral. Su lectura ha constituido un inesperado consuelo en un viaje de retorno de Italia con el corazón en otra parte.
Cosas, que es el título del poema, empieza así:
“Amo las cosas que nunca tuve,con las otras que ya no tengo:”
Las cosas que ya no tengo son las que se perdieron, momentos, amigos, seres queridos, que ya se fueron y nunca volverán. Y sin embargo, aún en la melancolía de su ausencia, constituyen recuerdos felices, a los que amar. ¿Y las cosas que nunca tuve? ¿Cómo es posible sentir nostalgia de cosas que nunca existieron? Pues yo constato que así es. Son los caprichos de la sed.
Cosas, que es el título del poema, empieza así:
“Amo las cosas que nunca tuve,con las otras que ya no tengo:”
Las cosas que ya no tengo son las que se perdieron, momentos, amigos, seres queridos, que ya se fueron y nunca volverán. Y sin embargo, aún en la melancolía de su ausencia, constituyen recuerdos felices, a los que amar. ¿Y las cosas que nunca tuve? ¿Cómo es posible sentir nostalgia de cosas que nunca existieron? Pues yo constato que así es. Son los caprichos de la sed.
domingo, 23 de noviembre de 2008
23.11.2008 – La química del amor
Leí hace poco en los periódicos la publicación de un libro que trataba de los conocimientos actuales sobre el cerebro humano. Entre otros sesudos, nunca mejor dicho, argumentos se dedicaban a descartar aquella reminiscencia histórica que separa mente y cerebro, materia y pensamiento. Según el artículo no sólo fenómenos tangibles, o al menos mesurables con la tecnología actual, sino aquellos que todavía se escapan a la sofisticación, aún grosera, de la resonancia molecular o la secuenciación del ADN, como el pensamiento o la conciencia, son resultado de la actividad del cerebro. Y éste, es una red de neuronas interconectadas por impulsos eléctricos y neurotransmisores, en definitiva materia.
Por cierto, la conciencia quizá esté sobrevalorada, porque se supone que es lo que nos distingue de los animales. Y eso que hay animales, los considerados por deformación como superiores, que han mostrado capacidad de atisbar su existencia como entidad individual. Y que, desde luego, muchos humanos han dado muestra fehaciente de no tener el mínimo atisbo de conciencia.
Una de las conclusiones de los autores, que por cierto no es nueva, era que se podía entender las enfermedades mentales como un desbarajuste del metabolismo nervioso. Yo no voy a hablar de enfermedades mentales, aunque bien sé que algunos me consideran un caso clínico, sino de una conversación que tuve con una profesora cuando estudiaba bachillerato. Bueno, más que conversación era adoctrinamiento, porque ella enunciaba y yo absorbía su experiencia, asintiendo a sus palabras sin más crítica.
Más o menos venía a decir que el amor, entendido como el arrebato pasional del enamoramiento, es como una gripe, una alteración temporal del equilibro cerebral que nuestra psique experimentaba cada cierto tiempo, que te removía de arriba abajo, te dejaba echo polvo, pero que afortunadamente no duraba mucho tiempo. Incluso venía a decir que era un estado de enajenación que el ser humano necesita para su buen funcionamiento a largo plazo.
Según ella, el enamoramiento acababa por pasar y que aquellos sentimientos que parecían tan intensos y duraderos en su momento, se desvanecían como una construcción de arena abatida por las olas. Y es cierto, ya se lo preguntaba el poeta (creo que Bécquer) ¿quién sabe a dónde se van tanta pasión y arrebatos cuando el amor desaparece? Siguiendo con la vena poética, del amor se hace lo mismo que se hizo de los siete infantes de Lara. La respuesta es que todos murieron.
Pues yo, como total, no tengo otra cosa que hacer, me he puesto a buscar las mejores definiciones, poemas o textos relacionados con el amor. Total como de eso hay poco...
Pues para empezar, y dada la relación de esta página con Finlandia, recordar a Mika Waltari, que tiene un par de páginas en su obra más conocida “Sinuhe, el egipcio”, que son una de las descripciones más precisas, certeras y bellas que se han escrito sobre el amor. Tan bellas como trágicas porque el amor de Minea y Sinuhe acaba embalsamado.
Como poesía del amor hay tanta como granos de arena en el desierto, por utilizar un símil apropiado a la discusión, sigo con la prosa de Marguerite Yourcenar
Las Memorias de Adriano, que además se complacen en disfrutar de la traducción de Julio Cortazar, contienen en su primera parte, “Animula, vagula, blandula”, un párrafo especialmente atinado. Como al final siempre hay que volver al principio diré, que según la misma profesora, “Las Memorias” constituyen una de las reflexiones más conseguidas acerca de la vejez.
<<"En la mayoría de los seres, los contactos más ligeros y superficiales bastan para contentar nuestro deseo, u aún para hartarlo. Si insisten, multiplicándose en torno de una criatura única hasta envolverla por entero; si cada parcela de un cuerpo se llena para nosotros de tantas significaciones trastornadoras como los rasgos de un rostro; si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación, placer o hastío, nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; si pasa de la periferia de nuestro universo a su centro, llegando a sernos más indispensable que nuestro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que veo, más que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu.">>
Sin embargo Margarita, a pesar de toda su sabiduría y la colaboración de Julio Cortazar, se equivocaba como la paloma. En mi opinión se invierte el papel del agente con el del sujeto pasivo, porque el prodigio, o la tortura, es la irrupción de la carne en el espíritu y no al contrario.
Por cierto, la conciencia quizá esté sobrevalorada, porque se supone que es lo que nos distingue de los animales. Y eso que hay animales, los considerados por deformación como superiores, que han mostrado capacidad de atisbar su existencia como entidad individual. Y que, desde luego, muchos humanos han dado muestra fehaciente de no tener el mínimo atisbo de conciencia.
Una de las conclusiones de los autores, que por cierto no es nueva, era que se podía entender las enfermedades mentales como un desbarajuste del metabolismo nervioso. Yo no voy a hablar de enfermedades mentales, aunque bien sé que algunos me consideran un caso clínico, sino de una conversación que tuve con una profesora cuando estudiaba bachillerato. Bueno, más que conversación era adoctrinamiento, porque ella enunciaba y yo absorbía su experiencia, asintiendo a sus palabras sin más crítica.
Más o menos venía a decir que el amor, entendido como el arrebato pasional del enamoramiento, es como una gripe, una alteración temporal del equilibro cerebral que nuestra psique experimentaba cada cierto tiempo, que te removía de arriba abajo, te dejaba echo polvo, pero que afortunadamente no duraba mucho tiempo. Incluso venía a decir que era un estado de enajenación que el ser humano necesita para su buen funcionamiento a largo plazo.
Según ella, el enamoramiento acababa por pasar y que aquellos sentimientos que parecían tan intensos y duraderos en su momento, se desvanecían como una construcción de arena abatida por las olas. Y es cierto, ya se lo preguntaba el poeta (creo que Bécquer) ¿quién sabe a dónde se van tanta pasión y arrebatos cuando el amor desaparece? Siguiendo con la vena poética, del amor se hace lo mismo que se hizo de los siete infantes de Lara. La respuesta es que todos murieron.
Pues yo, como total, no tengo otra cosa que hacer, me he puesto a buscar las mejores definiciones, poemas o textos relacionados con el amor. Total como de eso hay poco...
Pues para empezar, y dada la relación de esta página con Finlandia, recordar a Mika Waltari, que tiene un par de páginas en su obra más conocida “Sinuhe, el egipcio”, que son una de las descripciones más precisas, certeras y bellas que se han escrito sobre el amor. Tan bellas como trágicas porque el amor de Minea y Sinuhe acaba embalsamado.
Como poesía del amor hay tanta como granos de arena en el desierto, por utilizar un símil apropiado a la discusión, sigo con la prosa de Marguerite Yourcenar
Las Memorias de Adriano, que además se complacen en disfrutar de la traducción de Julio Cortazar, contienen en su primera parte, “Animula, vagula, blandula”, un párrafo especialmente atinado. Como al final siempre hay que volver al principio diré, que según la misma profesora, “Las Memorias” constituyen una de las reflexiones más conseguidas acerca de la vejez.
<<"En la mayoría de los seres, los contactos más ligeros y superficiales bastan para contentar nuestro deseo, u aún para hartarlo. Si insisten, multiplicándose en torno de una criatura única hasta envolverla por entero; si cada parcela de un cuerpo se llena para nosotros de tantas significaciones trastornadoras como los rasgos de un rostro; si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación, placer o hastío, nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; si pasa de la periferia de nuestro universo a su centro, llegando a sernos más indispensable que nuestro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que veo, más que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu.">>
Sin embargo Margarita, a pesar de toda su sabiduría y la colaboración de Julio Cortazar, se equivocaba como la paloma. En mi opinión se invierte el papel del agente con el del sujeto pasivo, porque el prodigio, o la tortura, es la irrupción de la carne en el espíritu y no al contrario.
viernes, 7 de noviembre de 2008
2.11.2008 – Cuento moral
Sale a colación un poco por la actualidad política. El que no haya oído hablar a estas alturas de las elecciones de Obama es que vive en un mundo con muchos más problemas que yo. Lo que hace irrelevante cualquier disquisición superflua.
A mí, como a todo el mundo, los problemas me sobran, pero lleva rondandome desde hace unos días una historia que un amigo me contó de su trabajo. Y ahora es un buen momento para contarla.
Mi amigo trabaja para una empresa de un país nórdico, que pese a sus proclamaciones de independencia y de espíritu propio está, como todos, instilada por los modos y maneras paridas en las universidades y empresas norteamericanas de prestigio. Me refiero a esa mezcla de “cómete el mundo, aunque tengas que sumergir a la madre que te parió en una tina de ácido clorhídrico”. Eso sí, sea dicho todo con la mayor corrección política.
Por lo visto esta empresa de allende organiza durante su reunión anual una especie de votación directa por la que los trabajadores presentas eligen el mejor proyecto del año. En el mejor estilo holliwoodiense los responsables de la criatura salen a defender su proyecto y arrancar los votos de una masa de votantes que tienen más ganas de refocilarse y acabar de una vez, que de aguantar discursos. A esas alturas de la sesión la gente se deja llevar por la capacidad del “showman” de librarlos del tedio y no dudan en aprovechar cualquier oportunidad para jalear o prorrumpir en aplausos.
Como para todo hay que hacer declaración de principios, cuenta mi amigo que todos los proyectos presentados eran irreprochables, no en vano habían pasado un filtro inicial, y que la gente que trabaja en su empresa son, en general, buenos profesionales. Y como conozco muy bien a mi amigo, no se me ocurre ponerlo en duda. En cualquier caso, los proyectos y su contenido eran irrelevantes. Uno de los ponentes, por lo demás completamente carente de habilidades sociales, quedó fuera de juego enseguida. Sus argumentos eran válidos, pero no podía competir con la habilidad de los otros dos de llegar al público. El segundo perdedor, (porque si no ganas, pierdes), era un excelente orador, de maneras suaves y con un buen discurso, pero quedó a la sombra de la verborrea triunfalista del tercero. Éste era de los que sí escrituran entre los triunfadores y que se dedicó a venderse a sí mismo con argumentos que no sé por qué recordaban a un batiburrillo de Top Gun con Titanic. Fue éste y por esta razón el que se llevó el gato al agua.
Mi amigo me confesó, no sin cierto atisbo de temor y temblor, que desde luego no era su candidato, que el suyo era el que promovía valores menos rentables electoralmente, pero más acordes con una perspectiva del trabajo en la que prima la colaboración y el intercambio frente al liderazgo por pelotas. Que desde luego no se negaría a trabajar con don “aquí estoy yo y mi circunstancia”, porque el trabajo es obligación y no devoción, pero que no podría evitar hacerlo con recelo de quedar aplastado por semejante manifestación de ego.
Recordaba mi coleguita, que hace unos años los fastos los ganó la candidatura que presentó como mejor argumento una caricatura de vaca feliz saltando como un delfín fuera del agua. Por lo demás el máximo valor del proyecto era haber descubierto el correo electrónico como herramienta de comunicación. Eso sí, el siguiente año hubo profusión de animales en semejante actitud.
