viernes, 22 de agosto de 2008

22.8.2008 – Las mejores intenciones

Aprovechando un receso de las reuniones de trabajo que han supuesto el punto final a mis vacaciones finlandesas, me he escapado para ir al cine. Aquí lo hago con cierta frecuencia, aprovechando las sesiones en versión original y la comodidad de los cines. Mejor a esas horas en las que no hay mucha gente, para disfrutar de la película sin tantas cabezas por delante y ruido de palomitas. Casi como si estuvieras solo. Otra ventaja es que, quizás, aquí no sorprenda tanto ir al cine solo. Aunque necesariamente no sea esa la razón, pero parece existir la creencia generalizada de que vas solo, porque no tienes nadie más con quien ir. Y que las películas como “eso” en Nueva York congreguen probablemente más solitarios que las de abundante intercambio de balas y puñetazos en cualquiera de sus versiones. Debo decir, sin embargo, que la mayoría también aquí venían en pareja o en comandita.

Hace ya unos cuantos días leí un artículo en El País sobre la difícil coordinación de las vacaciones de las nuevas parejas con hijos del matrimonio anterior. El reportaje me pareció interesante en sí, incluso durante un momento consideré con simpatía la dificultad de las parejas del reportaje, de obvio alto nivel económico, que tenían que hacer malabares para poder compaginar las exigencias de todos los miembros de la recién inaugurada familia. Lo mejor fue sin embargo uno de los comentarios que los lectores dejan en la red y que en unas pocas líneas trasladó con precisión toda la carga de ironía y sarcasmo de un lector indignado. Y no le faltaba razón, el artículo presentaba como una tragedia para las nuevas familias aumentar las actividades, como cruceros en yate y viajes a París, a golpe de talonario. Lo realmente difícil era tratar de afrontar los gastos cada vez mayores con la exigua prestación por desempleo. Y pocos cementos amalgaman con mayor firmeza una relación que la puntualidad con que llega el débito de la hipoteca. Me hizo mucha gracia.

Pues no pude evitar retomar esta línea de pensamiento mientras veía la película. El momento de mayor dramatismo, el clímax trágico, era el plantón casi ante el altar de un bodorrio por todo lo alto. Otros momentos de gran carga emocional eran una pequeña infidelidad o las consecuencias del climaterio. Evidentemente la contraposición de los devaneos sentimentales de las chicas, ya bastante talluditas, de Nueva York con la realidad cotidiana de una persona normal resulta devastadora. Por no traer al parangón verdaderos desastres y tragedias humanas como guerras, terremotos, enfermedades y otros jinetes del Apocalipsis.

Y sin embargo, no pude evitar sentir simpatía por las tribulaciones de los personajes, como tampoco dejo de hacerlo por otras situaciones ficticias simuladas en series de televisión, muy habitualmente estadounidenses, a pesar de que en algún rincón de la conciencia se remueve preso de la urticaria el rechazo a la glorificación de un único modelo válido de vivir, al que todos aspiran pero que muy pocos puede realizar.

Pero, ¿por qué no habría de ser así? Cuando todas estas producciones estadounidenses han sido elaboradas con esmero para apelar la conmiseración hacia los personajes, para proyectar la nuestras propios quebraderos y querencias a los devenires de los personajes. Yo no me atrevo a criticar la emoción ante el drama de un personaje de culebrón junto con la relativa apatía ante la visión tan diaria como terrible de las noticias del día. La tragedia de Carrie Bradshaw podemos sobrellevarla, la horrible y real de la guerra, la hambruna y la desesperación diaria de miles de personas es demasiado cruel.

Estas series norteamericanas con abundante melodrama despiertan en mí el deseo de ser mejor persona. Y eso no puede ser malo.

