El sol se pone unos 35 grados más hacia el oeste desde el observatorio del atardecer en que he convertido mi ventana. Enciendo las luces de la habitación y soy consciente de que hay una nueva atmósfera distinta de la de hace unos días, otro “stämning”, otro “tunnelma”, por decirlo de forma internacional y que aún así no cambie nada. Constato que la misma sensación la repito año tras año, desde distintas ventanas del mismo edificio de Kannelmäki. Veo a lo lejos las luces del tren aproximarse a la estación. Atrás quedan viejos amigos, y lo que queda al final es la certeza de que todo acaba. Algunas cosas más pronto que otras, como el verano en Finlandia. Algunos dicen que todavía queda verano por delante. Me voy a tomar un copazo.
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Así de melancólico me pone el cielo turbio de una tarde lluviosa de verano. He leído un artículo de uno de mis escritores favoritos, Claes Hylinger, que me temo, también se dejaba caer en esas ”great apprehensions of melancholy”, y que le daba a la cerveza. Y sin embargo tiene su punto. Creo que no está traducido al castellano. Recuerdo que cuando estaba de visita en Suecia, o incluso en las buenas librerías de Helsinki, trataba de recabar información sobre el escritor, y de esa manera sus libros en edición de bolsillo, o de segunda mano, porque los libros en estos países están a unos precios prohibitivos. Sin embargo nunca aprendí a pronunciar bien el nombre del escritor y la mayoría de los libreros se quedaban sin saber qué decir. Aprendí a escribir el nombre en un papel, mas nunca compré un libro de esa manera. Si tenían libros suyos, era el que ya tenía o estaban a un precio prohibitivo.
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Descubrí a Hylinger gracias a una profesora de un curso de verano, que se dedicó a repartir algunos de sus libros entre los estudiantes. Podía decir que era una forma de premiar a los estudiantes más disciplinados, pero creo que al principio quería conseguir que trabajáramos un poco más, y defendía la teoría de que la lectura es una forma excelente de aprender otro idioma. Me entusiasmé con la lectura, porque supongo me recordó al año que pasé en Göteborg, que quizá tuviera más de malo que de bueno, pero el paso del tiempo todo lo empaña y embellece. A pesar del entusiasmo con que me dedicaba a la lectura no pude acabar el libro. Me debió ver con cara de pena y me lo regaló. Bueno, tal vez quería aligerar un poco su equipaje, el caso es que me hizo un favor. Tengo, por cierto, un excelente recuerdo de ella y de otras profesoras que he tenido. Dagmar, se llamaba, Dagmar. “Ja, ja, mensann”
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He pasado toda la tarde en casa de un buen amigo. La comida era sencilla, incluso rústica, pero sabrosa. Creo que le había echado comino a la ensalada, lo que me sorprendió, pero desde luego no desagradó. Una combinación interesante era la torta de cebada con queso azul. Lo mejor era sin duda una de sus especialidades: panqueque al horno con nata fresca batida y fresas en confitura. Delicioso, probablemente debido a su alto contenido en grasas saturadas en diversas formas lácteas: nata, mantequilla, crema de leche... Sencillamente delicioso.
Con todo, lo mejor ha sido la conversación. Pequeñas cosas, repasar las vivencias de los conocidos comunes, describir los sueños y las pesadillas, bromear, reflexionar y al final dejarse confortar en la convicción de que aunque este camino que no sabemos dónde acaba, pero del que tenemos la certeza de que acabará, no siempre lo hacemos solos.
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A mí, el blog que me gustaría escribir es una versión finlandesa del libro de Frances Mayes, Bajo el sol de la Toscana
2 comentarios:
creo que a todos nos gustaría escribir ese libro, pero llegamos tarde. A mi me gusta como escribes aquí, lástima que te tengamos que mandar a Finlandia para que escribas "más de seguido". Un beso
Ya, ya me gustaría a mí. El problema no es la posición geográfica, sino los agobios del tiempo. Quizás debería ser más conciso para que al menos apareciese algo, aunque fuese poco.
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