¿Nos dejamos, pues, llevar por argumentos irracionales cuando votamos? ¿Es cierto, al final, que nos merecemos los dirigentes que nos gobiernan? Así debe ser, a juzgar por los resultados electorales en muchos estados. No entro en cuáles, porque esa es harina de otro costal.
Moraleja, mi amigo tomó la decisión de votar en las sucesivas ocasiones en consecuencia con lo guapo o feos que le parecieran los ponentes, lo que en ocasiones era una tarea más que ardua, considerando el nivel que había. Y su justificación es que en un mundo sin ética ni razón, el argumento que resta es la estética. ¿O no?
A mí, como a todo el mundo, los problemas me sobran, pero lleva rondandome desde hace unos días una historia que un amigo me contó de su trabajo. Y ahora es un buen momento para contarla.
Mi amigo trabaja para una empresa de un país nórdico, que pese a sus proclamaciones de independencia y de espíritu propio está, como todos, instilada por los modos y maneras paridas en las universidades y empresas norteamericanas de prestigio. Me refiero a esa mezcla de “cómete el mundo, aunque tengas que sumergir a la madre que te parió en una tina de ácido clorhídrico”. Eso sí, sea dicho todo con la mayor corrección política.
Por lo visto esta empresa de allende organiza durante su reunión anual una especie de votación directa por la que los trabajadores presentas eligen el mejor proyecto del año. En el mejor estilo holliwoodiense los responsables de la criatura salen a defender su proyecto y arrancar los votos de una masa de votantes que tienen más ganas de refocilarse y acabar de una vez, que de aguantar discursos. A esas alturas de la sesión la gente se deja llevar por la capacidad del “showman” de librarlos del tedio y no dudan en aprovechar cualquier oportunidad para jalear o prorrumpir en aplausos.
Como para todo hay que hacer declaración de principios, cuenta mi amigo que todos los proyectos presentados eran irreprochables, no en vano habían pasado un filtro inicial, y que la gente que trabaja en su empresa son, en general, buenos profesionales. Y como conozco muy bien a mi amigo, no se me ocurre ponerlo en duda. En cualquier caso, los proyectos y su contenido eran irrelevantes. Uno de los ponentes, por lo demás completamente carente de habilidades sociales, quedó fuera de juego enseguida. Sus argumentos eran válidos, pero no podía competir con la habilidad de los otros dos de llegar al público. El segundo perdedor, (porque si no ganas, pierdes), era un excelente orador, de maneras suaves y con un buen discurso, pero quedó a la sombra de la verborrea triunfalista del tercero. Éste era de los que sí escrituran entre los triunfadores y que se dedicó a venderse a sí mismo con argumentos que no sé por qué recordaban a un batiburrillo de Top Gun con Titanic. Fue éste y por esta razón el que se llevó el gato al agua.
Mi amigo me confesó, no sin cierto atisbo de temor y temblor, que desde luego no era su candidato, que el suyo era el que promovía valores menos rentables electoralmente, pero más acordes con una perspectiva del trabajo en la que prima la colaboración y el intercambio frente al liderazgo por pelotas. Que desde luego no se negaría a trabajar con don “aquí estoy yo y mi circunstancia”, porque el trabajo es obligación y no devoción, pero que no podría evitar hacerlo con recelo de quedar aplastado por semejante manifestación de ego.
Recordaba mi coleguita, que hace unos años los fastos los ganó la candidatura que presentó como mejor argumento una caricatura de vaca feliz saltando como un delfín fuera del agua. Por lo demás el máximo valor del proyecto era haber descubierto el correo electrónico como herramienta de comunicación. Eso sí, el siguiente año hubo profusión de animales en semejante actitud.
¿Nos dejamos, pues, llevar por argumentos irracionales cuando votamos? ¿Es cierto, al final, que nos merecemos los dirigentes que nos gobiernan? Así debe ser, a juzgar por los resultados electorales en muchos estados. No entro en cuáles, porque esa es harina de otro costal.
Moraleja, mi amigo tomó la decisión de votar en las sucesivas ocasiones en consecuencia con lo guapo o feos que le parecieran los ponentes, lo que en ocasiones era una tarea más que ardua, considerando el nivel que había. Y su justificación es que en un mundo sin ética ni razón, el argumento que resta es la estética. ¿O no?
viernes, 24 de octubre de 2008
24.10.2008 - Adelante
Ya sé que llevo mucho tiempo sin escribir, pero es que mi vida ahora se reduce prácticamente y en exclusiva al trabajo. Es una pena porque tengo materia de la que escribir y de la que hablaría con gusto, pero son demasiados viajes y días muy largos. Quiero contaros en otra entrada sobre el Festibike. También me engañaron para ir a la carrera de Las Dehesas. El año pasado me encantó y este también, lo que pasa es que no sé si da para otra crónica.
viernes, 22 de agosto de 2008
22.8.2008 – Las mejores intenciones
Aprovechando un receso de las reuniones de trabajo que han supuesto el punto final a mis vacaciones finlandesas, me he escapado para ir al cine. Aquí lo hago con cierta frecuencia, aprovechando las sesiones en versión original y la comodidad de los cines. Mejor a esas horas en las que no hay mucha gente, para disfrutar de la película sin tantas cabezas por delante y ruido de palomitas. Casi como si estuvieras solo. Otra ventaja es que, quizás, aquí no sorprenda tanto ir al cine solo. Aunque necesariamente no sea esa la razón, pero parece existir la creencia generalizada de que vas solo, porque no tienes nadie más con quien ir. Y que las películas como “eso” en Nueva York congreguen probablemente más solitarios que las de abundante intercambio de balas y puñetazos en cualquiera de sus versiones. Debo decir, sin embargo, que la mayoría también aquí venían en pareja o en comandita.
Hace ya unos cuantos días leí un artículo en El País sobre la difícil coordinación de las vacaciones de las nuevas parejas con hijos del matrimonio anterior. El reportaje me pareció interesante en sí, incluso durante un momento consideré con simpatía la dificultad de las parejas del reportaje, de obvio alto nivel económico, que tenían que hacer malabares para poder compaginar las exigencias de todos los miembros de la recién inaugurada familia. Lo mejor fue sin embargo uno de los comentarios que los lectores dejan en la red y que en unas pocas líneas trasladó con precisión toda la carga de ironía y sarcasmo de un lector indignado. Y no le faltaba razón, el artículo presentaba como una tragedia para las nuevas familias aumentar las actividades, como cruceros en yate y viajes a París, a golpe de talonario. Lo realmente difícil era tratar de afrontar los gastos cada vez mayores con la exigua prestación por desempleo. Y pocos cementos amalgaman con mayor firmeza una relación que la puntualidad con que llega el débito de la hipoteca. Me hizo mucha gracia.
Pues no pude evitar retomar esta línea de pensamiento mientras veía la película. El momento de mayor dramatismo, el clímax trágico, era el plantón casi ante el altar de un bodorrio por todo lo alto. Otros momentos de gran carga emocional eran una pequeña infidelidad o las consecuencias del climaterio. Evidentemente la contraposición de los devaneos sentimentales de las chicas, ya bastante talluditas, de Nueva York con la realidad cotidiana de una persona normal resulta devastadora. Por no traer al parangón verdaderos desastres y tragedias humanas como guerras, terremotos, enfermedades y otros jinetes del Apocalipsis.
Y sin embargo, no pude evitar sentir simpatía por las tribulaciones de los personajes, como tampoco dejo de hacerlo por otras situaciones ficticias simuladas en series de televisión, muy habitualmente estadounidenses, a pesar de que en algún rincón de la conciencia se remueve preso de la urticaria el rechazo a la glorificación de un único modelo válido de vivir, al que todos aspiran pero que muy pocos puede realizar.
Pero, ¿por qué no habría de ser así? Cuando todas estas producciones estadounidenses han sido elaboradas con esmero para apelar la conmiseración hacia los personajes, para proyectar la nuestras propios quebraderos y querencias a los devenires de los personajes. Yo no me atrevo a criticar la emoción ante el drama de un personaje de culebrón junto con la relativa apatía ante la visión tan diaria como terrible de las noticias del día. La tragedia de Carrie Bradshaw podemos sobrellevarla, la horrible y real de la guerra, la hambruna y la desesperación diaria de miles de personas es demasiado cruel.
Estas series norteamericanas con abundante melodrama despiertan en mí el deseo de ser mejor persona. Y eso no puede ser malo.
Lástima que después de salir del cine y caminar hacia la estación de tren, todos esos buenos sentimientos se los tragara la tierra. Tuve deseos de hincar el diente en la yugular a un grupo de adolescentes descerebrados que cometieron la osadía de invadir el carril bici. ¿Adonde fueron las mejores intenciones? ¿Den goda viljan? “Late corazón, ¿quién sabe lo que se traga la tierra?”
Hace ya unos cuantos días leí un artículo en El País sobre la difícil coordinación de las vacaciones de las nuevas parejas con hijos del matrimonio anterior. El reportaje me pareció interesante en sí, incluso durante un momento consideré con simpatía la dificultad de las parejas del reportaje, de obvio alto nivel económico, que tenían que hacer malabares para poder compaginar las exigencias de todos los miembros de la recién inaugurada familia. Lo mejor fue sin embargo uno de los comentarios que los lectores dejan en la red y que en unas pocas líneas trasladó con precisión toda la carga de ironía y sarcasmo de un lector indignado. Y no le faltaba razón, el artículo presentaba como una tragedia para las nuevas familias aumentar las actividades, como cruceros en yate y viajes a París, a golpe de talonario. Lo realmente difícil era tratar de afrontar los gastos cada vez mayores con la exigua prestación por desempleo. Y pocos cementos amalgaman con mayor firmeza una relación que la puntualidad con que llega el débito de la hipoteca. Me hizo mucha gracia.
Pues no pude evitar retomar esta línea de pensamiento mientras veía la película. El momento de mayor dramatismo, el clímax trágico, era el plantón casi ante el altar de un bodorrio por todo lo alto. Otros momentos de gran carga emocional eran una pequeña infidelidad o las consecuencias del climaterio. Evidentemente la contraposición de los devaneos sentimentales de las chicas, ya bastante talluditas, de Nueva York con la realidad cotidiana de una persona normal resulta devastadora. Por no traer al parangón verdaderos desastres y tragedias humanas como guerras, terremotos, enfermedades y otros jinetes del Apocalipsis.
Y sin embargo, no pude evitar sentir simpatía por las tribulaciones de los personajes, como tampoco dejo de hacerlo por otras situaciones ficticias simuladas en series de televisión, muy habitualmente estadounidenses, a pesar de que en algún rincón de la conciencia se remueve preso de la urticaria el rechazo a la glorificación de un único modelo válido de vivir, al que todos aspiran pero que muy pocos puede realizar.
Pero, ¿por qué no habría de ser así? Cuando todas estas producciones estadounidenses han sido elaboradas con esmero para apelar la conmiseración hacia los personajes, para proyectar la nuestras propios quebraderos y querencias a los devenires de los personajes. Yo no me atrevo a criticar la emoción ante el drama de un personaje de culebrón junto con la relativa apatía ante la visión tan diaria como terrible de las noticias del día. La tragedia de Carrie Bradshaw podemos sobrellevarla, la horrible y real de la guerra, la hambruna y la desesperación diaria de miles de personas es demasiado cruel.
Estas series norteamericanas con abundante melodrama despiertan en mí el deseo de ser mejor persona. Y eso no puede ser malo.
Lástima que después de salir del cine y caminar hacia la estación de tren, todos esos buenos sentimientos se los tragara la tierra. Tuve deseos de hincar el diente en la yugular a un grupo de adolescentes descerebrados que cometieron la osadía de invadir el carril bici. ¿Adonde fueron las mejores intenciones? ¿Den goda viljan? “Late corazón, ¿quién sabe lo que se traga la tierra?”
jueves, 21 de agosto de 2008
21.8.2008 – No estás solo
Sigo como puedo el desarrollo de los juegos olímpicos. Al principio podía mirar los vídeos de RTVE, pero pronto vetaron el acceso a los internautas con IPs extranjeras por cuestiones legales. Me tuve que conformar con ver el material que pone a disposición de los internautas locales el homólogo, que aquí se llama Yle. Pero claro, se fija más en los deportes con participación nacional y algunos son para mí muy raros. Y aunque puede sacar material del equipo chino de gimnasia, me quedo sin ver lo que pasa en deportes con participación española, incluso con medalla, como las chicas de sincronizada o el ejercicio de suelo de Deferr.