Lástima que después de salir del cine y caminar hacia la estación de tren, todos esos buenos sentimientos se los tragara la tierra. Tuve deseos de hincar el diente en la yugular a un grupo de adolescentes descerebrados que cometieron la osadía de invadir el carril bici. ¿Adonde fueron las mejores intenciones? ¿Den goda viljan? “Late corazón, ¿quién sabe lo que se traga la tierra?”

jueves, 21 de agosto de 2008

21.8.2008 – No estás solo

Sigo como puedo el desarrollo de los juegos olímpicos. Al principio podía mirar los vídeos de RTVE, pero pronto vetaron el acceso a los internautas con IPs extranjeras por cuestiones legales. Me tuve que conformar con ver el material que pone a disposición de los internautas locales el homólogo, que aquí se llama Yle. Pero claro, se fija más en los deportes con participación nacional y algunos son para mí muy raros. Y aunque puede sacar material del equipo chino de gimnasia, me quedo sin ver lo que pasa en deportes con participación española, incluso con medalla, como las chicas de sincronizada o el ejercicio de suelo de Deferr.

También leo los periódicos digitales. Hay una constante cuando hablan de los deportistas españoles, siempre hacen referencia al esfuerzo titánico y capacidad de sacrificio de los héroes del deporte. Califican de épica la capacidad de las nadadoras de sincronizada de aguantar el trabajo de resistencia y fuerza en anoxia, ahí es nada; de sobre humano el trabajo sobre los pedales de Llaneras; de repetido infinitamente hasta la perfección el ejercicio de suelo de Deferr, y así pasando por ciclistas, atletas, gimnastas, remeros. Y los que no ganan medalla, que se quedan a 8 malditos segundos, como Contador, o que son superados en el último momento, como María Vasco o Noya y Raña, casi más lo sentí yo, emocionado como estaba al leer el artículo. Pero para ejemplo paradigmático el esfuerzo corajudo de Marta Domínguez. Casi más que la carrera en sí, ya formidable, fue el discurso de después del ¿desastre? Lo que no te mata te hace más fuerte, y según me han dicho, aún con una sonrisa de oreja a oreja.

A tenor de los artículos periodísticos parece que a los demás deportistas, los de otros países, no les cuesta esfuerzo sacar medalla, aunque si están ahí es precisamente porque además de unas cualidades físicas excepcionales e innatas, han estado desde muy jovencitos miles y miles de horas entrenando con sacrificio y persistencia. Claro, viendo nadar a Phelps parece que sea fácil, pero es innegable el esfuerzo y la dedicación de todos y cada uno de los deportistas de alto nivel.

Y sin embargo me encanta la participación de los deportistas españoles. Si hasta me emocioné viendo la entrega de medallas a Samuel Sánchez. Y no sólo los éxitos, sino los que se quedan a punto en una lucha denodada, como María Vasco, como Noya y Raña, como Marta Domínguez y otros más. No me importa repetir otra vez sus nombres. Estoy sinceramente impresionado.

Y sin embargo, los ejemplos de valor, como en el Corazón de D’Amicis, son armas de doble filo. Ya el esfuerzo titánico de los deportistas, que persisten en su afán de mejorar sus marcas con disciplina férrea, músculo y voluntad, pueden ser un acicate para seguir adelante. Pero también puede hundirte en la miseria, si en momentos de “humanidad”, que no quiero decir debilidad, descubres que no puedes más, o simplemente no te apetece levantarte del sillón, que dejas pasar oportunidades de mejorar, no sólo en el entrenamiento marcado sino en el trabajo, en la relación con los demás en la vida.

¿Y cuando no resulta un acicate, no es más deprimente contemplar el espíritu de luchadora indómita de Marta Domínguez? Es a todas luces encomiable y digno de la mayor de las admiraciones, (yo de mayor quiero ser como ella). Pero lo cierto es que muy pocos son como ella, la mayoría de hecho somos bastante normalitos. De hecho, si se me disloca una articulación practicando deporte, por favor, llevadme al hospital. Prometo no exigir voz en grito que me coloquen el hueso en su sitio para poder seguir en la brecha, como la luchadora de esgrima Araceli Navarro.

A veces, me veo comparando las metas propias con las de los deportistas, mi sacrificio diario con otros más sufridos, y mi nivel de bienestar, con los que el propio concepto de estar bien es desconocido. Este ejercicio ni es sano, ni razonable, ni mucho menos justo. Los esfuerzos no se pueden medir por la calidad o cantidad de los resultados, sino por el umbral que hay salvar para por lo menos intentarlo. Y que todos tenemos derecho en mayor o menor medida a fracasar, a ser débiles y estar cansados, siempre que no nos dejemos dominar por “el lado oscuro de la fuerza”. Y no passa res!

