“Ett skumt lokal” se puede traducir de forma bastante libre como: “Un tugurio de mala muerte” y es un relato corto de Claes Hylinger publicado en Nya dager och nätter. Yo creo que en algún momento ya me he referido a Hylinger. Es uno de mis escritores suecos favoritos, al que conocí gracias a un libro que me regaló una profesora, Dácmar, durante un curso de verano en una isla. Años después otra profesora, Ylva, me regaló la trilogía completa.
En “Ett skum lokal” el autor cuenta como se deja convencer por un portero zalamero para conocer un local cuya principal fuente de financiación proviene de las copas caras de champaña barato con que las chicas se hacen regalar. En el cuento, el local era cutre, la mademoiselle estaba ajada, y el ambiente era tétrico. El escritor se conformó con una gaseosa, puso freno a las intenciones de los empleados de venderle algo más caro y se marchó lo antes posible. Fuera le esperaba París en primavera y la fragancia de unas flores en la rivera del Sena que templaron su espíritu. Supongo que de esto ya hace mucho tiempo, porque no recuerdo haber visto muchos setos floridos en esas orillas.
A mí ese relato me causó un gran impacto cuando lo leí por primera vez. Veía en él una clara analogía entre el alivio que siente el autor cuando decide no dejarse llevar por las convenciones, y mi vida propia. El autor decide en un determinado momento que aquello no le gusta, se pone en marcha para disfrutar de la luz, el aire fresco y la alegría. Es más, y esto también es relevante, se arrepiente del tiempo perdido en su vida en “un lugar oscuro”. Yo estaba de estudiante pobre en una Suecia mucho más cara, sufría enormemente, como lo hacen las personas jóvenes e inexpertas por un amor no correspondido. La moraleja que yo quise ver, era la de dejar de amargarme la vida con un imposible, cambiar de actitud, dar un paso adelante y disfrutar de la vida. Me gustaría decir que así fue, pero me llevó bastante tiempo. La mente es conservadora, incluso aunque le digas por donde conviene ir, todavía tarda en ponerse en marcha. Desgraciadamente, no puedo decir que haya asimilado completamente la lección.
Quiero hacer una segunda lectura del texto. A veces es sólo posible disfrutar de los elementos sencillos que componen nuestra vida cuando se ha atravesado una época terrible y se empieza a ver la luz al final del túnel. El sufrimiento no sólo te ayuda a apreciar lo bueno cuando por fin llega, sino que además te permite desarrollar la empatía y, por tanto, practicar la compasión.
El cuentecillo viene a colación el primer día que llegué a CPH, cuando me quedé solo en mi nuevo hogar y salí a buscar víveres. Aunque era relativamente pronto las calles estaban vacías y oscuras, a pesar de una ligerísima capa de nieve o de escarcha que se mantenía más gracias a la baja temperatura que a su masa crítica. Decidí premiarme con una cerveza para ahogar una ligera punzada de angustia, antes de que creciera y me metí tras una ligera duda en el que parecía ser el pub local.
La primera impresión, casi una bofetada, fue la del olor a tabaco fumado. Según por quien fumar está mal visto y la primera señal de que entras en el inframundo tiene sabor a nicotina. La confirmación de haber traspasado el umbral del averno era el aspecto de la clientela. Si estaban ahí era porque no eran bien vistos en otros sitios. Aunque debo reconocer que los parroquianos de los bares de Kannelmäki, aún tenía un aspecto más lúgubre.
Mi entrada no pasó desapercibida. Una de las clientas más avejentadas me saludó con alegría, o eso creo, porque traté de pasar lo más rápido posible. Me llegué hasta la barra y pedí la cerveza que necesitaba. La camarera, que debió ser bastante guapa o al menos humana, hace 30 ó 40 años me recordó a la chica del relato de Hylinger. Sin embargo, no pude disfrutar de mi dosis. No había tenido tiempo de cambiar a coronas y no aceptaban tarjetas de crédito. Por un momento temí que me lincharan, después de que me hubieran abierto la cerveza, pero la camarera ajada respondió graciosamente a mis disculpas. La gente es amable aquí.
4 comentarios:
Ah, la trilogía: Boken om det hemliga sällkapet, ¿no?
Ese garito suena como la taberna de Moe, pero con grifo de Carlsberg. Y seguro que no tenían tapas de oreja ni de boquerones. Habrá que buscarse otro.
insisto: hay que mandarte por ahí para que escribas un poco. manda webos que diría el otro.
Oye, que seguro que los amables daneses te hacen sentirte pronto a gusto en tu nuevo hogar. Y sino... ya iremos a hacerte una visitilla. La verdad, que no hace falta nada para que te visitemos. Ya verás como todo va bien.
Besitos, JJJ
Mannelig, el mismo autor pero otro libro, pequeñito, de relatos cortos y absolutamente delicioso. Nyä dager och nätter. Éste no lo tengo porque lo saqué prestado de la biblioteca, pero si vuelves por Suecia o tienes la oportunidad no dejes de leerlo.
yooyo, bienvenidos, me quedé un poco apenado no poder veros, pero así son las cosas. Lo bueno es que podemos vernos aquí.
Un abrazo,
PS. Por cierto, me encantó tu reflexión de así lo veo yo.
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