También leo los periódicos digitales. Hay una constante cuando hablan de los deportistas españoles, siempre hacen referencia al esfuerzo titánico y capacidad de sacrificio de los héroes del deporte. Califican de épica la capacidad de las nadadoras de sincronizada de aguantar el trabajo de resistencia y fuerza en anoxia, ahí es nada; de sobre humano el trabajo sobre los pedales de Llaneras; de repetido infinitamente hasta la perfección el ejercicio de suelo de Deferr, y así pasando por ciclistas, atletas, gimnastas, remeros. Y los que no ganan medalla, que se quedan a 8 malditos segundos, como Contador, o que son superados en el último momento, como María Vasco o Noya y Raña, casi más lo sentí yo, emocionado como estaba al leer el artículo. Pero para ejemplo paradigmático el esfuerzo corajudo de Marta Domínguez. Casi más que la carrera en sí, ya formidable, fue el discurso de después del ¿desastre? Lo que no te mata te hace más fuerte, y según me han dicho, aún con una sonrisa de oreja a oreja.
A tenor de los artículos periodísticos parece que a los demás deportistas, los de otros países, no les cuesta esfuerzo sacar medalla, aunque si están ahí es precisamente porque además de unas cualidades físicas excepcionales e innatas, han estado desde muy jovencitos miles y miles de horas entrenando con sacrificio y persistencia. Claro, viendo nadar a Phelps parece que sea fácil, pero es innegable el esfuerzo y la dedicación de todos y cada uno de los deportistas de alto nivel.
Y sin embargo me encanta la participación de los deportistas españoles. Si hasta me emocioné viendo la entrega de medallas a Samuel Sánchez. Y no sólo los éxitos, sino los que se quedan a punto en una lucha denodada, como María Vasco, como Noya y Raña, como Marta Domínguez y otros más. No me importa repetir otra vez sus nombres. Estoy sinceramente impresionado.
Y sin embargo, los ejemplos de valor, como en el Corazón de D’Amicis, son armas de doble filo. Ya el esfuerzo titánico de los deportistas, que persisten en su afán de mejorar sus marcas con disciplina férrea, músculo y voluntad, pueden ser un acicate para seguir adelante. Pero también puede hundirte en la miseria, si en momentos de “humanidad”, que no quiero decir debilidad, descubres que no puedes más, o simplemente no te apetece levantarte del sillón, que dejas pasar oportunidades de mejorar, no sólo en el entrenamiento marcado sino en el trabajo, en la relación con los demás en la vida.
¿Y cuando no resulta un acicate, no es más deprimente contemplar el espíritu de luchadora indómita de Marta Domínguez? Es a todas luces encomiable y digno de la mayor de las admiraciones, (yo de mayor quiero ser como ella). Pero lo cierto es que muy pocos son como ella, la mayoría de hecho somos bastante normalitos. De hecho, si se me disloca una articulación practicando deporte, por favor, llevadme al hospital. Prometo no exigir voz en grito que me coloquen el hueso en su sitio para poder seguir en la brecha, como la luchadora de esgrima Araceli Navarro.
A veces, me veo comparando las metas propias con las de los deportistas, mi sacrificio diario con otros más sufridos, y mi nivel de bienestar, con los que el propio concepto de estar bien es desconocido. Este ejercicio ni es sano, ni razonable, ni mucho menos justo. Los esfuerzos no se pueden medir por la calidad o cantidad de los resultados, sino por el umbral que hay salvar para por lo menos intentarlo. Y que todos tenemos derecho en mayor o menor medida a fracasar, a ser débiles y estar cansados, siempre que no nos dejemos dominar por “el lado oscuro de la fuerza”. Y no passa res!
Y sin embargo otra vez, considero el ejemplo de Marta Domínguez, de María Vasco que además dedicó su competición de sangre, sudor y hierro a víctimas y familiares del accidente aéreo, y de Noya y Raña como elemento de motivación muy válido para mí. “Jo, si ellos siguen adelante a pesar del ¿fracaso?, no voy a poder yo también: una brazada más, un ciclo de pedaleo más, una zancada más, y con una sonrisa, o un gesto feo de esfuerzo, cada uno con lo que pueda.
Quizás lo importante de todo esto sea recordar, y realizar, que ese esfuerzo de recomposición, de hacer de tripas corazón, no es necesario emprenderlo en soledad, que los amigos pueden ayudar a dar ese empujoncito, como ya lo han hecho antes. Ánimo, corazón. No estás solo.
También leo los periódicos digitales. Hay una constante cuando hablan de los deportistas españoles, siempre hacen referencia al esfuerzo titánico y capacidad de sacrificio de los héroes del deporte. Califican de épica la capacidad de las nadadoras de sincronizada de aguantar el trabajo de resistencia y fuerza en anoxia, ahí es nada; de sobre humano el trabajo sobre los pedales de Llaneras; de repetido infinitamente hasta la perfección el ejercicio de suelo de Deferr, y así pasando por ciclistas, atletas, gimnastas, remeros. Y los que no ganan medalla, que se quedan a 8 malditos segundos, como Contador, o que son superados en el último momento, como María Vasco o Noya y Raña, casi más lo sentí yo, emocionado como estaba al leer el artículo. Pero para ejemplo paradigmático el esfuerzo corajudo de Marta Domínguez. Casi más que la carrera en sí, ya formidable, fue el discurso de después del ¿desastre? Lo que no te mata te hace más fuerte, y según me han dicho, aún con una sonrisa de oreja a oreja.
A tenor de los artículos periodísticos parece que a los demás deportistas, los de otros países, no les cuesta esfuerzo sacar medalla, aunque si están ahí es precisamente porque además de unas cualidades físicas excepcionales e innatas, han estado desde muy jovencitos miles y miles de horas entrenando con sacrificio y persistencia. Claro, viendo nadar a Phelps parece que sea fácil, pero es innegable el esfuerzo y la dedicación de todos y cada uno de los deportistas de alto nivel.
Y sin embargo me encanta la participación de los deportistas españoles. Si hasta me emocioné viendo la entrega de medallas a Samuel Sánchez. Y no sólo los éxitos, sino los que se quedan a punto en una lucha denodada, como María Vasco, como Noya y Raña, como Marta Domínguez y otros más. No me importa repetir otra vez sus nombres. Estoy sinceramente impresionado.
Y sin embargo, los ejemplos de valor, como en el Corazón de D’Amicis, son armas de doble filo. Ya el esfuerzo titánico de los deportistas, que persisten en su afán de mejorar sus marcas con disciplina férrea, músculo y voluntad, pueden ser un acicate para seguir adelante. Pero también puede hundirte en la miseria, si en momentos de “humanidad”, que no quiero decir debilidad, descubres que no puedes más, o simplemente no te apetece levantarte del sillón, que dejas pasar oportunidades de mejorar, no sólo en el entrenamiento marcado sino en el trabajo, en la relación con los demás en la vida.
¿Y cuando no resulta un acicate, no es más deprimente contemplar el espíritu de luchadora indómita de Marta Domínguez? Es a todas luces encomiable y digno de la mayor de las admiraciones, (yo de mayor quiero ser como ella). Pero lo cierto es que muy pocos son como ella, la mayoría de hecho somos bastante normalitos. De hecho, si se me disloca una articulación practicando deporte, por favor, llevadme al hospital. Prometo no exigir voz en grito que me coloquen el hueso en su sitio para poder seguir en la brecha, como la luchadora de esgrima Araceli Navarro.
A veces, me veo comparando las metas propias con las de los deportistas, mi sacrificio diario con otros más sufridos, y mi nivel de bienestar, con los que el propio concepto de estar bien es desconocido. Este ejercicio ni es sano, ni razonable, ni mucho menos justo. Los esfuerzos no se pueden medir por la calidad o cantidad de los resultados, sino por el umbral que hay salvar para por lo menos intentarlo. Y que todos tenemos derecho en mayor o menor medida a fracasar, a ser débiles y estar cansados, siempre que no nos dejemos dominar por “el lado oscuro de la fuerza”. Y no passa res!
Y sin embargo otra vez, considero el ejemplo de Marta Domínguez, de María Vasco que además dedicó su competición de sangre, sudor y hierro a víctimas y familiares del accidente aéreo, y de Noya y Raña como elemento de motivación muy válido para mí. “Jo, si ellos siguen adelante a pesar del ¿fracaso?, no voy a poder yo también: una brazada más, un ciclo de pedaleo más, una zancada más, y con una sonrisa, o un gesto feo de esfuerzo, cada uno con lo que pueda.
Quizás lo importante de todo esto sea recordar, y realizar, que ese esfuerzo de recomposición, de hacer de tripas corazón, no es necesario emprenderlo en soledad, que los amigos pueden ayudar a dar ese empujoncito, como ya lo han hecho antes. Ánimo, corazón. No estás solo.
martes, 19 de agosto de 2008
19.8.2008 – Minua Kupittaa
Regreso de viaje de trabajo de Turku. He acabado un poco antes de lo que pensaba y como estaba harto de tomar café, que es el síndrome del trabajador en Finlandia, he tratado de encontrar un lugar para tomar una cervecita. Normalmente los alrededores de las estaciones en todas las ciudades rebosan de sitios de mejor o peor calaña, recuerdo especialmente uno próximo a la estación de Jyväskylä..., pero los alrededores de Kupittaa, son casi tan desiertos como los de la estación de Getafe industrial un domingo por la mañana.
El paisaje desde la ventana de tren suele ser particularmente bonito. Esos campos de cereales todavía verdes y esos campos amarillos de colza, pero naturalmente todo resulta más vistoso sin esa lluvia pertinaz que ha empañado todo el verano. Lástima que la gente no sea más silenciosa. Los únicos que parecen hablar, o al menos a los únicos que se oye, son los extranjeros: una pareja de chinos y un grupo de suecos. Los finlandeses solo gritan cuando hablan por teléfono. Por lo demás valoran el placer de viajar en el mismo compartimiento en silencio ¿Me estaré volviendo finlandés?
El paisaje desde la ventana de tren suele ser particularmente bonito. Esos campos de cereales todavía verdes y esos campos amarillos de colza, pero naturalmente todo resulta más vistoso sin esa lluvia pertinaz que ha empañado todo el verano. Lástima que la gente no sea más silenciosa. Los únicos que parecen hablar, o al menos a los únicos que se oye, son los extranjeros: una pareja de chinos y un grupo de suecos. Los finlandeses solo gritan cuando hablan por teléfono. Por lo demás valoran el placer de viajar en el mismo compartimiento en silencio ¿Me estaré volviendo finlandés?
martes, 12 de agosto de 2008
12.8.2008 – Donde manda patrón, no manda marinero (II)
El Cónsul de Finlandia en San Petersburgo comentó escuetamente que en la organización de las actividades que organiza el consulado, éste y el ministerio pueden tener distintas opiniones, pero que la opinión del último, es naturalmente llevada a cabo.
Además de esta opinión el HS también publicaba algunas opiniones emitidas por los lectores a través de la red. Unos alababan el papel de Stubb y su elegancia. Otro pensaba que mejor haría en concentrarse en asuntos verdaderamente importantes, teniendo en cuenta la que se avecinaba con el conflicto del Cáucaso. Conclusión: hagas lo que hagas siempre te van a criticar.
Además de esta opinión el HS también publicaba algunas opiniones emitidas por los lectores a través de la red. Unos alababan el papel de Stubb y su elegancia. Otro pensaba que mejor haría en concentrarse en asuntos verdaderamente importantes, teniendo en cuenta la que se avecinaba con el conflicto del Cáucaso. Conclusión: hagas lo que hagas siempre te van a criticar.
lunes, 11 de agosto de 2008
11.8.2008 – Donde manda patrón, no manda marinero
El ministro Alexander Stubb, superIronman, acaba de poner paz y después gloria en el conflicto de la escritora Sofi Oksanen, que comentaqba hace unos días. Ha comentado que se trata de una escritora de enorme talento y que su Ministerio, el de Exteriores, estará encantado de financiar su participación en el encuentro de poetas que se celebrará en noviembre en San Petersburgo. Todo esto lo dijo antes de ir a Georgia en su calidad de presidente de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) junto con el ministro francés de exteriores. Ojalá puedan zanjar la guerra de forma tan tajante como con el revuelo político de la escritora.