Y sin embargo otra vez, considero el ejemplo de Marta Domínguez, de María Vasco que además dedicó su competición de sangre, sudor y hierro a víctimas y familiares del accidente aéreo, y de Noya y Raña como elemento de motivación muy válido para mí. “Jo, si ellos siguen adelante a pesar del ¿fracaso?, no voy a poder yo también: una brazada más, un ciclo de pedaleo más, una zancada más, y con una sonrisa, o un gesto feo de esfuerzo, cada uno con lo que pueda.

Quizás lo importante de todo esto sea recordar, y realizar, que ese esfuerzo de recomposición, de hacer de tripas corazón, no es necesario emprenderlo en soledad, que los amigos pueden ayudar a dar ese empujoncito, como ya lo han hecho antes. Ánimo, corazón. No estás solo.

martes, 19 de agosto de 2008

19.8.2008 – Minua Kupittaa

Regreso de viaje de trabajo de Turku. He acabado un poco antes de lo que pensaba y como estaba harto de tomar café, que es el síndrome del trabajador en Finlandia, he tratado de encontrar un lugar para tomar una cervecita. Normalmente los alrededores de las estaciones en todas las ciudades rebosan de sitios de mejor o peor calaña, recuerdo especialmente uno próximo a la estación de Jyväskylä..., pero los alrededores de Kupittaa, son casi tan desiertos como los de la estación de Getafe industrial un domingo por la mañana.

El paisaje desde la ventana de tren suele ser particularmente bonito. Esos campos de cereales todavía verdes y esos campos amarillos de colza, pero naturalmente todo resulta más vistoso sin esa lluvia pertinaz que ha empañado todo el verano. Lástima que la gente no sea más silenciosa. Los únicos que parecen hablar, o al menos a los únicos que se oye, son los extranjeros: una pareja de chinos y un grupo de suecos. Los finlandeses solo gritan cuando hablan por teléfono. Por lo demás valoran el placer de viajar en el mismo compartimiento en silencio ¿Me estaré volviendo finlandés?

viernes, 15 de agosto de 2008

15.8.2008 – Por la senda real

El pasado domingo me animé a hacer ese viaje a Porvoo que tenía pensado y para el que había hecho con devoción excursiones de reconocimiento. El tiempo no es que fuera muy prometedor, las nubes abundaban y tapaban el sol, pero no parecía que fueran a descargar. Además, era lo mejor que había tenido en mucho tiempo. Eso sí, en la duda de qué hacer, salí bastante tarde.

El camino hacia Kuusijärvi estaba fresco en la memoria y llegué sin mayor novedad. Y luego había estudiado con bastante cuidado las dos siguientes desviaciones. Me tuve que parar un par de veces para consultar el mapa pero me fue bastante bien. Después fue algo más complicado orientarse. En un determinado momento, se acabó la vía para bicicletas y me incorporé con cierta pena a la carretera. No había tantas posibles desviaciones y confiaba en que las indicaciones que había procurado me bastaran. Parte de ellas me llevaban por carreteras más transitadas.

Ni había tantos coches, ni iban tan rápido, pero me resultó particularmente desagradable ser sobrepasado por una exhalación con efecto Doppler, acostumbrado como estoy a la tranquilidad de las vías de bicicletas. Ahí suelo ser yo el que adelanta a viejecitas en carricoche y esquivo con cierto desdén, e injustificado sentimiento de superioridad, a los peatones que por despiste o atolondramiento se adentran en “mi” camino.

En esa batalla insensata con los coches, me di cuenta que no me estaba resultando particularmente agradable esa parte del camino, del que, por cierto, cada vez dudaba más. Cuando llegué al pie de la espléndida y bien cuidada catedral de Sipoo, en medio del camino, decidir desviarme del camino para contemplarla con más tranquilidad y finalmente dar la vuelta, hacer una paradita en la sauna de Kuusijärvi, con chapuzón en el lago, y después volver a casa. 3i enarcaría una ceja y preguntaría por la ubicación de mi espíritu de aventura, pero yendo como iba solo y siendo principal beneficiado y damnificado de mis decisiones, así lo hice.

