Toda esta semana ha estado haciendo un tiempo impresionante. Se levantaba completamente despejado, con un potente chorro de luz que se colaba por las mañanas contra todo pronóstico a través del angosto dintel de la puerta, todo ello después de atravesar la ventana de la cocina y el espacio entre medias. La luz se transmite en línea recta, pero no deja de sorprender su insistencia, especialmente en esas ocasiones en las que la luz directa en los ojos no te deja dormir. A lo largo del día surcaban el cielo algunas nubes de esas alargadas y estratosféricas en lo alto o incluso, éstas más cercanas al suelo, en forma de masas de algodón. El cielo por supuesto de un intenso azul, pues no podía ser de otra forma, y la hierba esplendorosa en su verdor, como en los recuerdos de infancia de Antonio Machado. Las nubes han cubierto ocasionalmente el sol dando un solaz respiro del calorcito, que no calor. Bueno, lo digo ahora con la boca pequeña, algunas veces más que refrescante hacía directamente fresco, que aquí la brisa nunca es aire sahariano.
Con todo, cuando el tiempo ha cambiado a lo que es el típico verano finlandés de chubascos de distribución irregular, casi he suspirado aliviado. Como aquí es obligatorio aprovechar los momentos de sol que se ofrezcan y salir fuera, yo no hacía más que ir de un sitio a otro con la bici. Y normalmente los sitios también incluían la piscina, para no perder comba, que este curso, ha sido especialmente prolífico en largos. Es decir, que he acabado agotado. Al tumbarme en la cama sentía, o mejor dicho, no sentía, las piernas por el constante pedalear. Y eso que tampoco ha habido para tanto.
Y luego, ese placer tan típico que produce contemplar la lluvia azotar los cristales de la ventana mientras se está tranquilito y a gusto dentro. Como veis, mis placeres no son nada peculiares y sí bastante burgueses, pero es que otros no me puedo permitir.
Planeo un viaje en bici a Porvoo, dependiendo del camino, está como a unos 50 km, 60 km desde mi casa. Gracias a un amigo he logrado poner a punto la bici. (Para hinchar los neumáticos a la presión adecuada tienes que tener una buena bomba, al menos yo no me apaño con las pequeñitas.) Ayer estuve haciendo parte del camino, para el día D no perder el tiempo orientándome con el mapa. La decisión ha demostrado ser providencial, porque ayer quería llegar hasta Kuusijärvi, pero al final no me aclaré demasiado y me quedé en Tikkurila, una especie de Mostoles (“- Oiga, ¿usted cree en el más allá? – Nos ha fastidiado, como que vivo en Tikkurila”, pues eso),y tuve que volverme con prisas porque estaba oscureciendo. Todo eso a pesar de haber intentado lo fácil y haber tratado de seguir uno de las vías nacionales de bicicleta que recorren todo el país. Nacional, pero muy mal señalizado, vamos, fatal.
Con lo bien que hablo yo siempre de los finlandeses y aquí no están a la altura de las circunstancias, podrían buscar consejo de los Tierra Trágame, que hacen un trabajo magnífico de señalización en las competiciones que organizan. Por lo visto, no soy el único que piensa así. La siempre ajetreada sección de cartas al director del Helsingin Sanomat, ha dado testimonio de intercambio de opiniones y quejas de los usuarios, que incluso ha sido contestadas por el responsable del programa de promoción del transporte en bicicleta.
En Finlandia los políticos y funcionarios sí leen, por lo visto, el periódico. El problema de la señalización deficiente parece residir en la dilución de responsabilidades que supone la descentralización del poder público, es decir, la cesión de competencias a los municipios. Teóricamente, éstos deben colocar los cartelitos, en los puntos en que el camino atraviesa el territorio de su competencia, y el estado en los lugares más genéricos. Pero los unos por los otros y la cocina sin barrer. Los municipios, en muchos casos, ns/nc, el departamento ministerial dice lo que dicen todos, que el presupuesto no le llega para esos menesteres. Pues eso, que en todas partes cuecen habas.
El camino hasta Kuusijärvi se puede seguir, más menos que más, en Google. Como siempre refleja las carreteras y no las vías ciclistas, pero sirve de referencia. Por cierto, atravesaba paisajes preciosos por su valor cultural como el natural: Haltijankartano, Tammisto, Helsingin pitäjän kirkonkylä, y todo en la propia área urbana de Helsinki. Hay que venir a verlo.
1 comentario:
algún verano de estos nos tenemos que perder por allí en bici, ahora que me estoy poniendo en forma. Poco a poco, claro. Besos y cuidate mucho
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