El pobre Cónsul no ha dicho esta boca es mía de la solución. ¡A ver qué va a decir el marinero si ya lo ha dicho todo el capitán! La escritora, por el contrario, se mostraba muy complacida, quizás más contenta por los elegantes cumplidos que le dedicaban que por el viaje en sí.
Y el Cónsul probablemente esté pensado que si lo llega a saber, mejor se queda callado.
La novela “Puhdistus”, que trata sobre el duro período que siguió a la adhesión de Estonia a la Unión Soviética en los tiempos de la reorganización europea que siguió a la II guerra mundial, acaba de ser traducida al ruso. El periódico, además de difundir la complacencia de la escritora también recogía la opinión del traductor ruso. No veía nada particularmente antieslavo en la novela de Sofi. Es más, los rusos se iban a sentir muy identificados, porque el doloroso recuerdo de las deportaciones y los campos de re-educación persisten en la memoria de muchos. Diría que se lo preguntaran a Alexander Solzhenitsyn, pero el hombre ya se ha muerto. Eso sí ahora recibe los honores de las mayores autoridades del país. Son cosas que pasan.
Y sin embargo, con todo lo que está pasando en Georgia entiendo que los trabajadores del Ministerio de Exteriores sean cautelosos. Más aún de lo que tradicionalmente lo ha sido un país a la sombra de un vecino tan poderoso.
Finlandia asumió la presidencia de la OSCE a principios de este año, que como en la UE es un cargo rotativo. El testigo lo entregó precisamente Moratinos, ya que España lo había sido el año pasado, y se lo entregó al entonces ministro finlandés Ilkka Kanerva, pero ya sabemos que éste fue cesado por tirar los tejos a una bailarina con el móvil del trabajo.
El pobre Cónsul no ha dicho esta boca es mía de la solución. ¡A ver qué va a decir el marinero si ya lo ha dicho todo el capitán! La escritora, por el contrario, se mostraba muy complacida, quizás más contenta por los elegantes cumplidos que le dedicaban que por el viaje en sí.
Y el Cónsul probablemente esté pensado que si lo llega a saber, mejor se queda callado.
La novela “Puhdistus”, que trata sobre el duro período que siguió a la adhesión de Estonia a la Unión Soviética en los tiempos de la reorganización europea que siguió a la II guerra mundial, acaba de ser traducida al ruso. El periódico, además de difundir la complacencia de la escritora también recogía la opinión del traductor ruso. No veía nada particularmente antieslavo en la novela de Sofi. Es más, los rusos se iban a sentir muy identificados, porque el doloroso recuerdo de las deportaciones y los campos de re-educación persisten en la memoria de muchos. Diría que se lo preguntaran a Alexander Solzhenitsyn, pero el hombre ya se ha muerto. Eso sí ahora recibe los honores de las mayores autoridades del país. Son cosas que pasan.
Y sin embargo, con todo lo que está pasando en Georgia entiendo que los trabajadores del Ministerio de Exteriores sean cautelosos. Más aún de lo que tradicionalmente lo ha sido un país a la sombra de un vecino tan poderoso.
Finlandia asumió la presidencia de la OSCE a principios de este año, que como en la UE es un cargo rotativo. El testigo lo entregó precisamente Moratinos, ya que España lo había sido el año pasado, y se lo entregó al entonces ministro finlandés Ilkka Kanerva, pero ya sabemos que éste fue cesado por tirar los tejos a una bailarina con el móvil del trabajo.
domingo, 10 de agosto de 2008
10.8.2008 – Lo político transcurre en torno al frigorífico
La sección de cultura del Helsingin Sanomat recogía este domingo un artículo de esos que deben llevar a su autor varios días escribir. Analizaba el papel central que ha asumido el género en la literatura finlandesa actual contando con las opiniones de varios especialistas. Insisto, se trata de género y no de sexo. Supongo que éste tampoco faltará, dado que su consecución o falta de ella han sido un tema de la literatura universal a lo largo de los siglos.
El enfoque de género reflexiona sobre lo terrible o maravilloso que es ser un hombre o mujer finlandés. Normalmente suele ser más lo primero (lo terrible) que lo segundo. Esta reflexión es una parte de la tendencia general de esta década que analiza además del género las relaciones de pareja y la familia y que deja de explorar la parte política y social de hace no tanto. El artículo recoge una de las frases lapidarias de un crítico de literatura: “En la literatura [finlandesa] actual lo político transcurre en torno al frigorífico común.”
Un ejemplo es la nueva novela de Anna-Leena Härkönen, “Ei kiitos”, que se puede traducir fielmente como “No, gracias”, se adentra en la vida de una mujer madura que quiere poner un poco de más sexo en su vida pero a cuyo marido le duele siempre la cabeza. La cuestión, señala la escritora, es que ahora la mujer tiene mayor independencia económica y por tanto la posibilidad de encontrar alternativas. El personaje femenino del libro, descubre que no quiere llevar su vida de ciudad dormitorio (nukkumalähiöelämänsä, palabra que ella sola agrupa todo lo anteriormente subrayado posesivo incluido en una sola palabra, pero casi de la misma longitud).
Al mismo tiempo, Härkönen (¿alguno ha visto la semejanza de este apellido con los malos de *Dune?) se queja del machismo con que se trata los libros escritos por hombres y mujeres. “Si una mujer escribe algo desde la perspectiva femenina, se interpreta como un refunfuñar narcisista. Cuando un hombre descubre sus sentimientos, resulta maravillosa su franqueza”.
Pues yo no acabo de estar de acuerdo este feminismo de repostería. Entiendo que si Anna-Leena afirma que algunos tildan de narcisista a una mujer que escribe sobre mujeres, es porque los habrá. Yo ni lo he pensado ni sé si será verdad. Con lo que no comulgo es con la siguiente parte de la afirmación que los críticos y o lectores alaben la franqueza de los hombres que abren su corazón. Esa apertura suele ser el desbordamiento de unos sentimientos negativos que salen cuando el personaje está muy decaído, algo así como en las novelas de Petri Tamminen, y que ya no puede más. Algunos reaccionarán identificando como propias las sensaciones negativas descritas, otros con compasión, pero pienso que la mayoría, a un nivel más o menos profundo, pondrá en duda la masculinidad del personaje o escritor, incluso pensarán “afeminado”, por decirlo de forma eufemística. Nuestra sociedad está, entre otras muchas cosas, polarizada con lo femenino y masculino. Unos caracteres son atribuidos a las mujeres y otros a los hombres, y como las transgresiones no se contemplan con buenos ojos, la mayoría se adapta a los roles. No sé si es más fácil ser hombre o mujer, pero además de ser una discusión bastante vacua, tendría las de perder.
Tuve que leer un libro de Petri Tamminen para un examen. Supongo que lo habrían escogido porque no era muy extenso y abundaba en frases cortas, de estructura simple y vocabulario no demasiado complicado. El examen lo hice bien, pero no puedo decir que el libro me gustara demasiado. El personaje correspondía arquetípicamente a la tesis defendida en el artículo, un hombre en plena crisis de identidad al asumir su reciente paternidad. (La madre del libro, no tiene sin embargo ningún problema.) La crisis se resuelve, más o menos, después de un viaje en coche, en plan road-movie, a través de Finlandia en el que conoce a varios personajes,
Supongo que al leer un libro, o ver una película y en general, proyectamos nuestros propios intereses y experiencias a la trama descrita y destacamos esos aspectos que más nos interesan. Recuerdo una profesora mía se enfadó bastante cuando dije que no había entendido, y quizá por eso no gustado, el libro de Bodil Malsten “Priset på vatten i Finistère”. Para mi profesora era una joya y destacó la implacable crítica de la autora a las falsas expectativas que se creaba a y sobre las mujeres en la época de la llamada “revolución sexual”. Huelga decir que yo estaba jugando a los click de Famobil en esa época y que mis expectativas, las mías, sobre el tema nacieron mucho más tarde, por lo que las presiones que pueda haber sufrido son de otra índole.
A mí lo que me gustó de “Priset på vatten i Finistère” es la parte que se regodea en el subgénero de “extranjero en el paraíso”. La protagonista de la historia, que no es, pero es la propia escritora se lía la manta a la cabeza y se monta una casita preciosa en un lugar idílico. Algo así como el sol toscano de Mayes del otro día, que es lo que nos gustaría a todos. En este género no hay hipotecas, ni plazos de amortización.
El enfoque de género reflexiona sobre lo terrible o maravilloso que es ser un hombre o mujer finlandés. Normalmente suele ser más lo primero (lo terrible) que lo segundo. Esta reflexión es una parte de la tendencia general de esta década que analiza además del género las relaciones de pareja y la familia y que deja de explorar la parte política y social de hace no tanto. El artículo recoge una de las frases lapidarias de un crítico de literatura: “En la literatura [finlandesa] actual lo político transcurre en torno al frigorífico común.”
Un ejemplo es la nueva novela de Anna-Leena Härkönen, “Ei kiitos”, que se puede traducir fielmente como “No, gracias”, se adentra en la vida de una mujer madura que quiere poner un poco de más sexo en su vida pero a cuyo marido le duele siempre la cabeza. La cuestión, señala la escritora, es que ahora la mujer tiene mayor independencia económica y por tanto la posibilidad de encontrar alternativas. El personaje femenino del libro, descubre que no quiere llevar su vida de ciudad dormitorio (nukkumalähiöelämänsä, palabra que ella sola agrupa todo lo anteriormente subrayado posesivo incluido en una sola palabra, pero casi de la misma longitud).
Al mismo tiempo, Härkönen (¿alguno ha visto la semejanza de este apellido con los malos de *Dune?) se queja del machismo con que se trata los libros escritos por hombres y mujeres. “Si una mujer escribe algo desde la perspectiva femenina, se interpreta como un refunfuñar narcisista. Cuando un hombre descubre sus sentimientos, resulta maravillosa su franqueza”.
Pues yo no acabo de estar de acuerdo este feminismo de repostería. Entiendo que si Anna-Leena afirma que algunos tildan de narcisista a una mujer que escribe sobre mujeres, es porque los habrá. Yo ni lo he pensado ni sé si será verdad. Con lo que no comulgo es con la siguiente parte de la afirmación que los críticos y o lectores alaben la franqueza de los hombres que abren su corazón. Esa apertura suele ser el desbordamiento de unos sentimientos negativos que salen cuando el personaje está muy decaído, algo así como en las novelas de Petri Tamminen, y que ya no puede más. Algunos reaccionarán identificando como propias las sensaciones negativas descritas, otros con compasión, pero pienso que la mayoría, a un nivel más o menos profundo, pondrá en duda la masculinidad del personaje o escritor, incluso pensarán “afeminado”, por decirlo de forma eufemística. Nuestra sociedad está, entre otras muchas cosas, polarizada con lo femenino y masculino. Unos caracteres son atribuidos a las mujeres y otros a los hombres, y como las transgresiones no se contemplan con buenos ojos, la mayoría se adapta a los roles. No sé si es más fácil ser hombre o mujer, pero además de ser una discusión bastante vacua, tendría las de perder.
Tuve que leer un libro de Petri Tamminen para un examen. Supongo que lo habrían escogido porque no era muy extenso y abundaba en frases cortas, de estructura simple y vocabulario no demasiado complicado. El examen lo hice bien, pero no puedo decir que el libro me gustara demasiado. El personaje correspondía arquetípicamente a la tesis defendida en el artículo, un hombre en plena crisis de identidad al asumir su reciente paternidad. (La madre del libro, no tiene sin embargo ningún problema.) La crisis se resuelve, más o menos, después de un viaje en coche, en plan road-movie, a través de Finlandia en el que conoce a varios personajes,
Supongo que al leer un libro, o ver una película y en general, proyectamos nuestros propios intereses y experiencias a la trama descrita y destacamos esos aspectos que más nos interesan. Recuerdo una profesora mía se enfadó bastante cuando dije que no había entendido, y quizá por eso no gustado, el libro de Bodil Malsten “Priset på vatten i Finistère”. Para mi profesora era una joya y destacó la implacable crítica de la autora a las falsas expectativas que se creaba a y sobre las mujeres en la época de la llamada “revolución sexual”. Huelga decir que yo estaba jugando a los click de Famobil en esa época y que mis expectativas, las mías, sobre el tema nacieron mucho más tarde, por lo que las presiones que pueda haber sufrido son de otra índole.