El contador de kilómetros me falló por falta de batería, pero calculo con bastante precisión que me salieron en total unos 85-90 km. Eso sí, sin grandes desniveles ni puertos, aunque bastantes pequeños ascensos y descensos que obligaban a cambios de marcha.

La excursión a Porvoo, próximamente, pero estudiaré rutas alternativas y con más detalle.

martes, 12 de agosto de 2008

12.8.2008 – Donde manda patrón, no manda marinero (II)

El Cónsul de Finlandia en San Petersburgo comentó escuetamente que en la organización de las actividades que organiza el consulado, éste y el ministerio pueden tener distintas opiniones, pero que la opinión del último, es naturalmente llevada a cabo.

Además de esta opinión el HS también publicaba algunas opiniones emitidas por los lectores a través de la red. Unos alababan el papel de Stubb y su elegancia. Otro pensaba que mejor haría en concentrarse en asuntos verdaderamente importantes, teniendo en cuenta la que se avecinaba con el conflicto del Cáucaso. Conclusión: hagas lo que hagas siempre te van a criticar.

lunes, 11 de agosto de 2008

11.8.2008 – Donde manda patrón, no manda marinero

El ministro Alexander Stubb, superIronman, acaba de poner paz y después gloria en el conflicto de la escritora Sofi Oksanen, que comentaqba hace unos días. Ha comentado que se trata de una escritora de enorme talento y que su Ministerio, el de Exteriores, estará encantado de financiar su participación en el encuentro de poetas que se celebrará en noviembre en San Petersburgo. Todo esto lo dijo antes de ir a Georgia en su calidad de presidente de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) junto con el ministro francés de exteriores. Ojalá puedan zanjar la guerra de forma tan tajante como con el revuelo político de la escritora.

El pobre Cónsul no ha dicho esta boca es mía de la solución. ¡A ver qué va a decir el marinero si ya lo ha dicho todo el capitán! La escritora, por el contrario, se mostraba muy complacida, quizás más contenta por los elegantes cumplidos que le dedicaban que por el viaje en sí.

Y el Cónsul probablemente esté pensado que si lo llega a saber, mejor se queda callado.

La novela “Puhdistus”, que trata sobre el duro período que siguió a la adhesión de Estonia a la Unión Soviética en los tiempos de la reorganización europea que siguió a la II guerra mundial, acaba de ser traducida al ruso. El periódico, además de difundir la complacencia de la escritora también recogía la opinión del traductor ruso. No veía nada particularmente antieslavo en la novela de Sofi. Es más, los rusos se iban a sentir muy identificados, porque el doloroso recuerdo de las deportaciones y los campos de re-educación persisten en la memoria de muchos. Diría que se lo preguntaran a Alexander Solzhenitsyn, pero el hombre ya se ha muerto. Eso sí ahora recibe los honores de las mayores autoridades del país. Son cosas que pasan.

Y sin embargo, con todo lo que está pasando en Georgia entiendo que los trabajadores del Ministerio de Exteriores sean cautelosos. Más aún de lo que tradicionalmente lo ha sido un país a la sombra de un vecino tan poderoso.

Finlandia asumió la presidencia de la OSCE a principios de este año, que como en la UE es un cargo rotativo. El testigo lo entregó precisamente Moratinos, ya que España lo había sido el año pasado, y se lo entregó al entonces ministro finlandés Ilkka Kanerva, pero ya sabemos que éste fue cesado por tirar los tejos a una bailarina con el móvil del trabajo.

domingo, 10 de agosto de 2008

10.8.2008 – Lo político transcurre en torno al frigorífico

La sección de cultura del Helsingin Sanomat recogía este domingo un artículo de esos que deben llevar a su autor varios días escribir. Analizaba el papel central que ha asumido el género en la literatura finlandesa actual contando con las opiniones de varios especialistas. Insisto, se trata de género y no de sexo. Supongo que éste tampoco faltará, dado que su consecución o falta de ella han sido un tema de la literatura universal a lo largo de los siglos.

El enfoque de género reflexiona sobre lo terrible o maravilloso que es ser un hombre o mujer finlandés. Normalmente suele ser más lo primero (lo terrible) que lo segundo. Esta reflexión es una parte de la tendencia general de esta década que analiza además del género las relaciones de pareja y la familia y que deja de explorar la parte política y social de hace no tanto. El artículo recoge una de las frases lapidarias de un crítico de literatura: “En la literatura [finlandesa] actual lo político transcurre en torno al frigorífico común.”

