Sí este fuera uno de esas cuidadas entradas que hace Mannelig, este texto vendría compañado con una imagen de la portada de los libros que ahora quiero comentar. Como con la edad me estoy volviendo más y más indiferente a estas cosas, me van a perdonar que de nuevo me limite al texto puro y duro, lo que por cierto ha recibido ya unas cuantas críticas.
Estudiar danés no me deja mucho tiempo libre, pero lo cierto es que durante esta estancia he logrado encontrar más tiempo para leer que en los últimos años en los que el trabajo y el levantarme a horas realmente intempestivas para nadar han condicionado mi vida, y no menos la social.
Mannelig precisamente me regaló poco antes de venir por aquí “El danés serbio” de Leif Davidsen. El autor es muy conocido en Dinamarca, primero por su época de corresponsal extranjero en la Unión Soviética y después por una producción prolífica, especialmente de novelas policíacas. “El danés serbio” ya tiene unos cuantos añitos y, aunque la traducción al español ha sido bastante reciente, la trama explotaba la actualidad de las guerras de los Balcanes. No puedo decir que haya sido mi libro favorito. Quizá fuera que la traducción dejara algo que desear. Quizá sea porque los libros de intriga no sean lo mío, aunque me gusta la idea de que “Las leyes de la novela policíaca comparten espacio con los más profundos enigmas del alma.” La cita no es mía, pero es definitivamente muy buena.
El libro contenía un par de reflexiones que me llamaron poderosamente la atención, porque las estaba, sigo estando, percibiendo de forma directa. Por ejemplo, para los daneses, como para muchos otros, pero me atrevo a decir que para los daneses en particular, la lengua es una de los instrumentos más precisos para discernir entre “lo propio” y “lo extraño”. Éste es, por cierto, un concepto fundamental en inmunología. Son muy sensibles para detectar en el uso del lenguaje hasta los más encubiertos matices de “extranjeridad”. Y es que la pronunciación del danés es endiablada. Te pueden aceptar como extranjero y puedes tener amigos daneses, como sociedad no es más cerrada que otras europeas, incluso diría que en general son bastante abiertos, pero eso no significa que no detecten que vienes de fuera. Pero incluso el más eficaz de los sistemas inmunes es capaz de ser burlado. La pronunciación y el uso de las segundas generaciones de inmigrantes, educados en Dinamarca, es nativa. El libro explota esa idea de “extraños entre nosotros que no podemos detectar” que en algunas personas causa inseguridad, pero que al mismo tiempo hace atractiva la lectura. El otro aspecto interesante del libro, común por otra parte en el género policíaco, es el de incidir en esos aspectos oscuros de la (¿autocomplaciente?) sociedad del bienestar nórdica.
Aunque no haya sido mi libro favorito, sí tengo que decir en su favor, que me ha acompañado con eficacia en momentos de insomnio, por lo que le estoy profundamente agradecido a libro y a Mannelig.