A mí lo que me gustó de “Priset på vatten i Finistère” es la parte que se regodea en el subgénero de “extranjero en el paraíso”. La protagonista de la historia, que no es, pero es la propia escritora se lía la manta a la cabeza y se monta una casita preciosa en un lugar idílico. Algo así como el sol toscano de Mayes del otro día, que es lo que nos gustaría a todos. En este género no hay hipotecas, ni plazos de amortización.
sábado, 9 de agosto de 2008
9.8.2008 – La verdad es lo que es, aunque no se diga, o se diga al revés
Un par de días antes de que se inauguraran los juegos olímpicos retransmitieron en el canal nacional de noticias de Finlandia una entrevista en directo con la embajadora china en Finlandia. Las preguntas cubrieron los lugares comunes: que qué representaba el desafío de la organización de un acontecimiento de tamaña magnitud, que qué representaba el número 8 en la cultura china, y sobre los objetivos de medallas. La embajadora contestaba amablemente y en un finés muy correcto y con una aceptable pronunciación a las preguntas. Una vez avanzada la entrevista se llegó a una pregunta inevitable formulada en los medios finlandeses. ¿Por qué las autoridades chinas han denegado la visa al cineasta Arto Halonen a pesar de que había sido presentado por el comité olímpico nacional como figura cultural relevante? Hasta ahora las autoridades chinas no han dado ninguna respuesta, pero la prensa nacional e internacional interpreta que el documental que el cineasta dirigió hace unos años sobre el Tibet, y con participación personal del Dalai Lama, ha sido el principal motivo del rechazo. El periodista lanzó la pregunta directamente. La embajadora, que se la esperaba, comenzó a dar de memoria las cifras de todas visas tramitadas positivamente, peticiones atendidas y objetivos de prensa en relación a los juegos olímpicos. (Parece que independientemente de la cultura, la respuesta internacional de todos los políticos a cuestiones escabrosas es disparar cifras y estadísticas). El periodista volvió a insistir, pero ¿por qué no en este caso? La embajadora, en un ejercicio ejemplar de su cargo, continuó sin inmutarse declinando considerar casos individuales e insistiendo en la postura oficial. La cuestión espinosa quedó así soslayada y el entrevistador volvió a los lugares comunes: que qué deportes pensaba seguir más atentamente la señora embajadora.
Yo me quedé pensando si el entrevistador no debería haber insistido hasta conseguir una respuesta directa. Algo en plan Mercedes Milá en su vida anterior, antes de Gran Hermano, algo así como “Queremos saber y queremos saber ahora” aunque quizás no de una forma tan melodramática dada la seriedad del espacio en que se desenvolvía. Pero después de meditarlo creo que hizo bien, que lo primero solo habría servido para incomodar innecesariamente a una alta funcionaria de un estado con cada vez más relevancia internacional además de poner en peligro las relaciones de un canal de televisión nacional. Y que después de todo, la entrevista, y sus silencios, no dejaban lugar a dudas sobre las razones que motivaron el rechazo a la solicitud de visa, de la actitud de un gobierno respecto a las preguntas incómodas y a sus interlocutores, del respeto (o la falta de él) a los derechos humanos y de la naturaleza (dudosa, a tenor de lo visto) de su relación con el Tibet. La respuesta a su pregunta, y en realidad a mucho más, quedaba clara y diáfana a todos los que seguimos la televisión en ese momento. Que si eso tiene mucha importancia, si va a ayudar en algo, pues no lo sé.
A todo esto otra noticia sobre intelectuales finlandeses adornaba los titulares de los noticiarios. El consulado general de Finlandia en San Petesburgo había mostrado su recelo a la participación de la reconocida escritora Sofi Oksanen a un taller de literatura para jóvenes poetas de ambos países. Todo ello a pesar de que la escritora había sido escogida por la asociación organizadora para el viaje, que financia al menos en parte el Consulado. Las razones esgrimidas por éste para explicar su oposición suenan un poco arbitrarias: que si la escritora no es novel, que si su producción es fundamentalmente prosa. Estos argumentos han sido tildados, no sin razón, de peregrinos, porque en el mejor de los casos resulta muy difícil delimitar la raya entre prosa y poesía y porque, según la organización, también con buen tino, no corresponde al consulado decidir sobre esos casos.
Según se apunta en los diferentes debates que han tenido lugar, el problema reside en que la escritora, además de decorar su pelo con rastas multicolores, teñir su pelo como Rosa María Calaf, y llevar gafas a lo Harry Potter, es una reconocida radical de izquierdas. Una de sus últimas obras “Puhdistus” (algo así como limpieza o depuración) es extremadamente crítica con la actividad histórica de la Unión Soviética en Estonia en el pasado siglo. Y que por estos motivos su presencia en noviembre en San Petersburgo podría levantar ampollas en algunos círculos de ese país.
A estas alturas el asunto no está todavía zanjado. De momento parece que el Consulado ha tenido que desdecirse y desear la bienvenida, y afrontar con su presupuesto, a la escritora. No me gustaría estar en el puesto del señor Cónsul General, que tiene que nadar y guardar la ropa al mismo tiempo y que en cualquier caso va a salir escaldado, a pesar de que no dudo de sus mejores intenciones para resolver este asunto.
Y sin embargo, no puedo dejar de preguntarme si en estos casos, en lugar de actuar con “diplomacia” no sería decir directamente la verdad. Voy a hacer un ejercicio de proyección y poner en su boca palabras que a lo mejor ha pensado. “Mira, que sí, que Sofi tiene todo el derecho del mundo a dar su opinión, pero que ya sabemos cómo están las cosas en un lugar donde por menos de un pito te dan como almuerzo plutonio radioactivo o te regalan con una bala a la vuelta del supermercado, y si no que se lo pregunten a Anna Politkovskaya. Que aquí las autoridades y sus proyectos de paneslavismo son muy sensibles y que para este otoño tenemos pendiente negociar muchos acuerdos de gran repercusión económica. Así que mejor vamos a evitar conflictos. Que Sofi viene, monta el pollo y se va, pero a mí me toca quedarme, bregar con el desaguisado y pagar los platos rotos.” Y yo aún diría más, que aunque la libertad de expresión es un derecho universal y natural de las personas, hay desgraciadamente todavía muchos lugares en los que o bien no se conoce el concepto, o lo que es peor, éste es avasallado continuamente. Para muestra un botón y podéis echar un vistazo a la página web de Reporteros sin Fronteras o Amnistía Internacional. Eso si no les boicotean la página.
Yo me quedé pensando si el entrevistador no debería haber insistido hasta conseguir una respuesta directa. Algo en plan Mercedes Milá en su vida anterior, antes de Gran Hermano, algo así como “Queremos saber y queremos saber ahora” aunque quizás no de una forma tan melodramática dada la seriedad del espacio en que se desenvolvía. Pero después de meditarlo creo que hizo bien, que lo primero solo habría servido para incomodar innecesariamente a una alta funcionaria de un estado con cada vez más relevancia internacional además de poner en peligro las relaciones de un canal de televisión nacional. Y que después de todo, la entrevista, y sus silencios, no dejaban lugar a dudas sobre las razones que motivaron el rechazo a la solicitud de visa, de la actitud de un gobierno respecto a las preguntas incómodas y a sus interlocutores, del respeto (o la falta de él) a los derechos humanos y de la naturaleza (dudosa, a tenor de lo visto) de su relación con el Tibet. La respuesta a su pregunta, y en realidad a mucho más, quedaba clara y diáfana a todos los que seguimos la televisión en ese momento. Que si eso tiene mucha importancia, si va a ayudar en algo, pues no lo sé.
A todo esto otra noticia sobre intelectuales finlandeses adornaba los titulares de los noticiarios. El consulado general de Finlandia en San Petesburgo había mostrado su recelo a la participación de la reconocida escritora Sofi Oksanen a un taller de literatura para jóvenes poetas de ambos países. Todo ello a pesar de que la escritora había sido escogida por la asociación organizadora para el viaje, que financia al menos en parte el Consulado. Las razones esgrimidas por éste para explicar su oposición suenan un poco arbitrarias: que si la escritora no es novel, que si su producción es fundamentalmente prosa. Estos argumentos han sido tildados, no sin razón, de peregrinos, porque en el mejor de los casos resulta muy difícil delimitar la raya entre prosa y poesía y porque, según la organización, también con buen tino, no corresponde al consulado decidir sobre esos casos.
Según se apunta en los diferentes debates que han tenido lugar, el problema reside en que la escritora, además de decorar su pelo con rastas multicolores, teñir su pelo como Rosa María Calaf, y llevar gafas a lo Harry Potter, es una reconocida radical de izquierdas. Una de sus últimas obras “Puhdistus” (algo así como limpieza o depuración) es extremadamente crítica con la actividad histórica de la Unión Soviética en Estonia en el pasado siglo. Y que por estos motivos su presencia en noviembre en San Petersburgo podría levantar ampollas en algunos círculos de ese país.
A estas alturas el asunto no está todavía zanjado. De momento parece que el Consulado ha tenido que desdecirse y desear la bienvenida, y afrontar con su presupuesto, a la escritora. No me gustaría estar en el puesto del señor Cónsul General, que tiene que nadar y guardar la ropa al mismo tiempo y que en cualquier caso va a salir escaldado, a pesar de que no dudo de sus mejores intenciones para resolver este asunto.
Y sin embargo, no puedo dejar de preguntarme si en estos casos, en lugar de actuar con “diplomacia” no sería decir directamente la verdad. Voy a hacer un ejercicio de proyección y poner en su boca palabras que a lo mejor ha pensado. “Mira, que sí, que Sofi tiene todo el derecho del mundo a dar su opinión, pero que ya sabemos cómo están las cosas en un lugar donde por menos de un pito te dan como almuerzo plutonio radioactivo o te regalan con una bala a la vuelta del supermercado, y si no que se lo pregunten a Anna Politkovskaya. Que aquí las autoridades y sus proyectos de paneslavismo son muy sensibles y que para este otoño tenemos pendiente negociar muchos acuerdos de gran repercusión económica. Así que mejor vamos a evitar conflictos. Que Sofi viene, monta el pollo y se va, pero a mí me toca quedarme, bregar con el desaguisado y pagar los platos rotos.” Y yo aún diría más, que aunque la libertad de expresión es un derecho universal y natural de las personas, hay desgraciadamente todavía muchos lugares en los que o bien no se conoce el concepto, o lo que es peor, éste es avasallado continuamente. Para muestra un botón y podéis echar un vistazo a la página web de Reporteros sin Fronteras o Amnistía Internacional. Eso si no les boicotean la página.
jueves, 7 de agosto de 2008
7.8.2008 – ¡Y yo con estos pelos!
El actual ministro de exteriores de Finlandia, Alexander Stubb, práctica el triatlón. La prensa nacional comentó su participación en el medio IronMan de Joroinen, que según la página de la organización es el evento de triatlón con más solera de Finlandia.
No podía dejar pasar la oportunidad y consulté su blog. Lo primero que llama la atención es el tamaño de su sonrisa de anuncio de dentífrico. Si eso no le asusta a uno y pasa a ver lo que hay detrás, comprueba que el tamaño de los bíceps del señor ministro y europarlamentario supera claramente en diámetro la media del de otros ministros de exteriores europeos, parlamentarios de otros estados y otros políticos internacionales, bueno si descartamos a Terminator-Conan-El Destructor.
Pasada la impresión inicial, busqué la crónica de su participación en Joroinen. No estoy muy puesto en marcas, pero no lo hizo nada mal. Los 1,9 km de nado fueron completados en 33 minutos, aunque luego confiesa que hizo la transición “como un pato decapitado” y cito palabras textuales. Los 94 kilómetros de bici en 2h 38m y luego los 21 km y pico en 1h 44m. Ésta viene a ser mi marca en la media maratón, en mis mejores tiempos, pero desde luego no la hago después de la paliza del lago, que debía estar fresquito, y la bicicleta.
