domingo, 16 de marzo de 2008

16.3.2008 – El no-puerto de Canencia

Me he comprado una bicicleta. Éste ha sido un proyecto que se ha prolongado en el tiempo por varios meses. A pesar de las dudas de 3i de que fuera capaz de consumar el acto, el de la adquisición y posesión, yo lo tenía claro. Bueno, tenía claro que quería una bicicleta, pero no sabía si de carretera o de montaña, o las dos pero en qué orden y, sobre todo, ¿dónde iba a ponerla? Al final las cosas se solucionaron mejor de lo que esperaba, aunque la logística de encontrar el sitio y acondicionarlo fue más compleja que el conseguir la pasta.

Según salí de la tienda fui a estrenarla a la Casa de Campo. Gracias a mi nulo sentido de la orientación me perdí un par de veces, a pesar de que me habían indicado el camino perfectamente. Pero llegué y me di una vuelta en un día perfecto de primavera. La casa de campo estaba preciosa y me metí entre los encinares a disfrutar del día de gloria. Ese mismo día se celebraba una prueba de duatlon (o duatlón) todavía no sé cómo se dice. Yo, naturalmente, no participaba. Mi excusa es que yo tengo una preciosa bici de montaña y ese era una prueba corta en la que se necesita potencia y una buena bici de carretera. Yo no tengo ninguna de las dos, pero era una buena ocasión de conocer a la gente de mi club. Nota mental, para conocerlos tendré que salir con ellos a entrenar. Ahí el encuentro se quedó un poco descafeinado. Y eso que tenía avalista. La vuelta por el centro fue sencillamente traumática. El tráfico da pánico, y como yo soy un pardillo fui por el peor sitio posible.

Mi primera prueba de fuego fue sin embargo el siguiente fin de semana. El domingo me había despertado temprano y 3i me llamó para proponerme sobre la marcha una pequeña salida. Ir en tren hasta Colmenar y ahí coger el carril bici hasta Miraflores y subir el puerto de Canencia. Ahí empezó la primera, y espero que lo sea de una larga serie, de clases teórico-prácticas de montar en bici. Por cierto, a juzgar por todas las correcciones que me han hecho lo hago fatal y lo peor es que todavía se han dejado cosas en el tintero. Menos mal que el profesor es bueno, paciente y barato (se cobra en bocadillos o barritas energéticas, pero de momento ha pasado bastante hambre), que si no me tendría que dedicar al canto gregoriano como alternativa de progreso.

El carril bici fue relativamente sencillo, más o menos en llano, y en ya en la carretera fuimos tranquilamente con algunos coches esporádicos y lo que parecía un congreso de moteros. Ya llegados a Miraflores nos encontramos con unos chavalotes del Aguaverde. Muy majos. Mientras tomábamos un refresco les comenté que era mi primer día. Me animaron a disfrutar y le quitaron hierro al puerto que se avecinaba. TioTala lo llamaba el no-puerto, porque comparado con otros no tenía ni demasiada pendiente ni extensión. Me advirtieron también que no me descorazonara con la primera parte, que era bastante pronunciada.

Pues allí que nos fuimos. Siguiendo los consejos de mi mentor y gurú, puse el plato pequeño desde el principio, aunque no habría tardado en percatarme yo solito de la necesidad. “Mantén una buena cadencia, el pedaleo animado” me decía. Yo no respondía, demasiado concentrado estaba en continuar pedaleando. Pero era cierto, la primera parte se pasaba rápido y luego llegaba un semillano donde uno podía relajarse. Lo peor vino después, los siguientes 6 kilómetros de una pendiente, quizás no tan pronunciada, pero lo suficiente y constante. Primero subí un piñón, luego el otro, luego el otro y a continuar pedaleando. 3i me pasó y subió el solito, mientras yo continuaba mi lucha solitaria le vi bajar raudo como una exhalación. Iba tan rápido que habría jurado que se notaba el efecto Doppler, ya que no la curvatura del espacio-tiempo prevista en la relatividad. Yo continué como podía, sudando como un bendito y cada vez más angustiado porque el no-puerto no se acababa nunca. Cuando estás tan cansado el cerebro, y menos a mí, se toma unas vacaciones y descansa con un pensamiento repetitivo. “Pues menos mal que es un no-puerto, que si fuera un SÍ-puerto podría darme por ... bueno, por eso, que no sé como anda este hospedador de censura.




Ya desesperado mi amigo vuelve a subirse el puerto, para él si era un no-puerto, y me anima. “¿Que cuánto queda, pues por lo menos otra media hora?” Earth-eat-me, pensé yo a punto de mandar a tomar viento mi carrera como estrella internacional del ciclismo el primer día. “Que no, que no, que ya hemos llegado”, me aseguró al ver mi gesto de desesperación, que ni me molesté en disimular de puro cansancio.

(C) Ander Guaza, Juanto Uribarri

Pues esto era cierto, llegamos a la meta y me sacaron una foto para poder probar. Se ha convertido de momento en mi avatar en el foro del club. La calidad no es muy allá, pero el gesto de chulería y victoria habla por si solo. No me costó nada conseguirlo porque estaba tan orgulloso de mi no-hazaña como agotado. Y estaba reventado.



La bajada fue más descansada, y me llevó el 5% del tiempo que había invertido, y eso que abusé de los frenos ante la desesperación de 3i, que no veía la necesidad de su uso. No le faltaría razón, pero a mi edad tengo más miedo que vergüenza, algo que por otra parte considero un signo de madurez.

Volvimos por donde habíamos venido. Cogimos de nuevo el carril bici, que por cierto ha quedado muy bien, ahora está separado de los coches. Antes era simplemente el arcén de la carretera mas pintado de rojo. Y es que bautizar carriles bici es muy fácil. Pero el sillín me estaba matando, ya podéis imaginar dónde.

Cuando llegamos a Tres Cantos mi amigo me acompaño a la estación de Rodalíes (aquí guiño a Marta). Él, naturalmente, continuó hasta Madrid y su casa. Que conste que si no fuera por lo delicado de mi situación anatómica habría continuado, ¡eh!

En total salieron 69 kilómetros con puerto y todo. Podría decir casi 70, pero es que 69 tiene unas connotaciones que me resultan muy apetitosas. El no-puerto tiene un desnivel de 371 metros y 8 kilómetros de longitud. El primer tramo una pendiente de 10-17%, pues eso, que menos mal que era no, que si llega a ser sí.

¡Ah! El diccionario de la RAE ha servido de nuevo de ayuda. Se dice triatlón, con acento en la ó, como también se dice decatlón o pentatlón. Y es que pocas cosas tan castellanas como las palabras acabadas en –ón.

Un abrazo, 3j

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