Un ejemplo es la nueva novela de Anna-Leena Härkönen, “Ei kiitos”, que se puede traducir fielmente como “No, gracias”, se adentra en la vida de una mujer madura que quiere poner un poco de más sexo en su vida pero a cuyo marido le duele siempre la cabeza. La cuestión, señala la escritora, es que ahora la mujer tiene mayor independencia económica y por tanto la posibilidad de encontrar alternativas. El personaje femenino del libro, descubre que no quiere llevar su vida de ciudad dormitorio (nukkumalähiöelämänsä, palabra que ella sola agrupa todo lo anteriormente subrayado posesivo incluido en una sola palabra, pero casi de la misma longitud).

Al mismo tiempo, Härkönen (¿alguno ha visto la semejanza de este apellido con los malos de *Dune?) se queja del machismo con que se trata los libros escritos por hombres y mujeres. “Si una mujer escribe algo desde la perspectiva femenina, se interpreta como un refunfuñar narcisista. Cuando un hombre descubre sus sentimientos, resulta maravillosa su franqueza”.

Pues yo no acabo de estar de acuerdo este feminismo de repostería. Entiendo que si Anna-Leena afirma que algunos tildan de narcisista a una mujer que escribe sobre mujeres, es porque los habrá. Yo ni lo he pensado ni sé si será verdad. Con lo que no comulgo es con la siguiente parte de la afirmación que los críticos y o lectores alaben la franqueza de los hombres que abren su corazón. Esa apertura suele ser el desbordamiento de unos sentimientos negativos que salen cuando el personaje está muy decaído, algo así como en las novelas de Petri Tamminen, y que ya no puede más. Algunos reaccionarán identificando como propias las sensaciones negativas descritas, otros con compasión, pero pienso que la mayoría, a un nivel más o menos profundo, pondrá en duda la masculinidad del personaje o escritor, incluso pensarán “afeminado”, por decirlo de forma eufemística. Nuestra sociedad está, entre otras muchas cosas, polarizada con lo femenino y masculino. Unos caracteres son atribuidos a las mujeres y otros a los hombres, y como las transgresiones no se contemplan con buenos ojos, la mayoría se adapta a los roles. No sé si es más fácil ser hombre o mujer, pero además de ser una discusión bastante vacua, tendría las de perder.

Tuve que leer un libro de Petri Tamminen para un examen. Supongo que lo habrían escogido porque no era muy extenso y abundaba en frases cortas, de estructura simple y vocabulario no demasiado complicado. El examen lo hice bien, pero no puedo decir que el libro me gustara demasiado. El personaje correspondía arquetípicamente a la tesis defendida en el artículo, un hombre en plena crisis de identidad al asumir su reciente paternidad. (La madre del libro, no tiene sin embargo ningún problema.) La crisis se resuelve, más o menos, después de un viaje en coche, en plan road-movie, a través de Finlandia en el que conoce a varios personajes,

Supongo que al leer un libro, o ver una película y en general, proyectamos nuestros propios intereses y experiencias a la trama descrita y destacamos esos aspectos que más nos interesan. Recuerdo una profesora mía se enfadó bastante cuando dije que no había entendido, y quizá por eso no gustado, el libro de Bodil Malsten “Priset på vatten i Finistère”. Para mi profesora era una joya y destacó la implacable crítica de la autora a las falsas expectativas que se creaba a y sobre las mujeres en la época de la llamada “revolución sexual”. Huelga decir que yo estaba jugando a los click de Famobil en esa época y que mis expectativas, las mías, sobre el tema nacieron mucho más tarde, por lo que las presiones que pueda haber sufrido son de otra índole.

A mí lo que me gustó de “Priset på vatten i Finistère” es la parte que se regodea en el subgénero de “extranjero en el paraíso”. La protagonista de la historia, que no es, pero es la propia escritora se lía la manta a la cabeza y se monta una casita preciosa en un lugar idílico. Algo así como el sol toscano de Mayes del otro día, que es lo que nos gustaría a todos. En este género no hay hipotecas, ni plazos de amortización.