No sólo supongo, sino que doy por hecho que el señor ministro tendrá sus ayudas, como corresponde a su cargo, pero mirando su biografía y currículum no puedo evitar caer en el odioso vicio de la comparación y, aunque no debiera, poner el mío al lado, para después emitir un vahído. ¿Qué he hecho con mi vida que todavía no soy ministro? Stubb tiene unos cuarenta años, está casado con dos hijos, -lo que no es fácil para nadie a poco que uno sea un progenitor medianamente responsable-, tiene un listado como un brazo de méritos académicos y profesionales, y todavía tiene tiempo de entrenar medio ironman. ¡Y yo con estos pelos! A esto sólo me queda recordar las palabras de una de mis profesoras favoritas en la universidad, que mientras nos explicaba el funcionamiento del sistema nervioso en vertebrados y como la referencia a Ramón y Cajal no podía faltar, nos informó que Cajal hizo sus mejores descubrimientos después de los 40, y que por eso ella todavía no había perdido la esperanza. Pues eso.
No sé decir si Stubb es brillante como político o al menos bueno. Pero supongo que un país como Finlandia, pequeño como es y al lado de una gran superpotencia, no escoge a ningún inútil como ministro, y menos como ministro de exteriores.
Me consuelo pensando que el Sr. Stubb no es perfecto. No ha despedido a su asesor de imagen por publicar esas fotos de prácticas de la facultad de medicina, especialidad cirugía máxilofacial. Bueno, reconozco que aquí, como en muchas otras cosas, hay más cuestión de gustos que otra cosa.
Por cierto, quizás proclamé demasiado rápido que la cartera de ministro garantiza en Finlandia la solidez como político del portador. El antecesor de Stubb, Ilkka Kanerva fue cesado de su cargo tras hacerse público que había mandado mensajes incendiarios a una “bailarina erótica” utilizando el móvil oficial y abusando de su cargo. El “affaire” Kanerva se describe con todo lujo de detalles en un artículo de la wikipedia, mencionando también su repercusión internacional.
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La guerra de Osetia desgraciada pero proablemente dará una relevancia internacional a Alexander Stubb, que quizás no desee.
No podía dejar pasar la oportunidad y consulté su blog. Lo primero que llama la atención es el tamaño de su sonrisa de anuncio de dentífrico. Si eso no le asusta a uno y pasa a ver lo que hay detrás, comprueba que el tamaño de los bíceps del señor ministro y europarlamentario supera claramente en diámetro la media del de otros ministros de exteriores europeos, parlamentarios de otros estados y otros políticos internacionales, bueno si descartamos a Terminator-Conan-El Destructor.
Pasada la impresión inicial, busqué la crónica de su participación en Joroinen. No estoy muy puesto en marcas, pero no lo hizo nada mal. Los 1,9 km de nado fueron completados en 33 minutos, aunque luego confiesa que hizo la transición “como un pato decapitado” y cito palabras textuales. Los 94 kilómetros de bici en 2h 38m y luego los 21 km y pico en 1h 44m. Ésta viene a ser mi marca en la media maratón, en mis mejores tiempos, pero desde luego no la hago después de la paliza del lago, que debía estar fresquito, y la bicicleta.
No sólo supongo, sino que doy por hecho que el señor ministro tendrá sus ayudas, como corresponde a su cargo, pero mirando su biografía y currículum no puedo evitar caer en el odioso vicio de la comparación y, aunque no debiera, poner el mío al lado, para después emitir un vahído. ¿Qué he hecho con mi vida que todavía no soy ministro? Stubb tiene unos cuarenta años, está casado con dos hijos, -lo que no es fácil para nadie a poco que uno sea un progenitor medianamente responsable-, tiene un listado como un brazo de méritos académicos y profesionales, y todavía tiene tiempo de entrenar medio ironman. ¡Y yo con estos pelos! A esto sólo me queda recordar las palabras de una de mis profesoras favoritas en la universidad, que mientras nos explicaba el funcionamiento del sistema nervioso en vertebrados y como la referencia a Ramón y Cajal no podía faltar, nos informó que Cajal hizo sus mejores descubrimientos después de los 40, y que por eso ella todavía no había perdido la esperanza. Pues eso.
No sé decir si Stubb es brillante como político o al menos bueno. Pero supongo que un país como Finlandia, pequeño como es y al lado de una gran superpotencia, no escoge a ningún inútil como ministro, y menos como ministro de exteriores.
Me consuelo pensando que el Sr. Stubb no es perfecto. No ha despedido a su asesor de imagen por publicar esas fotos de prácticas de la facultad de medicina, especialidad cirugía máxilofacial. Bueno, reconozco que aquí, como en muchas otras cosas, hay más cuestión de gustos que otra cosa.
Por cierto, quizás proclamé demasiado rápido que la cartera de ministro garantiza en Finlandia la solidez como político del portador. El antecesor de Stubb, Ilkka Kanerva fue cesado de su cargo tras hacerse público que había mandado mensajes incendiarios a una “bailarina erótica” utilizando el móvil oficial y abusando de su cargo. El “affaire” Kanerva se describe con todo lujo de detalles en un artículo de la wikipedia, mencionando también su repercusión internacional.
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La guerra de Osetia desgraciada pero proablemente dará una relevancia internacional a Alexander Stubb, que quizás no desee.
sábado, 2 de agosto de 2008
2.8.2008 – No se puede fiar uno del tiempo
Habían anunciado que el tiempo cambiaría ayer viernes y así ha sido. Todavía por la mañana cabía la esperanza de que no lloviese. De hecho después de comer me di un breve paseo para tomar un café por el centro y el sol prometía, pero justo cuando estaba sentado en el poyete de Porthania pensando qué podía hacer, el cielo oscureció y las primeras gotas de la tormenta comenzaron a caer, escasas pero con fuerza, como un presagio de que luego vendría lo peor. Ante eso decidí recorrer en bici los 10k que hay hasta casa, pensando que aunque me mojara entonces podría mirar la lluvia desde el séptimo piso con toda tranquilidad. Por supuesto, sólo llovió mientras estaba de camino.
Había llegado el momento de tomarme un descanso y quedarme en casa. Sólo salí a comprar ensalada y me regalé después con un buen perolo y más tarde con una película. Hoy me prometía lo mismo. Efectivamente hay muchas nubes en el cielo y de esas que pueden portar lluvia. Pero ahora estoy un poco arrepentido de no haber salido con la bicicleta a hacer la ruta a Porvoo, que ha de ser uno de los momentos cumbres del verano. No puedo dormirme en los laureles que las vacaciones se acaban. Y después de haberlo anunciado con tanto bombo y platillo no puedo quedarme a dos velas.
He aprovechado para ponerme al día con los amigos, a los que tenía bastante abandonado por las presiones de tiempo. Algunos de ellos también mantienen un blog, bueno, ellas son más constantes que yo. Ylva fue profesora mía y es una persona de inteligencia fina y cultivada. Enseña sueco durante el curso académico en Corea del Sur y durante el verano en Uppsala. Escribe de y sobre muchas cosas con certera percepción y sutil ironía (toma ya). El blog –Långt öster om Österlen- está por supuesto en sueco, pero eso no impide a algunos de vosotros leerlo.
Hay muchos comentarios, aunque especialmente interesante son esos que dedica a la discriminación por edad. Ylva siempre ha tenido una vena muy humanitaria y siempre ha criticado las diversas formas de discriminación, especialmente aquellas que quedan enmascaradas e impunes en una sociedad autocomplaciente refugiada en la conveniente comodidad de la corrección política. (Si alguien pensaba que no se podían poner tantos conceptos juntos en una sola frase, acabo de demostrarle lo contrario, que se pueda leer con comodidad es otra cosa). Si en muchas ocasiones en las que hemos hablado el objetivo era la xenofobia, (Ylva, me tienes que recordar cómo se decía eso en sueco, en finés se dice “muukalaisviha”), en su blog acometa ahora la denuncia contra la discriminación por edad, que en muchas ocasiones queda encubierta. Ylva hila fino.
Otra joya es el blog de yoyoyo –Con dos tacones de mujer–, también con entradas de gran agudeza sobre temas de actualidad vista desde la compasión. Ya sé que en este mundo la compasión como concepto y como acto tiene muy poco valor. No sólo se menosprecia, sino que algunos la rechazan porque la ven denigrante, pero yo la voy teniendo cada vez más estima y se ha convertido en mi meta para la buena acción del día. Tiene una sección, y es que también se puede uno especializar en esas cosas, de música para el finde que es una alhaja, (lo digo para no repetirme con lo de las joyitas). A ver si aprendo a colgar cosas como esas para que descubráis también esas joyitas.
Había llegado el momento de tomarme un descanso y quedarme en casa. Sólo salí a comprar ensalada y me regalé después con un buen perolo y más tarde con una película. Hoy me prometía lo mismo. Efectivamente hay muchas nubes en el cielo y de esas que pueden portar lluvia. Pero ahora estoy un poco arrepentido de no haber salido con la bicicleta a hacer la ruta a Porvoo, que ha de ser uno de los momentos cumbres del verano. No puedo dormirme en los laureles que las vacaciones se acaban. Y después de haberlo anunciado con tanto bombo y platillo no puedo quedarme a dos velas.
He aprovechado para ponerme al día con los amigos, a los que tenía bastante abandonado por las presiones de tiempo. Algunos de ellos también mantienen un blog, bueno, ellas son más constantes que yo. Ylva fue profesora mía y es una persona de inteligencia fina y cultivada. Enseña sueco durante el curso académico en Corea del Sur y durante el verano en Uppsala. Escribe de y sobre muchas cosas con certera percepción y sutil ironía (toma ya). El blog –Långt öster om Österlen- está por supuesto en sueco, pero eso no impide a algunos de vosotros leerlo.
Hay muchos comentarios, aunque especialmente interesante son esos que dedica a la discriminación por edad. Ylva siempre ha tenido una vena muy humanitaria y siempre ha criticado las diversas formas de discriminación, especialmente aquellas que quedan enmascaradas e impunes en una sociedad autocomplaciente refugiada en la conveniente comodidad de la corrección política. (Si alguien pensaba que no se podían poner tantos conceptos juntos en una sola frase, acabo de demostrarle lo contrario, que se pueda leer con comodidad es otra cosa). Si en muchas ocasiones en las que hemos hablado el objetivo era la xenofobia, (Ylva, me tienes que recordar cómo se decía eso en sueco, en finés se dice “muukalaisviha”), en su blog acometa ahora la denuncia contra la discriminación por edad, que en muchas ocasiones queda encubierta. Ylva hila fino.
Otra joya es el blog de yoyoyo –Con dos tacones de mujer–, también con entradas de gran agudeza sobre temas de actualidad vista desde la compasión. Ya sé que en este mundo la compasión como concepto y como acto tiene muy poco valor. No sólo se menosprecia, sino que algunos la rechazan porque la ven denigrante, pero yo la voy teniendo cada vez más estima y se ha convertido en mi meta para la buena acción del día. Tiene una sección, y es que también se puede uno especializar en esas cosas, de música para el finde que es una alhaja, (lo digo para no repetirme con lo de las joyitas). A ver si aprendo a colgar cosas como esas para que descubráis también esas joyitas.
sábado, 21 de junio de 2008
21.6.2008 – El acuatlón de Puerta de Hierro
Aunque ya ha pasado bastante tiempo, más de un mes, desde que participé y ya no me acuerdo demasiado, he decidido escribir algunas líneas para no olvidarme, porque no sé cuándo habrá otro, y en definitiva porque si no lo hago yo, nadie lo va a hacer por mí.
Llevaba bastante tiempo con ganas de participar en alguno, ya que en competiciones de triatlón no me decido participar, pues aquellas en las que se quita la parte de bicicleta. Me había apuntado a uno en Arroyomolinos, pero al final me corté ante un tiempo frío, impropio de mayo, que no invitaba a hacerse un kilómetro en un estanque no aclimatado. Y yo estaba con dudas de todo tipo respecto al reglamento y al traje de neopreno.
El de Puerta de Hierro, en pleno junio y con la calor de Madrid, ofrecía garantías en ese sentido. Y además, quizás lo más importante, se celebraba en piscina, cuando lo habitual en estos casos son las aguas abiertas, en mi opinión mucho menos apetecibles, pero sé que hay gente a las que le gusta más. La piscina de Puerta de Hierro es un monumento al auge de la clase media de los años 60, que iba a disfrutar de un día de piscina y una tortilla de patata y filete empanado. Lo cierto es que es enorme y da muy bien para un acuatlón. Para mí que soy un nadador de piscina el hecho de ver el fondo ayuda mucho.
Por adaptar las instalaciones a la prueba al final salían en el primer tramo de carrera dando 3 vueltas a un paseo de plátanos, entre las sombras de los árboles, 2.320 metros, luego la transición sobre el césped hacia la piscina y tres vueltas a ésta que daban 885 metros, para luego volver a hacer otros 2.230 metros.
Yo me había apuntado en el último momento con muchas dudas y gracias a la insistencia de 3i al que todavía no se lo he agradecido lo suficiente su machacón ronroneo, “que si luego te quejas”, “que otra competición al día siguiente no es un problema para un campeón como tú”. (Esto último no sé si lo dice con cachondeo). El caso es que gracias a su sugerencia de que al día siguiente un compañero del Aguaverde me llevaría a Cercedilla para el Cross del Telégrafo y, una vez más, a su cabezonería allí que me fui,
Iba un poco a probar y dar un poco de lustre a una licencia de Triatlón que no estoy utilizando mucho de momento, por no decir nada. Llegué con mucha antelación y con muchas dudas, a pesar de que me había leído de pe a pa el reglamento y planeado minuciosamente todas las posibles circunstancias desde cómo llegar, hasta las transiciones. Bueno, al menos eso creía.
Empecé bien, en el autobús no me hizo falta preguntar. Un chaval joven, con formas de deportista y, para más datos, un mono de triatlón bajo la camiseta me demostró que no andaba desencaminado. Incluso charlé con él mientras caminaba hasta el puesto de recogida de dorsales, muy simpático. Yo opinaba que llegaba con demasiada antelación. Él otro opinaba lo contrario, que había que calentar y prepararse. En los vestuarios, que prácticamente nadie más utilizó, (por lo visto la gente ya viene preparada de casa), me encontré a otro chaval, Abe, que resultó ser también del ya extinto grupo s2r, pero en el grupo de los domingos. Supermajo, luego me acercó hasta el metro. Como los dos andábamos un poco despistados y nos confesábamos mutuamente nuestra ignorancia formamos un grupito. También reconocí gracias al uniforme a otro chaval de Aguaverde, Andrés, muy simpático también, pero éste es de lo se lo toman más en serio. De hecho ha subido al podium en su grupo de edad en algunas competiciones. Así estuvimos de charleta hasta el inicio de la competición. La verdad es que no calenté muy bien, pero, a pesar de que me gane un rapapolvos, ésta es ya una costumbre, por unas razones u otras.
La mayoría de los participantes era gente muy jovencita, de cuerpos rotundos y, luego lo comprobé, deportistas de potencia y velocidad. Para mi alivio descubrí también a otra gente de “mi grupo de edad”. Algunos que también venían con poca experiencia en la mochila. El sa berse acompañado siempre da gusto.
Oye, que se va acercando el momento del inicio. Oye, que mejor que nos vayamos acercando a la línea de salida, que mejor nos colocamos, que oye, que ya han dado la salida. Empecé con muy conservador. En mi no se trata de una estrategia muy elaborada, es que soy bastante diesel y me cuesta arrancar. Sin embargo, en este caso lo hacía a propósito. No quería llegar demasiado agobiado a la piscina. Es más, me daba miedo la posibilidad de pinchar ahí. Con todo adelanté a unos poquitos. Supongo que a los nadadores con menos preparación sobre el asfalto. Constato una vez más que la base aeróbica que tengas de otros deportes es muy buena, pero la técnica y la costumbre son tan importantes o más. Conté con cuidado las vueltas, no me fuera a equivocar.
Llegué a la transición. Lo había pensado muchas veces. Me quité las zapatillas, sin calcetines, por favor, que esto era un acuatlón, me calcé las gafas y a la piscina. Después de pasar el umbral que marcaba la ducha me doy cuenta de que todavía llevaba puesta la camiseta. ¡Ay, pardillo! Me di media vuelta, ante la mirada impasible del juez, a pesar de que puse cara de ¡Qué le vamos a hacer, un error lo tiene cualquiera!, me quité la camiseta y la puse con mimo ordenada para volver a calzármela después y volví a salir corriendo. Debí de perder un par de minutos con la tontería.
¡Al agua! A nadar con tranquilidad, que todavía quedaban más de 800 metros y yo no sabía cómo iba a salir de aquello. Los que había adelantado antes me alcanzaron, y supongo que también los que iban en cabeza. Aquello no era malo, la estela que generaban me permitía avanzar con menos esfuerzo. Traté de no ponerme en medio. En el primer tramo llegamos a un punto en que si te despistabas te dabas de bruces contra una pared. En las fotos del organizador, la cuarta foto. Pero ahí estaba alguien de la organización avisando. A mí me salvaron de un buen coscorrón, porque a pesar de que trataba de ir controlando con alguna levantando la cabeza como en el waterpolo, es fácil dejarse llevar por los demás. Quizás por ser demasiado conservador, quizás por el impulso de la estela de los nadadores más rápidos, lo cierto es que no me costó demasiado trabajo hacer las tres vueltas, al menos no tanto como pensaba. De hecho, tuve miedo al salir, de haber hecho sólo tres, pero la piscina estaba demasiado vacía de competidores como para creerme que sólo habían sido 2 vueltas, y demasiado llena para saber que llevaba cuatro. Tengo que decir que me sorprendió la técnica de patada de uno de los nadadores más fuertes cuando me adelantó. Es la técnica que yo hubiese utilizado no tanto para avanzar más rápido sino para dar patadas al competidor que estaba a su lado y que probablemente le estorbara. En fin, seguro que nadie hace eso.
La segunda transición fue sin errores. Después de haber pasado la piscina ahora me iba a confundir con el dorsal. Eso sí, me costó ponerme la camiseta y las zapatillas mojado como estaba. Quedaban tres vueltas, a hacerlas ahora con más ánimo, dándolo todo en la pista como en mi época de bailongo en la discoteca de mi pueblo. Así fui adelantado a unos pocos, de nuevo los nadadores, esta vez sin ningún recato. Cuando llegué a la meta casi me como el mostrador donde entregaban la bebida. Y por cierto, me negué a adelantar al sprint a la chica que tenía delante porque me pareció feo. Total, ¿de qué iba a servir?
Eso sí, ¿ya se había acabado? La distancia me había sabido a poco, quería más. Estoy convencido de que lo la distancia corta no es para mí. Ahora sólo me queda descubrir si la media o larga lo son, Pero ese es otro cantar.
Las clasificaciones se pueden ver en la página del organizador. La próxima vez quizás tenga que ser más ambicioso y meter un poco de más caña al principio y en la natación. Fui bastante lento, sobre todo en la natación, pero luego adelanté bastante en la segunda carrera.
Estaba agotado pero próximo a la euforia. Lo había conseguido, a pesar de mis miedos y prevenciones. Había disfrutado y hecho nuevas amistades. Localicé de nuevo a Abe y nos felicitamos mutuamente mientras tratábamos de recuperar el resuello y los líquidos perdidos. Le agradecí que me acercara a la estación de metro porque yo al siguiente día tenía que darme otro madrugón para participar en el Cross del Telégrafo al día siguiente. De esto también he prometido crónica.
Al metro con el dorsal todavía puesto. Eso sí, con una chaquetita que siempre me llevo para después de la competición haga el calor que haga. No me equivoqué. El aire acondicionado del metro me pareció fresquísimo.
Llevaba bastante tiempo con ganas de participar en alguno, ya que en competiciones de triatlón no me decido participar, pues aquellas en las que se quita la parte de bicicleta. Me había apuntado a uno en Arroyomolinos, pero al final me corté ante un tiempo frío, impropio de mayo, que no invitaba a hacerse un kilómetro en un estanque no aclimatado. Y yo estaba con dudas de todo tipo respecto al reglamento y al traje de neopreno.
El de Puerta de Hierro, en pleno junio y con la calor de Madrid, ofrecía garantías en ese sentido. Y además, quizás lo más importante, se celebraba en piscina, cuando lo habitual en estos casos son las aguas abiertas, en mi opinión mucho menos apetecibles, pero sé que hay gente a las que le gusta más. La piscina de Puerta de Hierro es un monumento al auge de la clase media de los años 60, que iba a disfrutar de un día de piscina y una tortilla de patata y filete empanado. Lo cierto es que es enorme y da muy bien para un acuatlón. Para mí que soy un nadador de piscina el hecho de ver el fondo ayuda mucho.
Por adaptar las instalaciones a la prueba al final salían en el primer tramo de carrera dando 3 vueltas a un paseo de plátanos, entre las sombras de los árboles, 2.320 metros, luego la transición sobre el césped hacia la piscina y tres vueltas a ésta que daban 885 metros, para luego volver a hacer otros 2.230 metros.
Yo me había apuntado en el último momento con muchas dudas y gracias a la insistencia de 3i al que todavía no se lo he agradecido lo suficiente su machacón ronroneo, “que si luego te quejas”, “que otra competición al día siguiente no es un problema para un campeón como tú”. (Esto último no sé si lo dice con cachondeo). El caso es que gracias a su sugerencia de que al día siguiente un compañero del Aguaverde me llevaría a Cercedilla para el Cross del Telégrafo y, una vez más, a su cabezonería allí que me fui,
Iba un poco a probar y dar un poco de lustre a una licencia de Triatlón que no estoy utilizando mucho de momento, por no decir nada. Llegué con mucha antelación y con muchas dudas, a pesar de que me había leído de pe a pa el reglamento y planeado minuciosamente todas las posibles circunstancias desde cómo llegar, hasta las transiciones. Bueno, al menos eso creía.
Empecé bien, en el autobús no me hizo falta preguntar. Un chaval joven, con formas de deportista y, para más datos, un mono de triatlón bajo la camiseta me demostró que no andaba desencaminado. Incluso charlé con él mientras caminaba hasta el puesto de recogida de dorsales, muy simpático. Yo opinaba que llegaba con demasiada antelación. Él otro opinaba lo contrario, que había que calentar y prepararse. En los vestuarios, que prácticamente nadie más utilizó, (por lo visto la gente ya viene preparada de casa), me encontré a otro chaval, Abe, que resultó ser también del ya extinto grupo s2r, pero en el grupo de los domingos. Supermajo, luego me acercó hasta el metro. Como los dos andábamos un poco despistados y nos confesábamos mutuamente nuestra ignorancia formamos un grupito. También reconocí gracias al uniforme a otro chaval de Aguaverde, Andrés, muy simpático también, pero éste es de lo se lo toman más en serio. De hecho ha subido al podium en su grupo de edad en algunas competiciones. Así estuvimos de charleta hasta el inicio de la competición. La verdad es que no calenté muy bien, pero, a pesar de que me gane un rapapolvos, ésta es ya una costumbre, por unas razones u otras.
La mayoría de los participantes era gente muy jovencita, de cuerpos rotundos y, luego lo comprobé, deportistas de potencia y velocidad. Para mi alivio descubrí también a otra gente de “mi grupo de edad”. Algunos que también venían con poca experiencia en la mochila. El sa berse acompañado siempre da gusto.
Oye, que se va acercando el momento del inicio. Oye, que mejor que nos vayamos acercando a la línea de salida, que mejor nos colocamos, que oye, que ya han dado la salida. Empecé con muy conservador. En mi no se trata de una estrategia muy elaborada, es que soy bastante diesel y me cuesta arrancar. Sin embargo, en este caso lo hacía a propósito. No quería llegar demasiado agobiado a la piscina. Es más, me daba miedo la posibilidad de pinchar ahí. Con todo adelanté a unos poquitos. Supongo que a los nadadores con menos preparación sobre el asfalto. Constato una vez más que la base aeróbica que tengas de otros deportes es muy buena, pero la técnica y la costumbre son tan importantes o más. Conté con cuidado las vueltas, no me fuera a equivocar.
Llegué a la transición. Lo había pensado muchas veces. Me quité las zapatillas, sin calcetines, por favor, que esto era un acuatlón, me calcé las gafas y a la piscina. Después de pasar el umbral que marcaba la ducha me doy cuenta de que todavía llevaba puesta la camiseta. ¡Ay, pardillo! Me di media vuelta, ante la mirada impasible del juez, a pesar de que puse cara de ¡Qué le vamos a hacer, un error lo tiene cualquiera!, me quité la camiseta y la puse con mimo ordenada para volver a calzármela después y volví a salir corriendo. Debí de perder un par de minutos con la tontería.
¡Al agua! A nadar con tranquilidad, que todavía quedaban más de 800 metros y yo no sabía cómo iba a salir de aquello. Los que había adelantado antes me alcanzaron, y supongo que también los que iban en cabeza. Aquello no era malo, la estela que generaban me permitía avanzar con menos esfuerzo. Traté de no ponerme en medio. En el primer tramo llegamos a un punto en que si te despistabas te dabas de bruces contra una pared. En las fotos del organizador, la cuarta foto. Pero ahí estaba alguien de la organización avisando. A mí me salvaron de un buen coscorrón, porque a pesar de que trataba de ir controlando con alguna levantando la cabeza como en el waterpolo, es fácil dejarse llevar por los demás. Quizás por ser demasiado conservador, quizás por el impulso de la estela de los nadadores más rápidos, lo cierto es que no me costó demasiado trabajo hacer las tres vueltas, al menos no tanto como pensaba. De hecho, tuve miedo al salir, de haber hecho sólo tres, pero la piscina estaba demasiado vacía de competidores como para creerme que sólo habían sido 2 vueltas, y demasiado llena para saber que llevaba cuatro. Tengo que decir que me sorprendió la técnica de patada de uno de los nadadores más fuertes cuando me adelantó. Es la técnica que yo hubiese utilizado no tanto para avanzar más rápido sino para dar patadas al competidor que estaba a su lado y que probablemente le estorbara. En fin, seguro que nadie hace eso.
La segunda transición fue sin errores. Después de haber pasado la piscina ahora me iba a confundir con el dorsal. Eso sí, me costó ponerme la camiseta y las zapatillas mojado como estaba. Quedaban tres vueltas, a hacerlas ahora con más ánimo, dándolo todo en la pista como en mi época de bailongo en la discoteca de mi pueblo. Así fui adelantado a unos pocos, de nuevo los nadadores, esta vez sin ningún recato. Cuando llegué a la meta casi me como el mostrador donde entregaban la bebida. Y por cierto, me negué a adelantar al sprint a la chica que tenía delante porque me pareció feo. Total, ¿de qué iba a servir?
Eso sí, ¿ya se había acabado? La distancia me había sabido a poco, quería más. Estoy convencido de que lo la distancia corta no es para mí. Ahora sólo me queda descubrir si la media o larga lo son, Pero ese es otro cantar.
Las clasificaciones se pueden ver en la página del organizador. La próxima vez quizás tenga que ser más ambicioso y meter un poco de más caña al principio y en la natación. Fui bastante lento, sobre todo en la natación, pero luego adelanté bastante en la segunda carrera.
Estaba agotado pero próximo a la euforia. Lo había conseguido, a pesar de mis miedos y prevenciones. Había disfrutado y hecho nuevas amistades. Localicé de nuevo a Abe y nos felicitamos mutuamente mientras tratábamos de recuperar el resuello y los líquidos perdidos. Le agradecí que me acercara a la estación de metro porque yo al siguiente día tenía que darme otro madrugón para participar en el Cross del Telégrafo al día siguiente. De esto también he prometido crónica.
Al metro con el dorsal todavía puesto. Eso sí, con una chaquetita que siempre me llevo para después de la competición haga el calor que haga. No me equivoqué. El aire acondicionado del metro me pareció fresquísimo.
viernes, 25 de abril de 2008
25.4.2008 – No me juzguéis con demasiada severidad
Una amiga me ha asesorado sobre cómo hacer referencias a artículos de periódicos y otros materiales publicados por otros medios. Tenía ganas de hacerlo porque según voy repasando la prensa diaria, unos días con más profundidad que otras, encuentro en bastantes ocasiones alguna joyita, o simplemente algo que me hace reflexionar, me aclara un poco mi percepción del mundo, confirma o me cambia opiniones, o que simplemente me gusta. Y quería compartirlo
Me gustó, por ejemplo, el artículo de opinión de Nicole Muchnik publicado en El País del 12 de abril sobre la visita de estado de la pareja presidencial francesa al Reino Unido. Del viaje, encuentros, consecuencias políticas y otras interpretaciones han hablado personas más listas y sesudas que yo. Me llamó la atención el artículo de Muchnik por la pulcritud de su estilo. Buena parte del artículo se dedica a analizar el viraje de los comentarios, y se han hecho a oleadas sobre Carla Bruni, de la prensa a ambos lados del Canal de la Mancha. Acaba enlazando, mediante una crítica mordaz aunque sutil, con la situación de la mujer francesa de origen bereber, y por extensión de todas las mujeres, que ha originado, apunta el artículo, un movimiento encabezado por Fadela Amara, conocido como Ni p... ni sumisas. (La autocensura no es tanto por reparo en el uso de expresiones vulgares, sino por evitar la lucha contra los filtros automáticos)
Muchnik no critica a la Bruni por su pasado. Tampoco, porque pese a éste, se haya reconvertido a una “sumisa” primera dama, a juzgar por la nueva imagen a lo Jacqueline Kennedy que exhibe en las fotografías con la Reina de Inglaterra, y no persiga convertirse en un icono de alguna vertiente de un feminismo mal entendido. Pero sí defiende el desparpajo sentimental durante su otra vida, que fue casi masculino por no decir masculino del todo. Con todo, a mí lo que más me gustó fue la pregunta final tan retórica como resabiada: ¿Quién de nosotras no es sumisa? Pues eso.
Muchnik es, por cierto, pintora y tiene una web interesante.
Humano también es el enfoque con el que José Manuel Sánchez Ron aborda la figura del científico alemán Max Planck, que a principios del siglo pasado alumbró el despertar de la física cuántica, en un artículo publicado también por El País el 23 de abril. Sánchez Ron desgrana con su habitual cuidado en la documentación los claroscuros de la vida del científico dando lo que corresponde al César y a Dios lo que es suyo. Pues yo no voy a decir que me sienta retratado en Max Planck, cuando mi mayor aporte a la ciencia fue reiniciar una impresora rebelde a Margarita Salas en mi época de estudiante (por cierto que le den el Príncipe de Asturias a esa mujer), pero coincido en que antes de tirar la primera piedra conviene en valorar la viga del ojo propio.
Y siguiendo con el humanismo el articulito de Maruja Torres también en El País del 17 de abril hace hincapié en la vulnerable situación del ser humano. El articulito no fue muy bien recogido a juzgar por la votación que de hicieron los lectores en su día. Choca un poco la contraposición de los dos personajes, el glamuroso y el currela, precisamente porque ambos se yuxtaponen. Maruja Torres no dirige de forma aparente a ninguna conclusión, tal vez por la limitación de palabras de su columna, o más probablemente, porque dice callando.
A mí siempre me ha gustado el estilo de Maruja Torres por su pasmosa habilidad en ser elegante y extraordinariamente precisa utilizando expresiones vulgares. Y si no, echad un vistazo a la expresión que mezcla sopa de pollo con gélida noche del corazón.
Pues eso, en esta semana que comenzó con la trágica noticia de los turistas finlandeses muertos en accidente de tráfico, y lo digo con el corazón encogido, también quiero practicar el ejercicio de la compasión –El País de hoy, que no el de la defensa, porque yo no puedo y porque ya habrá otros que lo harán. Cuidado al volante, que los errores e imprudencias, afectan a muchos, desconocidos y allegados, y se pagan muy caro y no sólo me refiero a la muerte, sino los que quedan vivos.
(Me vais a perdonar el abuso que hago de El País, quería haber sacado un artículo de opinión de El Mundo, que también me gustó mucho a propósito del embarazo de la nueva ministra de defensa, pero es que era de pago y ah, ya no estaríamos hablando de difusión de obra sino de ¿plagio? En cualquier caso algo muy feo.)
Me gustó, por ejemplo, el artículo de opinión de Nicole Muchnik publicado en El País del 12 de abril sobre la visita de estado de la pareja presidencial francesa al Reino Unido. Del viaje, encuentros, consecuencias políticas y otras interpretaciones han hablado personas más listas y sesudas que yo. Me llamó la atención el artículo de Muchnik por la pulcritud de su estilo. Buena parte del artículo se dedica a analizar el viraje de los comentarios, y se han hecho a oleadas sobre Carla Bruni, de la prensa a ambos lados del Canal de la Mancha. Acaba enlazando, mediante una crítica mordaz aunque sutil, con la situación de la mujer francesa de origen bereber, y por extensión de todas las mujeres, que ha originado, apunta el artículo, un movimiento encabezado por Fadela Amara, conocido como Ni p... ni sumisas. (La autocensura no es tanto por reparo en el uso de expresiones vulgares, sino por evitar la lucha contra los filtros automáticos)
Muchnik no critica a la Bruni por su pasado. Tampoco, porque pese a éste, se haya reconvertido a una “sumisa” primera dama, a juzgar por la nueva imagen a lo Jacqueline Kennedy que exhibe en las fotografías con la Reina de Inglaterra, y no persiga convertirse en un icono de alguna vertiente de un feminismo mal entendido. Pero sí defiende el desparpajo sentimental durante su otra vida, que fue casi masculino por no decir masculino del todo. Con todo, a mí lo que más me gustó fue la pregunta final tan retórica como resabiada: ¿Quién de nosotras no es sumisa? Pues eso.
Muchnik es, por cierto, pintora y tiene una web interesante.
Humano también es el enfoque con el que José Manuel Sánchez Ron aborda la figura del científico alemán Max Planck, que a principios del siglo pasado alumbró el despertar de la física cuántica, en un artículo publicado también por El País el 23 de abril. Sánchez Ron desgrana con su habitual cuidado en la documentación los claroscuros de la vida del científico dando lo que corresponde al César y a Dios lo que es suyo. Pues yo no voy a decir que me sienta retratado en Max Planck, cuando mi mayor aporte a la ciencia fue reiniciar una impresora rebelde a Margarita Salas en mi época de estudiante (por cierto que le den el Príncipe de Asturias a esa mujer), pero coincido en que antes de tirar la primera piedra conviene en valorar la viga del ojo propio.
Y siguiendo con el humanismo el articulito de Maruja Torres también en El País del 17 de abril hace hincapié en la vulnerable situación del ser humano. El articulito no fue muy bien recogido a juzgar por la votación que de hicieron los lectores en su día. Choca un poco la contraposición de los dos personajes, el glamuroso y el currela, precisamente porque ambos se yuxtaponen. Maruja Torres no dirige de forma aparente a ninguna conclusión, tal vez por la limitación de palabras de su columna, o más probablemente, porque dice callando.
A mí siempre me ha gustado el estilo de Maruja Torres por su pasmosa habilidad en ser elegante y extraordinariamente precisa utilizando expresiones vulgares. Y si no, echad un vistazo a la expresión que mezcla sopa de pollo con gélida noche del corazón.
Pues eso, en esta semana que comenzó con la trágica noticia de los turistas finlandeses muertos en accidente de tráfico, y lo digo con el corazón encogido, también quiero practicar el ejercicio de la compasión –El País de hoy, que no el de la defensa, porque yo no puedo y porque ya habrá otros que lo harán. Cuidado al volante, que los errores e imprudencias, afectan a muchos, desconocidos y allegados, y se pagan muy caro y no sólo me refiero a la muerte, sino los que quedan vivos.
(Me vais a perdonar el abuso que hago de El País, quería haber sacado un artículo de opinión de El Mundo, que también me gustó mucho a propósito del embarazo de la nueva ministra de defensa, pero es que era de pago y ah, ya no estaríamos hablando de difusión de obra sino de ¿plagio? En cualquier caso algo muy feo.)
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